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—¡Mi semana ha sido increíble! —‌anuncia el señor Argotta una vez que ha sonado el timbre y todos hemos ocupado nuestros asientos. Bennett y yo nos miramos y sonreímos. No sé qué ha hecho que la semana de Argotta sea tan «increíble», pero estoy bastante segura de que la nuestra le da mil vueltas—. He tenido la oportunidad única de viajar por México por veinte rutas distintas. ¡Ha sido de lo más estimulante! ¡Todas eran fantásticas! —‌Camina de un lado a otro de la clase, y lo observamos fascinados—. Pero tres viajes —‌prosigue—, tres viajes destacan por encima de los demás. Me gustaría compartirlos con vosotros y que me ayudéis a decidir quién debe llevarse esto a casa hoy. —‌Lleva la mano al bolsillo de su americana y saca una tira de papel doblada—. Un vale de viaje por valor de quinientos dólares. —‌Lo tensa varias veces dándole tironcitos antes de fijarlo a la pizarra con un imán.

Me vuelvo para lanzar otra mirada furtiva y breve a Bennett. Al principio, me parecía que elaborar juntos nuestros itinerarios sería hacer trampa, pero una sonrisa y un café con leche bastaron para que cambiara de opinión. El domingo por la tarde, el día después de que rehiciéramos el pasado con éxito, Bennett se presentó en la librería durante mi turno y nos sentamos en el suelo, en nuestro sitio de siempre, para sacar libros de los estantes y leer descripciones en voz alta. Cuatro horas después, habíamos trazado dos rutas tortuosas lo bastante distintas entre sí para que el señor Argotta no sospechara que habíamos colaborado en ellas, y que coincidían solo en un punto, en la pequeña ciudad costera de La Paz.

Ahora, el señor Argotta apaga la luz, enciende el retroproyector y la pantalla se ilumina con un mapa colorido de México. La ruta está dibujada con rotulador amarillo, y cada destino está marcado con letras correspondientes a los puntos de los itinerarios escritos. No es mi mapa. Ni el de Bennett.

—Os presento el primer plan, por cortesía de Courtney Breslin. —‌El recorrido realzado bordea el perímetro del país, evitando por completo el interior—. Se desprende de esta ruta que el invierno inusualmente largo ha dejado huella en la señorita Breslin. Quiere pasar una buena temporada en la playa.

Todos nos reímos.

—A primera vista, da la impresión de que esto excluye gran parte del país. Pero lo he elegido porque, aunque ella ha seleccionado algunos destinos muy turísticos, también ha descubierto algunas joyas secretas de la costa. —‌Pega el mapa de Courtney a la pizarra con cinta, al frente de la clase—. Lo llamaremos Hora de Playa. —‌Cuando pulsa de nuevo el botón de su mando a distancia, aparece mi mapa. Noto que los hombros se me ponen rígidos—. La señorita Greene mezcla un poco de todo (playas, ruinas), pero a un ritmo adecuado. Hay muchas personas que, al planear un viaje, intentan abarcar demasiado. Se esfuerzan tanto por no perderse nada que se estresan. En mi opinión, así se pierde uno muchas de las cosas buenas de un país. Me gustan los tres viajes que he escogido porque no intentan incluirlo todo. Todos reservan algo de tiempo para sorpresas y decisiones espontáneas. El plan de la señorita Greene es agresivo, ¡pero deja lugar para el misterio y la impulsividad! —‌Camina hacia la parte delantera del aula—. ¡A este lo llamo La Aventura!

Intrépida. Se ha olvidado de la parte intrépida, así que añado por lo bajo: «La Aventura Intrépida».

—Nuestro último plan de viaje es el del señor Camarian. —‌Alex y yo nos miramos disimuladamente, los dos sorprendidos—. El señor Camarian está interesado en la arqueología y la cultura maya. Evita los destinos turísticos por completo. Vuela a Cancún, pero se marcha de allí lo antes posible. Es la única persona que ha dado con uno de mis lugares favoritos, las ruinas de Kohunlich, que muestran la influencia de Belice, país vecino de México. —‌Se vuelve hacia Alex—. Tienes que ir al anochecer, cuando salen los monos aulladores. Es fantástico. —‌Se dirige de nuevo hacia el frente de la clase y pega el mapa de Alex a la pizarra blanca—. El Camino Menos Transitado. —‌Se acerca al interruptor de la luz y lo enciende—. Tengo que confesaros que he disfrutado al repasar vuestros ejercicios. Habéis encontrado algunos sitios que siempre me han encantado, y otros de los que nunca había oído hablar. Me habéis impresionado, y ahora, amigos míos, echo mucho de menos mi país. —‌Suspira, sonríe de nuevo y agrega—: Bueno, ¿queréis saber quién ha ganado?

Yo ya lo sé. Está claro que Alex ha ganado. En mi ruta no hay monos, ni aulladores ni de ningún otro tipo.

Argotta va y viene frente a nosotros, incrementando el suspense.

—Son planes estupendos, pero hay uno que es el que tiene mejor ritmo y es el más completo. Si yo fuera a visitar el país por primera vez, elegiría ese viaje. —‌Camina hasta la pizarra y gesticula de forma teatral ante los tres mapas—. Y la ruta ganadora es… —‌dice, despegando mi mapa de la pared y sujetándolo en alto— La Aventura.

Mis compañeros aplauden, y suena el timbre que anuncia el final de la clase.

Me acerco a la mesa de Argotta para recoger mi premio. Bennett me adelanta y me dice que me esperará en el pasillo.

Muchas gracias, señor Argotta —‌digo cuando me entrega el vale. No sé cuál de los dos rezuma más orgullo.

—Te lo has ganado. —‌Me mira con expresión sincera. Luego alza el dedo y hace un gesto con la cabeza en dirección a la clase, como si quisiera decirme algo más pero no pudiera hablar delante de los otros alumnos. Me pongo nerviosa al imaginar a Bennett de pie junto a la puerta, esperándome—. Señorita, como sin duda ya sabrás, dirijo el programa de intercambio de verano —‌declara Argotta cuando por fin nos quedamos solos. Muevo la cabeza afirmativamente—. Pues bien, este año participarán más familias de lo habitual, y en cambio no hemos recibido tantas solicitudes de alumnos como en otras ocasiones. Sé que no queda mucho tiempo, pero sigue habiendo una plaza libre. —‌Como no contesto, él llena el silencio—: Por si te interesa.

Ni siquiera me había planteado hacer planes para el verano. En realidad, desde que llegó Bennett, apenas me planteo qué haré al día siguiente.

Argotta abre el cajón de su mesa, saca una carpeta amarilla brillante y me la tiende.

—Es una oportunidad única de verdad. Pasarías diez semanas en México con una maravillosa familia de acogida. Ten, llévate esto y coméntalo con tus padres.

Cojo la carpeta. Hace unos meses, me habría parecido la oportunidad de mi vida, pero ahora que tengo la posibilidad de visitar cualquier lugar del mundo, la idea de viajar a uno solo no me seduce tanto.

—Gracias. Es todo un honor que haya pensado en mí. —‌Abro mi mochila abarrotada y remeto la carpeta en ella—. Lo pensaré.

—Bien. La familia sabe que tal vez no le enviaremos a un alumno, pero tanto en un caso como en el otro hay que darles tiempo para que se preparen, así que, por favor, tráeme los formularios cumplimentados lo antes posible…, a finales de mayo como muy tarde. Dudo que reciba más solicitudes a estas alturas del curso, así que, si quieres la plaza, es tuya.

—De acuerdo. Gracias de nuevo. —‌Me encamino a toda prisa hacia la puerta, y cuando doblo la esquina, Bennett me rodea los hombros con el brazo.

—¡Lo has conseguido! —‌Sonríe y me atrae hacia sí mientras echamos a andar por el pasillo. Pierdo el equilibrio un poco, pero me gusta—. Bueno, ¿adónde irás con ese billete?

—A México, claro está. Sería una lástima malgastar un itinerario perfecto y con un ritmo tan adecuado que deja lugar para las sorpresas. —‌Imito el acento de Argotta, alzando la vista hacia Bennett con una sonrisita coqueta—. Da la casualidad de que me gustan las sorpresas.

—Ya —‌dice Bennett—. Eso me han contado.