Valladolid
13 de enero de 2012, a las 23:53
Unos minutos más y habré cerrado el círculo: la chispa adecuada.
No tengo forma de evitar que una dulce tensión se apodere de mí. Aún no tengo pensado dónde aguardar el encuentro, y es precisamente lo único que me falta por decidir: dónde. Lo he visualizado mil veces… Hermoso. La muerte alberga tanta belleza que asusta a las mentes estrechas. No a mí.
Pero lo que me agita es saber cuándo.
Estoy prevenido por eso, por si se presenta en cualquier momento.
Necesito unos minutos más, y los compro con monedas de mi propia existencia. Solo unos pocos minutos más.
Todo esto me excita.
Suena El ángel Simón. Sé perfectamente que dura más de ocho minutos, y creo que no estaría mal que la afligida voz de Nacho Vegas sea la última que escuche durante este tránsito.
Y me vas a disculpar
si nunca te llevo rosas.
Me vas a permitir
contar algunas cosas
sobre lo poco que sé
de tus días de vino y rosas.
Con todas las bromas,
como aquella en que,
al pasar delante de una funeraria,
nos decías: «Agachaos, no vaya a ser
que os tomen las medidas».
Ese era tu consejo, tu sabio consejo.
Y no estuvo mal, pero se te olvidó
algo importante:
tú también tenías que agacharte.
Sí, tú también tenías que agacharte.
Pero nunca quisiste cuidarte.
No, nunca quisiste cuidarte.
Repaso escenas que me traen buenas sensaciones buscando la desaceleración de mis latidos. Me veo seleccionando un libro de la estantería de mi padre y hojeando otro para colocarlo después en su lugar, acariciando el lomo del contiguo mientras leo el título y lo extraigo de la estantería con sumo cuidado, como si fuera la piedra maestra que sujetara el firmamento y, sin ella, todo pudiera derrumbarse. Podía pasarme horas hasta que me decidía por uno en aquellos días, porque tiempo era lo que tenía y tiempo era lo que gastaba. Ahora, apenas me quedan unos minutos para sellar mi destino e inmortalizar mi obra.
Como tú siempre decías:
«Formalidad poca, pero que dure».
Como tú siempre decías:
«Gracias».
Así es y así será
toda mi vida.
Decida lo que decida.
Vuelven a asaltarme las imágenes del día en que él regresó tras el fallecimiento de mis padres tratando de maquillar sus ladinas intenciones con una expresión de abatimiento. Con todo dispuesto, minuciosamente pergeñado. Falsamente volcado en compartir mi renovada soledad. Dos almas y un solo cuerpo, dos corazones con un único latido. ¡Maldito!
Las primeras notas del bajo de Puscifer en Momma Sed me sacan de mi subconsciente creativo y me devuelven a este pasillo ajeno, aguardando el desenlace, revólver descargado en mano.
Compruebo la hora: las 00:01.
Conseguido.
Día 13.
No consigo retener las lágrimas.
Wake up, son of mine,
momma got somethin’ to tell you.
Changes come.
Life will have its way
with your pride, son.
Take it like a man.
Hang on, son of mine,
a storm is blowin’ up your horizon.
Changes come,
keep your dignity,
take the high road,
take it like a man.
Contrariamente a la reacción que cabría esperar en cualquier otro ser humano, yo me relajo. No existe ninguna variable que pueda estropear el epílogo.
Arrastro una silla del salón hasta el final del pasillo. Agarro el Astra 357, me siento y apago la luz.
Este será el lugar. Aquí terminará mi vida mortal y empezará mi existencia inmortal.
Ya no me queda sino aguardar. Olfateo por última vez las páginas de mi ejemplar de Crimen y castigo, que desprenden la esencia del triunfo del intelecto. Abro mi caja de música, escucho como epílogo las notas que en el pasado eran ecos de derrota; hoy son los compases de la victoria.
Deposito los presentes sobre la mesa del salón y les dedico una última mirada.
Traslado mi alma al interior de la caja de música, allí dentro nada puede hacerme daño.
Mis ojos se humedecen de nuevo.
Changes come.
Life will have its way with your pride, son.
Take it like a man.