Notas3

[1201] Las costas desérticas de África. <<

[1202] Dado que era a quien correspondía la tutela de un menor a falta del padre, la figura del patruus, el tío paterno, se convirtió en prototipo del rigor moral y del afán de controlarla conducta de los jóvenes. Así, el propio Horacio escribe en Sát. II 3, 87: «no vengas a hacerme de tío». <<

[1203] Símbolo de las actividades típicas de una mujer antigua —hilar y tejer— que Neobula desatiende por su mal de amores. La travesura de Cupido de la que aquí habla Horacio tiene su tradición: el comentario de Kiessling-Heinze recuerda al respecto una pintura pompeyana en la que, mientras Leda es seducida por el cisne-Zeus, Cupido se lleva el cestillo con la lana y el huso. <<

[1204] El dios Cupido o Amor, hijo de Venus; véanse las notas a 12, 34, y 14, 5. <<

[1205] La homonimia de la protagonista con la desdichada prometida de Arquíloco parece ser meramente casual. El nombre, resulta métricamente cómodo, dado que proporciona por sí solo un pie del nada fácil metro jonio en que está compuesto el poema. <<

[1206] En efecto, era Minerva la diosa que presidía las tareas textiles propias de las mujeres honestas. Todavía en la segunda mitad del siglo VI d. C. el obispo san Martín de Braga, en su tratado De la instrucción de los rústicos (16, 10 Barlow), enumera entre los residuos del paganismo en el N. O. peninsular la costumbre de las mujeres de invocar a Minerva cuando se ponían a tejer. <<

[1207] Seguimos con los convencionales nombres griegos de los poemas amorosos. El que aquí tenemos, que, por lo que luego se ve, encubre a un joven ro mano de clase distinguida, coincide con el de un famoso río de Tracia, el actual Maritza. Hebro es «lipareo» en cuanto que natural de Lípaia, la principal de las islas Eolias, frente al extremo N. E. de Sicilia, las actuales Lípari. <<

[1208] Recuérdese la costumbre de los jóvenes romanos de untarse de aceite para sus ejercicios atléticos en el Campo de Marte, y de darse un baño en el Tíber una vez concluidos los mismos; véanse las notas a I 8, 8 y 9. <<

[1209] El héroe mítico ya citado en III 7, 15. Entre sus numerosas aventuras está la de haber ido a matar a la Quimera cabalgando sobre Pegaso, el caballo alado. <<

[1210] En un diploma del papa Pascual II, del año 1103, se citan una «fuente Bandusina» y un «castillo Bandusino» en las cercanía de Venusia, la ciudad natal de Horacio; pero muchos creen que tales denominaciones tienen su origen precisamente en esta oda. Entre los comentaristas predomina la opinión de que el poeta habla de una fuente cercana a su finca sabina, bastante lejos de Venusia. E incluso entre los que tienen por genuinos los datos del documento antes aludido se ha abierto camino la idea de que aplicó ese nombre, para él familiar, a una fuente vecina a sus posesiones. <<

[1211] Es decir, digna de recibir tales ofrendas, como las que, al parecer, se hacían a las fuentes en las fiestas de las Fontanales, el 13 de octubre. El vino sin mezcla de agua era el que se empleaba en las libaciones a los dioses. <<

[1212] Este nombre común, que para nosotros significa los máximos calores del verano, viene del latín Canicula, literalmente «la perrilla», nombre propio paradójicamente aplicado a Sirio, la estrella más brillante del firmamento y la fundamental de la constelación del Can Mayor. En la Antigüedad su orto se producía a finales de julio, pero actualmente, al menos en nuestras latitudes, no tiene lugar hasta finales de agosto. <<

[1213] El poeta piensa en fuentes como la Castalia de Delfos, la Aretusa de Siracusa o la Hipocrene del Helicón. <<

[1214] Hércules era el prototipo del héroe viajero y esforzado; pero además, uno de sus doce trabajos había sido el robo de los bueyes de Gerión o Geriones (véase nota a II 14, 8), que habitaba en la isla de Eritía, en el confín occidental del mundo. Su regreso de esa aventura se había producido, pues, a través de Hispania. <<

[1215] Es decir, a su casa; véase la nota a II 4, 15. Augusto volvió a Roma a mediados del año 24 a. C., después de casi tres de ausencia en la Galia y en Hispania. En esta última, gravemente enfermo, había dejado la campaña contra los ástures en manos de sus lugartenientes y se había retirado a Tarragona. De ahí el tono patético en que Horacio se expresa. <<

[1216] Es claro que Horacio alude a Livia, la esposa de Augusto; pero el único… inarito del texto interpretado como «su único marido» no sólo resultaría falso, pues antes había estado casada —y había tenido, al menos, a Tiberio— con Tiberio Claudio Nerón, sino que incluso podría parecer un sarcasmo a cuantos recordaran que Augusto, como cuenta Tácito (An. V 1, 2), se la había quitado al marido, y con tanta precipitación que ni siquiera había esperado a que diera a luz al hijo que llevaba en su seno (Druso). De ahí que prefiramos la interpretación que ve en único, simplemente, una ponderación de la extraordinaria personalidad del príncipe. Sin embargo, hay quienes piensan que Horacio no vio mayor inconveniente en aplicar a Livia el tratamiento tradicional de uniuira, la mujer que sólo había tenido un marido. <<

[1217] La desdichada Octavia, abandonada por su marido Marco Antonio. Era la madre de Marcelo, yerno de Augusto desde el año anterior y que moriría al siguiente (véase nota a I 12, 46). <<

[1218] Las uittae o infulae eran unas cintas de lana blanca con las que se adornaban la cabeza los oficiantes de ciertos ritos, entre ellos los de las públicas rogativas como las aquí descritas. <<

[1219] Los vv. 9-11 presentan dificultades, que han llevado a dudar del texto transmitido. Parece claro que Horacio habla en primer lugar de las madres de las doncellas que esperan casarse con los militares que vuelven con Augusto y de las madres de los mismos. El apostrofe que viene luego (o pueri et puellae…) se dirigiría, según algunos, a los jóvenes que no habían participado en la guerra y a las esposas de los soldados ya casados (véase el comentario de Williams). Otros, en cambio, creen que el pasaje se refiere a la tradicional participación de adolescentes de ambos sexos en los rituales como el aquí descrito, al modo, por ejemplo, del Canto Secular; pero ello, naturalmente, exige cambiar el iam uirum expertae subsiguiente por el non uirum expertae de Bentley o por otro texto que no provoque una contradicción (véase Nisbet-Rudd). <<

[1220] Aunque la divergencia carece de consecuencias a efectos de traducción, preferimos la lectura mate nominatis, seguida por Klingner (y recientemente por Nisbet-Rudd), al male ominatis de otros, gramaticalmente más normal, pero poco verosímil por el hiato que contiene. Parece claro que Horacio dirige a sus supuestos oyentes una invitación ritual equivalente al fauete lingáis de III 1, 2; véase nuestra nota a ese pasaje. <<

[1221] El poeta se dirige ahora a uno de sus siervos, ordenándole que haga los típicos preparativos de un banquete: ungüentos olorosos y coronas de flores. <<

[1222] La «guerra de los marsos» es la también llamada Guerra Social, la que Roma hubo de mantener con los aliados itálicos descontentos, y sobre todo con esa tribu (véase nota a I 2, 39), en los años 90-88 a. C. Luego, en los años 73-71 a. C., tuvo lugar en el S. de Italia la guerra de los esclavos sublevados por el gladiador tracio Espártaco. El vino del que habla Horacio podría tener, pues, cerca de setenta años. <<

[1223] Nombre griego convencional para la cortesana a la que se invita para animar el banquete, como la Lide de II 11, 21. <<

[1224] Según otros intérpretes, Lide tiene el cabello rubio oscuro, color de la mirra. Sobre el tocado aludido véanse nota a II 11, 24, y el comentario de NISbet-Rudd. <<

[1225] Neera no es una cortesana cualquiera: puede permitirse tener un portero que discrimine a sus visitantes. El comentario de NISBET-RUDD señala el efecto sorpresa que produce la orden dada al esclavo de que se vaya por las buenas si no se le franquea el paso; pues más bien sería de esperar —y sobre todo en la tradición de la poesía erótica— que se le ordenara abrirse paso por la fuerza. <<

[1226] El poeta ya no se siente con fuerzas para enfrentarse a quien se interponga entre él y la cortesana; otra cosa hubiera sido veinte años antes, en el 42 a. C., año del consulado de Planco. <<

[1227] Dentro de la convencionalidad habitual en la onomástica griega de Horacio, algunos comentaristas creen posible que haya aquí una reminiscencia del nombre del famoso lírico coral griego del siglo VI, en cuya obra, por cierto, abundaban los temas eróticos. Por lo demás, la destinataria del poema nos es tan desconocida como su marido. <<

[1228] Nos hemos permitido amplificar la traducción de maturo… funeri para subrayar nuestra opinión de que el poeta no habla de una muerte cercana, sino de una muerte que, por Ja edad de la afectada, nadie podría considerar como prematura. <<

[1229] Seguimos en la convencional nomenclatura griega de los poemas eróticos.

Parece claro que Cloris es el nombre de la mujer de Ibico y Foloe el de su hija, de la que luego se habla. Ambos aparecen en otros pasajes horacianos, pero, en razón de la convencionalidad ya tantas veces comentada, no cabe pensar que el poeta los atribuya de manera constante a unas mujeres determinadas. <<

[1230] Es decir, bacante, como en II 19, 9. <<

[1231] Véase supra la nota a Cloris. El antropónimo Noto (del gr. Nothos) sólo en su transcripción española resulta homónimo del viento del Sur (del gr. Notos).

Como nombre común significa «bastardo», y según Nisbet-Rudd, «aunque ‘bastardo’ no era un termino insultante usual en la Antigüedad, puede aludir a una ascendencia no muy respetable». Cabria aquí recordar el uso que antiguamente se hacia en España e Italia de apellidos como Expósito y otros equivalentes. <<

[1232] La actual Lucera, en la Apulia, región famosa por la calidad de sus lanas.

Recuérdese que el hilado y tejido de la lana era, por excelencia, la ocupación de las matronas romanas. <<

[1233] Dánae era hija de Acrisio, rey de Argos. Su padre la tenía encerrada en una celda de bronce para frustrar et oráculo según el cual un nieto que ella le daría habría de matarlo. Sin embargo Zeus, prendado de la joven, se transformó en lluvia de oro y se introdujo en el recinto por sus grietas. De esa unión nacería Perseo, que, en efecto, acabó matando involuntariamente a su abuelo cuando una ráfaga de aire desvió el disco que había lanzado en unos juegos atléticos. <<

[1234] Horacio ironiza con el mito de Dánae al llamar pretium al oro en que Zeus se convirtió para lograr a Dánae. Sigue, pues, la línea racionalizadora del mito que tendía a ver en él un episodio de corrupción por dinero y, concretamente, la versión de que los guardianes de la doncella habían sido sobornados (véanse testimonios en Nisbet-Rudd). <<

[1235] Anfiarao, rey de Argos que por sus dotes adivinatorias conocía de antemano el final adverso de la empresa de los Siete contra Tebas, y por ello se resistía a tomar parte en ella; pero su esposa Enfila, sobornada por Polinices con un valioso collar, logró que su marido marchara a la guerra. Tras la derrota de los asaltantes, Anfiarao fue tragado por la tierra. <<

[1236] Filipo II, padre de Alejandro Magno y fundador del imperio macedonio, al que Cicerón atribuye la frase de que «se puede conquistar cualquier fortaleza, con sólo que a ella pueda subir un borriquillo cargado de oro» (Cartas a Ático 16, 12; trad. de M. Rodríguez Pantoja en el vol. 223 de esta B.C.G.). Nisbet-Rudd hacen notar que Horacio aplica al rey la denominación Ϻακεδών άνήρ, acuñada por su enemigo Demóstenes (Filípicas l 10). <<

[1237] Algunos comentaristas (no así Kiessling-Heinze) creen que aquí se alude a Menas o Menodoro, almirante de la flota de Sexto Pompeyo que se vendió a Augusto. <<

[1238] Es decir, todas las cosechas de la Apulia, la tierra natal del poeta. <<

[1239] En cuanto que no defraudan las esperanzas puestas en ellas; en contra —por cierto— de lo dicho en III 1, 30. <<

[1240] Recuérdese la proverbial riqueza de las provincias romanas de África. <<

[1241] Horacio se refiere primero a la riqueza apícola de la antigua Calabria, la actual península Salentina o «tacón de la bota» de Italia, y en especial de la región de Tarento (véase nota a II 6, 14); luego habla del vino («Baco») guardado en ánforas de Formias, en la costa del Lacio, ciudad identificada con la de los lestrigones homéricos; por último alude a los rebaños de la Galia Cisalpina, en el N. de la actual Italia. <<

[1242] Es decir, Mecenas, a quien tanto debía ya el poeta. <<

[1243] Migdonia es otro nombre de Frigia; véase nota a II 12, 22. Aliates había sido un rey de Lidia, padre de Creso y no menos famoso que él por su opulencia. <<

[1244] Véase la nota a I 26, 8, donde, siguiendo el comentario de Nisbet-Hubbard, suscribimos la opinión de que Horacio se refiere, en aquel lugar y en éste, a Lucio Elio Lamia, legado de Augusto en la Híspanla Citerior en el 24 a. C. Del mismo parecer es el comentario de Nisbet-Rudd a esta oda. <<

[1245] El rey de los lestrigones de la Odisea (X 81), a los que las tradiciones situaban en la costa meridional del Lacio, donde se hallan las localidades luego mencionadas y donde los Elios Lamias tenían cierto arraigo. No hay que tomarse en serio la genealogía de la que habla Horacio, una de las tantas que por entonces trataban de conectar a las grandes familias de Roma con los héroes míticos (por ejemplo, a los Julios con Julo, hijo de Eneas); e incluso cabe pensar que bromea con su amigo. <<

[1246] Los fastos eran, ante todo, los calendarios; pero también se llamaron así las listas de los magistrados anuales, que servían como medio de datación. Por medio de ellos se podía rastrear la historia de las grandes familias, aunque los datos concernientes a las épocas más antiguas eran a menudo el producto de reconstrucciones y manipulaciones interesadas. <<

[1247] Formias estaba en el golfo de Gaeta, en la costa del Lacio; sobre el río Liris, véase nota a I 31, 7. Marica era una vieja divinidad comarcal, madre del rey Latino de la Eneida. En aquella zona, en las cercanías de Mintumas, el Liris iba entre terrenos pantanosos sobre los que solía desbordarse; véanse los comentarios de Kiessling-Heinze y de Nisbet-Rudd. <<

[1248] Los córvidos están especialmente vinculados a las disciplinas augurales, aunque aquí se trata de una simple predicción del tiempo. La corneja tenía fama de ave muy longeva. <<

[1249] Naturalmente, para preparar el banquete del que luego habla, y teniendo en cuenta la lluvia que se avecina. Sin embargo, como advierten Nisbet-Rudd, en el caso de una persona de la posición de Lamia no ha lugar a tomarse en sentido literal el consejo, que más bien debe interpretarse como «una variante del tema del carpe diem». <<

[1250] El genius era una divinidad menor que acompañaba a cada persona durante toda su vida (una especie de ángel de la guarda); de ahí que «cuidar» o «complacer al genio» equivaliera a «darse un gusto» o «echar una cana al aire». Horacio, al que podemos imaginar como huésped de Lamia, no parece referirse a ninguna celebración especial, como un cumpleaños, en el que también se festejaba al genio, sino a la circunstancia de que el mal tiempo que se avecina, al impedir tanto al amo como a sus criados ocuparse de la labranza, brinda la ocasión para una buena comida casera. <<

[1251] Sobre esta divinidad véase la nota a I 4, 11. Los comentaristas hacen notar que aquí Fauno aparece totalmente identificado con Pan, el lascivo dios pastoril de la Arcadia, entre cuyas costumbres estaba la de acechar y acosar a las ninfas. <<

[1252] Según Romano, cabe pensar que existiera la creencia de que Fauno-Pan, en sus alocadas correrías por los campos, podía atropellar a las reses que se topara en el camino. <<

[1253] La ritual fórmula condicional de las plegarias, en la que el suplicante recuerda a la divinidad cuanto ha hecho por complacerla; en este caso, el sacrificio de un cabrito en la fiesta anual y la ofrenda de vino. Aunque se han propuesto otras interpretaciones, parece predominar la que considera que, en efecto, la crátera, la amplia copa en la que se mezclaba el vino de las libaciones, es aquí «la compañera» de Venus, diosa, como ya hemos visto, muy ligada a los cultos báquicos. <<

[1254] Es decir, el 5 de diciembre; pero parece tratarse de una celebración meramente local de la aldea de Mandela, junto a la que Horacio tenía su finca sabina; pues las fiestas Faunales, a las que parece referirse el poeta en I 4, 11, tenían lugar el 13 de febrero. <<

[1255] Un prodigio («milagrosa paz», Romano) propio de la fiesta del dios de los pastores, en el que, como anotan Kiessling-Heinze, hay una reminiscencia de la Edad de Oro. <<

[1256] Naturalmente, en diciembre caen las hojas de los bosques; y los golpes que el labrador da sobre la tierra —«aborrecida» por el trabajo que exige— son los propios del baile de la fiesta, tal vez el tradicional tripudium. <<

[1257] Horacio interpela a un amigo que responde al tipo del erudito pelmazo: en tanto que él está pendiente de si se organiza o no la cena, el otro lo está importunando con disquisiciones mitológicas. Sobre Ínaco véase nota a II 3, 21. Codro, rey de Atenas, sabedor del oráculo que había advertido a los enemigos peloponesios que sólo conquistarían la ciudad si no mataban a su rey, se disfrazó de mendigo y buscó un combate personal en el que perdió la vida, pero salvó a su patria. La estirpe de Éaco ocupa un lugar capital en la saga troyana, luego aludida, pues a ella pertenecían, entre otros, Aquiles, Áyax y Teucro. <<

[1258] Isla jonia, frente a la costa del Asia Menor; de sus apreciados vinos habla Horacio, entre otros lugares, en Epod. 9, 34. <<

[1259] Por chocante que pueda resultar para una mentalidad moderna, los romanos, y especialmente en invierno, calentaban el agua que bebían, y especialmente la que mezclaban con el vino. <<

[1260] La tierra de los pelignos, patria del poeta Ovidio, en las montañas situadas al E. de Roma, era proverbialmente fría. <<

[1261] Horacio se dirige al siervo que escancia la bebida para que disponga las copas exigidas por los brindis que considera de rigor. <<

[1262] Algunos (incluidos Nisbet-Hubbard, comentario a II 10) creen que se trata de Licinio Murena, el cuñado de Mecenas ejecutado como conspirador; véase nuestra nota a II 10,1. En cambio, Nisbet-Rudd, en su nota introductoria a esta oda, consideran más probable que Horacio se refiera a un hermano suyo, que sería el Aulo Terencio Varrón Murena elegido cónsul en el 23 y relevado antes de concluir su mandato; y ello a pesar de que Nisbet-Hubbard (loc. cit.) parecían admitir la identificación del cónsul con el conspirador. Aquí Horacio brinda por el ingreso de su amigo en el colegio sacerdotal de los augures. <<

[1263] Recuérdese que lo normal por entonces era beber el vino mezclado con agua. El cyathus (de donde, probablemente, nuestro «cazo») era el cucharón con el que se servía el vino de la crátera en que se hacía la mezcla. Por lo demás, y como nos recuerda Romano, estaban por medio las normas dictadas por el simposiarco (véase nota a I 4, 18), que en este caso parece haber fijado la cuota de tres o nueve copas por comensal. <<

[1264] Nuestra traducción, un tanto libre, trata de recoger la interpretación que nos parece más ajustada al texto: el simposiarco ha establecido que cada cual ha de beber o tres o nueve copas (véase el comentario de Romano); y de entre esos números impares el poeta, lógicamente, prefiere el nueve, que es el de las musas. <<

[1265] Si las musas son nueve, las gracias son sólo tres (véase nota a I 4, 6); las riñas a las que llevaban los excesos en la bebida son ya un tópico en la poesía simposíaca; véase nota a I 17, 23. <<

[1266] Véase nota a I 18, 13. <<

[1267] La fístula o flauta de Pan, hecha de cañas pegadas con cera. <<

[1268] Nombre convencional griego para el vecino antipático que ha de soportar el ruido de la fiesta; el poeta aprovecha la ocasión para aludir a su decrepitud erótica. <<

[1269] El mismo nombre convencional, y tal vez el mismo personaje, citado en 113,1. <<

[1270] El lucero de la tarde, que es, como se sabe, el planeta Venus. <<

[1271] El nombre de Rode, que deriva del de la rosa, es uno más de los nombres griegos convencionales en esta clase de poemas; al igual que Glícera, sobre la cual véase la nota a I 19, 5. <<

[1272] Nombre convencional, que en griego significa «rubio». <<

[1273] Véase nota a I 23, 10. <<

[1274] Nombre griego y convencional del muchacho que Pino pretende arrebatarle a la fiera seductora. <<

[1275] Ese árbitro es, naturalmente, el propio Nearco. Los comentaristas anotan que, en lugar de tener en su mano la palma, trofeo del combate (véase nota a I 1, 5), el joven la tiene bajo su pie, mostrando su desdén por los competidores. <<

[1276] Nireo era el más bello de los aqueos que fueron a Troya, según Homero, Ilíada II 673. Ganimedes, hermoso príncipe troyano, fue raptado por el águila de Júpiter cuando apacentaba sus rebaños en el Ida. Aplico a ese monte la aproximada traducción de sus epítetos homéricos (cf. Nisbet-Rudd), sobre cuya pista me ha puesto mi colega V. Cristóbal. <<

[1277] Es decir, el ánfora a la que el poeta se dirige databa del año 65 a. C. <<

[1278] Sobre ese vino véase nota a I 1, 19. <<

[1279] No es que las bodegas estuvieran en las estancias superiores de las casas, sino que Horacio, como bien advierte Romano, le habla al ánfora como si se tratara de una divinidad que baja del cielo. <<

[1280] Marco Valerio Mesala Corvino, una de las grandes personalidades de la época. Estuvo, como Horacio, en la batalla de Filipos al lado de los cesaricidas y luego también se integró en el régimen de Augusto, aunque manteniendo una cierta imagen de hombre independiente. Cónsul en el 31 a. C., fue el primer praefectus urbi o gobernador de la ciudad de Roma, cargo que dejó muy pronto «pretextando que no sabía ejercerlo» (Tic., An. VI 11, 3). A su alrededor reunió un círculo literario comparable al de Mecenas, del que formaron parte Tibulo y Ovidio. Tuvo gran prestigio como orador. Según Servio (Comentario a Eneida VIII 310), Mecenas escribió un Simposio en el que Corvino aparecía, al lado de Virgilio y del propio Horacio, haciendo un elogio del vino (véase Kiessling-Heinze). <<

[1281] Horacio habla de languidiora uina, y recordemos que en III 16, 35, se refería a los vinos que «languidecen» en las bodegas. Ciertamente, el tiempo los volvería más dulces, aunque no menos fuertes. <<

[1282] Véase nota a I 29, 14. <<

[1283] Marco Porcio Catón el Censor o el Viejo (234-149 a. C.), prototipo de la antigua severidad moral romana; véase nota a II1 5, 11. <<

[1284] Oxímoron que describe la capacidad del vino para acabar con las inhibiciones de la mente, a la que somete a una tortura, aunque agradable, comparable a la empleada para hacer confesar a los sospechosos. La enumeración de las cualidades del vino vuelve al tono hímnico del inicio, y con un esquema típico: la anáfora de tu/te que puede verse, por ejemplo, en I 10, 5 ss. <<

[1285] Para esta advocación de Baco véase nota a I 7, 22. <<

[1286] Es decir, coraje para acometer a quien sea. <<

[1287] Sobre las gracias véase nota a 14, 6. Recuérdese que se las representaba cogidas de los brazos, de donde lo del «nudo»; pero algunos piensan que también hay aquí una alusión al tópico de que las gracias atemperaban los excesos del simposio, evitando que acabaran en riñas; véanse nota a III 19, 16, y el comentario de Romano. <<

[1288] Es decir, el Sol y el nuevo día. <<

[1289] Ártemis-Diana era la diosa cazadora, que habitaba en los bosques. Su patrocinio sobre las mujeres de parto es de tradición griega. En Roma se invocaba en ese trance a Lucina que acabó siendo una advocación de Juno. No compartimos la anotación de Nisbet-Hubbard de que la Lucina de Canto Sec. 15 se identifique con Diana (véase nuestra nota a ese lugar). La diosa es «triforme» porque en el cielo era la Luna, en la tierra Diana y en los infiernos Hécate. <<

[1290] El verraco o cerdo macho no castrado, como el jabalí, ataca de lado con sus colmillos; aquí cabe pensar en un joven ejemplar que ya empieza a acometer. <<

[1291] Este nombre griego parece ser «parlante», en cuanto que relacionado con el verbo phéidomai, «ahorrar»; véase el comentario de Romano. La luna nueva, que señalaba el inicio del antiguo mes lunar, era la fecha indicada para sacrificar a los dioses lares, protectores de la casa. <<

[1292] Es ábrego, viento del S., tenía fama de dañino para los cultivos; en cuanto a la roya (robigo), era tan temida que incluso había una fiesta dedicada a conjurarla, las Robigales; el tiempo de la fruta es el otoño, estación proverbialmente peligrosa para la salud de las personas y ganados; véase nota a II 14, 15. <<

[1293] Véase nota a I 21, 6. <<

[1294] En los prados cercanos al lago Albano, al S. E. de Roma, donde el actual Castelgandolfo. <<

[1295] El más importante de los colegios sacerdotales romanos, a cuyo cargo estaban los solemnes sacrificios como el que Horacio evoca aquí. <<

[1296] El poeta habla de los dioses lares de la casa. <<

[1297] Horacio parece identificar aquí a los lares, dioses de la casa, con los penates, los propios de la familia. Con harina de escanda (cereal que aún se cultiva, entre otros lugares, en algunos pueblos de Asturias) y con sal (que crepita cuando se la echa al fuego) se hacía la mola salsa, con la cual se espolvoreaban las víctimas de los sacrificios (de donde el verbo inmolare). Traduzco según el orden recomendado por NISBET-RUDD. <<

[1298] Para estos dos prototipos de riqueza véanse las notas a 1 29, 1, y I 31, 6. <<

[1299] De nuevo el tópico de la moda de las construcciones faraónicas, especialmente frecuentes en la zona marítimo-terrestre; véanse las notas a II 15, 1; II1 8, 20, y III 1, 34. <<

[1300] Sobre esta personificación del destino y sus atributos véase la nota a I 35, 17. <<

[1301] Los escitas, asentados en el S. de la actual Ucrania, eran para los romanos, como los getas nombrados luego, un ejemplo de «primitivos actuales», que Horacio utiliza aquí para desarrollar el tópico del «buen salvaje». Por de pronto, los escitas, al vivir en sus carros y chozas ambulantes, son inmunes a la vanidad de las grandes construcciones. <<

[1302] Los getas, otro ejemplo de pueblo primitivo y austero, habitaban al N. del bajo Danubio. Aquí el poeta los pone como ejemplo del «comunismo primitivo» acreditado en bastantes otras sociedades de cultivadores (véase el comentario de Romano). Los «frutos de una Ceres libre» son, naturalmente, las cosechas de cereal de unos campos en los que no hay parcelas privadas. <<

[1303] Al no haber propiedad privada de la tierra, se entiende que los cabezas de familia van sucediéndose en el cultivo de una determinada parcela. <<

[1304] Cuando alaba las virtudes morales de estos pueblos primitivos, el poeta critica por contraste algunos vicios ya tópicos de la sociedad romana de su tiempo; así, el caso de la madrastra que maltrata a los hijos de su marido, o el de la mujer rica que manipula e incluso traiciona a su esposo. <<

[1305] No está claro si el «otro hombre» es un amante o más bien un segundo esposo, lo que supondría que esos pueblos no sólo condenaban el adulterio —cosa que, por lo demás, parece obvia—, sino también el divorcio e incluso las segundas nupcias de una viuda. <<

[1306] El sentido general del pasaje es claro, aunque hay desacuerdo en los detalles. En la secuencia pater uirbíum… statuis, algunos prefieren entender «padre de las ciudades»; en tanto que otros nos inclinamos por adjudicar el genitivo a statuis, lo que tampoco impide suponer que el tenor de las inscripciones honoríficas en las que piensa Horacio fuera algo así como PATER vrbis. En este contexto es preciso recordar que Augusto acabaría asumiendo, aunque bastantes años después (en el 2 a. C.), el título de PATER PATRIAE. <<

[1307] Recurre aquí el tópico del gesto de hybris que, en la ideal escala de valores propia de la Edad de Oro, representaba la osada ambición de mercaderes y navegantes; véase I 1, 16. <<

[1308] En la colina del Capitolio estaba el templo de Júpiter Óptimo Máximo, centro de la vida religiosa romana y símbolo de la permanencia del imperio. La disyuntiva que Horacio plantea es la de o bien ofrendar al dios, o bien arrojar al mar las riquezas en las que veía la causa principal de la corrupción reinante.

Augusto, en el año 28 a. C., hizo a Júpiter Capitolino una fabulosa donación de oro y piedras preciosas, según Suetonio, Vidas de los doce Césares II (Augusto) 30 (vol. 167 de esta B. C. G.). Parece que Horacio se hace eco de ella, o bien del ambiente de entusiasmo popular que la habría propiciado; véanse los comentarios de Romano y de Nisbet-Rudd. <<

[1309] En efecto, parece ser que las viejas leyes prohibían ese juego, pero que andando el tiempo acabó por tolerarse. De hecho sabemos que el propio Augusto se entregaba alguna vez a él; y a Claudio llegó a gustarle tanto que Séneca, en su despiadada Apocolocintosis, nos lo presenta condenado en el Hades a jugar eternamente a los dados con un cubilete sin fondo. <<

[1310] Indigno de esa riqueza, aunque no indigno de tal padre. <<

[1311] Se trata del enthousiasmós, el «endiosamiento» o posesión que el poeta inspirado experimenta. <<

[1312] El de Evíades es otro nombre de las bacantes, derivado del apelativo Euhius que ya veíamos aplicado a Dioniso en I 18, 9. <<

[1313] El poeta nos sitúa en un escenario tradicional de los cultos báquicos: el de Tracia, con la cordillera del Ródope, que en esa zona forma la actual frontera entre Bulgaria y Grecia, y el río Hebro, hoy llamado Maritza. <<

[1314] Las náyades eran divinidades menores vinculadas a las fuentes y similares a las ninfas; al igual que éstas, aparecen con frecuencia en el séquito de Baco. En cuanto a las bacantes, las mujeres que participaban en los cultos del dios, Horacio recuerda las increíbles demostraciones de fuerza que podían realizar en medio de sus éxtasis místicos. <<

[1315] Otra advocación de Dioniso-Baco, que significa «el lagarero». <<

[1316] La metáfora de la militia amoris, especialmente frecuente en la elegía erótica; véanse: A. Spies, Militat omnis amans (diss.), Tübingen, 1930; P. Murgatroyd, «Mulitia amoris and the Román Elegists», Latomus 34, 1935: 59 ss. <<

[1317] El poeta-amante hace una renuntiatio amoris (tema también típico del epigrama y la elegía) y cuelga los útiles de su oficio, a modo de ex-voto, en el templo de Venus, la diosa del amor, nacida del mar. La cítara (barbiton) aparece aquí en cuanto instrumento de la poesía amorosa, e incluso de la vida amorosa, no de la lírica en general. N. Rudd (véase el comentario de Nisbet-Rudd) cree que tal vez el templo aludido no es el de Venus, sino el de la Bona Mens (la Sensatez), que estaba al lado del mismo. En efecto, a esa diosa dirige Propercio III 24, 19 s., su renuntiatio amoris. <<

[1318] Horacio enumera la herramienta propia de los seductores noctámbulos: las antorchas, las palanquetas para forzar puertas y unos «arcos» a los que muchos editores e intérpretes no Ies ven sentido; hasta el punto de que algunos, como Shackleton Bailey, consideran el texto como corrupto. Pero basta con pensar, como Villeneuve, que la aparición de los arcos en el pasaje es «simbólica», dado que, al fin y al cabo, eran «armes d’Amour». <<

[1319] Es decir, Afrodita-Venus, diosa del amor, que tenía en Pafos su principal santuario; véanse notas a I 3, 1 y I 30, 1. Tenía otro en la ciudad egipcia de Menfis, a la que Horacio caracteriza diciendo que no conoce la nieve, que, en cambio, tanto abunda en Tracia (Sitonia, véase nota a I 18, 9). <<

[1320] Final un tanto inesperado, al parecer de la generalidad de los comentaristas, pues, aunque el poeta acaba de decir su «adiós a las armas», todavía pide a la diosa que le ayude a ganarse a esa Cloe, cuyo nombre ya aparecía en I 23, III 7 y III 9. Sin embargo Nisbet-Rudd, en la introducción a su comentario de la oda, proponen una explicación plausible: Horacio no pediría a Venus que le consiguiera el amor de Cloe sino, simplemente, que «le diera a probar su propia medicina» haciendo que se enamorara. <<

[1321] El poema de despedida empieza con una serie de típicos agüeros siniestros que el poeta no desea a su amiga en su viaje. Nuestra traducción de parra es conjetura], pues no esta claro de qué pájaro se trata. Lanuvio era una ciudad del Lacio cercana a la Vía Apia. <<

[1322] Me valgo de este término, que según el DRAE significa «caballo de mediano cuerpo», para traducir el mannos del original. Eran, en efecto, unos caballos de origen gálico, de pequeña alzada pero muy resistentes, especialmente apreciados para el tiro de carruajes de viajeros. <<

[1323] El poeta se ha autodenominado auspex, el tipo de adivino que basaba sus conjeturas en el vuelo de las aves. Ya veíamos en III 17, 12, que la corneja, más que el cuervo, pronosticaba las lluvias. <<

[1324] Parece que, una vez más, estamos ante un nombre griego convencional, aunque se ha hecho notar que es precisamente el de una de las Nereidas, divinidades marinas hijas de Nereo. <<

[1325] El vuelo de las aves que venían de la izquierda era de buen augurio en la antigua disciplina adivinatoria romana, pues las observaciones se hacían mirando al S., y hacia ese lado quedaba entonces el Oriente, origen de los presagios favorables (como acabamos de ver en el v. 12). Sin embargo, ese sentido de los presagios parece haberse invertido, como aquí, por influencia griega; véase el comentario de Romano a este pasaje y a III 26, 5; además, Plinio, Hist. Nal. II 142, trad. y nota de A. Moure Casas, en el vol. 206 de esta B.C.G. En cuanto a la corneja, recuérdese que anunciaba lluvias. <<

[1326] Véase nota a I 28, 21. <<

[1327] Sobre los riesgos de la navegación por el Adriático véase la nota a II 14, 14; sobre el viento yápige, nota a I 3, 3; éste era un viento que disipaba las nubes, y favorable para la navegación hacia Grecia, pero también podía soplar con fuerza excesiva. <<

[1328] La hija del rey fenicio Agénor (o de Fénix, según otras fuentes). Zeus-Júpiter, enamorado de ella, se transformó en un toro blanco y se acercó a la muchacha, que con sus amigas recogía flores junto a la playa de Sidón. Ella, confiada, acabó sentándose en sus lomos, momento en el que el toro se lanzó al mar llevándosela consigo. El viaje acabó en Creta, donde de la unión de Zeus y Europa nacieron Minos, Sarpedón y Radamantis (o Radamanto). Nisbet-Rudd creen que Horacio conocía el epilio que sobre ese mito escribió en el s. n a. C. el poeta siracusano Mosco (puede verse la traducción del mismo de M. García Teijeiro y M. T. Molinos Tejada, en Bucólicos Griegos, vol. 95 de esta B.C.G., Madrid, 1986: 292 ss.). <<

[1329] Epíteto homérico de la isla; véase llíada II 649. <<

[1330] Recuérdese que en el Hades había una puerta de cuerno por la que salían los sueños verdaderos y otra de marfil, por la que salían los vanos; véanse Homero., Od. XIX 562 ss.; Virgilio, Eneida VI 893 ss. <<

[1331] El pensum era, en efecto, la ración de lana que cotidianamente se daba a una esclava para que la hilara. <<

[1332] Naturalmente, Amor-Cupido, que cumplida ya su misión ha podido destensar su arco. <<

[1333] El nombre de Europa aplicado a una de las partes del mundo está documentado, al menos, desde Hecateo de Mileto, en el siglo vi a. C. No parece que derive del de esta heroína, ni del de ninguna de las otras Europas que aparecen en la mitología griega, e incluso pudiera ser de origen semítico; véase el artículo de H. Treidler en Del Kleine Pauly 2, Múnich, dtv, 1979: 448 s. Para Nisbet-Rudd (pág. 320), «la extravagancia de la conclusión sugiere que tampoco aquí el poeta espera ser tomado demasiado en serio». <<

[1334] Las Neptunales se celebraban el 23 de julio. <<

[1335] El mismo nombre, griego y seguramente convencional, de II 11 y III 11. Aquí, según Nisbet-Rudd, se trataría de una psaltria o citarista profesional, con todo lo que eso conllevaba por entonces. Precisamente por ello los comentaristas citados ven un toque de ironía en la «sensatez» que acto seguido se le atribuye. <<

[1336] Véase nota a 120, 9. <<

[1337] Es decir, desde el 59 a. C. Los comentaristas sospechan que hay una ironía en el hecho de que Horacio sólo cite al menos importante de los cónsules de aquel año —el otro había sido, nada menos, Julio César—, cuyo nombre, además, venía a significar «bebedor». <<

[1338] Una especie de ninfas marinas, hijas de Nereo. <<

[1339] Ártemis-Diana, así llamada porque en el monte Cinto, en Delos, la había alumbrado a ella y a Apolo su madre Latona, antes nombrada. <<

[1340] Evidentemente, Afrodita-Venus; véase nota a 1 30, 1. Los cisnes son las aves que más frecuentemente aparecen tirando del carro de la diosa. <<

[1341] La nenia era, como se sabe, un canto fúnebre, y como tal no parece que le cuadre mal a la Noche; pero resulta un tanto sorprendente el contraste que este final establece con respecto al tono festivo del resto de la pieza. Por ello, y basándose en ciertas noticias antiguas, se ha pretendido que nenia significa aquí «canto final» (véase el comentario de Romano). En cambio Williams cree que estamos ante una fina ironía de Horacio, que daría a entender que la fiesta acabará «with love-making». <<

[1342] Recuérdese que Mecenas era considerado como descendiente de reyes etruscos; véase I 1, 1. El dedicatario de aquella oda inicial y el tema de su regia estirpe reaparecen simétricamente en ésta, penúltima del bloque de los tres primeros libros, justamente antes de la sphragís o «sello» final (Nisbet-Rudd) que es la siguiente. <<

[1343] Entendemos, siguiendo a KIESSLING-HEINZE, que el balanus («bellota») del original es el myrobalanus de Plinio, Hitst. Nat. Xll 100, baya de una palmera de Egipto de la que se extraía un perfume empleado en los banquetes. <<

[1344] Mecenas, retenido en Roma en verano por sus obligaciones políticas, se conforma con mirar desde su casa del Esquilmo hacia lugares más frescos: Tíbur (véase nota a I 7, 12); Éfula, en las faldas de los montes Sabinos, y Túsculo, al S. E. de la Urbe, considerado como fundación de Telégono, hijo de Ulises y de la maga Circe, que mató a su padre sin saber quién era. <<

[1345] El poeta parece aludir a la turris Maecenatiana que su protector había construido en su casa del Esquilmo. A ella se subiría Nerón para contemplar el famoso incendio de Roma en el verano del año 64 d. C., según Suetonio, Vidas de los doce Césares VI (Nerón) 38, 2; véase la traducción y nota de R. M.a Agudo Cubas en el vol. 168 de esta B. C. G. <<

[1346] El padre de Andrómeda era Cefeo, catasterizado en la homónima constelación boreal. Según la doctrina tradicional que Horacio sigue, su orto se situaba a principios de julio, efeméride que luego se ha retrasado por la precesión de los equinoccios. Proción («el que precede al perro», es decir a la Canícula, véase nota a III 13, 9) es la estrella principal de la constelación del Can Menor. En la constelación zodiacal del León entraba antiguamente el Sol el 23 de julio, fecha también hoy retrasada por la precesión. <<

[1347] Silvano era un dios romano de los bosques, frecuentemente confundido con Fauno y, consecuentemente, con el griego Pan. <<

[1348] Es decir, hasta las riberas de los ríos están silenciosas, porque no corren brisas que muevan los árboles que suele haber en ellas. <<

[1349] Repertorio de problemas exteriores que podían preocupar especialmente a Mecenas en unos momentos en que sobrellevaba graves responsabilidades, por encontrarse Augusto en España (véase Nisbet-Rudd). Sobre los seres (los chinos) véase nota a 1 12, 56; estaban lejos de los romanos, pero teman fronteras con los partos, que sí eran para ellos motivo constante de inquietud. Bactra era la capital de la Bactriana, situada, aproximadamente, al N. del actual Afganistán; pertenecía al imperio parto, identificado por los romanos con el imperio persa, fundado por Ciro (véase nota a II 2, 17). Sobre el río Tánais, actual Don, véanse notas a III 4, 36, y III 10, 1; era tierra de escitas, en constantes guerras civiles. <<

[1350] Recurre el tema de I 11, la doctrina epicúrea de que no tiene sentido preocuparse por el porvenir. <<

[1351] Literalmente, «el mar Etrusco» o Tirreno, con clara referencia al régimen, tan irregular, del Tíber, una de cuyas riadas describía Horacio en 1 2, 13 ss. <<

[1352] Horacio alude al ideal filosófico, de origen estoico, de la enkráteia o «autodominio» del sabio; pero luego, con el precepto de «vivir al día», más bien parece seguir doctrinas epicúreas; véase la nota de Nisbet-Rudd. <<

[1353] Es decir, Júpiter. <<

[1354] Romano glosa muy bien esta vieja idea: «sólo el pasado está en nuestra segura posesión, al no estar ya sujeto a ninguna ley divina». Una versión actual y popular de esta doctrina epicúrea vendría a ser la de nuestro «Que me quiten lo bailado…». <<

[1355] Sobre la Fortuna, sus caprichos y su representación con alas, véanse notas a I 34, 15, y I 35, 1. <<

[1356] Escena tópica: el navegante que ve que se va a pique su barco, con las mercancías que trae del Oriente, hace a los dioses toda clase de promesas; es la misma, por ejemplo, de II 16, 1 ss. Horacio adopta la actitud ilustrada de los epicúreos, que desprecia tan interesadas humillaciones. <<

[1357] Recuérdese que los Dioscuros, Castor y Pólux, protegían a los navegantes; véase nota a 1 3, 2. <<

[1358] Para situ se han propuesto también otras traducciones, como «construcción» o «mole», o bien «herrumbre» «abandono» (con el sentido de «cosa vieja»). Seguimos, con Kiessling-Heinze la interpretación de Porfirión. Véase el status quaestionis del reciente comentario de Nisbet-Rudd. <<

[1359] Es decir, «a la muerte»; pues Libitina era la divinidad romana de las pompas fúnebres. <<

[1360] Referencia a las solemnidades en las que el Pontífice Máximo, acompañado de la Virgo Maximo, la decana de las Vestales, subía al templo de Júpiter Capitolino. El poeta, pues, iguala la duración de su fama póstuma a la de la propia Roma. <<

[1361] Algunos estiman que adscribir las dos subordinadas de qua… populorum a la oración de dicar, como aquí hacemos siguiendo a Dacier y a Fkaenkel (1957: 104), empobrece el sentido, pues Horacio limitaría el encomio de sus méritos a su región natal; y por ello creen que esas oraciones más bien concretan el humilde origen del que se habla luego. Sin embargo, el augurio del poeta que espera que se hable de él precisamente en su tierra es, como recuerda Romano, «un motivo poético tradicional». Por ello —como escribe Syndikus (ad loc.)— «La interpretación natural de la frase no tiene nada de inadecuado». En la misma línea está el comentario de Nisbet-Rudd. <<

[1362] Horacio recuerda su Apuha natal: el río Áufido, actual Ófanto, famoso por sus súbitas crecidas; Dauno era el mítico epónimo de los daunos (véase nota a I 22, 13), pobladores de la reseca Apulia. <<

[1363] Hay quienes adjudican esta aposición a Dauno, lo que nos parece desproporcionado al carácter meramente circunstancial de su aparición en el texto. En cambio, Horacio gustaba de recordar su humilde cuna en contraste con su talla de poeta; así, por ejemplo, en Epíst. I 20, 20. <<

[1364] Está clara la reivindicación de Horacio: la primacía en la composición de metros líricos eolios en latín. Sin embargo, ha habido divergencias en la traducción de deduxisse, en el que algunos han querido ver sutilezas (ideas como la de «hilar» o «afinar») cuya pertinencia se nos escapa. Seguimos, pues, la interpretación de quienes, como Syndikus (ad loc.), entienden que deducere significa ahí lo mismo que suele significar en general. Cuestión menor nos parece, en cambio, la de si «modos» ha de entenderse como «ritmos», «melodías» o «cadencias»; pues cualquiera de esos sentidos no sería más que una manera de decir que los metros eolios de Horacio estaban escritos en latín. <<

[1365] Es decir, el poeta empieza por brindar su gloria a la musa que lo ha inspirado, antes de reclamar la condecoración que cree merecer. <<

[1366] Atributo de Apolo, el dios adivino de Delfos, patrono de la poesía por excelencia. <<

[1367] Sobre las musas véase la nota a I 1, 33; y sobre Melpómene la nota a I 24, 3. <<

[1368] Años atrás, al inicio de sus Epístolas, Horacio había expresado su propósito de sentar la cabeza: de abandonar a la frívola musa de su lírica para dedicarse a meditar sobre: «cuál es la verdad, qué es el bien…» (Epíst, I 1, 10 s.). Pero la diosa del amor vuelve a inquietarlo, y por ello le dirige este himnos apopemptíkós (es decir, «de desvío»), en el que le señala un objetivo más adecuado. Para la metáfora guerrera del amor véase nota a III 26, 2. <<

[1369] Esta amada del poeta aparece también en IV 13, 21 s., donde se la da por ya muerta (lo que cuadra bien con el afectuoso calificativo que aquí le aplica), así como en Epíst. I 7, 28, y I 14, 33. <<

[1370] Verso que repite el I 19, 1; véase la nota al mismo. <<

[1371] Si Horacio tenía por entonces en tomo a los cincuenta años —edad que en aquellos tiempos se consideraba bastante próxima a la vejez—, esta oda ha de fecharse en el 15 a. C. <<

[1372] Véanse las notas a III 3, 12, y III 28, 15. <<

[1373] Paulo Fabio Máximo, nacido hacia el 44 a. C., cónsul en el 11 a. C. y amigo de Ovidio, a cuya boda con Marcia, parienta de Augusto, probablemente alude la oda. En sus últimos días, el príncipe llevó a Máximo como único acompañante en una visita secreta a su nieto Agripa Póstumo, recluido en la isla de Planasia. Máximo habría hablado del encuentro a Marcia y ésta a Livia, la astuta esposa de Augusto y madre de Tiberio, ya sucesor in pectore. El príncipe, al parecer, se enteró de que su visita había trascendido, y poco después Máximo murió en oscuras circunstancias. En su funeral, la propia Marcia se acusó de ser la causa de la muerte de su marido (cf. Tac., An. 15). <<

[1374] En realidad, Horacio no habla del corazón, sino del hígado, víscera considerada como sede de las pasiones ya en la Grecia clásica; por ejemplo, en Esquilo, Euménides 135. <<

[1375] La tarea de defender a los acusados ante los tribunales, empeñando su capacidad y su influencia, era una especie de sport que los romanos de elevada condición solían ejercer, y de manera gratuita. <<

[1376] El numeral hiperbólico que emplea Horacio se queda en cien. <<

[1377] Propiamente, sólo hay un lago Albano, el que conserva tai nombre, junto a la villa papal de Castelgandoffo; pero en sus cercanías, también al pie de los montes Albanos, se encuentra asimismo el lago de Nemi (Nemarensis). <<

[1378] Parece tratarse de la thuia uermiculata, una especie de cedro, árbol con el que el término empleado por Horacio (trabe citrea) guarda evidente relación etimológica; véase el comentario de Romano. <<

[1379] Véase nota a I 18, 13. <<

[1380] Según parece, la flauta de Pan, formada por cañas adosadas. <<

[1381] Sobre los salios y sus danzas véase nota a 1 36, 12. <<

[1382] Según Heinze y Romano (véanse sus respectivas introducciones al poema) el que el nombre del mozuelo sea latino —y no griego, según la más convencional onomástica de los poemas amorosos de Horacio— induce a pensar que se trate de un pseudónimo de un personaje real. <<

[1383] Recuérdese que el Campo de Marte estaba a la orilla del Tíber. <<

[1384] El más grande de los líricos corales griegos (518-p. 446 a. C.). Su obra, que en los tiempos de Horacio ya sólo era conocida por una minoría, y por vía libresca, era el prototipo de la poesía solemne, ligada a las grandes celebraciones cívicas y religiosas, y en especial a los certámenes atléticos. <<

[1385] Julo Antonio, hijo de Marco Antonio el triúnviro y de Fulvia. Nacido hacia el 44 a. C., fue educado por Octavia, la hermana de Augusto, con la que su padre se había casado en el 40 a. C., para abandonarla por Cleopatra al cabo de unos años. En el 21 a. C., Augusto casó a Julo con su sobrina Marcela, hija de un anterior matrimonio de Octavia, y en el 10 a. C. lo encumbró hasta el consulado. En el año 2 a. C., tras descubrir que era uno de los amantes de su hija Julia, lo hizo condenar y lo forzó al suicidio. Sabemos que Julo escribió bastante poesía, sobre todo épica. <<

[1386] Sobre Dédalo y sus aventuras aeronáuticas véase la nota a I 3, 34. <<

[1387] El original dice profundo… ore, literalmente «profunda boca», y algunos intérpretes prefieren ver ahí no un ablativo de cualidad, sino de origen: la poesía de Píndaro, como el río con el que se la compara, brotaría impetuoso de esa «boca». <<

[1388] Véase nota a III 30, 15. <<

[1389] El ditirambo era un subgénero de la lírica coral ligado a los cultos dionisíacos. De los de Píndaro sólo nos quedan fragmentos. Por lo demás, y como anota el comentario de Romano, citando a Aristóteles, Poética 1459a, se consideraban como típicos del ditirambo los neologismos. Horacio, prolongando la comparación inicial, da a entender que Píndaro «hace rodar» las palabras nuevas por sus poemas, como el torrente las piedras que arrastra por su cauce. <<

[1390] Algunos creen que el poeta alude a ciertas libertades métricas de los ditirambos de Píndaro. Yo opino que la cuestión es más sencilla: en los tiempos de Horacio —tal vez ya mucho antes—, una vez decaída la tradición viva de la poesía coral (la de su ejecución musical), su compleja métrica o «colometría» ya era poco o nada conocida; de modo que esos poemas se copiaban y leían como si fueran prosa, por más que se supiera que eran verso (cf Cicerón, Orador 183). Incluso he sostenido que el motivo principal por el que Horacio no se consideró un seguidor de Píndaro, al que tanto admiraba, en la misma medida en que se tenía por epígono de Alceo y de los líricos monódicos, es que no logró comprender ni, por tanto, imitar sus ritmos, de período mucho más amplio y complejo que el de los eolios; cf. J. L. Moralejo, 1996:67 s., donde me baso en L. Castagna, 1989, «II pindarismo mediato di Orazio», Aevum antiquum 2: 191 ss. Véase también G. Calboli, «zur Pindarode»: Horaz und Terenz, Philologus 141 (1977): 86-113. <<

[1391] Horacio pasa sumaria revista a algunos temas pindáricos; ante todo, himnos a los dioses y encomios de héroes. Sobre la lucha de lapitas y centauros, véase la nota a I 18, 8; sobre la quimera, nota a 1 27, 23. <<

[1392] Como se sabe, buena parte de la poesía de Píndaro, y especialmente de la que ha llegado hasta nosotros, la forman los Epinicios, cantos en honor de los vencedores en los juegos panhelénicos. Horacio alude aquí, por antonomasia, a los de Olimpia, situada en la región de la Elide, en el O. del Peloponeso. Sobre la palma como trofeo olímpico véase la nota a I 1,5. <<

[1393] Horacio alude ahora a los thrénoi o lamentos fúnebres de Píndaro. La fama póstuma que puede conferir un gran poeta evita que el recuerdo del personaje muera con él. <<

[1394] Es decir, Píndaro: cisne en cuanto que poeta (recuérdese la metamorfosis del propio Horacio en II 20); «dirceo», por alusión a una famosa fuente de Tebas, cerca de la cual había nacido. <<

[1395] Naturalmente, el mismo Julo Antonio. <<

[1396] Véase la nota a I 28, 3. <<

[1397] Alusión al retorno de Augusto de la Galia, una vez conjurado el peligro de las invasiones germanas, entre ellas las de los sigambros o sicambros, que lo habían obligado a marchar allá en el año 16 a. C. En la celebración, el príncipe iría coronado con el laurel de rigor, llevando a los enemigos prisioneros en su cortejo, cruzaría el Foro por la Vía Sacra, para luego subir al Capitolio por el Cliiuis Capitolinus. Sin embargo, los invasores germanos se retiraron sin plantear batalla, por lo que no hubo lugar a la celebración de un verdadero triunfo. <<

[1398] Es decir, la mítica Edad de Oro, época de la felicidad sin limites. <<

[1399] Naturalmente, la celebración pública del triunfo implicaría la suspensión de las actividades judiciales, que teman en el Foro su sede. <<

[1400] Es decir, «día». <<

[1401] Pasaje discutido, que algunos han considerado necesitado de enmienda (Shackleton Bailey lo da por corrupto). El problema reside en el destinatario del apostrofe, que según el más común sentir de los intérpretes, tendría que ser el propio Triunfo personificado. Recuérdese, sin embargo, lo dicho al final de la nota 1007. <<

[1402] La aclamación tradicional a los generales victoriosos. <<

[1403] El poeta se dirige de nuevo a Julo Antonio, que por su especial vinculación al príncipe y sus posibilidades económicas no puede excusarse de tamaña ofrenda; la suya, como luego se ve, será mucho más modesta. <<

[1404] Los incipientes cuernos del ternero sugieren la imagen de la luna cuando empieza a ser visible. Horacio imita aquí a Mosco 2,84 ss. (véase la traducción de M. García Tedeiro y M. T. Molinos en el vol, 84 de esta B.C.G.: 297). <<

[1405] Se admite que aquí hay una reminiscencia de Hesíodo, Teogonia 81 ss.: «Al que honran las hijas del poderoso Zeus, y le miran al nacer,…, a éste le derraman sobre su lengua una dulce gota de miel y de su boca fluyen melifluas palabras» (trad. de A. Pérez Jiménez, en el vol. 13 de esta B.C.G.); y también de Calímaco, Aitia, fr. 1, 37 s.: «Pues las Musas a todos en quienes de niños fijaron favorables su mirada, ya canosos su afecto no les quitan…» (trad. de M. Brioso en el vol. 33 de esta B.C.G.). Sobre Melpómene véase nota a 1 24, 3. En III 30, 16, Horacio ya la había citado como a su principal inspiradora. <<

[1406] Alusión a los Juegos ístmicos, que se celebraban cada dos años en Corínto. También a ellos, o más en general a todos los certámenes deportivos griegos, se refiere el «carro aqueo» que luego sigue. Por lo demás, el del triunfo deportivo, al lado del militar, el político o el económico, es un número obligado en las odas de tipo priamel, desde la propia I 1, a cuya nota introductoria remitimos. <<

[1407] Las hojas de laurel de la corona triunfal, «hojas delias» porque en la isla de Delos había nacido Apolo, al que ese árbol estaba consagrado. Horacio nos habla del consabido triunfo de un general romano que marcha por la Vía Sacra hasta el Capitolio, tras haber vencido a algún rey extranjero. <<

[1408] Naturalmente, Horacio habla aquí de su propia gloria y vocación poética: la lírica eolia. <<

[1409] Véase la nota a I 1, 35. Se cree que Horacio alude aquí a la consagración pública que para él había supuesto el encargo del Canto Secular, cantado a coro en los Juegos Seculares del año 17 a. C.; véanse también la nota introductoria a dicha obra y la referencia a la misma en IV 41 ss. <<

[1410] Es decir, «Musa»; véase nota a III 4, 40. La «tortuga» antes nombrada es, naturalmente, la lira; véase nota a I 10, 6. <<

[1411] La expresión ha de entenderse en el más técnico de los sentidos: Horacio sería el primer lírico romano comparable a lo que los grandes eolios habían sido en Grecia, a tenor de su orgullosa proclama de III 30, 13 ss. <<

[1412] Es decir, el águila, el ave emblemática y escudera de Júpiter, al que le suministraba los rayos que lanzaba. El término «sirviente» me parece muy adecuado, puesto que todavía se emplea en la lengua técnica militar para referirse al soldado que ayuda en el manejo de un arma no individual y, más concretamente, al artillero que aporta los proyectiles que se han de disparar. <<

[1413] Véase la nota a III 20, 16. <<

[1414] La enemistad entre águilas y serpientes es ya tópica en las más antiguas literaturas mediterráneas. <<

[1415] Es decir, al de ese joven león que ha empezado a cazar por su cuenta. <<

[1416] Texto inseguro y discutido. Sigo, con Klingner, Kiessling-Heinze y otros, la lectura Raetis (= Raeticis), propugnada por Heinsius sobre la base de códices de menor cuantía, frente al Raeti mejor acreditado y seguido, entro otros, por Villeneuve, Borzsák y Shackleton Bailey (que, sin embargo, considera corrupto el pasaje). El comentario de Romano ofrece una razonable justificación de la opción aquí seguida. Los Alpes Réticos se hallan en la zona en la que actualmente lindan los territorios de Italia, Suiza y Austria. Allí fue donde, en el 15 a. C., Druso derrotó a los vindélicos, pueblo céltico que tenía su asiento principal en las cercanías del lago de Constanza. <<

[1417] Nerón Claudio Druso (38-9 a. C.), el segundo de los hijos que Livia, la esposa de Augusto, tuvo de su anterior marido Tiberio Claudio Nerón. Livia se unió al entonces César Octaviano antes de darlo a luz, e incluso se decía que era aquél su verdadero padre. En todo caso, a su lado se crió, al igual que su hermano mayor, Tiberio, el futuro emperador. Fue muy popular por su natural franco y benévolo, tan distinto del de su hermano, no menos que por su probado valor militar, y dejó una imborrable añoranza entre el pueblo romano tras su prematura muerte en Germania a consecuencia de un accidente ecuestre. De su matrimonio con Antonia la Menor, sobrina de Augusto e hija de Marco Antonio, tuvo al también malogrado Germánico, heredero de su prestigio, y al mediocre Claudio, al que los azares de la historia encumbrarían al Imperio. <<

[1418] Porfirión anota que la alusión a las míticas mujeres guerreras se debe a que los vindélicos habían tomado de ellas sus hachas, después de que los hubieran arrojado de Tracia, su tierra originaria; pero la noticia no tiene otros apoyos y por ello algunos han pensado que el poeta alude, y tal vez con ironía, a una Amazánide que por entonces había publicado Domicio Marso. El pasaje, un tanto prosaico, les ha parecido a algunos fuera de lugar e incluso espurio («inútil y ridículo paréntesis introducido por algún copista» lo llamó M. Menéndez Pelayo, Bibliografía Hispano-Latina Clásica VI, 1951: 163); pero en la poesía alejandrina no faltaban estos excursos eruditos. <<

[1419] Es decir, Tiberio Claudio Nerón y Nerón Claudio Druso, hijos de Livía e hijastros del príncipe; véase la nota al v. 18. <<

[1420] Como advierte Romano, y en la línea compositiva de Píndaro, tras la gnéme (la reflexión moral), Horacio introduce el mythos ilustrativo, aunque de carácter netamente histórico: la más gloriosa gesta de los antepasados de Druso y Tiberio: la victoria de Gayo Claudio Nerón sobre Asdrúbal, el hermano de Aníbal que acudía a Italia a llevarle refuerzos, junto al río Metauro, en el 207 a. C. <<

[1421] Literalmente, Horacio habla de la adorea, la recompensa de trigo que antiguamente se solía dar a los soldados vencedores. <<

[1422] Naturalmente, Aníbal. <<

[1423] Este discurso puesto en boca de Aníbal no está falto de base histórica. Así, en Tito Livio, XXVII 51, 12, podemos leer que cuando Aníbal supo de la derrota y muerte de Asdrúbal, «cuentan… que dijo que veía claro el destino de Cartago» (trad. de J. A. Villar, en el vol. 177 de esta B.C.G.). <<

[1424] Nombre que, como el de Hesperia, habían dado al Sur de Italia los colonos griegos, y que pervivió en el del pueblo de los auruncos. Luego, y en gran medida gracias a Virgilio, se convirtió en denominación de tono arcaico y poético para toda la península. Obsérvese de paso que en estos versos Horacio resume toda la saga que Virgilio desarrolló en su Eneida. <<

[1425] Véase nota a I 21, 6. <<

[1426] El fabuloso monstruo de Lema, en el Peloponeso, con el que Hércules acabó en uno de sus famosos trabajos. Era una especie de serpiente múltiple, cuyas cabezas se reproducían una vez cortadas. <<

[1427] La Cólquide, en el Cáucaso, era la patria de toda suerte de prodigios y brujerías. La mención de Tebas y de Equión alude al mito de Cadmo, fundador de la ciudad, que sembró por aquella tierra los dientes de un dragón al que había dado muerte. De ellos nació una mies de guerreros que luego se mataron entre sí. Sobrevivieron cinco, entre ellos Equión, que acabó casándose con una hija de Cadmo. Horacio compara implícitamente el brotar de esa hueste con la capacidad mostrada por Roma para reponer sus tropas, sobre todo tras la terrible derrota de Cannas, en el 216 a. C. <<

[1428] Los Nerones eran una rama de la gens Claudia, a la cual pertenecieron otros muchos grandes caudillos romanos, algunos de los cuales se distinguieron en esa misma guerra. <<

[1429] Horacio dirigió a Augusto esta especie de himno, «one of his most perfect poems» (Fraenkel, 1957: 440), cuando el Príncipe aún no había regresado del viaje a la Galia e Hispania emprendido en el 16 a. C. (véase nota introductoria a IV 2). <<

[1430] Véase la nota a I 35, 8. Naturalmente, Horacio nos habla de vientos contrarios que impiden volver al navegante. <<

[1431] Horacio emplea aquí una palabra y divinidad de nuevo cuño, Faustitas, que traducimos por la que parece ser su más obvio equivalente. El sentido de estos versos parece ser el de dejar claro que, pese a la ausencia del César, la vida transcurre con la deseable normalidad. <<

[1432] Es decir, es la virtud de los ciudadanos la que les hace prevenir cualquier reproche justificado. <<

[1433] Obviamente, porque está claro que no son fruto de los adulterios, hasta entonces tan corrientes. <<

[1434] Al parecer, alusión a las guerras de Cantabria, que por entonces se estaban concluyendo; véase también la nota a I 29, 15. <<

[1435] Recuérdese el uso romano de hacer trepar las vides por los árboles vecinos. <<

[1436] Para los romanos la cena era la comida principal del día; y en ella tenía tanta importancia el vino, que para «cenar» se podía decir simplemente potare, que literalmente es «beber». <<

[1437] Las secundas mensae eran el momento de las libaciones rituales. <<

[1438] Es decir, a grandes héroes con los que se equipara a Augusto. <<

[1439] Aquí Italia, aunque véase nota a I 36, 4. <<

[1440] Níobe o Niobe, esposa de Anfión, fue madre de una numerosa prole, de la que se ufanó frente a Latona, que sólo era madre de Apolo y de Ártemis-Diana. Éstos vengaron la afrenta asaeteando a todos los hijos de Niobe. Siguen otros dos ejemplos de la venganza de Apolo: el de Ticio, sobre el cual véase nota a II 14, 8, y el de Aquiles, que según ciertas versiones murió, herido en su famoso talón, por una flecha disparada no por Paris, sino por el propio dios (cf. Pínd., Peán 6, 78 ss.). <<

[1441] Es decir, troyano. <<

[1442] El famoso caballo de madera fabricado por Epeo. Los troyanos, creyendo que, en efecto, era una ofrenda de los griegos antes de retirarse de la guerra, imprudentemente desguarnecieron su ciudad y se entregaron a la fiesta. <<

[1443] Los muros de Lavinio, que un día darían lugar a los de Alba Longa, y a la larga a los de Roma. Como advierte Villeneuvk, la hipótesis que Horacio formula debe matizarse: de haber vivido Aquiles cuando la toma de Troya, y de no haber mediado los ruegos de Apolo y de Venus ante Júpiter, ni siquiera Eneas y los suyos hubieran sobrevivido. Romano hace notar el paralelismo del pasaje con el contenido del libro I de la Eneida (la cual —recordémoslo— se habría publicado poco antes, muerto ya Virgilio). <<

[1444] Una de las musas, sin alusión a ningún cometido especial; véase la nota a I 1, 33. <<

[1445] El río de Licia cercano a Pátara, donde había un oráculo de Apolo (véase nota a III 4, 64), no el homónimo río troyano, también llamado Escamandro. <<

[1446] La «camena daunia» es la musa —es decir, la poesía— del propio Horacio, oriundo de la Apulia, también llamada Daunia (véase nota I 22, 13). El apelativo Agieo (literalmente, «callejero») se aplicaba a Apolo como protector de las calles; y el epíteto leuis, literalmente «liso», porque se lo representaba como un joven sin barba. <<

[1447] Horacio evoca aquí la ocasión que puede considerarse como el cénit de su carrera: los Juegos Seculares del año 17 a. C., para los que, por encargo oficial, había compuesto su Canto Secular (véase nuestra introducción al mismo), en honor de Apolo y de Diana, para ser cantado alternadamente por un coro de muchachos y otro de doncellas. <<

[1448] Se trata, naturalmente, de Ártemis-Diana, nacida en Delos como su hermano Febo-Apolo. <<

[1449] Tanto en el Canto Secular como en esta oda, Horacio emplea un ritmo «lesbio» por excelencia: la estrofa llamada «sáfica» en honor de la famosa poetisa de Lesbos, aunque seguramente venga de mucho antes. Algunos intérpretes entienden que el poeta se presenta luego como director del coro; pero, según nos recuerda Romano, basta con suponer, como el antiguo comentario de Porfirión, que sólo alude, literalmente, al dedo con que se tañe la lira y, en sentido figurado, al ritmo lírico por él elegido. <<

[1450] El hijo de Latona antes nombrado es, naturalmente, Apolo. Se alude luego nuevamente a su hermana Ártemis-Diana, identificada con la Luna, y con el apelativo tradicional de Noctiluca, «la que alumbra la noche». Ella es la que hace correr los meses, que son medidas de base lunar, y que a su tiempo vuelvan las cosechas. <<

[1451] Para concluir, y con evidente emoción, Horacio se dirige a una cualquiera de las doncellas que habían cantado su Canto Secular. Fraenkel, 1957: 406, piensa en el tópico del «quand vous serez bien vieille», y subraya que ésta es la única oda en que el poeta incluyó su nombre; es decir, la sphragís («sello» o «firma») que en el Canto Secular se echa de menos (Romano). <<

[1452] Terminado el invierno, se acaban también las grandes crecidas. <<

[1453] Véase nota a 14, 5. <<

[1454] La idea, tan horaciana, de la brevedad de la vida (véanse I 4, 19 y I 11), se desarrolla aquí, como en 14, a partir de la comparación con los cambios periódicos de la naturaleza: en ésta hay una evolución cíclica y todo ha de volver al mismo estado; en cambio, el curso de la vida humana es lineal y camina hacia un final inexorable. Horacio llama al día almum, literalmente «nutricio», «que alimenta»; pero la expresión ha de entenderse recordando que el día es símbolo de la vida, como la noche lo es de la muerte (véase el comentario de Kiessling-Heinze). <<

[1455] Es decir, al llegar la primavera. <<

[1456] Es discutido el sentido de los damna… caelestia de los que habla Horacio: unos piensan en las fases de la luna, otros en los daños producidos por los fenómenos meteorológicos, otros, en fin, en el final de los meses templados, desplazados por los invernales. En cuanto a las «lunas», serían una metonimia por «meses». <<

[1457] Reminiscencia de Sófocles, Electro 1159. El lugar aludido es, naturalmente, el Hades. Tulo Hostilio, tercer rey de Roma según la tradición legendaria, había aumentado notablemente los dominios y con ellos la riqueza de la joven ciudad. Anco Marcio fue el sucesor de Tulo, y pasó a la leyenda como ejemplo de bondad y honradez. <<

[1458] Horacio dice literalmente «todo lo que le des a tu querido ánimo», con una expresión, al parecer, de origen griego (véase Romano), de sentido parecido a nuestro «darse un gusto». <<

[1459] Recuérdese que Minos presidía el tribunal de ultratumba; véase nota a 128,9. <<

[1460] Este cognomen, que significa «el que lleva un torques» (un collar empleado como condecoración militar), está documentado en varias gentes romanas de la época, y sobre todo en la de los Manlios; pero no se ha logrado identificar al personaje. En todo caso, parece ser el mismo al que está dedicada la Epíst. I 5. <<

[1461] Otro paralelo griego, aunque más trágico, del «casto José» bíblico (véase nota a III 7, 15). Era hijo de Teseo y rechazó los requerimientos amorosos de su madrastra Fedra. Ésta lo acusó entonces de haberla violado y Teseo, que no quería matar personalmente a su hijo, pidió a Poseidón que acabara con él. El dios envió un monstruo marino que espantó los caballos del carro del virtuoso muchacho, el cual pereció arrastrado por ellos. Al ver las consecuencias de su calumnia, Fedra se ahorcó. La mención de Ártemis-Diana responde a una tradición según la cual la diosa, en contra de lo que Horacio dice, había logrado la resurrección de Hipólito. <<

[1462] La de Teseo, héroe mítico de Atenas, y Pirítoo, rey de los lapitas, fue una amistad ejemplar en el mundo mítico griego. Según la tradición que Horacio sigue, que no es la mayoritaria entre los mitógrafos, una vez condenado Pirítoo a penas infernales por haber intentado raptar a Prosérpina (véase nota a III 4, 80), su fiel amigo y compañero de tantas aventuras intentó rescatarlo. Las cadenas de Pirítoo son «leteas» por referencia al Lete o Leteo, el infernal Río del Olvido. <<

[1463] Parece tratarse de Gayo Marcio Censorino, que sería cónsul en el año 8 a. C. <<

[1464] Las páteras, como se sabe, eran una especie de copas anchas y de poco fondo destinadas a las libaciones rituales. El coleccionismo de figuras y objetos de bronce, y especialmente de los fabricados en Corinto, estaba por entonces muy de moda. Los trípodes eran en Grecia trofeos tradicionales en los certámenes deportivos y poéticos. En Atenas había una Calle de los Trípodes, destinada a la exposición pública de los mismos. Allí sigue estando la llamada linterna de Lisícrates, que no es sino la peana del que aquel mecenas ganó en un concurso de tragedias. Resucitados por el Humanismo, los trípodes aún perviven como premios académicos en algunas universidades británicas. <<

[1465] Parrasio de Éfeso (fl. c. 400 a. C.) fue uno de los grandes pintores griegos. Ha pasado a la historia el trompe-l’oeil con el que se impuso en un desafío a su rival Zeuxis: una cortina pintada que el propio Zeuxis le pidió que descorriera para poder ver su obra. Escopas de Paros (fl. c. 350 a. C.) fue el mayor escultor del clasicismo griego tardío, famoso por el patetismo de algunas de sus creaciones. <<

[1466] Este pasaje, desde el segundo hemistiquio del v. 15 al primero del 19, es la más notoria interpolación de las que aquejan a esta oda, según hizo ver Lachmann (aunque ya Bentley había eliminado el v. 17, carente de la preceptiva cesura tras la 6.ª sílaba). Para su eliminación, aparte otras razones, veo dos indiscutibles: 1) Los versos suspectos confunden a los dos Escipiones Africanos, el vencedor de Aníbal y el destructor de Cartago. 2) Lo que Horacio dice si se prescinde de la interpolación es plenamente lógico: compara dos medios de hacer que las hazañas de los héroes alcancen la fama: los monumentos y los encomios poéticos; pero los versos en cuestión introducen en la comparación un elemento extraño, contrario a la sindéresis: las propias hazañas que se trata de celebrar. Véase la completa discusión del problema que da el comentario de Syndikus. En cuanto a los editores, es de notar el consenso en este punto del innovador Shackleton Bailey con el conservador Klingner, al que una vez más sigo, frente a quienes mantienen parcial, e incluso totalmente, el texto transmitido. <<

[1467] Las «fugas» o retiradas antedichas deben de ser, como las «amenazas rechazadas», las de Aníbal, derrotado por Escipión Africano el Mayor en la batalla de Zama, en el 202 a. C. En cambio, el incendio de Cartago tiene que ser el subsiguiente a su conquista por Escipión Africano el Menor, en el 146 a. C. Uno y otro se ganaron en África su (sobre)nombre; con lo que queda clara la confusión señalada en la nota anterior, que no es razonable atribuir a Horacio. <<

[1468] Parece clavo que se alude al poeta épico Quinto Ennio (239-169 a. C.), natural de Rudías, en la antigua Calabria (el «tacón» y no, como ahora, la «punta» de la «bota italiana»). En sus Anales Ennio había cantado la Segunda Guerra Púnica; sobre el apelativo de Piérides para las musas, véase la nota a III 4, 40. <<

[1469] El propio Rómulo, fundador de Roma, nombrado luego. Sobre Ilia, o Rea Silvia, véase nota a 14, 17. Mavorte es forma arcaica del nombre del dios Marte, de cuya unión con Ilia nacieron Rómulo y Remo. <<

[1470] Sobre Éaco véase nota a II 13, 22. Según anota Romano, su presencia en el pasaje, así como su paradero en las Islas Afortunadas, luego aludidas, han de explicarse por lo que de él había dicho Píndaro, fuente de esta oda. <<

[1471] Este verso 28, siguiendo una vez más a Lachmann, es considerado como interpolado por bastantes editores, entre ellos Klingner y, también esta vez, Shackleton Bailey; aunque otros, como Borzsák y los comentarios de Syndikus y Romano, lo dan por auténtico. <<

[1472] Cástor y Pólux, hijos putativos de Tíndaro o Tindáreo, aunque más bien de Zeus a tenor de su apelativo de Dioscuros. Como se sabe, catasterizados en la constelación de Gémini, eran los protectores de los navegantes en apuros. <<

[1473] La tercera y última de las interpolaciones que, según Lachmann, afectan a esta oda. También Borzsák lo atetiza, aunque no, entre otros, el comentario de Romano. <<

[1474] Es claro que el poeta alude precisamente a su lírica (de ahí la mención de las cuerdas de la lira) y a los metros nuevos que con ella había llevado a Roma. <<

[1475] Véase la nota a 16, 2. <<

[1476] Sobre Píndaro véase la nota a IV 2, 1. Las «camenas» o musas de Ceos se refieren a la poesía de Simónides; véase nota a II1, 38. En cuanto a Alceo y a la virulencia de su poesía política, véase nota a I 32, 5. Estesícoro fue un gran lírico coral de la Sicilia de la primera mitad del siglo VI. <<

[1477] Véase nota a I 17, 8. <<

[1478] Naturalmente, Safo; véase nota a II 13, 25. <<

[1479] Véase nota a I 15, 2. <<

[1480] Sobre Teucro véase la nota a I 7, 21. Su arco era «cidonio» por Cidonia, ciudad de Creta, isla famosa por sus diestros arqueros. <<

[1481] Idomeneo, rey de Creta, fue uno de los grandes adalides griegos que marcharon contra Troya. Sobre Esténelo, véase nota a I 15, 24. <<

[1482] Nada nuevo podríamos añadir aquí sobre Héctor, hijo de Príamo, el héroe troyano por excelencia. Deífobo era uno de sus hermanos menores. <<

[1483] Rey de Micenas y comandante general de los aqueos que marcharon contra Troya. <<

[1484] Al fin aparece el dedicatario de la oda, Marco Lolio, amigo íntimo de Augusto y del propio Horacio. En el año 2 a. C. sufrió la famosa clades Lolliana, una derrota ante los sigambros a la que, no obstante, sobrevivió, y conservando la amistad del Príncipe. <<

[1485] Lolio había sido cónsul en el año 21 a. C., pero Horacio da a entender que las buenas cualidades de su amigo también habían quedado patentes antes y después de su magistratura. <<

[1486] Ha de entenderse que Lolio no cedía a presiones ni influencias. <<

[1487] Es decir, la barba que, al menos a los ojos de Horacio, hará al efebo menos apetecible. <<

[1488] Véase la nota a IV 1, 33. <<

[1489] Vino muy estimado, de las cercanías del actual Castelgandolfo, en la zona de los Colli Romani. <<

[1490] El mismo nombre griego, y probablemente convencional, de II 4, 14. Según Fraenkel (1957: 417), sería una psaltria, una citarista profesional. Sobre el apio véase la nota a 1 36, 13. <<

[1491] Aguda sinestesia de origen homérico; véase el comentario de Romano. <<

[1492] Véase nota al 19, 15. <<

[1493] Horacio celebra, pues, el cumpleaños de su protector, que caía en el 13 de abril, mes, en efecto, consagrado a Venus. Para el epíteto «marina», recuérdese que la diosa había nacido de la espuma del mar. <<

[1494] Véanse notas a 113, 1, y III 19, 26. <<

[1495] O Faetonte, hijo del Sol, logró que su padre le dejara conducir su carro, pero su impericia lo llevó a acercarse demasiado a la tierra y a provocar grandes incendios, por lo que Júpiter lo derribó con su rayo. <<

[1496] Sobre el caballo Pegaso y su jinete Belerofontes véanse las notas a I 27, 23, y III 7, 13; añadamos que Belerofontes pereció cuando, al intentar llegar al cielo sobre su alado corcel, miró hacia abajo y se cayó a causa del vértigo. <<

[1497] El viento primaveral por excelencia es el céfiro o favonio, que sopla del O. Por ello se ha pensado que Horacio trataba de referirse en un principio a los vientos en general, y que luego añadió una especie de epíteto tradicional, por ser la Tracia una región proverbialmente ventosa; véase el comentario de Romano. <<

[1498] Alusión al mito de Procne, hija de Pandión, rey de Atenas y por ello descendiente de Cécrope, nombrado luego. Casada con Tereo, rey de Tracia, tuvo de él a su hijo Itis. Más tarde, Tereo violó a Filomela, hermana de Proene, y para asegurarse su silencio le cortó la lengua. Las dos hermanas tomaron terrible venganza: mataron a Itis y le sirvieron su carne cocida al padre. Los dioses transformaron a Proene en golondrina —el ave primaveral que aquí evoca Horacio— y a Filomela en ruiseñor; aunque V. Cristóbal me hace notar que la tradición griega sostiene lo contrario. <<

[1499] El dios griego Pan, que habitaba en los montes de la Arcadia, frecuentemente identificado con el itálico Fauno; véase nota a I 4, 11. <<

[1500] A la vista del contexto, suscribo la común opinión de que no se trata del famoso poeta y amigo de Horacio, que, además, ya había muerto en el año 19 a. C., sino de un comerciante de perfumes. Sin embargo, no puedo menos que recordar ciertas palabras de Fraenkel (1957: 418, n. 1); «… de vez en cuando alguien intenta una vez más demostrar que el destinatario es el autor de la Eneida». En efecto, aún hace poco que un especialista tan reconocido como N. Rudd (2004, 251, n. 33) anotaba en su traducción que «es muy difícil creer que este Virgilio no sea el poeta», y que «la oda parece una invitación imaginaria», nostálgicamente situada en el tiempo en que Horacio lo conoció. Ésa es también la opinión de V. Cristóbal, Horacio, Epodos y Odas, Madrid, Alianza Ed., 2005, nota 547. <<

[1501] Es decir, un vino (recuérdese que Líber es Baco) de las afamadas viñas de Cales, sobre las cuales véase la nota a I 20, 9. <<

[1502] El costoso perfume o ungüento de nardo ya lo hemos encontrado en II 11,16. <<

[1503] Sinécdoque habitual para designar los recipientes hechos de esa piedra noble para guardar perfumes; similar uso tenía el término «alabastro». <<

[1504] Según el comentario antiguo de Porfirión, se trata de los horrea Galbiana, los bien surtidos almacenes construidos por Sulpicio Galba al pie del Avenlino y del Monte Testaccio, junto al puerto fluvial del Tíber. <<

[1505] Los de la pira funeraria, a los que por ello se atribuye tal color. Como en tantos otros pasajes horacianos, la idea de la muerte invita a disfrutar de la vida. <<

[1506] La misma mujer, o al menos el mismo nombre, probablemente convencional, de III 10 1. <<

[1507] Es decir, la vieja cocotte trata inútilmente de atraerse a los jóvenes con su patético canto. <<

[1508] Podría tratarse una vez más de un nombre griego meramente convencional, aunque de hecho está acreditado como nombre de liberta, condición a la que le cuadra bien la destreza en tañer la cítara. <<

[1509] Imagen similar a la empleada en 125,9. <<

[1510] En la isla de Cos, frente a la costa S. E. del Asia Menor, se elaboraban unas famosas telas de una seda tan fina que resultaban prácticamente transparentes. Normalmente se teñían de púrpura. <<

[1511] Podría entenderse, sencillamente, que la edad ya nada juvenil de Lice era sobradamente conocida por todos; pero Romano da al pasaje un sentido más elaborado: piensa que los fasti de los que habla Horacio podrían ser «una especie de agenda personal en la que los numerosos amantes habían señalado las fechas festivas concernientes a los encuentros con Lice». <<

[1512] Véase la nota a IV 1, 3. Aquí parece darse por supuesto que aquella amada de Horacio ya había muerto. <<

[1513] Los senadores y los ciudadanos. <<

[1514] La llamada oikouméné, de la que se excluían las zonas tórridas y las polares. En este punto nos apartamos levemente de la edición de Rlingner: preferimos, con Villeneuve, Borzsák, Shackleton Bailey y otros, puntuar con interrogación al final del v. 5. <<

[1515] Sobre este pueblo céltico véase la nota a IV 4, 17. <<

[1516] Es decir, con sus armas, simbolizadas aquí por el dios de la guerra. <<

[1517] Los genaunos y los breunos eran pueblos ilíricos asentados en los valles alpinos de los ríos Adige e Inn. <<

[1518] Véase la nota a IV 4, 18. <<

[1519] Pasaje un tanto oscuro. El antiguo comentario de Porfirión dice: «quiere dar a entender que al someterlos a devastación no les causó un desastre como el que ellos nos habían provocado, sino doble». <<

[1520] Tiberio Claudio Nerón (42 a. C.-37 d. C.), el futuro emperador. Era el mayor de los dos hijos que Livia, la esposa de Augusto, tuvo de su anterior matrimonio con el personaje del mismo nombre. Desde niño vivió en la casa imperial, pero siempre postergado frente a los consanguíneos del príncipe; hasta que en el año 4 d. C., muertos sus nietos mayores Gayo y Lucio Césares, y demostrada la anormalidad del más pequeño, Agripa Póstumo, Augusto lo adoptó como hijo y sucesor in pectore, no sin que mediaran los buenos oficios de Livia. Y así, cuando Augusto murió, en agosto del 14 d. C., la exaltación de Tiberio al supremo poder no fue una sorpresa para nadie. Fue hombre de carácter sombrío y dado al resentimiento, aunque siempre un buen hijo de familia. Se distinguió, como su hermano Druso, en las campañas que Augusto le encomendó, sin dejar por ello de cultivar los estudios filosóficos y literarios. <<

[1521] El pueblo alpino que dio nombre a la provincia de la Recia, correspondiente a territorios de las actuales Italia, Suiza, Austria y Alemania. Por los testimonios que tenemos de su lengua, no parece que pertenecieran a la familia indoeuropea. En el verano del 15 a. C. Tiberio acabó de someterlos a Roma. <<

[1522] Las Vergilias latinas, cúmulo estelar de la constelación del Toro, que los antiguos vinculaban al advenimiento de grandes lluvias. <<

[1523] Horacio evoca una vez más el bravío río de su tierra natal, la Apulia, donde había reinado el mítico Dauno (véanse notas a III 30, 10 s.). Romano nos recuerda, siguiendo a Porfirión, que el epíteto «tauriforme» era genérico para todos los ríos, «en razón de la fuerza impetuosa de sus aguas y de su representación iconográfica con cuernos en la cabeza». <<

[1524] Tiberio, ya aludido antes. <<

[1525] El 1 de agosto del 30 a. C. Augusto entró en Alejandría, capital del

Egipto ptolemaico, que había quedado a su merced tras su victoria naval de Accio sobre Antonio y Cleopatra en el año anterior. Quince años después, y según nos dice Horacio, en el mismo día, logró Tiberio su victoria sobre los retos. <<

[1526] Tras recordar a varios pueblos exóticos ya nombrados anteriormente, Horacio alude al Egipto, conquistado quince años atrás, recordando el misterio de las fuentes de su gran río, el Nilo, que no se resolvería hasta las exploraciones del s. XIX (especialmente la de Speke y Burton). El de Histro es otro nombre del Danubio. La mención del Tigris alude a la Armenia, en la que tiene sus fuentes. <<

[1527] Las últimas guerras de España (la «Hiberia» de Horado), contra ástures y cántabros, estaban apenas concluidas; sobre los sigambros véase la nota a IV 2, 36. <<

[1528] Según Romano, se nombra al Tirreno sólo a título de mar vasto y peligroso. <<

[1529] Se trata de las águilas arrebatadas por los partos a las legiones de Craso en la terrible derrota de Carras, en el 53 a. C., cuya devolución se había logrado en el 20 a. C. Al parecer, las enseñas recuperadas se habían instalado en alguno de los templos de Júpiter que había en Roma. <<

[1530] Las puertas de ese santuario permanecían abiertas siempre que había una guerra en curso. Augusto las cerró por dos veces en aquellos años: en el 29 y en el 26 a. C. <<

[1531] En este caso ha de entenderse Hispania, como límite occidental del mundo conocido. <<

[1532] Es decir, las impuestas por Augusto, por entonces el más egregio de los Julios, familia de la que descendía por su abuela materna Julia, hermana de César y a la que fue plenamente incorporado por su adopción como hijo por el Dictador. Los pueblos aludidos son, fundamentalmente, los dacios. <<

[1533] Véase nota a 1 12,56. <<

[1534] Es decir, los sármatas y otros pueblos de la cuenca del Don. <<

[1535] Aunque con un tono netamente helenizante —la mención de las flautas lidias, aunque más bien eran originarias de Frigia—, Horacio evoca la tradición de los carmina conuitualia, en los que los antiguos romanos, durante los banquetes, cantaban las hazañas de sus mayores. <<

[1536] Recuérdese el legendario origen troyano de los antepasados de Roma y en particular de la familia Julia. <<

[1537] Sobre ellos sigue siendo obra de referencia imprescindible la monografía de I. B. (G. B.) Pichi, 1965, De Ludís Secularibus populi Romani Quiritium libri sex, Amsterdam, Schippers, escrita en el excelente latín propio del recordado maestro boloñés. En ella se recoge y comenta toda la documentación conservada al respecto de los mismos. Entre la bibliografía más reciente cabe destacar, aparte de los artículos de la EO citados a continuación, la nota preliminar del comentario de E. Romano. Puede verse también la contribución de A. Barchiesi, «Pighi e le sfortune del carme secolare di Orazio», en G. Calboli-G. P. Marchi (eds.), Giovanni Battista Pighi, centesimo pos diem natales anuo (1898-1998), Bolonia, Patrón, 2001: 15-24. Permítasenos expresar nuestra opinión de que en ella se percibe un distanciamiento que no parece ser el más adecuado para una publicación conmemorativa, en la que nadie —y desde luego el autor de estas páginas— intervenía por fuerza. <<

[1538] Para la historia del término véanse G. Radke, art. Saeculum en Der Kleine Pauly, Lexikon der Antike, vol. 4, s.u., Munich, dtv, 1975; y art. «Carme Secolare» en EO I: 300. <<

[1539] En efecto, en el espíritu de los Juegos Seculares parece clara la idea de que eran algo que sólo se veía una vez en la vida. Así, en la convocatoria de los organizados por Augusto (C.I.L. VI 32323, 54) se dice que «a tal espectáculo [nadie asistirá por segunda vez]», con una restitución segura; y según Suetonio (Claud. 21, 2), Claudio, al anunciar los que promovió en el 47 d. C., hizo proclamar que se trataba de «unos juegos que nadie había contemplado ni volvería a contemplar», lo que provocó la risa del pueblo, pues aún quedaban testigos y protagonistas de los de Augusto, cuyo cómputo Claudio prefirió ignorar. <<

[1540] Pero en todo caso, basándose en precedentes sobre los que trata Pighi 1965: 23 ss.; véase también Radke, EO I: 300. <<

[1541] Véase Radke, loc.cit. <<

[1542] Tácito, que había ahí de los juegos de Claudio, advierte que ya se había ocupado in extenso del rito en la parte de las Historias (perdida) correspondiente a Domiciano; y añade que prefiere pasar por alto «las cuentas de uno y otro príncipe». <<

[1543] Así lo confirma Horacio en el v. 5 de su Carmen: quo Sibyllini monuere versus<<

[1544] Véase el art. del ya citado G. Radke en Der kleine Pauly 5, s.u. «Sibyllen»: 160 s. <<

[1545] Faltan al principio del texto unas 30. Lo reedita con comentarios Pighi 1965: 107 ss. <<

[1546] Recuérdese que Marco Vipsanio Agripa, tras haber sido compañero y colaborador imprescindible de Augusto en sus empresas militares y políticas, se convirtió en su yerno, el único que le dio descendencia. Por entonces compartía con Augusto la tribunicia potestas, resorte esencial del poder, que lo señalaba claramente con vistas a la sucesión, frustrada por su muerte en el 12 a. C., a los 52 años. <<

[1547] Véase Canto Secular, 17-20. <<

[1548] Suetonio, Vida de Horacio 8; seguimos, como en anteriores ocasiones, la traducción del volumen 81 de esta B.C.G. <<

[1549] Véase PIGHI 1965: 269, 271; el Cannen, pues, no se habría cantado en una procesión desde un lugar al otro, como algunos han supuesto. <<

[1550] Se discute sobre si esta segunda aposición concierne, como la anterior, sólo a Diana, identificada con la Luna, o también a Apolo, identificado en ocasiones con el Sol y cuyo apelativo griego Phoibos significa precisamente «brillante»; véase también la nota al v. 9. <<

[1551] De las varias Sibilas o pitonisas inspiradas por Apolo que había en la Antigüedad, la más ilustre era la que ejercía su ministerio en el santuario de Cumas, en las cercanías de Nápoles, al que acudió Eneas para conocer su porvenir y lograr el acceso al Hades, según cuenta Virgilio en el libro VI de la Eneida. De allí procedían, según la tradición, los libri Sibyllini guardados en Roma desde tiempo inmemorial, que sólo se consultaban en ocasiones excepcionales. De esos textos, que como la generalidad de los sacrales estaban en verso, conservamos fragmentos y referencias en fuentes tardías, por los cuales sabemos que, en efecto, en ellos se prescribía la celebración del saeculum. <<

[1552] La documentación contemporánea nos dice que el Canto Secular fue cantado por un coro doble de 27 doncellas y 27 muchachos de familias ilustres, todos ellos patrími y matrimi, es decir, hijos de padres y madres que aún vivían, para evitar el efecto contaminante que se entendía que la muerte producía incluso sobre los huérfanos; véase el comentario de Romano. <<

[1553] Las del solar de la primitiva Roma: Capitolio, Quirinal, Palatino, Esquilino, Celio, Aventino y Viminal. <<

[1554] No parece claro que el alme Sol al que aquí invoca Horacio pueda identificarse sin más con el dios Apolo; véase la nota correspondiente del comentario de Romano. <<

[1555] La griega Eileíthyia (que en otras ocasiones aparece como una divinidad colectiva) era la protectora de las parturientas; de ahí que se la identificara con la romana Lucina, que parece haber sido una primitiva advocación de Juno. Según Heinze, no cabe pensar que aquí se la identifique con Diana (véase nuestra nota a III 22, 4). La advocación Genitalis no está documentada por otras fuentes. <<

[1556] Es decir, el senado. <<

[1557] Alusión a la Lex Julia de maritandis ordinibus, promulgada por Augusto para proteger a la familia y fomentar la natalidad. Establecía sanciones para los solteros recalcitrantes. <<

[1558] El saeculum del que aquí se trata era de 110 años; véase nuestra Introducción al poema. <<

[1559] Sobre la duración de la fiesta véase lo dicho en nuestra introducción. <<

[1560] En propiedad, las divinidades del destino a las que se invocaba en los Ludi Saeculares eran las moîrai griegas; pero era frecuente la identificación entre unas y otras. <<

[1561] Recuérdese que Ceres era la diosa protectora de las cosechas, y en especial de la de cereales. <<

[1562] Ya hemos hablado de la identificación de Diana con la Luna; el epíteto «bicorne» deriva, evidentemente, de la imagen del astro en sus cuartos creciente y menguante. <<

[1563] Evocación de Eneas y del grupo de troyanos que con él emprendieron la busca de una nueva patria en tierras de Italia, de la cual habría de surgir Roma. Recuérdese que la tierra de los etruscos tenía como frontera tradicional con la de los latinos el propio río Tíber, a cuya desembocadura arribaron Eneas y su gente. <<

[1564] El epíteto más tradicional del héroe es el de pius; el aquí empleado debe ser entendido en un genérico sentido religioso, más que en el estrictamente sexual; véase el comentario de Romano. <<

[1565] De ese color debían ser, en efecto, los sacrificados en aquella solemne ocasión; por lo demás, abundaban y abundan aún en la Italia central, y Virgilio (Ge. II 146 ss.) recordó los criados junto a la fuente de Clitumno, que marchaban al frente de los desfiles triunfales para ser inmolados en el Capitolio. <<

[1566] El mismo lema de Virg., En. VI, 853; «tener piedad de los sometidos y abatir a los soberbios». <<

[1567] Alusión, más que a armas de guerra, a los fasces, símbolo del poder civil romano, sobre los cuales véase nota a I 12, 35. El epíteto «albanas» parece ser un simple homenaje a Alba Longa, la ciudad antepasada de Roma. <<

[1568] Referencia a las varias embajadas de pueblos remotos que Augusto recibió como consecuencia de la fama universal de su nombre y del de Roma. <<

[1569] Larga serie de personificaciones o —mejor— de deificaciones, de virtudes y valores morales. La última de ellas es la Copia, con su famoso cuerno de la abundancia o «cornucopia». <<

[1570] Febo (Apolo) era, como se sabe, el dios de la adivinación y el dios arquero; pero también, como dios de la poesía, el Musageta o «jefe de las musas», aquí llamadas, al modo itálico, camenas. <<

[1571] Apolo era también experto médico, como lo fue su hijo Asclepío o Esculapio. <<

[1572] La colina romana más estrechamente ligada a Augusto; y no tanto porque allí estuviera su casa, cuanto porque fue el lugar que eligió para su templo de Apolo Palatino, en el que la ofrenda aquí aludida tuvo lugar. <<

[1573] El lustrum era en su origen una ceremonia de purificación de la ciudad que se hacía cada cinco años, de donde la acepción puramente cronológica del término. Con respecto a su aparición en este pasaje, algunos piensan que resulta extraña la apelación a tan corto trecho de tiempo, y por ello sospechan que está usado con el sentido de «período», y con referencia indirecta al propio saeculum; véase el comentario de Romano. <<

[1574] En la colina romana del Aventino estaba un ancestral templo de Diana; sobre el monte Algido, véase nota a I 21, 6. <<

[1575] Los quindecimuiri sacris faciundis eran el colegio sacerdotal encargado de la custodia de los Libros Sibilinos y de la organización de los Juegos Seculares. <<

[1576] Véase la nota a IV 6, 44, donde Horacio pudo permitirse, por así decirlo, firmar la pieza que aquí concluye. <<

[1577] Parece que el primero en llamar Epodos a la obra de Horacio fue su escoliasta Porfirión, que probablemente escribió a principios del s. III (cf. Watson 1993: 12). Sin embargo, ya a finales del I había empleado el término, y con relación a ella, Quintiliano (Inst. Or. X 1, 96), si bien de manera poco clara. Hablando de la «crudeza» típica del yambo, dice que puede encontrarse «en Catulo, Bibáculo y Horacio, aunque en él se mezcla el epodo». Como explicación verosímil se nos ocurre la de que el gran retórico solamente considerara como «epodos» las composiciones en las que, además de los yambos, entraban otros metros, como en los Epodos 11 a 16 de Horacio. <<

[1578] Que el propio Horacio nos recuerda que consiste en una sílaba breve seguida de una larga (A.P. 251); pero téngase que los pies yámbicos se agrupan en metros de a dos; así, un trímetro yámbico tiene seis yambos. <<

[1579] Compuestos de un trímetro y un dímetro yámbicos. <<

[1580] Nos referimos a esquemas métricos como los de los Epodos 12 y 17 del propio Horacio, el primero epódico, pero no yámbico (sino dactílico), y el segundo yámbico, pero no epódico (de trímetros yámbicos en serie). Por lo demás. y desde sus propios orígenes, la poesía yámbica griega incluía también composiciones basadas en el troqueo, el pie inverso del yambo. <<

[1581] Cf. Epod. 14, 7; Epi. II 2, 59; Od. I 16, 3. De los autores recientes interpretan esas referencias en sentido literal, y por ello defienden el título de lambí, entre oíros, Mankin 1995: 12 y Setaioli EO I: 267, criterio que sigue de manera general esa enciclopedia horaciana. <<

[1582] Puede verse una excelente traducción de los fragmentos conservados de los yambógrafos arcaicos griegos, a cargo de E. Suárez de la Torre, en el vol. 297 de esta B.C.G, con una excelente introducción sobre los orígenes y caracteres del género. Para una breve panorámica véase también E. Degani, «Griechische Literatur bis 300 v. Ch.», en H. G. Nesselrath (ed.), 1997, Einführung in die klassische Philologie, Stuttgart-Lepzig, Teubner: 180 ss. Ya con referencia a los modelos de los Epodos, Setaioli 1981: 1687 ss. <<

[1583] El yambo, al igual que la elegía, debió de ser objeto de una ejecución cantada al son de la flauta, al menos durante los siglos VII y VI a. C.; luego habría pasado a la condición de poesía recitada; véase F. Rodríguez Adrados, 19903, Líricos Griegos, Elegíacos y yambógrafos arcaicos I, Madrid, C.S.I.C. (Alma Mater): XX s. <<

[1584] Su obra conservada ha sido traducida por L. A. de Cuenca y M. Brioso en el vol. 33 de esta B.C.G. <<

[1585] En Epi. II 2, 100, y a propósito de un poeta romano que parece ser el elegíaco Propercio. <<

[1586] Véanse A. Setaioli, EO I: 267; Watson 2003; 15 s. <<

[1587] En efecto, y como se sabe, los versos yámbicos eran los más habituales en los diálogos de la poesía dramática griega y, consecuentemente, en los de la latina, surgida a su imagen y semejanza a mediados del s. III a. C. <<

[1588] Lo que nos ha llegado de esos autores puede verse, en traducción de R. Carande, en el vol. 317 de esta B.C.G. <<

[1589] Catulo emplea el hendecasílabo faleceo en 43 de sus 116 poemas, con un total de unos 500 versos. Recuérdese el inicio de su poema XLII: «Venid acá, hendecasílabos, todos cuantos hay, de todas partes, todos cuantos hay». <<

[1590] Véase el status quaestionis que da Watson 2003: 17 ss. <<

[1591] SUÁREZ DE LA TORRE, Op. Cit. 35. <<

[1592] Véase Watson 2003: 11 s. <<

[1593] Studien zum Verständnis der lateinischen Literatur, Stuttgart. Metzler, 1924: 202, 209 ss.; específicamente para los Epodos: 212. <<

[1594] En este punto, y como ya hicimos a propósito de las Odas, será bueno recordar que es predominante la opinión que no cree que Horacio refiera habitualmente en sus poemas, y en particular en los eróticos y amorosos, experiencias personales suyas. De la opinión contraria, y precisamente al respecto de estos epodos, es K. Büchner, 1970, «Die Epoden des Horaz», en sus ya citados Studien zur römischen Literatur VIII, Wiesbaden, O, Harrassowitz: 56; véase a su respecto Watson 2003: 21. Véase también el artículo de P. M. Suárez, «Horacio y las viejas libidinosas», Est. Clás. 105 (1994): 49-62. <<

[1595] Hablando de la Comedia Antigua griega, tan emparentada con el yambo, Horacio recuerda su libertad para señalar directamente a los ciudadanos dignos de censura en Sát, I 4, lss. <<

[1596] Véanse nuestras notas introductorias a los Epodos 5 y 17. <<

[1597] Nos referimos especialmente a la palinodia que el poeta entona en los vv. 40 ss. <<

[1598] Véase nuestra nota introductoria al poema. <<

[1599] Véase nuestra nota introductoria al poema. <<

[1600] Carente del sentido de το γελοιον («lo risible») que en principio también era inherente al yambo; cf. Watson 2003: 9, que también subraya la importancia que los yambos de Solón pudieron tener en la génesis de estos dos epodos. <<

[1601] Cf. Od. n 7, 9 ss.; Epi, II 2, 50. <<

[1602] Como se sabe, la de las Islas Afortunadas; cf. Epod. 16, 15 ss. <<

[1603] Sobre él véase el artículo póstumo de R. O. A. M. Lyne, «Structure and Allusion in Horace’s Book of Epodes», Journ. Rom. Stud. 95 (2005): 1-19. <<

[1604] Epi. II 2, 51. <<

[1605] Acerca de esta época de la carrera literaria de Horacio trata J. Griffin, «Horace in the Thirties», en N. Rudd (ed.), 1993, Horace 2000, a Celebration, Londres, Duckworth: 1 ss. <<

[1606] Sobre la disposición de los Epodos en el libro véase Setaioli 1981: 1689 ss., que trata luego en detalle de la estructura de cada uno de ellos. <<

[1607] Véase Epod. 7, 17 ss. <<

[1608] Véase Mankin 1993: 10, aunque se inclina a situar en esa época incluso los Epodos que podrían ser anteriores al año 40. <<

[1609] Véanse, de entre la bibliografía reciente, Mankin 1993: 11 s.; Watson 2003: 20 ss. <<

[1610] De ello trataremos con más detalle en nuestro apartado referente a la métrica. <<

[1611] Sobre la construcción del libro véase también Setaioli, EO I: 268, con amplia bibliografía. <<

[1612] Al respecto de la magia en el mundo antiguo puede verse el libro de G. Luck, 1995 (= 1985), Arcana Mundi, Magia y ciencias ocultas en el mundo griego y romano, versión española de E. Gallego Moya y M. Pérez Molina, Madrid, Gredos. <<

[1613] MANKIN 1995: 11, con bibliografía. <<

[1614] Véanse Setaioli 1981: 1691 ss.; Muecke, EO II: 752 ss. (sobre todo sobre las Odas, pero con referencias particulares a los Epodos en 783); Mankin 1995: 12 ss.; Watson 2003: 30 ss., todos ellos con bibliografía. <<

[1615] Ver Watson: 32; Muecke, EO II: 783. <<

[1616] Ver Watson: 32 <<

[1617] Ver Setaioli: 775. <<

[1618] Watson 34. <<

[1619] Watson 34 S. <<

[1620] Para un censo de los metros de los Epodos y de sus orígenes remitimos Moralejo 1999: 683 ss. <<

[1621] Entiéndase todo lo dicho con referencia a tos yambos de la poesía exenta, no a los de la comedia latina, que, aunque también procedentes de modelos griegos, fueron adaptados con grandes libertades en cuanto a las cantidades silábicas y al número de sílabas. <<

[1622] Ya hemos aludido a ellos al tratar de la métrica de las Odas: son versos que en su primer hemistiquio son yámbicos, y en el segundo dactílicos, o viceversa. Sobre ellos es fundamental el artículo de L. E. ROSSI, «Asynarteta from the Archaic to the Alexandrian Poets: on the Authenticity of the New Archilochus», Arelhusa 9 (1976): 223 ss., en el que precisamente confirmó la paternidad arquilóquea de uno de los entonces recientes descubrimientos papirológicos basándose en que presentaba el esquema métrico del Epodo 12, y de las Odas 17 y 28. <<

[1623] En efecto, éste constaba de un hexámetro seguido por un pentámetro, formado a su vez por dos hemiepes. <<

[1624] Eventualmente, algunas de las sílabas largas se resuelven en un par de breves. <<

[1625] Es decir, un verso compuesto por un hemiepes dactílico y un dímetro yámbico. Este esquema y el siguiente son los únicos de los Epodos en los que el primer verso es más breve que el segundo. <<

[1626] Verso que, al contrario del elegiambo, consta de un hemiepes dactílico y de un trímetro yámbico. Como antes decíamos, el esquema es el único de los Epodos todavía no acreditado en Arquíloco. <<

[1627] Es decir, que no se acoge a la licencia de sustituir por largas las sílabas impares de sus yambos. <<

[1628] Es cataléctico un verso o miembro de verso al que le falta la sílaba final. Este esquema es el también llamado arquilóqueo I o alcmanio, que Horacio también emplearía en las Odas 17 y 28, como hemos visto en su lugar. <<

[1629] El trabajo de Setaioli 1981, aparte de recoger exhaustivamente la bibliografía del período que contempla, contiene uno de los mejores estudios de conjunto y de detalle de los Epodos actualmente disponibles. <<

[1630] Véanse ante todo, naturalmente, los apartados correspondientes de las ediciones, comentarios y manuales ya citados. <<

[1631] Sobre estas naves ligeras véanse la nota a Od. I 37, 30, y la del comentarlo de Watson. <<

[1632] Véase nota a Od. I 22, 7. <<

[1633] Horacio deja claro a su protector que su solidaridad no busca que lo enriquezca con más tierras y ganados. La referencia a la trashumancia implica la propiedad de grandes extensiones de pastos. El poeta nombra dos regiones de la antigua Italia famosas por sus rebaños: la Calabria (por entonces el «tacón», no la «punta», de la «bota itálica») y la Lucania, situada al O. de la misma. El sidus feruidum del que se habla sería el de la canícula estival, a finales de julio. <<

[1634] Túsculo estaba junto a la actual Frascati, en las frescas alturas de los Castelli. A sus muros se los llama «circeos» porque Telégono (véase la nota a Od. III 29, 8), hijo de Circe y de Ulises era su mítico fundador. Por lo demás, no consta que Horacio tuviera allí una propiedad, por lo que debe entenderse que quiere decir, o bien que no aspira a tenerla, o bien que no pretende que la que ya tenía en la Sabina, regalo de Mecenas, se extienda hasta ese lugar. <<

[1635] Prototipo clásico del viejo avaro, sacado de la comedia de Menandro, cuyo nombre guarda clara relación etimológica con nuestro adjetivo «crematístico». <<

[1636] A decir verdad, el termino faenus designa simplemente el interés de un capital a crédito; pero creo que los altos tipos por entonces vigentes nos autorizan a traducirlo por «usura». Por lo demás, y como anota Watson, la frase puede considerarse como «un hipócrita golpe de teatro puesto en boca de un faenerator», como a la postre se verá que es Alfio. <<

[1637] Como es sabido, el Foro, sede de la vida judicial y ciudadana de Roma, era también el asiento de todas las intrigas. Por lo demás, recuérdese la vieja costumbre romana de que los clientes acudieran cada mañana a dar los buenos días a sus patronos. <<

[1638] Una vez más comparece la costumbre de guiar las vides para que treparan por los árboles próximos. <<

[1639] Priapo —mejor que «Príapo»— era un dios rústica, hijo de Baco y de Venus, al que se representaba armado de un enorme falo erecto, símbolo ancestral de la fecundidad. Sus toscas imágenes de madera se usaban a modo de espantapájaros en huertos y jardines. Horacio, en su Sátira 18, puso en boca de Priapo un desternillante monólogo. En cuanto a Silvano (sobre el cual véase nota a Od. III 29, 23), tenía en efecto, el cometido de velar por los marcos de las fincas. <<

[1640] La interpretación más razonable me parece la que entiende que, tras el estiaje, los ríos corren sin llenar su cauce habitual. <<

[1641] La caza de aves como los sabrosos tordos por medio de redes aún sobrevive, al menos en España, pese a las consabidas cruzadas ecologistas. Las perchas nombradas eran las empleadas para tender las mallas. <<

[1642] Adoptamos, con Bailey y Watson, la corrección Romaquas de Scrinerius, frente al quas amor de la tradición y de Klingnek. <<

[1643] Una vez más Horacio recurre al paradigma de las viejas virtudes que sobrevivían en los pueblos de la Italia rural; véase nota a Od, III 6, 37. El epíteto aplicado a los naturales de su natal Apulia, como observa Mankin, no parece muy propio de un labrador, pero sí de un cazador. <<

[1644] El ideal de la autárkeia de la vida campesina, que aspira a producir cuanto la casa necesita. <<

[1645] El escaro, un pescado rojizo parecido al besugo, era y sigue siendo típico de las costas de Grecia. Ana M. Mouke Casas, en su nota 150 a Plin. Hist. Nat. XI 62 (vol. 308 de esta B. C. G.), lo identifica con el «loro», al que en Canarias llaman «vieja». Sobre el lago Lucrino véase nota a Od. II 15, 3. <<

[1646] El «ave africana» parece ser la Numidia maleagris o gallina de Guinea. El francolín es, como se sabe, una especie de perdiz negra y gris, moteada de blanco. <<

[1647] Esta fiesta campesina se celebraba el 23 de febrero, en honor del dios Terminas, personificación de las lindes de las fincas. <<

[1648] Pasaje de sentido discutido. Porfirión suponía que Horacio ironizaba sobre la frugalidad de los campesinos, dando a entender que no comían cabrito a no ser que lo hubiera matado el lobo. Sin embargo, también se ha aducido en este punto un proverbio recogido por Plutarco, según el cual la carne de los animales muertos por los lobos es especialmente sabrosa; véase el comentario de Mankin. <<

[1649] La habitual posición de transporte de ese apero, con la reja colocada sobre el yugo y el extremo del timón arrastrando por tierra. <<

[1650] Los uernae eran, en efecto, los esclavos nacidos en la casa. Solía dárseles un trato especialmente familiar, sobre todo cuando eran niños. El epíteto renidentis aplicado a las imágenes de los dioses lares puede significar tanto «relucientes» como «sonrientes»; cf. nota a Od. IV 11, 6. <<

[1651] Concluido el discurso directo, llega el efecto sorpresa que este epodo guarda para el final: se trata de palabras, y nada más que de palabras, de un usurero de ciudad, que no tiene la menor intención de irse a vivir al campo. Casi un siglo más tarde Columbea, De los trabajos del campo I 7, 2, cita a un «usurero Alfio», que bien podría ser el mismo del que habla Horacio. <<

[1652] Las de las idus, que caían en el 13 o el 15 del mes, y las calendas, el día primero, eran, en efecto, fechas habituales de vencimientos de los préstamos. <<

[1653] Como es bien sabido por la historia de Sócrates, el medio habitual de ejecución de las sentencias de muerte en Atenas era obligar a los condenados a beber el jugo de la cicuta, planta umbelífera emparentada con el perejil. Horacio propone ahora que a los parricidas, en lugar de la cicuta, se les suministre ese ajo que a él le ha sentado tan mal. <<

[1654] En las duras jornadas de la siega, y no sólo en aquellos tiempos, eran habituales los almuerzos en los que abundaba el ajo. Recordemos de paso que en una de las pocas ocasiones en que el bueno de Don Quijote se encolerizó con el rústico Sancho, lo motejó de patán «harto de ajos». <<

[1655] La bruja que llegó a convertirse para Horacio en una obsesión, hasta el punto de que habló de ella en otros cinco poemas (Epod. 5 y 17 passim; Sát. I 8 passim; II1, 48; II 8, 95), y la aludió, al parecer, en otros tres (Epod. 8 y 12; Od. 1, 16). Según los comentaristas antiguos, era una tal Gratidia, vendedora de ungüentos. El comentario de Mankin dedica al personaje su «Appendix 2» (págs. 299-301), al cual remito. <<

[1656] Medea, hija de Eetes, rey de la Cólquide, se enamoró de Jasón, que allí había llegado al frente de los Argonautas en busca del vellocino (o «toisón») de oro. Valiéndose de sus artes mágicas ancestrales, le ayudó en las pruebas que aquél hubo de afrontar, entre ellas la de uncir a unos toros que expiraban fuego. A la postre, Jasón abandonó a Medea por Creúsa, hija de Creonte, rey de Corinto. Ella se vengó enviando a su rival un vestido y unas joyas emponzoñados, que la abrasaron tan pronto como se los puso. Luego, tras matar a los hijos que había tenido con Jasón, huyó a Atenas en un carro de caballos alados o, según la versión que Horacio sigue, sobre una serpiente voladora. <<

[1657] Es decir, con ajo. <<

[1658] Horacio alude más de una vez a su Apulia natal como ejemplo de tierra árida: véase la nota a Od. III 30, 12. <<

[1659] Deyanira, esposa de Hércules, temiendo que su marido la abandonara por Yole, le regaló una túnica impregnada en un supuesto filtro amoroso suministrado por el centauro Neso, al que Hércules había matado tiempo atrás, y que estaba compuesto con su propia sangre y semen. Una vez que se vistió la prenda, el héroe sufrió terribles quemaduras que le causaron la muerte. <<

[1660] Horacio da a entender que su indigestión de ajo se debe a una broma pesada de su poderoso amigo, y lo previene para que la misma no se repita. <<

[1661] Cabe imaginar aquí una típica escena de banquete, en la que Mecenas sienta —o recuesta— a su lado a alguna cocotte, más que a su legítima esposa Terencia, en relación con la cual Horacio probablemente no se permitiría tales pullas (cf. Watson, ad loc.). Con respecto al lógico gesto de rechazo que se supone que hará la amiga de Mecenas, anotaré que, al menos antaño, en los pueblos de Galicia, y en las fechas previas a las fiestas en las que había baile, las mozas se absteman de comer platos condimentados con ajo. <<

[1662] El turbio medrador al que la invectiva se dirige habría sido repetidamente azotado, cuando esclavo, con sogas (h)ibéricas como Horacio dice; es decir, hechas del esparto tan abundante en Hispania. Los compedes eran los grillos o cepos que se les ponían a los siervos rebeldes. <<

[1663] La gran calle que discurría por medio del Foro Romano. El ampuloso andar del personaje lleva a Horacio a decir que va midiéndola. <<

[1664] Tamaño claramente excesivo, con el que cabe suponer que la prenda le arrastraría por el suelo. <<

[1665] Los tresuiri capitales eran una especie de comisarios de orden público. El pregonero nombrado luego era, probablemente, el encargado de dar difusión al castigo infligido al delincuente, en este caso un esclavo rebelde o fugitivo. <<

[1666] El ager Falernus, en el N. de Campania, era famoso por su vino. El iugerum, medida de la que habla Horacio, equivalía a unas 25 áreas. <<

[1667] Es decir, los «ponies» de la Galia, también nombrados en Od. III 27, 7, muy apreciados como caballos de tiro de vehículos de viaje. <<

[1668] Referencia al tribuno de la plebe L. Roscio Otón y a su ley del año 67 a. C., que reservaba las primeras catorce filas del teatro, colocadas sobre la propia orchestra, para los caballeros romanos. A ese rango social no podía acceder un liberto como, al parecer, era el destinatario de los ataques de Horacio. <<

[1669] Sin duda se refiere a la campaña contra la flota de Sexto Pompeyo, en la que militaban no pocos libertos e incluso esclavos, que sería derrotada por Octaviano en aguas de Sicilia en el 36 a. C., algo después de escribirse este epodo. <<

[1670] Los tribuni militum, seis por legión, eran más o menos equivalentes a nuestros «jefes». Recordemos que Horacio había desempeñado ese empleo en el ejército de Bruto vencido en Filipos en el 42 a. C.; y que, como él mismo relata en Sát. I 6, 48, algunos se indignaban de que tuvieran que obedecerle a él, hijo de un liberto, los legionarios romanos, todos ellos ciudadanos de pleno derecho. Horacio, pues, no concede a este enemigo suyo la indulgencia que para sí mismo reclamaba; aunque hay quien piensa que los comentarios que el poeta pone en boca de la gente deben entenderse en clave de «autoironía» (cf. Watson: 152; D. Gall, Die Literatur der Zeit des Augustus, Darmstadt, Wiss. Buchgesellchaft, 2006: 71). <<

[1671] El muchacho se dirige a Canidia, la principal de las tres brujas. Recuérdese que Lucina, sobre la cual véase la nota a Cant, Sec. 15, era la protectora de las parturientas. Como anota Mankin, la frase condicional contiene una insinuación sarcástica: la de que la hechicera puede haberse agenciado hijos por medio de secuestros como el aquí perpetrado. <<

[1672] Los niños de condición libre vestían la llamada toga praetexta, ornada de una ancha franja de púrpura. <<

[1673] Es decir, la praetexta antes aludida y la bulla, un colgante redondo que los niños libres llevaban a modo de distintivo y de amuleto. <<

[1674] Pueblo al que, no sin razón, se tenía por especialmente rudo y primitivo; véase nota a Od. I 27, 2. <<

[1675] La siniestra hechicera que ya conocemos por 3, 15; véase la nota a ese verso. <<

[1676] Aquí no estamos ante una particular grafía de nuestra Iberia, sino ante el nombre de la región caucásica correspondiente, más o menos, a la actual Georgia. Yolco, era la capital de la Tesalia y patria de Jasón. Los dos lugares citados estaban muy ligados a la tradición de las prácticas mágicas, y especialmente a la figura de Medea, sobre la cual véase la nota a 3, 10. En estos versos y en los que siguen vemos todo un recetario de materiales maléficos, en general ligados, como es tradicional, a los cementerios y a la muerte. <<

[1677] Recuérdese que la Cólquide, en el Cáucaso era la patria de Medea y de la brujería, por lo que, por antonomasia, designaba cualquier suerte de actividad u objeto mágico. <<

[1678] Esta otra bruja, que también aparece colaborando con Canidia en Sát. I 8, fue, según el antiguo comentario de Porfirión, un personaje real. Es evidente la relación de su nombre con saga, «hechicera». <<

[1679] El Averno es un lago situado junto a la costa de Cumas, del que se creía que comunicaba con el Hades, por lo que su nombre pasó a designar a las propias moradas infernales. <<

[1680] Una tercera bruja, de la que no parece haber más noticias. <<

[1681] Se ha hecho notar la semejanza del suplicio del muchacho con el que Tántalo sufría en los infiernos. <<

[1682] Todavía otra hechicera, la homosexual Folia, natural de la actual Rímini, en la costa Adriática. Tampoco de ella parece haber otras noticias. <<

[1683] Como ciudad originariamente griega que era, Nápoles tenía, en efecto, fama de proclive a toda suerte de diversiones. Por ello Nerón, en el 64 d. C., decidido a comparecer en los escenarios, «no atreviéndose a comenzar por Roma, escogió Nápoles, en razón de que era una ciudad griega» (TÁC., An. XV 33, 2; traducción de J. L. Moralejo en el vol. 30 de esta B. C. G.). <<

[1684] El de mover de su sitio la Luna y las estrellas era un número obligado en las exhibiciones de artes mágicas, cf. Virg., Buc. 8, 69. Los hechizos son «tesalios» por ser Tesalia proverbial tierra de brujas, según lo dicho en la nota al v. 21. <<

[1685] A la personificación de la Noche ya la hemos visto en Od. III 28, 16 (véase nota). En cuanto a Diana, identificada con la Luna, y a veces también con la infernal Hécate, quedó vinculada a los cultos mágicos. En ese ámbito recibía también el apelativo de Trivia, «la de las encrucijadas», lugares tradicionalmente ligados a tales cultos. Con todo, y como comenta Mankin, es posible que la aparición en este texto esté motivada simplemente por su condición de reina de los bosques y las fieras, de las que luego se habla. <<

[1686] Malfamado barrio de Roma, en la vaguada que mediaba entre el Esquilino y el Viminal. <<

[1687] El Varo luego nombrado, amante —según otros marido infiel— al que Canidia quiere recuperar. <<

[1688] Sobre esta venganza de Medea véase la nota a 3, 10. <<

[1689] El pasaje ha de entenderse en el sentido de que Canidia se había cuidado de aplicar al lecho de su amante hechizos que le hicieran olvidar a sus rivales, pese a lo cual la ha abandonado. <<

[1690] Al fin se nombra al viejo mujeriego. <<

[1691] La tierra de los marsos, en el Samnio, al S. E. de Roma, también era patria tradicional de brujerías y encantamientos, aunque, según parece reconocer Canidia, no de primera categoría. <<

[1692] Obvio ejemplo de adýnaton. <<

[1693] A saber, a su hermano Atreo, después de que éste le sirvió en un banquete los cuerpos despedazados de sus hijos; véase nota a Od. 1 6, 8. <<

[1694] Pasaje que ha suscitado problemas de interpretación. Sigo la muy convincente que propugna Mankin: en uenena magnum fas nefasque, non ualenl / conuertere humanam uicem, y —naturalmente— con esa puntuación, cabe entender que ualent conuertere se aplica a los dos complementos directos, en tanto que la negación sólo se aplicaría al segundo. También seguimos a Mankin en la interpretación de uicem: literalmente es «el turno» o «la vez» que a cada cual le toca un día; en este caso, la ocasión que el espíritu del muchacho tendrá de vengarse de sus asesinas. En similar sentido se pronuncia Watson, ad loc. <<

[1695] Véase la nota a Od. 14, 16. <<

[1696] El barrio del Esquilmo, en la zona E. de la Roma antigua, tenía una zona dedicada a la sepultura de indigentes, lo que le había valido una siniestra imagen. Por aquellos tiempos, sin embargo, se había iniciado en él un proceso de rehabilitación urbanística (véase Sát. I 8,8 ss.), y allí precisamente construyó Mecenas su casa y sus famosos jardines. También allí fue enterrado Horacio, junto a la tumba de su entrañable amigo. <<

[1697] Los perros molosos, originarios del Epiro, en el N. O. de Grecia, eran una especie de mastines de acreditada fuerza y valentía. Los laconios, como su nombre indica, provenían de Lacedemonia y eran buenos lebreles. Unos y otros, como se ve, eran estimados como pastores. <<

[1698] Rasgo impropio de un buen peno de presa, que no acepta comida sino de la mano de su amo. <<

[1699] Horacio pasa ahora de la metáfora canina a la taurina, de no menor tradición en la poesía de escarnio e invectiva; véase la nota a Od. III 21, 18, y Sát. 1 4, 34. <<

[1700] Se refiere al poeta jonio Arquíloco de Paros, que a mediados del s.VII a. C. se erigió en padre y maestro del género yámbico. Según la tradición, sus invectivas contra su antigua prometida Neobula y contra su padre Licambes, que había roto el compromiso matrimonial, fueron tan terribles que padre e hija acabaron ahorcándose. Los hallazgos papirológicos de los tiempos recientes han mejorado notablemente nuestro conocimiento de la obra del poeta. <<

[1701] Es decir, el poeta Hiponacte de Éfeso, el segundo gran yambógrafo, tras Arquíloco, y posterior a él en un siglo. La tradición, así como sus fragmentos, nos lo presentan como mortal enemigo de Búpalo, al parecer un escultor, que, al igual que las víctimas de los yambos de Arquíloco, habría acabado suicidándose. <<

[1702] Entiéndase «sobre el mar», que es el reino de Neptuno. Horacio alude aquí a la guerra naval que Augusto hubo de sostener con Sexto Pompeyo hasta el 36 a. C. Las guerras terrestres aludidas deben ser las civiles anteriores al enfrentamiento definitivo entre Augusto y Antonio. <<

[1703] Recuérdese que por esa vía marchaban los desfiles triunfales. <<

[1704] Horacio interrumpe aquí su interpelación a sus conciudadanos, para dirigirse, por así decirlo, al común de sus lectores de todos los tiempos. <<

[1705] En efecto, según la tradición, Rómulo, el fundador de Roma, había matado a su hermano gemelo porque éste se había saltado el surco trazado por él como límite fundacional de la ciudad. <<

[1706] El poeta parece suponer próxima esa ocasión. En los cortejos fúnebres de la Roma antigua las familias nobles hacían desfilar los bustos de sus antepasados más ilustres. <<

[1707] Por lo que ahora vemos, la vieja dama también tenía sus pujos culturales. La verdad es que por aquellos tiempos, y durante todos los de la dinastía Julio-Claudia, las letras y la filosofía gozaron de especial prestigio social, que a menudo daba lugar a una ostentación un tanto snob. <<

[1708] Sobre este apreciado vino véase la nota a Od. I 20, 9. <<

[1709] Parece claro que se trata de la victoria naval de Accio, sobre la flota de Antonio y Cleopatra. <<

[1710] En la gran mansión que en el Esquilmo se había construido Mecenas; pero véase lo dicho en nuestra nota introductoria sobre la posibilidad de que Mecenas y el propio Horacio estuvieran por entonces embarcados. <<

[1711] La música de la lira sería doria porque seguramente Horacio piensa en la lírica triunfal de Píndaro, que como toda la coral se atenía al dialecto dorio. En cambio, las flautas son «bárbaras» en cuanto que tradicionalmente originarias de Frigia. <<

[1712] Parece clara la referencia a Sexto Pompeyo, el hijo del rival de César; que con su flota prolongó en Sicilia las campañas de su padre hasta el 36 a. C., en que fue vencido por Augusto. Son varias las fuentes, entre ellas Plin., H. N. IX 55, que nos cuentan que el propio Sexto Pompeyo, ufano de sus anteriores éxitos navales, se declaró hijo de Neptuno. <<

[1713] Como ya advertíamos en nota a 4, 19, en el bando de Sexto Pompeyo abundaban los libertos e incluso los esclavos fugitivos. Téngase presente, a este respecto, que en Roma el de combatir en las unidades regulares del ejército era privilegio de los ciudadanos. <<

[1714] Obviamente, Cleopatra, amante y aliada de Marco Antonio. <<

[1715] En el equipo habitual del soldado romano se contaban los ualli o estacas para construir empalizadas, ya defensivas, ya de asedio. <<

[1716] Los tradicionales spailones que tanto poder tuvieron en el Egipto faraónico y ptolemaico. <<

[1717] El conopium era, en efecto, de comente uso en la corte de Alejandría, cuya situación, en zona de lagunas y marismas, la dejaba expuesta a las plagas de mosquitos y otros insectos. Para la austera mentalidad romana semejante artificio sería un símbolo de la molicie oriental. <<

[1718] Se refiere al contingente de gálatas, celtas asentados en el centro del Asia Menor, mandados por Amintas, que por entonces abandonaron su alianza con Antonio para pasarse a los cesarianos. <<

[1719] Expresión de sentido poco claro, en razón de la poco precisa información que tenemos sobre el desarrollo de la batalla. Al parecer, la flota de Antonio, antes de darse a la fuga, trató de refugiarse en el golfo de Ambracia. <<

[1720] Como en Od. IV 2, 49 s. (véase la nota correspondiente), el poeta se dirige al propio Triunfo personificado (Porfirión comenta: «lo invoca como a un dios»). En tal celebración, aparte de los carruajes dorados aludidos, eran de rigor los bueyes blancos y no domados para el sacrificio (bueyes, en efecto, a pesar del femenino que aquí emplea Horacio, por razones no aclaradas; véase el comentario de Mankin). En cuanto a la guerra de Jugurta, ganada por Gayo Mario en el 104 a. C., véase la nota a Od. II 1, 28. <<

[1721] De los dos Escipiones Africanos, el nombrado aquí debe de ser el Menor, apellidado Emiliano, que destruyó Cartago en el 146 a. C. Para otras opiniones sobre el sentido del texto y sobre el personaje véase el comentario de Watson. <<

[1722] Para esta fórmula homérica véase la nota a Od. III 27, 34. <<

[1723] Es decir, que ya no le son favorables. <<

[1724] Sobre esos peligrosos parajes de la costa norteafricana véase la nota a Od. I 22, 5. <<

[1725] Para el vino de Quíos véase nota a Od. III 19, 5; para el de Lesbos, nota a Od. I 17,21. <<

[1726] Como explicación de este verso se ha dado la bien razonable de que Horacio escribe —o finge escribir— a bordo de una de las naves de la flota, y que con el vino quiere prevenir el mareo. Sin embargo Fraenkel (1957: 73), empeñado en su interpretación puramente simposíaca y terrestre del epodo, sostiene que aquí se da a entender que para cortar las náuseas provocadas por la bebida en el banquete se solía beber todavía más; véase el comentario de Watson. <<

[1727] Para este apelativo de Baco véase la nota a Od. I 7, 22. <<

[1728] Ya los escoliastas antiguos identifican a este personaje con el poeta enemigo de Virgilio citado por éste en Bucólicas 3, 90; pero para algunos modernos la cuestión no está tan clara, según puede verse en los comentarios de Mankin y Watson. <<

[1729] En éste y en los siguientes versos el poeta invoca a los principales vientos para que maltraten la nave en que viaja su enemigo. Recuérdese que el austro sopla del S.; provocaba grandes temporales en el Adriático, sobre todo en el otoño (véase nota a Od. II 14, 16). El euro soplaba del S. E. (véase nota a Od. I 25, 20), y se lo llama negro por las nubes que solía traer consigo. El aquilón sopla del N. (véase nota a Od. I 3, 13). <<

[1730] Véase la nota a Od. I 28, 21. <<

[1731] Áyax, el hijo de Oileo, a no confundir con el gran Áyax Telamonio, durante la toma de Troya violó el asilo del santuario de Atenea, al que se había acogido Casandra. Por ello la diosa lo persiguió, haciendo naufragar la flota en que regresaba a su patria. Aunque sobrevivió a ese naufragio, pereció en otro, también provocado por Atenea. <<

[1732] Es claro que el poeta interpela ahora al propio Mevio. <<

[1733] Parece que así se denominaba la parte S. del Adriático, la más cercana al todavía hoy mar Ionio. El noto es el equivalente griego del austro ya nombrado antes. <<

[1734] Ave marina similar al cormorán. <<

[1735] Divinidad colectiva que tenía en Roma un muy antiguo culto. Debe tenerse en cuenta que, en origen, tempestas significaba «tiempo meteorológico», sin más; pero como ocurrió en otros casos similares, el término tendió a cargarse de sentido negativo. <<

[1736] Nada se sabe de este amigo del poeta. <<

[1737] Nombre griego, tal vez meramente convencional, como otros que aparecen en los poemas amorosos; pero cf. 12, 15. <<

[1738] Naturalmente, su follaje. <<

[1739] Por lo que se ve, Horacio había perdido a Inaqula a manos de un rival adinerado, diues amans, episodio típico de la elegía amorosa latina. Por lo demás, y como advierte Mankin, hay que dar aquí al término pauper un sentido relativo; el poeta no era propiamente «un pobre»; pero sí sería más pobre que su rival. <<

[1740] Es decir Baco, y significando el vino. Era ya tópica la idea de que la bebida sacaba los secretos a la luz; véase, por ejemplo, Od. III 21, 15 s. <<

[1741] Podemos imaginar fácilmente la escena: el poeta, bien bebido, empieza a rajar a cuento de sus penas amorosas. Por lo demás, recuérdese que según la antigua teoría médica de los humores, en la raíz de emociones negativas como la cólera y la tristeza estaba el descontrol o alteración de la bilis (como les ocurre a los biliosos, melancólicos y atrabiliarios), <<

[1742] Se entiende que la de la casa de la infiel Inaquia. Naturalmente, estamos una vez más ante el tópico del paraclaustthyron o lamentación del amante despechado ante la puerta de su amada. <<

[1743] Pasaje oscuro, que algunos han querido interpretar en clave sexual; véase el comentario de Mankin. <<

[1744] Otro nombre griego, que significa «lobezno», y seguramente convencional, aunque o más bien porque está bien documentado en la tradición literaria de la comedia. Mankin nos recuerda la noticia de Juvenal (6, 123) de que la emperatriz Mesalina, esposa de Claudio, en sus furtivas actuaciones como prostituta en los burdeles se hacía llamar Licisca. <<

[1745] El improperio con el que Horacio abre la invectiva contra su ajada amante da a entender lo «elefantiásico» de sus apetencias sexuales. <<

[1746] Las tablillas enceradas que se utilizaban para escribir. <<

[1747] Prototipos de olores repugnantes. El del macho cabrío es proverbial y ya Catulo (69, 6 s.) se lo atribuía al sobaco de Rufo. El del pulpo (pues eso significa aquí su étimo pulypus, como bien vio Mankin en su día, frente a no pocos traductores y comentaristas, seguidos también por Watson) no es un secreto para cuantos conozcan de cerca ese —por lo demás— sabroso cefalópodo. <<

[1748] Naturalmente, un jabalí. <<

[1749] La creta utilizada para blanquearse la cara no difería mucho del talco o de los polvos de arroz de hoy en día. La mención del excremento de cocodrilo no es uno más de los excesos yámbicos de Horacio: se lo consideraba muy eficaz para el cuidado y embellecimiento del cutis, según testimonios que pueden verse en el comentario de Mankin. <<

[1750] Horacio emplea aquí «a rare word» (Mankin), subando, un verbo subare que, en efecto, está poco documentado y cuyo sentido no es claro. Parece aplicarse sobre todo a animales, y con referencia a los ardores de las hembras en celo (me atrevo a preguntarme si no estará ahí la etimología del español «sobar»). En cuanto a lo que Horacio dice sobre el lecho, convendrá recordar que las camas romanas, según puede verse por ejemplares encontrados en Pompeya, solían tener un bastidor rígido de madera y por encima, a modo de somier, un enrejado de tirantes de cuero. <<

[1751] La infiel amante del poeta nombrada en el poema anterior. <<

[1752] Seguimos en la convencional onomástica griega de los poemas eróticos. Sería la alcahueta o mediadora que había propiciado esta poco grata relación. <<

[1753] Bajo este nombre, una vez más, griego cabe imaginar a un gigoló capaz de satisfacer las apetencias de la libidinosa destinataria del poema. <<

[1754] Ahora la amante despechada echa en cara al poeta sus mal agradecidos regalos y, concretamente, las lujosas prendas de lana teñidas, y dos veces, con la costosa púrpura producida en Fenicia (donde está Tiro) a partir del molusco llamado murex. <<

[1755] El exacto sentido de caelum contraxit no está claro. Porfirión entendía que la tempestad había «adensado» o «concentrado» las nubes. Yo sigo más bien a Kiessling-Heinze, para quienes la bóveda celeste se ha encogido con la tempestad por la acumulación de nubes. En similar sentido se pronuncia Watson. <<

[1756] Júpiter designaría al propio cielo, como en Od. I 1, 25, pero creo preferible mantener la literalidad del texto y de la imagen, como también hace Watson. <<

[1757] No me parece que estemos ante una variante del famoso tópico del carpe diem de Od. I 11, 8, como cree Watson, sino que, simplemente, el poeta invita a aprovechar un día en que no cabe ocuparse de otras cosas para anticipar el festín vespertino. <<

[1758] Entiéndase: de la edad juvenil que se supone al poeta y a sus amigos; el «verdor» de las rodillas del que antes se había es una metáfora vegetal que alude a la capacidad para el baile. <<

[1759] El año 65 a. C., en el que había nacido Horacio. Por eso llama suyo al cónsul de entonces, Lucio Manilo Torcuato. <<

[1760] Es decir, de Persia, de donde llegaban costosos perfumes; véase la nota a Od. III 1, 44. <<

[1761] Por el monte Cilene, en la Arcadia, donde había nacido Mercurio, el inventor de la lira; véase nota a Od. I 10, 6. <<

[1762] El centauro era Quirón, y su pupilo Aquiles, que a su lado se educó. <<

[1763] Troya, de cuyo héroe epónimo era hijo Asáraco. <<

[1764] Son, en efecto, los dos clásicos ríos de Troya. <<

[1765] Recuérdese que a las parcas se las figuraba como hilanderas de la vida humana, que cortaban en su momento como se corta un hilo. <<

[1766] Epíteto de Tetis, que, como Nereida que era, vivía en el mar. <<

[1767] Recuérdese que el Leteo o Lete era el infernal «río del olvido», según su propio nombre sugiere. Las almas de los muertos bebían de sus aguas, con lo que se olvidaban de su vida mortal, según cuenta Virg., En. VI 714 s. Con el término «trasegar» intento recoger el no menos gráfico de iraxerim que emplea Horacio. <<

[1768] Al parecer, Amor. <<

[1769] En efecto, Batilo de Samos fue amado y cantado por Anacreonte. Este poeta vitalista, viajero y longevo nació en Teos, en la costa jonia del Asia Menor, hacia el 570 a. C. Escribió lírica (de ahí la alusión a la «concha de tortuga»: la lira), y también yambos y elegías que sólo conocemos fragmentariamente. Fue por excelencia el poeta griego del amor y del banquete. La observación de Horacio, que lo admiraba y lo imitó a menudo, sobre sus metros ha sido variamente interpretada. De hecho, los poemas de Anacreonte que han llegado hasta nosotros están, en general, escritos en metros sencillos; pero algunos prefieren pensar que Horacio lo considera como un versificador descuidado. <<

[1770] Es decir, «estás enamorado». <<

[1771] Nombre griego, seguramente convencional. <<

[1772] Véase la nota a Od. 128, 21. Obsérvese de paso que Horacio formula aquí una variante particular de la figura del adynaton: frente al tipo más habitual «antes ocurrirá X que ocurra Y», «ocurrirá X mientras ocurra Y». <<

[1773] En efecto, Apolo es el dios intonsus, cuyos largos cabellos rubios son atributo inalienable. <<

[1774] Convencional nombre griego que aparece también en Od. m 14, 21. <<

[1775] El propio Horacio, que aquí se designa por su cognomen —tan poco adecuado a su complexión—, como habitualmente harían sus íntimos. <<

[1776] Río de Lidia, en el Asia Menor, famoso por sus arenas auríferas. <<

[1777] Sobre el filósofo Pitágoras y su reencarnación véase la nota a Od. 128, 10. Horacio da a entender aquí que su rival, además de rico, es hombre culto, dado a la filosofía pitagórica, por entonces muy en boga en Roma. <<

[1778] Véase nota a Od. III 20, 15. <<

[1779] Véase la nota a Od. III 14, 20. <<

[1780] Reyezuelo etrusco de Clusio que por la fuerza de las armas intentó restaurar en Roma la monarquía de Tarquinio el Soberbio, expulsado en el 509 a. C. <<

[1781] La gran ciudad de la Campania nunca bien avenida con Roma. Durante la Segunda Guerra Púnica apoyó a Aníbal, lo que le valió luego una terrible represión. <<

[1782] Véase la nota a Od. III 14, 20. <<

[1783] Los alóbroges eran un pueblo de la Galia Narbonense. Estuvieron implicados en varias crisis internas de Roma, como las revueltas de los Gracos y la conspiración de Catilina. <<

[1784] Alusión a las invasiones de cimbros y teutones rechazadas por Mario en los años 102-101 a. C. <<

[1785] Es decir, de Rómulo, que tenía un sepulcro en el antiguo foro, aunque según otra tradición había sido arrebatado al cielo. <<

[1786] Según Heródoto (1164 s.), los ciudadanos de Focea, ciudad de Jonia, asediados por los persas en el 540 a. C., decidieron, antes que rendirse, marchar a Córcega en busca de otro asentamiento, tras jurar que no volverían hasta que saliera a flote un lingote de hierro candente que arrojaron al mar; sin embargo, a la hora de marchar, buena parte de ellos se echó atrás. <<

[1787] Como se sabe, el Po es el gran río del N. de Italia; sobre el Matino véase la nota a Od. 128, 3. La cordillera del Apenino atraviesa Italia de N. O. a S. O. <<

[1788] Aquí concluye el largo y variado adynaton que sella el juramento propuesto. El peludo cabrón se volvería «lampiño», como los peces, al convertirse en habitante del mar (véase el comentario de Mankin). <<

[1789] En efecto, según la concepción tradicional del mundo, había un único Océano que rodeaba todas las tierras conocidas. <<

[1790] Horacio habla ahora de las utópicas Islas Afortunadas, ya aludidas en Od. IV 8,27, último reducto de las bondades de la Edad de Oro, que ciertas tradiciones acabarían identificando con las Canarias (Watson: 464), aunque otros piensan más bien en el archipiélago de Madeira. Los comentaristas (véase Mankin) creen que Horacio tai vez se inspiró en la noticia que dan ciertas fuentes de que Sertorio, el lugarteniente de Mario que en los años 70 a. C. se hizo fuerte en España frente a Roma, había pensado marchar en busca de esas míticas islas del Atlántico. <<

[1791] Porque siempre da la cosecha esperada. <<

[1792] Es decir, sin necesidad de la artificiosa manipulación de la naturaleza que suponen los injertos. <<

[1793] Como puede verse, aceptamos con Klingner y otros editores (no así Mankin) la propuesta de Heynemann de adelantar a este lugar, donde dan mejor sentido, los vv. que en la tradición figuran como 61-62. El «astro» del que luego habla el poeta sería, ante todo, la canícula estival. <<

[1794] La nave de los Argonautas, construida de pino. Al ser la primera embarcación de la que se tenía noticia, se convirtió en símbolo del acto de hybris que representó la invención de la navegación, innecesaria en los buenos tiempos de la Edad de Oro. <<

[1795] Medea, sobre la cual véase la nota a 3, 10. <<

[1796] Los fenicios, prototipo de ambiciosos mercaderes y navegantes. <<

[1797] En su largo regreso de Troya. Con todos estos ejemplos de viajeros míticos, como subraya Mankin, el poeta quiere poner de relieve la situación incontaminada en que aún se hallaban las Islas Afortunadas. <<

[1798] La bien conocida serie degenerativa de las edades del mundo, cuya más antigua y clásica formulación tenemos en Hesíodo, Trab. 109 ss. <<

[1799] Sobre Prosérpina véase nota a Od. I 28, 20. Los poderes de Diana que no conviene provocar son los que tiene en cuanto diosa de la magia; véase la nota a 5, 51. <<

[1800] Reaparece una vez más la bestia negra del poeta, para la que remito a la nota a 3, 8. Sobre el tour de force mágico de apear los astros véase la nota a 5, 46. <<

[1801] Pasaje oscuro, pues en él comparece un término propio de las artes mágicas (turbinem) cuyo sentido es discutido. El turbo del que habla Horacio parece ser, en efecto, una peonza igual que las que los niños solían tener como juguetes, pero que en los ritos de brujería se utilizaba como medio de dominar a la víctima, al igual que otros objetos giratorios. La inversión del sentido de su rotación actuaría como antídoto del maleficio: para más detalles véanse la nota correspondiente de Kiessling-Heinze y los comentarios de Mankin, Romano y Watson. <<

[1802] Hijo de Hércules, fue rey de Misia, en el interior de Asia Menor. Allí llegaron, por una confusión, los griegos que marchaban contra la cercana Troya, por lo que Télefo hubo de enfrentarse a Aquiles (el nieto de Nereo). En el combate recibió una herida que no acababa de curarse. Al fin, por un oráculo de Apolo, supo que sólo la propia lanza que lo había herido podría cicatrizar su llaga (tema que encontraremos también en la saga de Parsifal). Télefo, pues, disfrazado de mendigo, marchó en busca de Aquiles, que accedió a curarlo aplicándole un poco de la herrumbre de su arma. <<

[1803] Como parte de los ritos fúnebres, narrados por HOM., Il. XXIV 718 ss. Algunos editores prefieren la variante luxere, «lloraron». <<

[1804] Es decir, Príamo, rey de Troya y padre de Héctor, cuyo cadáver logró que le devolviera Aquiles, según puede verse en Hom., Il. XXIV 440 ss. <<

[1805] La maga Circe (véase nota a Od. I 17, 20) convirtió en cerdos y en otros animales a los compañeros de Ulises, que habían llegado a su isla. El héroe consiguió obligarla a que les devolviera su natural figura; cf. Hom., Odisea X 229 ss. <<

[1806] Horacio quiere decir «gentuza». <<

[1807] Las regiones itálicas de los samnitas (sabélicos) y marsos eran tierra tradicional de brujerías, así como la de los pelignos aludida en el v. 60. <<

[1808] Véase la nota a 3, 17. <<

[1809] Véase la nota a Od. III 4,76. El Etna era en la Antigüedad el volcán por excelencia; pues no se olvide que el Vesubio no se declaró como tal hasta su famosa erupción del año 79 d. C. <<

[1810] Sobre la Cólquide, patria tradicional de los hechizos, véase la nota a Od. II 13, 8. Horacio llama a Canidia officina de esas malas artes, con el mismo término que había empleado en Od. I 4, 7, para designar las fraguas de los cíclopes. <<

[1811] Como puede verse, Horacio, en su palinodia, está dispuesto a conceder a la bruja incluso los honores del catasterismo, reservado a dioses y héroes. <<

[1812] Se contaba que el lírico coral Estesícoro (véase nota a Od. IV 9, 8), por haber escrito un poema en el que, conforme a la tradición homérica, presentaba a Helena como a una adúltera, fue privado de la vista por los hermanos de aquélla Cástor y Pólux, y sólo la recuperó tras entonar la correspondiente palinodia. <<

[1813] A los nueve días, con el rito del nouendiale, concluían las ceremonias fúnebres. Canidia y sus brujas, pues, profanaban, en busca de materiales para sus maleficios, las tumbas aún recientes y, lógicamente, sobre todo las de los pobres, que solían estar en lugares no vigilados. Horacio desarrolla con más amplitud este tema en Sát. I 8. <<

[1814] Al parecer, un presunto hijo que tenía Canidia y que más bien provendría de una de las suppositiones o falsas maternidades entonces frecuentes. Los versos que siguen abundan en la misma idea de la auténtica maternidad de la hechicera. <<

[1815] Ahora, como se verá, es Canidia la que habla. <<

[1816] Diosa de origen tracio en cuyos cultos mistéricos se producían, según parece, licenciosas orgías. Por ello, lo que a continuación se dice sobre ritos de Cupido ha de entenderse como una especie de glosa de lo dicho sobre los de Cotito. <<

[1817] Sobre el Esquilmo y su siniestra fama véase nota a 5, 100. Lo de «pontífice» equivaldría, según Porfirión, a «censor». <<

[1818] Es decir, a otras hechiceras que le suministraban materiales; sobre las pelignas véase la nota al v. 29. <<

[1819] Reaparece el catálogo de los grandes condenados del infierno. El padre de Pélope, al que se llama traidor porque mató a Mutilo a pesar de que le había ayudado a conquistar a Hipodamía, era, en efecto, Tántalo (véase nota a Od. I 28, 7), condenado a contemplar unos manjares que no podía alcanzar con su boca. Sobre Prometeo, véase la nota a Od. I 16, 15; sobre Sísifo, nota a Od. II 14, 20. <<

[1820] Véase nota a Od. I 16, 9. <<

[1821] El empleo de imágenes de cera o de similares materiales era habitual en las brujerías de antaño y lo es en las de hoy en día, como las del vudú. Horacio, por cierto, tiene que pagar ahora también su pecado de curiositas, el mismo que el de Lucio, el protagonista de las Metamorfosis de Apuleyo, convertido en asno por haberse inmiscuido sin permiso en los ritos mágicos. <<

[1822] Obviamente, filtros amorosos. <<