[601] Las cabras, pues era proverbial el mal olor del macho cabrío. <<
[602] Los lobos son «marciales» por sanguinarios, como Maite, dios de la guerra, del que de hecho eran símbolo. <<
[603] Aunque esta oda no sea de tema amoroso, parece ser que, una vez más, Horacio introduce aquí un nombre griego de mujer por pura convención, y sin relación alguna con la realidad. <<
[604] La fístula, tradicional flauta de Pan, construida con cañas adosadas de diversa longitud. <<
[605] Parece que el Ustica también era un monte de la región sabina; el epíteto cubantis, que ha planteado problemas a los comentaristas desde la propia Antigüedad (véase Nisbet-Hubbard), preferimos traducirlo literalmente, y en la idea de que ahí media una metáfora no muy distinta de la que ha dado lugar a orónimos como el de La Mujer Muerta, en la vertiente segoviana de la sierra del Guadarrama. <<
[606] Siguiendo la sugerencia de Nisbet-Hubbard, interpretamos Copia como una personificación, al igual que en Canto Sec. 60 y Epíst. I 12, 29. <<
[607] Es decir, del que trae consigo, a finales de julio, la aparición de Sirio y de la constelación del Can Mayor. Horacio emplea el nombre latino más habitual de la misma, el diminutivo femenino Canícula, metonímicamente empleado en español para referirse al calor de esos días y, en general, a cualquier etapa calurosa. <<
[608] Evocación de Anacreonte de Teos, el lírico jonio del amor y del simposio, poeta viajero cuya actividad se sitúa hacia 530-550 a. C. <<
[609] Penélope es, naturalmente, la fiel esposa de Ulises, y Circe la maga que, enamorada del héroe, lo retuvo durante un tiempo en su isla de Ea. El exacto sentido del epíteto que Horacio aplica a Circe (uitrea) ha sido objeto de largas discusiones; sigo la sugerencia de mi colega J. Iso. <<
[610] Parece, en efecto, que el vino de Lesbos no era demasiado fuerte. <<
[611] Horacio hace aquí un juego de palabras un tanto enrevesado, pues, literalmente, habla del «Semeieo Tioneo», refiriéndose a Baco, hijo de Sémele, pero evocando también el segundo nombre, Tione, que a veces se aplicaba a la madre del dios. <<
[612] Es decir, sin que haya lugar a las peleas a las que podría llevar en el festín el consumo abusivo de vino. <<
[613] De nuevo un nombre convencional, de tradición literaria griega. Horacio se refiere luego a la eventualidad de una escena de celos, a cargo del apasionado y tosco amante. <<
[614] Parece tratarse de Publio Alfeno Varo, ilustre jurista también amigo de Virgilio. <<
[615] Este verso traduce uno de Alceo (fr. 342 [Z 18) Lobei. Pace): «Antes que la vid no plantes ningún arbusto (dendríon)» pero, como puede verse, Horacio, al igual que la generalidad de los romanos, considera la vid como un árbol; como tal la trata también, entre otros, Virgilio en sus Geórgicas. <<
[616] Mítico fundador de Tíbur (sobre esa localidad, véase nota a 16, 13). <<
[617] Los comentaristas se inclinan a pensar que Horacio no se refiere precisamente a Baco, dios del vino, sino a «la divinidad» en general. <<
[618] El famoso enfrentamiento que Fidias inmortalizó en el Partenón. Los lapitas, linaje de Tesalia cuyo más ilustre caudillo era Pirítoo, invitaron a unas bodas a los centauros, que, por no estar acostumbrados al vino, se embriagaron e intentaron forzar a las mujeres de sus anfitriones. Los lapitas hubieron de mantener con ellos una dura lucha para expulsarlos de su casa. <<
[619] Uno de los varios sobrenombres rituales de Dioniso. <<
[620] La Sitonia es el saliente central del «tridente» que proyecta hacia el S. la península de la Calcídica, en el N. E. de Grecia. La habían poblado tracios con fama de degenerados y, sobre todo, de grandes bebedores. Según Nisbet-Hubbard, Horacio probablemente evoca aquí alguna leyenda desconocida, relacionada con Sitón, rey epónimo de los sitonios, al que Dioniso mató para evitar que cometiera incesto con su hija. <<
[621] Otra de las advocaciones de Dioniso, que al parecer deriva del nombre tracio de las bacantes (bassárai). En lo que sigue, Horacio, continuando con sus advertencias sobre los peligros del vino, afecta la actitud de quien quiere conjurar el riesgo de que el tímido pero vengativo dios considere violados sus ritos. En primer lugar, parece que lo identifica a él mismo con el tirso, el «tallo» o bastón ritual coronado de hiedra que en sus cultos agitaban sus devotos. <<
[622] Continuamos en la penumbra de los misterios dionisíacos: Horacio parece referirse a los cestos en los que, cubiertos de hojas, se transportaban los símbolos de la fecundidad propios de los cultos báquicos. <<
[623] Los panderos y cuernos a cuyo son entraban en arrebatado éxtasis los devotos del dios (véase nota a I 16, 6). Al cuerno se le llama «berecintio» por el nombre de ese pueblo de Frigia, de donde provenía el culto de Cíbele, tan relacionado en su liturgia con el de Dioniso. Parece que el poeta trata de simbolizar con ese estruendo el aturdimiento que acompaña a la ebriedad. <<
[624] Como se verá, son tres vicios los que aquí forman el cortejo dionisíaco, dado que Horacio está aludiendo a los efectos del abuso del vino. <<
[625] Tómese el término in malam partem, pues, como de inmediato puede verse, se trata más bien de una deslealtad; y no hace falta pensar aquí en la divulgación de los secretos de los cultos dionisíacos, sino, simplemente, en la indiscreción que suele provocar la bebida. <<
[626] Es decir, Venus-Afrodita, diosa del amor. Su hijo, el niño Amor o Cupido, puede aparecer ya como una divinidad individual, ya, como aquí, multiplicado, en varios «amorcillos». El hijo de la tebana Sémele al que se alude luego es, naturalmente, Baco, que aparece con frecuencia junto a Venus. <<
[627] Personificación equivalente a la Hybris griega (Kiessling-Heinze), aunque en este contexto hay que verla en una perspectiva más frívola que trágica. <<
[628] El nombre, que en griego significa «la dulce», reaparece en 1 30 y 33, y en III 19. Al parecer, era frecuente entre las cortesanas, «by way of advertisement» (Nisbet-Hubbard). Podríamos recordar a la «Irma la dulce» de la comedia cinematográfica de Billy Wilder. <<
[629] Isla de las Cicladas, famosa por la calidad de su mármol blanco. <<
[630] Recuérdese que Venus tenía en aquella isla, en Pafos, su santuario predilecto. <<
[631] Pueblo nómada asentado en las llanuras de la actual Ucrania. Eran indoeuropeos, emparentados con los iranios. <<
[632] Era ya tópica la temible habilidad de los partos para disparar sus flechas volviéndose hacia atrás sobre el caballo, después de fingir una retirada. <<
[633] Es decir, los que no conciernen al amor. Horacio, pues, transfiere a la diosa la responsabilidad de su recusado de los temas épicos a los que acaba de aludir. <<
[634] Horacio se dirige ahora a sus siervos. A falta de un altar fijo, los sacrificios se ofrecían en uno formado con cepellones de césped fresco. <<
[635] Plantas con las que se adornaban los altares. <<
[636] La pátera era una copa ancha y poco profunda utilizada en los sacrificios, en los cuales el vino debía ser puro, y no mezclado con agua, como el que se solía beber en los banquetes. <<
[637] Es decir, Venus. <<
[638] El de la tierra de los sabinos, donde Horacio tenía su finca predilecta, no estaba considerado como un vino de gran calidad. Es el que poeta bebía en su casa, y el que aquí avisa a su amigo que le va a servir. <<
[639] Según Nisbet-Hubbard, Horacio alude a la costumbre de aprovechar ánforas griegas, que habían sido impregnadas de agua salada a fin de preservar el vino, para guardar en ellas caldos de distinto origen. <<
[640] Recuérdese que Mecenas pertenecía al orden ecuestre. Horacio evoca aquí la gran ovación que el pueblo le había tributado en el año 30 a. C., cuando reapareció en público, en el teatro de Pompeyo, tras una grave enfermedad. <<
[641] El Tíber, que llega a Roma desde Etruria, tierra de los antepasados de Mecenas. <<
[642] La suave elevación de la colina Vaticana, al otro lado del río, no está lejos del teatro de Pompeyo. <<
[643] Horacio se refiere ahora a los excelentes vinos que Mecenas bebería habitualmente en su propia casa: el cécubo, procedente de la zona S. del Lacio, como el de Formias, aludido luego. No muy lejos, ya en Campania, estaban Cales y la zona del famoso falerno. <<
[644] Advocación de Apolo y de Ártemis-Diana (Cintia), derivada del nombre de la colina que preside la isla de Delos, en las Cicladas, en la que esos dioses mellizos habían nacido. <<
[645] Hija del Titán Ceo, que tuvo de Zeus a Apolo y a Diana. <<
[646] Naturalmente, Ártemis-Diana, la diosa montaraz y cazadora. <<
[647] Se enumeran aquí tres montes que se suponían predilectos de Diana: el Álgido, en la región de los montes Albanos, al S. E. de Roma; el Erimanto, en la Arcadia, en el centro del Peloponeso; y el Grago, en Licia, en el S. O. del Asia Menor. <<
[648] Véase la nota al v. 2. <<
[649] La lira había sido un invento del niño Hermes-Mercurio (véase 110, 6), el cual se la había regalado a su hermano Apolo. <<
[650] Unos y otros aparecen como prototipos de enemigos exóticos. Véase también la nota a I 2, 22. <<
[651] Ya entonces se llamaba así (Mauri) a los pobladores del actual Marruecos. Horacio alude ahí a sus armas características. <<
[652] Aristio Fusco, el amigo del poeta que le había gastado la broma pesada de no librarlo del famoso pelmazo que se le había pegado en la Vía Sacra (véase Sát. 19, 60 ss.). Era autor de comedias. <<
[653] Los dos grandes golfos del N. de África, actualmente de Gabes y de Sidra, famosos por los peligros que presentaban para los navegantes. El epíteto tanto puede aludir al calor habitual en aquellas tierras, como al «hervir» de las aguas del mar en sus bajíos. <<
[654] Ya entonces llevaba ese nombre la zona entre los mares Negro y Caspio, considerada como prototipo de tierra salvaje e inhóspita. <<
[655] Río de la India, actual Jhelum, en el Punjab. <<
[656] Es decir, en las inmediaciones de su finca, al N. E. de Roma. <<
[657] Como en otras ocasiones similares, parece tratarse de un nombre convencional, que reaparece en II 5, 16. <<
[658] Horacio se refiere aquí a su tierra natal, en la Apulia, poblada antiguamente por los daunos. Según Nisbet-Hubbard, el sufijo griego que aplica al nombre, de épicas resonancias, tiene tono irónico. <<
[659] Juba I había reinado en la Numidia, territorio correspondiente a partes de las actuales Argelia, Marruecos y Túnez. Habiendo sido aliado de Pompeyo, se había suicidado en el 46 a. C., tras el triunfo de César. Augusto dio a su hijo Juba II el reino de Mauritania. <<
[660] Es decir, en una zona de clima muy frío. <<
[661] Júpiter está aquí por «el cielo» e incluso podríamos decir que por «el clima»; véase nota a I 1,25. <<
[662] Es decir, en una zona de clima tórrido. Recuérdese que el Sol recorría con su carro el cielo. <<
[663] Como de costumbre en los poemas amorosos, nombre griego y convencional, aunque, por así decirlo, parlante: Nisbet-Hubbard nos recuerdan que significa «verde», lo que cuadra muy bien a la juventud de la muchacha. <<
[664] Región de la Numidia; véase nota a I 22, 15. <<
[665] Una de las musas, a la que en la especialización tardía (véase nota a I 1, 33) le tocaría ser patrona de la tragedia. Su padre, luego citado, es, naturalmente, Júpiter. <<
[666] Al parecer, Quintilio Varo, un caballero romano común amigo de Horacio y de Virgilio. No se debe confundir con el que sucumbió en el 9 d. C. ante los germanos en Teutoburgo. Sería el mismo al que se recuerda en Arte Poética 438 ss. como insobornable crítico literario. <<
[667] Horacio nos presenta todo un cortejo de personificaciones (o divinizaciones), más o menos consagradas, de virtudes: Pudor, lustitia, Pides, Ventas. <<
[668] El gran poeta y común amigo. Por lo que sigue, se entiende que había encomendado a Quintilio a los dioses, tal vez en su última enfermedad, tal vez al emprender un viaje, como con él hace Horacio en I 3 (y véanse especialmente sus vv. 5 s.). <<
[669] Véase la nota a 1 12, 8. <<
[670] Véase nota a I 10, 17. <<
[671] La escena no es difícil de imaginar: los jóvenes que callejeaban en la noche trataban de atraer la atención de Lidia tirando piedras a su ventana. <<
[672] Es decir, Lidia ya no tiene tantas oportunidades como antaño de abrir su puerta a visitantes nocturnos. <<
[673] Era ya tradicional en la poesía griega, y especialmente en la comedia, la escena del paraclausíthyron o lamentación del enamorado ante la puerta de la amada. Esta Lidia, tal vez sea la misma de I 13; pero conviene recordar la convencionalidad de la onomástica, casi siempre griega, de las odas amorosas. <<
[674] Aunque sean mujeriegos, y aunque Lidia se eche a la calle tras ellos en una noche de invierno, ya no le harán caso, una vez perdidos sus encantos. <<
[675] La Tracia («la Siberia de los antiguos», Nisbet-Hubbard) era la región situada al N.E. de la Grecia continental, y de ella soplaban los fríos vientos invernales (el bóreas y el aquilón). Su violencia la compara Horacio con el desenfreno de los cortejos de bacantes, también típicos de Tracia. En cuanto a la mención del «interlunio», ya Porfirión anotaba que «por entonces se levantan las tempestades». <<
[676] Horacio se hace eco de la creencia popular de que las yeguas quedaban preñadas del viento; entre otros, también la recogen Aristóteles, Investigación sobre los animales, 572a, 10 ss. (véase la trad. de J. Pallí en el vol. 171 de esta B.C.G.) y Virgilio, Geórg. III 275 (véase la trad. de T. Recio en el vol. 141 de la propia B.C.G.). <<
[677] Sobre el hígado como sede de las pasiones véase la nota a I 13, 4; aunque en este caso Porfirión comenta: «ulcerado más por el desprecio que por la pasión». <<
[678] Plantas emblemáticas de los festivos cultos de Baco y de Venus. No me convence la interpretación de Nisbet-Hubbard, según la cual la juventud «disfruta con la verde hiedra más que con el oscuro mirto, pero dedica las hojas secas…»; es decir, atque no coordinaría hedera y myrto, sino que, sinónimo de quam, establecería una comparación entre ellos. Tendríamos, pues, una clasificación tripartita de las mujeres, según el tipo de guirnaldas apropiadas a su edad (hiedra, mirto, hojas secas). Ahora bien, y aparte otros extremos, aunque el poeta llame «oscuro» al mirto, esa planta tenía una clara vinculación con Afrodita, por lo que no me parece que con su mención se aluda a las mujeres —digamos— ya talludas. <<
[679] El euro, cuyo nombre ha usurpado ahora la divisa europea, era el viento del S.E. Seguimos, con Klingner y la mayoría de los editores, la corrección de la editio Aldina, frente al Hebro de los manuscritos. <<
[680] Proverbialmente tormentoso. <<
[681] Es decir, en las frías regiones septentrionales. <<
[682] De entre los varios príncipes partos de ese nombre, parece que el poeta se refiere a Tiridates II, que por aquellos tiempos, y con la protección romana, disputó el trono a Fraates IV. <<
[683] La musa, luego invocada como «Piplea». <<
[684] Según Nisbet-Hubbard, se trata de Lucio Elio Lamia, al que Augusto dejó como legado en la Hispania Citerior en el 24 a. C. (probablemente el mismo Elio al que está dedicada III 17), y no de su hijo, cónsul en el 3 d. C., como muchos han pensado. Ese mismo comentario considera probable que el futuro cónsul sea el Lamia que aparece en Epíst. I 14, 6, llorando la muerte de su hermano, y en Odas I 36, 7, como joven amigo de Númida (a no ser que aquí se bate, precisamente, del hermano muerto). Sin embargo, R. Syme (The Augustan Aristocracy, Oxford, Clarendon Press, 1986: 394) sostiene que Lamia hijo no debe ser tomado en consideración en ninguno de los pasajes horacianos por demasiado joven, en cuanto que nacido hacia el 32 a. C. (véase también nuestra Introducción a III 17). <<
[685] Sobrenombre de las musas derivado de Pi(m)pla, lugar de la región de Pieria (de donde también «Piérides»), en las cercanías del Olimpo, donde había una fuente consagrada a ellas. <<
[686] El plectro era, como se sabe, una especie de púa con la que se tañían los instrumentos de cuerda como la lira, la cítara, etc. En el caso de Horacio el plectro es «lesbio», como lo es su gran modelo Alceo; véase nota a 11, 34. <<
[687] En efecto, los tracios tenían fama de bebedores inmoderados. En Nisbf.t-Hubbard pueden verse testimonios literarios de casos en los que los excesos en la bebida acabaron conviniendo en armas arrojadizas o contundentes los scyphi de los que nos habla Horacio; los cuales, por cierto, eran bastante más grandes que nuestras copas. <<
[688] Se trata del arma persa llamada acinaces, una especie de sable corto de hoja ancha. Su mención en el pasaje, como sugieren Nisbet-Hubbart, no debe ser tomada en un sentido literal, sino como un rasgo simbólico más del ambiente de barbarie que Horacio trata de describir y de conjurar. <<
[689] Recuérdese que en los banquetes antiguos los comensales no se sentaban, sino que se recostaban en divanes («triclinios»), apoyándose sobre su codo izquierdo. <<
[690] El austerus o, como Horacio dice, seuerus era una de las variedades de aquel famoso vino procedente del N. de la Campania. En Sát. 114, 24, Horacio lo llama «fuerte» y alude a la costumbre de algunos de añadirle miel. <<
[691] Una vez más, la onomástica personal griega nos lleva a un ambiente de pura convencionalidad literaria: Megila sería la típica «hetera» invitada para animar el simposio, al que habría acudido acompañada de su hermano. Opunte era una ciudad de la Lócride; Horacio emplea en varios otros casos similares estos «epítetos geográficos» (Nisbet-Hubbard). <<
[692] Es decir, por qué amorío. <<
[693] Sinécdoque por «amor», el dominio propio de la diosa. Nisbet-Hubbard prefieren entender que Horacio llama «Venus» a la propia mujer de la que se supone que el aludido está enamorado. <<
[694] Debe entenderse que esta expresión de disgusto del poeta está motivada porta revelación de la identidad de su amada que el joven acaba de hacerle. <<
[695] Monstruo que habitaba en la costa siciliana del estrecho de Mesina, y que sorbía las aguas del mar, incluyendo a los barcos que por ellas navegaban; por ello suele citársela como ejemplo máximo de voracidad. Al otro lado, en la costa italiana, moraba Escila, otro monstruo, de cuya cintura salían unos perros que devoraban a los navegantes. <<
[696] La región de Tesalia, en el N.E. de Grecia, era considerada desde siempre como la patria de la brujería. <<
[697] Monstruo que tenía cabeza de león, torso de cabra y cola de serpiente, y que arrojaba fuego por su boca. Fue Belerofontes quien acabó con ella; véase la nota siguiente. <<
[698] El famoso caballo alado que llevó a Perseo a matar a la Gorgona y a Belerofontes a su encuentro con la Quimera. <<
[699] Arquitas de Tarento, filósofo y matemático pitagórico de la primera mitad del s. IV a. C., cuyas ideas, al parecer, influyeron en las de su amigo Platón. Fue también un hombre práctico, inventor de la hélice, la polea y la carraca, y un notable militar. De sus obras sólo nos han llegado fragmentos. Las hazañas científicas que aquí le atribuye Horacio —medir el mar y la tierra y contar los granos de la arena— no deben entenderse en un sentido literal, y especialmente la última de ellas, que era un ejemplo tópico de cosa irrealizable o adynaton. Sin embargo, un siglo más tarde, Arquímedes haría ver que en realidad se trataba de un problema de técnica computística e incluso propuso métodos para su solución, al menos a escala teórica. Por ello se ha pensado que Horacio confunde a Arquitas con Arquímedes; pero Nísbet-Hubbard creen que más bien cita el problema como ejemplo de las arduas cuestiones que abordaban los matemáticos. <<
[700] Naturalmente, el tributo de la tierra que a todos los muertos es debido. <<
[701] Una comarca, según otros una montaña, situada en la región de la Apuña, en la cual se hallaba también Venusia, patria del poeta, y no muy lejana de Tarento, patria de Arquitas. <<
[702] Horacio parece referirse con este tono tan épico a las empresas científicas del gran sabio; aunque otros prefieren pensar que alude a las experiencias místicas típicas de los pitagóricos. <<
[703] Se trata de Tántalo, invitado por su padre Zeus a los banquetes de los dioses. Hay varias versiones del motivo por el que luego fue condenado a inacabables penas infernales, aunque una de las más extendidas es la de que había divulgado entre los hombres las conversaciones oídas en aquellos banquetes. <<
[704] El bello amado de la Aurora, la cual consiguió para él de Zeus la inmortalidad, pero se olvidó de pedirle también la eterna juventud; con lo que Titono se eternizaba en una edad decrépita. De ahí que no se vea claro por qué Horacio lo cita como ejemplo de la general mortalidad de los humanos. Sin embargo, Nisbet-Hubbard recogen testimonios de cierta tradición que presentaba a Titono como ejemplo de muerte prematura. <<
[705] El mítico rey de Creta, presentado a veces como hijo del propia Zeus, el cual habría inspirado directamente su gran obra legislativa. Ya Homero lo llama «confidente del gran Zeus» (Od. XIX 179). Con su hermano Radamantis y con Éaco formaba el tribunal que juzgaba a las almas de los muertos. <<
[706] La parte más profunda del infierno. <<
[707] Es decir, el hijo de Pántoo; en este caso, Euforbo, muerto en Troya a manos de Menelao, el cual hizo ofrenda de su escudo al «Heraion» de Argos. Según la tradición, Pitágoras, el filósofo, matemático y místico de la primera mitad del siglo vi a. C., reconoció el escudo al visitar el santuario, con lo que habría demostrado que había tenido una vida anterior en ¡a persona de Euforbo, según su teoría de la metempsicosis o transmigración de las almas. <<
[708] Nombre de una divinidad tradicional romana de ultratumba, que acaba identificada con Plutón o Hades, y con el propio infierno. Naturalmente, Euforbo fue a parar al Orco dos veces: una tras su vida como tal, y otra tras su vida como Pitágoras, según lo dicho en la nota precedente. <<
[709] Pitágoras habla hecho desclavar el escudo que él había reconocido como el de Euforbo, y su identificación había quedado confirmada por el rótulo escrito en su parte interior. <<
[710] Es decir, los despojos mortales de Euforbo, pues su alma se habría reencarnado en el propio Pitágoras. <<
[711] Pitágoras, de cuyas doctrinas Arquitas había sido seguidor. <<
[712] Divinidades tradicionales romanas, luego asimiladas a las erinias griegas. Aquí son las que empujan a los hombres a la guerra, el gran «espectáculo» de Marte. <<
[713] Nombre tortuosamente latinizado de la Perséfone griega, esposa de Hades y reina de los infiernos. Como nos recuerdan Nísbet-Hubbard, la diosa cortaba un mechón de pelo a cuantos iban a morir en fecha próxima. <<
[714] La constelación de Orión se pone en noviembre, tiempo, evidentemente, poco favorable para la navegación en el Mediterráneo. Recuérdese que el noto es el viento del Sur. <<
[715] El territorio de la antigua Iliria se correspondía aproximadamente con el de la moderna ex Yugoslavia. <<
[716] Se entiende que ahora el náufrago insepulto se dirige al navegante que ha hallado su cuerpo para pedirle que le tribute los postreros honores, sin los que su alma no podrá descansar en paz. <<
[717] La «tierra de Poniente», apelativo griego para referirse a Italia. <<
[718] La patria del propio Horacio, en la región de la Apulia. <<
[719] Dios tradicional romano identificado con el griego Poseidón, señor de los mares. Su hijo Tarante era tenido por fundador de Tarento, el gran puerto de la Magna Grecia, en el que se le rendía un culto inmemorial. <<
[720] El castigo por negar a un cadáver la sepultura alcanzaba también a la descendencia del autor de tamaña impiedad. <<
[721] Es decir, en el supuesto de que el transeúnte no acceda a darle sepultura. <<
[722] En efecto, con tan escasa contribución podía darse por cumplido el rito de la inhumación. Aún hoy, y en nuestro entorno cultural, subsiste un reflejo de aquella convicción en la costumbre de que los asistentes a un sepelio echen en la fosa su ración de tierra. <<
[723] Parece ser el mismo amigo al que Horacio dirigiría la epístola I 12, cuando se había convertido en administrador de las posesiones de Agripa en Sicilia. Por lo que se ve, ya tiempo atrás Iccio se sentía insatisfecho de su inicial dedicación a la filosofía. <<
[724] De la Arabia Félix, aproximadamente el actual Yemen, llegaban el incienso y otras mercancías exóticas altamente apreciadas. <<
[725] Es la tierra de la bíblica Reina de Saba, tradicionalmente identificada con la Arabia Félix. <<
[726] Se trata del cyathus, un cucharón o, como aquí traducimos, «cazo» para trasvasar el vino, más o menos aguado, de la crátera a las copas. El cup británico —equivalente refinado de nuestra castiza sangría— se ha venido sirviendo tradicionalmente de semejante manera. Horacio nos pinta la patética imagen del joven persa —uno de aquéllos a los que, como cuenta Heródoto (I 136), sólo se enseñaba a cabalgar, a tirar con el arco y a decir la verdad sometido al trabajo servil de escanciador. <<
[727] Literalmente, «chinas»; pero los comentaristas están de acuerdo en que Horacio, puesto a mirar hacia el Oriente, incurre aquí en exageración. Sin necesidad de ir tan lejos, ya hemos visto que se tenía a los persas por hábiles arqueros. <<
[728] Obvio ejemplo de adynaton, destinado a ponderar lo sorprendente de la nueva afición de Iccio. <<
[729] El estoico Panecio de Rodas (c. 185-109 a. C.) puede ser considerado como el introductor de la filosofía griega en Roma, donde, tras su llegada en el año 144, fue el maître à penser del circulo ilustrado que encabezaba Escipión Emiliano (o Africano el Menor). <<
[730] Horacio considera a todas las escuelas filosóficas como una «familia», y a Sócrates como patriarca de la misma. <<
[731] Parece claro que Horacio se refiere a las acreditadas armaduras que se fabricaban en Hispania. La tradición manuscrita da la forma Hiberis; pero tanto el nombre de nuestra Iberia como el la homónima del Cáucaso (actual Georgia) —así como los correspondientes gentilicios— pueden aparecer escritos con y sin H-. <<
[732] Cnido era una ciudad doria situada en Caria, en el S.O. del Asia Menor. Tenía un santuario de Afrodita-Venus en el que estaba su famosa estatua, obra de Praxíteles, hoy perdida y considerada en su tiempo como la más bella escultura del mundo. En Pafos, en la isla de Chipre, estaba el templo más célebre de la diosa, que continuaba un viejo culto fenicio de Astarté. <<
[733] Véase I 19, 5 y nota. <<
[734] Amor o Cupido, hijo de Venus. <<
[735] Sobre las gracias véase nota a 14, 6. Al parecer, esas divinidades, caso de no aparecer desnudas, solían hacerlo con sus túnicas sueltas. <<
[736] Se trata de 1uuentas, divinidad tradicional romana qué posteriormente tendió a identificarse con Hebe, diosa griega de la juventud. <<
[737] Hermes/Mercurio, como patrono de la oratoria, y junto con la diosa Persuasión (Peithô, lat. Suadela), aparece a menudo vinculado al cortejo y al culto de la diosa del amor. Sin embargo Nisbet-Hubbard, en su nota introductoria, consideran viable una interpretación que daría a este final, y a toda la oda, un toque de ironía: la que propone el escolio del Pseudo-Acrón de que la cortesana invoca a Mercurio como dios del lucro. <<
[738] Recuérdese que Apolo es el dios de la poesía. En esta solemne ocasión, Horacio se reviste de la condición de uates, término que añade una connotación sacral a su básico significado de «poeta». <<
[739] Es el rito de la libación, consistente en verter por tierra, de la copa ancha y poco profunda que era la pátera, una cierta cantidad de vino, a modo de primicia o prueba que se brindaba al dios. Los comentaristas anotan que, al celebrarse la fiesta en octubre, la libación se liana precisamente con vino nuevo. <<
[740] La isla de Cerdeña, desde su conquista en la Primera Guerra Púnica, fue para Roma un granero de proverbial fecundidad. Más tarde, la incorporación al Imperio de otras tierras aún más ricas en cereal —Hispania, África y, sobre todo, Egipto— acabaría por relegar a Cerdeña a una situación de segundo orden. <<
[741] La Calabria era antiguamente la región correspondiente al «tacón» de la «bota de Italia», y no, como ahora, la situada en su «punta». Aunque de clima muy seco y caluroso, era rica en ganados. <<
[742] Este río nace en los Apeninos, junto al ya desecado lago Fúcino, y aún se llama Lili en su curso alto, en el que va hacia el S. E. por las tierras de los marsos y del Lacio meridional. Tras un brusco giro hacia el S., y con el nombre de Garigliano —el «Garellano» de nuestro Gran Capitán— corre hacia el mar Tirreno entre tierras de proverbial riqueza, haciendo frontera entre el Lacio y la Campania. <<
[743] Véase la nota a I 20, 9. <<
[744] De la antigua Siria, que incluía a los actuales Líbano y Palestina, se importaban toda clase de mercancías exóticas, ya fueran autóctonas, ya llegadas de regiones más orientales por las tradicionales rutas de las caravanas. <<
[745] La mención del Atlántico al lado de Siria ha extrañado a algún filólogo, hasta el punto de llevarlo a enmendar el texto; pero podemos entender que Horacio nombra las mercancías sirias como prototipo de exotismo y la navegación por el Atlántico como prototipo de peligro, sin reparar en detalles geográficos a los que, como poeta, no tenía por qué sentirse atado; en este sentido va el comentario de Nisbet-Hubbard. <<
[746] Tras el priamel de las suertes que no ambiciona, Horacio expone su opción vital: su sencilla dieta, preferentemente vegetariana, y su deseo de una cierta «calidad de vida» en los años de la vejez; para más detalles, véase la amplia nota de Nisbet-Hubbard. <<
[747] Apolo; véase nota a 121, 3. <<
[748] Literalmente, Horacio habla del barbitos, instrumento de mayor tamaño que la lira y la cítara, de siete cuerdas y registro más grave. El verbo hiciere, «jugar», no tiene aquí el sentido traslaticio del inglés to play o el francés jouer, referidos a la acción de «tocar un instrumento», sino que alude a la composición del que Nisbet-Hubbard llaman «light verse»; un sentido que ya tema el gr. paízein. <<
[749] Como advierten Nisbet-Hubbard, «latino» está aquí en claro contraste con el «lesbio» del v. 5. Por ello, tal vez nuestra traducción «canto» para carmen se quede nn poco escasa; pues Horacio parece emplear el término en el sentido técnico en el que llamó carmina a todas sus «Odas»: poemas líricos según los modelos eolios. <<
[750] Es decir, Alceo de Lesbos, modelo capital del Horacio lírico, cuya acmé se sitúa en torno al 600 a. C. El poeta lo llama ciuis aludiendo a la dimensión política de su obra, en la que, desde una posición aristocrática, fustigó a los varios tiranos que gobernaron su isla natal. Nisbet-Hubbard anotan que la primacía de la que habla Horacio no concierne a la invención de la lira, atribuida a Terpandro, sino al género cultivado por Alceo. <<
[751] Alude a la azarosa vida de Alceo, combatiente, perdedor y exiliado. <<
[752] Naturalmente, Amor-Cupido (gr. Érós). Horacio se refiere a los himnos a los dioses escritos por Alceo. <<
[753] Efebo favorito del poeta lesbio. <<
[754] Recuérdese que la lira había surgido de una concha de tortuga (véase nota al l0, 6), material que en época histórica seguía empleándose como caja de resonancia del instrumento, según aún hoy en día lo vemos empleado en algunos instrumentos de cuerda tradicionales en la cuenca del Mediterráneo. La lira, como el arco, era atributo de Apolo, dios músico y poeta, al que Horacio nos presenta amenizando los festines del Olimpo. <<
[755] Seguimos la conjetura de Lachmann medicumque (adoptada, entre otros editores, por Kiessling-Heinze y Shackleton Bailey), frente al oscuro mihi cumque de los manuscritos y de Klingner. El comentario de Nisbet-Hubbard proporciona sólidos argumentos en su favor. <<
[756] Véase la nota a 119, 5. Los comentaristas señalan aquí el oxímoron que supone el llamar «arisca» (inmitis) a Glícera, cuyo nombre significa «dulce». El personaje aparece varias veces en Horacio, pero nunca en las elegías de Tibulo. <<
[757] La preceptiva antigua (así, el mismo Horacio, en A. P. 75 ss.) habla de la elegía como una lamentación. En realidad, como se sabe, ese género fue en Roma el típico de la poesía amorosa; pero entre las elegías de amor, y en las del propio Tibulo (por ejemplo, 15), también encontramos algunas en las que el poeta lamenta los desaires de su amada. <<
[758] Este nombre había quedado consagrado en la poesía amorosa por ser el que Cornelio Galo había dado en sus elegías a su amante, la actriz Volumnia (llamada también Citéride). Por ello cabe pensar que Horacio lo emplea, como tantos oíros, a título convencional. En cuanto a su «breve frente», nos consta que, en efecto, se consideraba como un rasgo de belleza el de que no mediara gran distancia entre las cejas y el arranque del pelo; cf. el comentario de Nisbet-Hubbard. <<
[759] Parece que, una vez más, estamos ante nombres convencionales. Los comentaristas anotan que el de Ciro, de origen bárbaro, parece encaminado a subrayar la tosquedad del personaje. El de Foloe esta documentado en la tradición poetica, y como propio de mujeres ariscas. <<
[760] Véase nota a I 22, 14. La Apuña (actual Puglia), patria del poeta, estaba situada en el S.E. de Italia, en la zona del «espolón» que allí forma la península. Era proverbial tierra de lobos. El de la coyunda de las fieras con sus habituales víctimas es un ejemplo tópico de adýnaton. <<
[761] La imagen del yugo aplicada a la unión amorosa sobrevive en nuestro término «cónyuges». <<
[762] Es decir, una amante de más categoría. <<
[763] Nisbet-Hubbard, siguiendo a Bentley, anotan que en este caso no parece tratarse de un nombre convencional, dado que está ampliamente documentado en la epigrafía, y precisamente aplicado a libertas. <<
[764] Evidentemente, la epicúrea, que negaba la intervención de los dioses en los asuntos humanos y, en general, en los fenómenos naturales. <<
[765] Literalmente, «Padre-día», forma propia del nominativo del nombre de Júpiter, que acabó sustituida por la del vocativo. <<
[766] Las creencias ancestrales atribuían el ruido del trueno al rodar del carro de Júpiter por los cielos. <<
[767] Estigia o, más propiamente, Estige era el nombre de uno de los ríos infernales. Originariamente lo era de cierta cascada de la Arcadia que se hundía en la tierra y de la que se creía que iba a dar al otro mundo. <<
[768] En el cabo Ténaro, actual Matapán, en el extremo S. de Grecia, había una caverna que se consideraba como una de las entradas del Hades. El nombre está aquí metonímicamente empleado por los propios infiernos. <<
[769] Es decir, el límite del mundo conocido, marcado por el Atlántico y la cordillera del Atlas, que a su vez tomaban nombre del gigante Atlas o Atlante, que sostenía la bóveda celeste. <<
[770] A la diosa Fortuna solía representársela con alas. Al fragor de su vuelo parece referirse el «estridente silbo» que Horacio le atribuye. <<
[771] Literalmente, Horacio nos habla de la «mitra» (apicem) que era atributo de ciertos sacerdotes romanos; pero también llevaban mitras semejantes los reyes orientales —prácticamente los únicos que los romanos conocían—, por lo que se suele entender que el término se emplea como sinónimo de «corona». <<
[772] Como ya hemos dicho, la Fortuna. <<
[773] En Anzio, ciudad costera del Lacio; al S. de Roma, había un culto inmemorial de la Fortuna. <<
[774] Sobre los caprichos de la Fortuna data, precisamente, el final de la oda anterior. Los comentaristas parecen estar de acuerdo en que Horacio piensa aquí, por una parte, en el caso de Servio Tulio, que desde siervo llegó a rey de Roma; y, por otra, en el de Paulo Emilio, que a los pocos días de celebrar su triunfo sobre Perses de Macedonia, en el 167 a. C., perdió a dos de sus hijos. <<
[775] El mar de Cárpatos, junto a la isla de ese nombre, en el S. E. del Egeo, era proverbialmente peligroso. Bidnia, la región de la costa del Mar Negro simada al E. tras cruzar el Bosforo, era famosa por sus maderas y sus astilleros. <<
[776] Dos prototipos de pueblos lejanos y belicosos. Los dacios, asentados en la mitad occidental de la actual Rumanía, serían sometidos en tiempos de Trajano (98-117 d. C.). Los escitas habitaban al N. del Caspio, y eran temibles por su táctica de fingir la retirada, para situar al enemigo en posición más vulnerable. <<
[777] Como puede verse, es antigua la metáfora de la «columna» o «pilar» del poder personal, que se supone que sostiene al estado y a la sociedad; Nisbet-Hubbard aducen otros interesantes testimonios. <<
[778] Estamos ante la revuelta popular contra un tirano, en la que se grita ad arma! Nisbet-Hubbard ofrecen otros testimonios antiguos de ese trágico llamamiento, del que también viene nuestra «alarma». <<
[779] La Anánké griega, cuyos atributos típicos, tomados del ámbito arquitectónico, hacen referencia a su inexorable firmeza: los clavos capaces de sujetar vigas (trabes), las cuñas que asientan los sillares, las lañas o «grapas» que los unen entre sí, y el plomo que permite fijar aquéllas a la piedra. <<
[780] Las diosas Spes y Fides estaban, en efecto, unidas al culto de Fortuna. La Fides —la «lealtad», aunque aquí la traduzcamos con el castizo término «Fe»—, llevaba su diestra envuelta en un paño blanco, al igual que sabemos que hacían los sacerdotes en su culto, como símbolo de la integridad y pureza de esa mano, con la que solían y suelen sellarse los pactos, al menos entre caballeros (véase el comentario de Nisbet-Hubbard). <<
[781] Pasaje tan controvertido, que Nisbet-Hubbard llegan a ver en él «the most extraordinary confusion»; y de hecho se han propuesto varias enmiendas al texto transmitido. Nuestra interpretación se atiene en lo esencial al comentario de Syndikus (ad loc.): la expresión nec comitem abnegat, cuyo sujeto es Fides, no debe interpretarse como referida a la Fortuna (es decir, entendiendo que la Fides no se niega a acompañarla cuando aquélla abandona las casas poderosas); antes bien, Horacio parece decir que, cuando la Fortuna se marcha, la Fides —la virtud propia de un amigo fiel— no reniega del camarada en desgracia; al contrario de lo que hacen, según luego vemos, «el vulgo falso y la meretriz perjura… y los amigos desleales». <<
[782] Es decir, la desgracia. <<
[783] Augusto no llegó a poner en práctica sus planes de conquista de la (Gran) Bretaña. Las expediciones de Julio César en los años 55/54 a. C. sólo había logrado someter a la condición de tributarios a una parte de los pobladores de la isla. Habría que esperar a los tiempos de Claudio (41-54 d. C.) para que la misma se convirtiera en provincia romana. <<
[784] Las «tierras de la Aurora» son, naturalmente, las del Oriente. La denominación «Océano Rojo» también incluía el golfo Pérsico y el mar de Omán. Horacio parece aludir a planes para la conquista de Arabia que Augusto no llevó a término. <<
[785] Aparece aquí el tema, recurrente en el poeta, de las pasadas guerras civiles como símbolo de la impiedad de toda una generación. Horacio lo había tratado de manera especialmente patética en su Epodo 7. <<
[786] Los maságetas eran una tribu escita, asentada al N. del mar Caspio. Naturalmente, los árabes sólo ocupaban por entonces su territorio nativo de Arabia. <<
[787] Personaje desconocido, e incluso ficticio según algunos, al que Horacio nombra por el que parece ser su cognomen. Según los escoliastas antiguos, sería un tal Pompeyo o Plocio Númida, del que nada más nos dicen. Si se trata de un personaje real, ha de ser un veterano de las campañas cántabras de Augusto, en los años 27-25 a. C. <<
[788] Aquí por «Hispania». El término significaba «tierra de Poniente» (véase nota a 128, 25) y había sido aplicado a Italia por los griegos. <<
[789] Véase nota a 126, 8. <<
[790] Algunos piensan en una referencia a los juegos infantiles en los que se solía elegir un «rey» (véase Epi. I 1,59 s.). Otros creen que el término está empleado en el sentido de «amigo favorito». <<
[791] Un «rito de paso» fundamental en la vida de un romano. Consistía en cambiar la toga praetexta (con una franja bordada), propia de los niños y los adolescentes, por la toga uirilis de los adultos. Solía tener lugar entre los 15 y los 18 años de edad. <<
[792] Con la creta (nuestra «greda», francés craie, «tiza») se marcaban en los calendarios los días especialmente felices. Horacio habla de Cressa… nota, «marca cretense», pagando tributo a la etimología popular que hacía derivar el nombre de la piedra del de la famosa isla. <<
[793] Los miembros de un antiquísimo colegio sacerdotal romano, ligado al culto de Marte, cuyo nombre parece estar relacionado con los verbos salire y saltare («saltar», «bailar»). Hacían sus danzas al son de un canto cuyo texto, apenas inteligible, ha llegado hasta nosotros. <<
[794] Nombre griego que significa «ternera». Está documentado en la prosopografía, por lo que no parece necesario suponerle el carácter convencional de otros nombres griegos en Horacio. En todo caso, es claro que se trata de una cortesana. <<
[795] No parece que Horacio se refiera a un personaje real, aunque sabemos de un poeta de la época que se llamaba así. <<
[796] Traducimos con cierta libertad que nos parece forzosa. Horacio habla de Threicia… amystide. En griego ámystis significaba la acción de beberse una copa de un trago (literalmente, «sin cerrar la boca»); y ya se sabe que los tracios eran proverbiales bebedores. <<
[797] Tradicionales ornatos del simposio. El apio se empleaba para trenzar guirnaldas. El lirio es «breve» por efímero. <<
[798] Parece claro que se trata del recién regresado Númida. <<
[799] La imagen de la hiedra aplicada a los ardientes apremios de una amante aparece también en Epod. 15, 5. Nisbet-Hubbard ofrecen testimonios de sus precedentes y de su fortuna ulterior. <<
[800] Abre la oda una cita casi literal del inicio del poema, también en metro alcaico, en que Alceo (fr. 332 Lobel-Page) celebraba la muerte del tirano Mírsilo. <<
[801] Los puluinaria eran unos almohadones sobre los que, en una especie de divanes, se exponían las imágenes de los dioses en el rito del Lectisternium. <<
[802] Véase la nota a I 36, 12. Los salios eran también famosos por sus banquetes rituales. <<
[803] Sobre este apreciado vino, véase nota a I 20, 9. <<
[804] Naturalmente, Cleopatra. Téngase también en cuenta la connotación fuertemente negativa que el título de «rey» tenía para los romanos. <<
[805] Tal vez la más simbólica de las famosas Siete Colinas de Roma, donde estaba el templo de Júpiter Óptimo Máximo. <<
[806] Los tradicionales eunucos de la corte egipcia. <<
[807] En la batalla naval de Accio. <<
[808] Vino producido en las riberas de la laguna Mareótide (actual Mariut), al S. de Alejandría. Su elaboración se ha mantenido hasta la actualidad a pesar de la prohibición islámica, gracias a los cristianos griegos y coptos. Nisbet-Hubbard proporcionan testimonios antiguos de que se lo consideraba como un «vino ligero»; pero este traductor puede dar fe de que algunos de los actuales mareóticos no lo son más que nuestros cariñenas. <<
[809] El que pronto sería llamado Augusto. <<
[810] Región de Tesalia, al N. E. de Grecia. <<
[811] Es decir, a Alejandría, capital del Egipto ptolemaico. <<
[812] Es la bien conocida escena del suicidio de Cleopatra, aunque las fuentes históricas dicen que fue una sola el áspid que la reina aplicó a su pecho. <<
[813] Naves ligeras originarias de la Liburnia, en la costa de la actual Croacia. Las liburnas de César Octaviano jugaron un importante papel en la victoria de Accio. <<
[814] Horacio se dirige a su esclavo. <<
[815] Persia era un ejemplo proverbial del que aún llamamos «lujo asiático». <<
[816] La philýra era propiamente la membrana que tiene el tronco del tilo entre la corteza y la madera. Una vez trenzada, proporcionaba ataduras de gran resistencia que se empleaban, entre otros menesteres, para confeccionar guirnaldas festivas; véase el comentario de Nisbet-Hubbard. <<
[817] Las rosas que nacen a final del verano o principios del otoño. <<
[818] Planta ligada al culto de Venus, y muy utilizada en la ornamentación de los festines. <<
[819] Quinto Cecilio Metelo Céler era, con Lucio Afranio, cónsul en el 60 a. C., cuando César y Pompeyo establecieron el pacto que al año siguiente daría lugar al llamado «primer triunvirato», una vez que Craso se unió a él. De ahí arrancaría la historia de las guerras civiles de Polión. <<
[820] Sobre los caprichos de la diosa Fortuna trata Horacio ampliamente en la oda I 35, a ella dedicada; véase también III 29, 49 ss. <<
[821] Es decir, los acuerdos entre los poderosos se hacían a costa del bien común de los ciudadanos. <<
[822] En efecto, en los tiempos en que Horacio escribe, tal vez hacia el 34 a. C., las guerras civiles no eran todavía un asunto cerrado, del que se pudiera tratar sin herir susceptibilidades. <<
[823] Mientras Polión se dedica a escribir historia. A su actividad como tragediógrafo había aludido Horacio en Sát. I 10, 42. <<
[824] El adjetivo Cecropio está aquí por «ateniense». En efecto, Cécrope había sido el primer rey del Ática, cuna de la tragedia. Los coturnos, zapatos de gruesa suela, eran característicos de los actores trágicos. <<
[825] Gayo Asinio Polión (74 a. C. - 4 d. C.) fue una de las grandes figuras de la transición de la República al Imperio. Inició su carrera militar y política al lado de César y tras las idus de marzo se unió a Marco Antonio. Fue cónsul en el 40 a. C., y muñidor del acuerdo de Brindis entre Antonio y Octaviano (39 a. C.). Se mantuvo al margen del enfrentamiento definitivo entre ellos, pero no tuvo mayores problemas para integrarse en el nuevo régimen, conservando cierta aureola de hombre independiente. De su amplia obra como orador, historiador y poeta no nos han llegado más que fragmentos. Fue también un crítico perspicaz, y generoso protector de nuevos talentos, como Virgilio y el propio Horacio. Fundó la primera biblioteca pública de Roma. <<
[826] Los dos ámbitos de la actividad de Polión como orador: los tribunales de justicia y el senado, que tenía su sede en la curia. <<
[827] La Dalmacia o Ilírico se correspondía, a grandes rasgos, con el territorio de las actuales Croacia y Serbia. Allí, en el 39 a. C., Polión había obtenido su triunfo sobre el pueblo de los partinos. <<
[828] Seguimos aquí, frente al audire de los manuscritos, aceptado por la generalidad de los editores, entre ellos Klingner, la conjetura uidere de Beroaldo y Bentley, aceptada también por Shackleton Bailey. Nisbet-Hubbard proporcionan sólidos argumentos en su favor. <<
[829] Es decir, el polvo del campo de batalla. <<
[830] Sobre Catón el Joven o de Útica véase la nota a I 12, 35. <<
[831] Sobre la creencia antigua de que los dioses se iban de las ciudades que estaban a punto de ser conquistadas, véase J. L. Moralejo, «Cuando los dioses abandonan la ciudad», en A.A.V.V., Homenaje a D, Antonio Holgado Redondo [Badajoz], Universidad de Extremadura, 1991: 131-147; trabajo en el que, por cierto, no reparé en este pasaje ni en algunos de los que a su respecto aducen Nisbet-Hubbard. Además, los romanos, al sitiar una ciudad, propiciaban la deserción de sus dioses por medio del rito de la euocatio, prometiéndoles un culto más espléndido en la suya. Así, antes de la toma de Cartago, en el 146 a. C., habían invitado a Juno, protectora de la ciudad, a trasladarse a Roma (cf. N. Berti, «Scipione Emiliano, Caio [sic] Graco e l’evocatio di Giunone da Cartagine», Aevum 64, 1990: 69-75). <<
[832] Rey de Numidia, en territorio de las actuales Argelia y Túnez. Tras servir a Roma en el sitio de Numancia (134-133 a. C..), se enfrentó a ella en una larga guerra, hasta que cayó prisionero a causa de una traición. Fue condenado a muerte y ejecutado en el 104 a. C. Para entender la alusión de Horacio, hay que recordar que en la Guerra Civil Metelo Pío pereció al frente de las tropas pompeyanas derrotadas en el 46 a. C. en Tapso, en las mismas tierras en que su abuelo Metelo Numídico había luchado contra Jugurta. <<
[833] Aquí, por Italia; pero véanse notas a I 28, 5, y I 36, 4. <<
[834] Nombre griego y épico de la Apulia, patria de Horacio, aunque aquí parece referirse, por sinécdoque, a toda Italia; véase la nota a I 22, 13. <<
[835] Horacio, con cierta ironía, advierte a su ligera y jocosa musa lírica que no insista en el tema del lamento fúnebre, propio, en efecto, del género de la nenia, en el cual había sido un maestro Simónides de Ceos (556-468 a. C.). Para un similar «quiet ending» (Nisbet-Hubbard), véase III 69 ss. <<
[836] Dione era el nombre de una diosa a la que una parte de la tradición mítica considera como madre de Afrodita-Venus, pero acabó aplicándose, como aquí, a Venus misma. Las grutas suelen aparecer en la literatura antigua como prototipos del locus amoenus propicio a la creación poética, frecuentado por las musas y por Venus. <<
[837] Véase nota a 126, 11. <<
[838] Gayo Salustio Crispo, sobrino nieto e hijo adoptivo del famoso historiador. Fue un hombre muy rico e influyente, y de la máxima confianza de Augusto; hasta el punto de que, apenas muerto el Príncipe y pretextando que seguía sus secretas instrucciones, hizo matar a Agripa Póstumo, el más joven de los nietos de aquél, que había sido recluido por su carácter violento. Acerca del personaje da interesantes noticias Tácito, An. 16 y III 30. <<
[839] Entiéndase «metal precioso», y más en particular «plata». Horacio emplea el término lamna («lámina» o «chapa») que se aplicaba al metal no amonedado. Parece aludir a las minas que Salustio poseía en los Alpes, aunque según Plinio, H.N. XXXIV 3, las tales eran de cobre. <<
[840] Otro colaborador y amigo íntimo de Augusto, que incluso pensó en casarlo con su hija (cf. Tácito, Anales IV 40, 6). Horacio alude a la generosidad con que Proculeyo repartió su fortuna con sus dos hermanos, arruinados en las guerras civiles. <<
[841] Como se sabe, las tierras de Libia, y en general las del N. de África (véase nota a I 1, 10), eran de proverbial fertilidad y riqueza. La «remota Gades» es, naturalmente, Cádiz; y es claro que quien juntara en su patrimonio unas y otras tierras tendría a su servicio tanto a los fenicios («púnicos») que habían fundado Cádiz como a los que habían fundado Cartago, al otro lado del mar. <<
[842] Según puede verse en Nisbet-Hubbard, la sed insaciable que acompaña a la hidropesía aparece desde muy antiguo, y sobre todo en la diatriba estoica y cínica, como imagen de la avaricia. <<
[843] Preferimos, con Kiessling-Heinze y Shackleton Bailey, la lectura Phraaten, minoritaria en la tradición pero más correcta que el mayoritario Prahaten, seguido por Klingner (aunque en Epi. I 12, 27, opta por Phraates), Nisbet-Hubbard y otros. Se trata de Fraates IV, rey de los partos, que en el año 26 a. C. fue depuesto por Tiridates, candidato de Roma, pero recuperó luego el trono. El reino parto de los Arsácidas era visto como continuación del imperio persa, fundado por Ciro el Grande (559-529 a. C.). <<
[844] Horacio formula aquí una típica paradoja estoica: el verdadero hombre feliz no es el representado por el ideal vulgar: el del rey oriental, todopoderoso e inmensamente rico, sino el hombre virtuoso y sabio, que es además el único realmente rico y el auténtico rey, como a continuación nos dice; véase Sát. I 3, 124 s. <<
[845] Se trata de Quinto Delio, inquieto y turbio personaje del que Mesala Corvino, según Séneca el Viejo (Suasorias I 7), decía que en las guerras civiles había sido un desultor, es decir, un volatinero de los que en plena carrera saltan de un caballo a otro. En efecto, estuvo con los cesaricidas, luego con Antonio, y a la postre encontró acomodo junto a Augusto. Una figura, pues, que recuerda al Planeo de 17, 19. <<
[846] Sobre el vino falerno véase nota a I 27, 10. <<
[847] Se refiere a las tres parcas, identificadas con las moiras griegas (Cloto, Láquesis y Átropo). Se las representaba como hilanderas del hilo de la vida humana, que cortaban cuando les placía. Como advierten Nisbet-Hubbard, Horacio llama «negros» a esos «hilos» porque más bien piensa en el final que la muerte les impone. <<
[848] Para este epíteto, véase nota a I 2,13. <<
[849] El primer rey de Argos, y aquí símbolo de un linaje de ancestral nobleza. <<
[850] Entiéndase el término en el sentido técnico de la lengua sacral: «víctima destinada (u ofrecida) al Orco»; sobre éste, véase la nota a I 28, 10. <<
[851] Otra de las grandes metáforas clásicas del destino humano; la de la urna de la que iban saliendo a suerte los nombres de las personas que habían de morir, al modo en que se sorteaban algunas magistraturas o comisiones políticas. El tema recurre en III1, 14 ss. <<
[852] La de Caronte, que llevaba a las almas al Hades. <<
[853] Parece tratarse, como es habitual en las odas de tema amoroso, de un nombre griego convencional. La Fócide era la región de Grecia en la que estaba Delfos, en la ribera N. del golfo de Corinto. <<
[854] La hermosa cautiva, hija del sacerdote Brises, cuya forzada entrega a Agamenón provocó la famosa cólera de Aquiles con la que se abre la Ilíada. <<
[855] Áyax, hijo de Telamón, rey de Salamina y, después de Aquiles, el más esforzado paladín griego ante Troya. Durante la guerra apresó a Tecmesa, hija del rey frigio Teleutante, y tuvo de ella un hijo. <<
[856] Agamenón, hijo de Atreo, rey de Micenas y el principal de los caudillos griegos que fueron a Troya, se llevó prisionera a Casandra, hija de Príamo, como parte de su botín. <<
[857] Los «bárbaros» son los troyanos; «tesalio» está por «griego», aunque, como en I 10, 15, con particular referencia a los mirmidones, el pueblo de Aquiles, que habitaba en Tesalia. Aquiles, como se sabe, no vivió para conquistar Troya; pero sí su hijo Pirro o Neoptólemo. <<
[858] Héctor, hijo de Príamo, fue el puntal de la defensa de Troya. Su muerte a manos de Aquiles (Ilíada XXII 326 ss.) dejó a la ciudad desamparada. <<
[859] En propiedad, el nombre de la ciudadela de Troya. Luego sería también el de una famosa ciudad helenística, situada bastante más al S. <<
[860] Nombre griego, al parecer tan convencional como el de Jantias. <<
[861] Los penates eran, como se sabe, los dioses protectores de una familia. Horacio sugiere la posibilidad de que la sierva Filis resulte ser una princesa, como las ilustres cautivas citadas al principio de la oda. <<
[862] En algunas comedias antiguas, como en Los cautivos de Plauto, está presente esta idea de que ciertas virtudes morales en una persona de condición servil son indicio de su origen libre. <<
[863] Horacio, con fina ironía, tranquiliza a su amigo: él, cumplidos los cuarenta, ya no es un rival a temer. <<
[864] Tenemos aquí una serie de los típicos nombres griegos convencionales en las odas amorosas. Lálage aparecía ya en 122,10 y 23, y Fóloe en 1 33, 7 y 9. <<
[865] También parece ser convencional el nombre de este efebo. Según Nisbet-Hubbard, la mención de Cnido evocaría la belleza de la estatua de Venus de Praxíteles que allí se conservaba (véase nota a I 30, 1). <<
[866] Sin duda el amigo que Horacio recomendaría a Tiberio en la Epíst. 19, y del que Augusto habla en su carta a Horacio extractada en la Vida suetoniana del poeta (2*, 14 ss. Klingner): «Cómo me acuerdo de ti, podrás saberlo también por nuestro querido Septimio; pues se dio el caso de que te mencioné delante de él». <<
[867] Cádiz era un prototipo de lugar remoto, según veíamos en II 2, 11; y más aún las tierras del N. de Híspanla, en las que los cántabros y ástures todavía no habían sido enteramente sometidos. <<
[868] Sobre las Sirtes véase nota a I 22, 5. Ya entonces se llamaban «moros» (Mauri) los pobladores de aquellas tierras. <<
[869] Sobre Tíbur véase la nota a I 7, 12. La ciudad pasaba por fundación de Tiburno (véase la nota a I 7,12) y de Catilo, nietos de Anfiarao, rey de Argos. <<
[870] Véase nota a I 3, 16. <<
[871] Río cercano a Tarento, que corría por un territorio entonces famoso por su hermosura y por sus riqueza en rebaños. <<
[872] Horacio no hace aquí metáfora alguna: a las ovejas de la zona de Tarento se las cubría con una especie de pellizas para proteger su delicada lana de las inclemencias del tiempo y de las zarzas y espinos del campo. Sobre tal costumbre, de origen griego, pueden verse otros testimonios en Nisbet-Hubbard. <<
[873] Tarento era, en efecto, una fundación lacedemonia del s. VIII. La colonia originaria estaba formada por «partenias» («hijos de soltera»), al mando de
Falanto. <<
[874] Monte del Ática en el que se producía una miel de gran calidad. <<
[875] Población del N. de Campania reputada por la calidad de sus olivas y su aceite. <<
[876] Valle cercano a Talento. <<
[877] Recuérdese que el ager Falernus, al N. de la Campania, producía el más apreciado vino romano. <<
[878] Marco Junio Bruto (c. 85-42 a. C.), el líder de los conjurados que acabaron con César en las idus de marzo del 43 a. C. La reacción popular ante el magnicidio lo obligó a él y a sus colaboradores a marchar a Grecia, donde organizaron un ejército republicano para hacer frente a los triunviros Octaviano (luego Augusto), Antonio y Lépido. A él se unió Horacio, que entonces estaba estudiando en Atenas, y, al parecer, también su amigo Pompeyo. Tras la derrota de Filipos, Bruto se quitó la vida. <<
[879] Sobre este término véase nota a I 1,7. Pompeyo es de nuevo «quinte» porque ha retornado a Roma y a la vida civil. <<
[880] Nada más sabemos de este Pompeyo que lo que aquí nos cuenta su camarada Horacio. Por lo que se ve, al igual que él había militado en las filas republicanas, para acabar integrándose en el nuevo régimen, aunque tras una carrera más larga y azarosa. <<
[881] Un ungüento aromático de origen vegetal. <<
[882] Naturalmente, la batalla de Filipos, librada en el 42 a. C. junto a la ciudad del mismo nombre, en el E. de Macedonia. En el primer encuentro las tropas republicanas de Bruto se impusieron a las de César Octaviano, mientras las cesarianas de Marco Antonio arrollaban a las de Casio, que desesperando prematuramente de la victoria se suicidó y provocó la definitiva derrota de los suyos. <<
[883] Es el bien conocido relicta non bene parmula, en el que Horacio hace suya una poco heroica vivencia que el yambógrafo Arquíloco relata en su fr. 5 (West). El motivo de la huida ante el enemigo abandonando el escudo o las armas parece haberse convertido en tópico literario, pues también aparece, al menos, en Alceo (fr. 428 Lobel-Page) y en Anacreonte (fr. 85 Gentili). <<
[884] Horacio parodia aquí las escenas épicas en que los dioses se mezclan en el combate para salvar a un héroe en apuros. <<
[885] Horacio da a entender que su amigo siguió militando en la causa republicana, probablemente en la flota de Sexto Pompeyo, que no fue vencida hasta el 36 a. C.; véase al respecto el comentario de Nisbet-Hubbard. <<
[886] Sobre el vino másico véase la nota a I 1,19. Las copas de las que habla Horacio son los «ciborios», que eran propiamente amplios cálices con asas. <<
[887] Sobre estos ornamentos vegetales de la fiesta, véanse notas a I 4, 9, y I 36, 13. <<
[888] Sobre el rex uini véase nota a I 4, 18. Venus estaba unida a Baco en el patronazgo de las celebraciones simposíacas. <<
[889] Pueblo de Tracia que, como todos los de aquella región, era de proverbial desmesura en la bebida. <<
[890] El nombre significa «la de Barí», y no tenemos otras referencias con las que intentar una identificación del personaje; pero los comentaristas anotan que esa clase de nombres (así también, entre otros, «Tarentina», «Brundisina», etc.) era frecuente ente las libertas. <<
[891] Horacio se hace eco de la creencia popular de que un diente negro o una mancha en una uña eran indicio de una mentira. Con respecto a las manchas blancas en las uñas, esa creencia aún subsiste en bastantes lugares de España. En Nisbet-Hubbard pueden verse otros testimonios de la Antigüedad y difusión de la misma. <<
[892] Fórmulas habituales de juramento. En cuanto a la primera, cabe recordar que aún hoy hay quien jura «por la gloria de mi madre». Véase también, en el propio Horacio, el inicio del Epodo 15. <<
[893] Era ya tópica la idea de que los juramentos de los enamorados no eran tomados en serio por los dioses, y menos por los del amor, como Venus y Cupido. A este respecto es obvio el recuerdo de las palabras de Julieta a Romeo: «De los perjurios de los amantes, según dicen, Júpiter se ríe» (W, Shakespeare, Romeo y Julieta II 1, 92 s.). <<
[894] La misma metáfora que daba lugar a la alegoría de la «ternera» de I 8. <<
[895] Horacio habla de aura, literalmente «brisa»; pero parece claro que, continuando con su metáfora pecuaria, evoca al toro que ventea los aires de la hembra. <<
[896] Los fuertes vientos y la escasez de puertos hacían que la navegación por el Caspio se considerara peligrosa. <<
[897] La antigua Armenia, cuyo territorio era bastante más amplio que el de la actual, ya era bien conocida por los romanos, gracias a diversas expediciones tendentes a convertirla en un reino asociado, que sirviera de colchón frente al siempre peligroso imperio parto. Se la consideraba como ejemplo de tierra inhóspita, y especialmente en el invierno. <<
[898] Gayo Valgio Rufo, coetáneo y amigo de Horacio, que lo cita entre sus íntimos en Sát. I 10, 82, junto con Plocio, Vario, Mecenas, Virgilio, Octavio (Augusto) y otros. Fue un escritor polifacético, del que prácticamente nada conservamos, y cónsul en el año 12 a. C. <<
[899] Recuérdese que el aquilón era el viento del N.; de su nombre griego, circius, viene nuestro cierzo. El monte Gargano está en la Apulia, en el espolón que la península Itálica proyecta hacia el N. E. en ese punto. Todavía hoy conserva una parte de sus entonces famosos bosques. <<
[900] Parece ser que se trata de un joven esclavo favorito, a cuya memoria Valgio habría dedicado unas elegías. <<
[901] El Vesper, el lucero de la tarde, que se pone al alba. Valgio, pues, llora noche y día a su favorito muerto. <<
[902] El joven Antíloco cayó luchando contra Troya; era hijo de Néstor, el anciano rey de Pilos, que, según Homero, dilató su vida por tres generaciones. <<
[903] Troilo era el más joven de los hijos de Príamo, rey de Troya, y de su esposa Hécuba. Aquiles lo mató en combate a poco de iniciarse la guerra. A sus hermanas se las llama «frigias» porque en Frigia estaba Troya. <<
[904] Alusión a los triunfos militares y políticos romanos en el Oriente. Nifates era el nombre de una cordillera de Armenia, aunque en algunos autores aparece también como nombre de un río. <<
[905] Es decir, el Eufrates o, mejor transcrito, Eufrates, en Mesopotamia. <<
[906] Tribu escita del N. del Caspio. <<
[907] Según el comentario de Nisbet-Hubbard, se trata del Licinio Murena (también llamado Terencio Vanón en virtud de alguna adopción), que fue cuñado de Mecenas, hermano del Proculeyo de II 2, 5, y tal vez cónsul por breve tiempo en el año 23 a. C., en el que se publicaron los tres primeros libros de las Odas. En ese mismo año o en el siguiente, Murena fue ejecutado como cómplice de la conjura de Cepión, que deterioró las relaciones de Mecenas con el Príncipe. Nisbet-Hubbard también creen posible que ese mismo personaje sea el augur Murena de III 19, 11. Sin embargo, su comentario a esta última oda formula la sospecha de que el cónsul electo del 23 no fuera el conspirador, sino un hermano suyo, que también sería el augur de III 19. <<
[908] Nada de extraño tiene que un pueblo tan marinero como el griego desarrollara pronto la metáfora de la vida humana como una singladura; pueden verse otros testimonios sobre ella en Nisbet-Hubbard. <<
[909] Estamos ante la tan citada y glosada aurea mediocritas, en la que se cifra el ideal peripatético de la virtud (cf. Aristót., Ética Nicomáquea 1106a, 25 ss.; véase la trad. de J. Pallí en el vol. 89 de esta B.C.G.). ES vocablo mediocritas fue empleado para recoger el griego mesótés; pero en español, ni el cultismo «mediocridad» ni el más castizo «medianía», con sus connotaciones negativas, recogen fielmente el sentido positivo (de «equilibrio») que tenía el original. En cuanto al adjetivo aurea, se aplica metafóricamente en latín a toda cosa que en su género se considera especialmente notable. Al ideal en cuestión alude el propio Horacio en Sát. I 1, 106 s., y Epíst. I 18, 9. <<
[910] «No hay mal que cien años dure». <<
[911] La alternancia entre las dos tan diversas actividades de Apolo —la de armonioso cítaredo y la de temible arquero— sirve al poeta para simbolizar las cambiantes vicisitudes de la vida. <<
[912] Las campañas que llevaran al definitivo sometimiento de los cántabros y ástures no finalizaron hasta el año 19 a. C. <<
[913] A decir verdad, no sólo era el Adriático el que separaba de Italia a los escitas, que habitaban al N. del mar Caspio. <<
[914] De este personaje no tenemos más referencias, a no ser la de que parece ser el Quincio al que está dedicada la Epíst. 116. Horacio lo nombra aquí anteponiendo su cognomen a su nomen, según una práctica habitual en la época. <<
[915] Los comentarislas parecen estar de acuerdo en que Horacio alude aquí a lo breve y precario de la vida humana en general, y no a particulares circunstancias de la de su amigo. <<
[916] Es decir, de Siria, tradicional exportadora de perfumes. <<
[917] Véase nota a I 18, 9. <<
[918] Los vinos antiguos, y desde luego el afamado falerno (véase nota a I 27, 10), eran en general de fuerte graduación, por lo que solían beberse mezclados con agua. <<
[919] El nombre «exótico» (Nisbet-Hubbard) de la cortesana cuadra bien a la imagen convencional del simposio. Horacio la llama deuium scortum, lo que literalmente significa «prostituta apartada». Porfirión, el comentarista antiguo aplaude la expresión, «porque ella hace negocio de su cuerpo, pero no se expone en público». <<
[920] Texto discutido en su forma e interpretación. Seguimos la edición de Klingner, aunque reconociendo que la alusión a las mujeres de Lacedemonia (las espartanas) más bien haría pensar en un tocado marcadamente sobrio que en un «nudo» (o «moño») esmerado; para detalles véase el comentario de Nisbet-Hubbard. <<
[921] La heroica ciudad celtíbera que resistió los ataques y el asedio de los romanos durante diez años, hasta que en el año 133 a. C. sus últimos defensores capitularon ante Escipión Africano el Menor. Sus restos aún pueden verse hoy junto a Garray, en las cercanías de Soria. <<
[922] Naturalmente, el caudillo cartaginés que combatió contra Roma en la Segunda Guerra Púnica (218-201 a. C.). <<
[923] Horacio se remonta ahora a la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.), que se desencadenó por el dominio de Sicilia y se decidió en la batalla naval de las Égates, frente al extremo occidental de la isla. <<
[924] El poeta pasa de la materia histórica a la mítica. Hileo era uno de los centauros que, tras embriagarse, se enfrentaron a los lapitas (véase la nota a I 18, 8). <<
[925] Los gigantes, hijos de la Tierra, intentaron asaltar el Olimpo, morada de los dioses. Zeus, Atenea y Hércules, el héroe hijo de Zeus y de Alcmena, acabaron con ellos. <<
[926] Sobre Satumo-Crono, véase nota a I 12, 50. Traducimos con cierta libertad el ueteris Saturni del original, siguiendo una idea de Nisbet-Hubbard que nos parece muy acertada: la gigantomaquia era posterior a los tiempos de Saturno; pero «Horacio puede estar sugiriendo un intento de restaurar el anden regime»; es decir, el reinado del viejo titán, depuesto por su hijo Zeus-Júpiter. <<
[927] Parece haber acuerdo en que el término está empleado en el sentido de «prosaico»; y también en que la frase precedente, aunque en ella esté expreso el «tú» que nuestra traducción recoge, no ha entenderse en el sentido de que Mecenas tuviera el proyecto de escribir una historia de las gestas de Augusto. Estaríamos, pues, ante una «segunda persona impersonal», como la del nolis que abre el poema. <<
[928] Alusión a los varios triunfos que por entonces celebró Augusto. <<
[929] Parece lógico entender que esta Licimnia —nombre griego, según es costumbre en los poemas amorosos de Horacio— es una de las más o menos ocasionales amantes del poeta; y el que la llame «señora» no resulta raro en tal contexto. Ahora bien, el comentario antiguo del Pseudo-Acrón dice que bajo ese nombre se oculta el de la esposa de Mecenas, Terencia, métricamente equivalente, según la práctica habitual en la poesía amorosa latina. Esa identificación plantea dificultades, pues, por muy amigo que Horacio fuera de su protector, no parecen de recibo los términos en que se entiende que habla de su mujer. Tal vez, como apuntan Nisbet-Hubbard, la interpretación del Ps.-Acrón reposa sobre un mal entendimiento de la segunda persona de los vv. 21 y ss., que no presupondría que la mujer en cuestión fuera precisamente la de Mecenas. Desde el bando contrario se ha alegado que sí Licimnia fuera una vulgar hetaera, no sería verosímil que participara en la fiesta de Diana. Sin embargo, la objeción parece perder fuerza en vista del carácter marcadamente popular que, al parecer, teman esas celebraciones. Sobre toda la cuestión trata ampliamente la nota introductoria de Nisbet-Hubbard. <<
[930] La fiesta tenía lugar el 13 de agosto en el santuario de la diosa en la colina del Aventino. <<
[931] El ancestro de la dinastía persa de los Aqueménidas, prototipo del poder y la riqueza. <<
[932] La Frigia, en el N. O. del Asia Menor, era tierra de proverbial riqueza. En ella había reinado Migdón, que había ayudado en la defensa de Troya. <<
[933] El matar a un huésped, y no digamos con nocturnidad, se consideraba como un crimen especialmente abominable. <<
[934] La Cólquide, la tierra de Medea, en las montañas del Cáucaso, era la patria proverbial de los brujos y hechiceros. <<
[935] La entrada del Mar Negro se consideraba como un lugar peligroso para los navegantes. Aquí «púnico» debe tomarse por «fenicio» más que por «cartaginés», por obvias razones de cercanía. <<
[936] Sobre las engañosas retiradas de los partos véase la nota a I 19, 12. <<
[937] Recuérdese que por entonces el imperio parto era la única potencia extranjera con la que Roma mantenía una situación de hostilidad, más o menos declarada. <<
[938] La Perséfone griega, esposa de su tío Hades y reina de los infiernos. <<
[939] Hijo de Zeus y de la ninfa Egina, padre de Peleo y abuelo de Aquiles. Por su fama de hombre justo pasó a formar, con Minos y Radamantis (o Radamanto), el tribunal que juzgaba a las almas en el Hades. <<
[940] Los Campos Elisios. <<
[941] La gran poetisa lírica eolia del siglo VII a. C., natural de la isla de Lesbos, tan admirada por Horacio. Es bien conocida la orientación sexual de algunos de sus poemas, a la que acto seguido se alude. <<
[942] El otro gran lírico eolio, modelo predilecto de las Odas. Fue compatriota y coetáneo de Safo. Horacio alude luego a algunos de los temas característicos de su poesía. <<
[943] Asuntos típicos de la poesía de Alceo, que como todos los aristócratas de su isla natal había dedicado buena parte de su vida y de su obra a combatir los regímenes populistas de los tiranos. <<
[944] Me parece inevitable ver un toque de humor en el pasaje: es en el más allá donde Alceo canta sus odas cívicas, y la masa de las almas se arracima para oírlo, como haría el pueblo en una asamblea. <<
[945] La imagen de los monstruos y de los grandes penados de ultratumba embelesados por una música sublime tiene, al menos, un precedente, y no muy lejano: los versos en que Virgilio (Ge. IV 481 ss.) describe la llegada de Orfeo a los infiernos. La «bestia de las cien cabezas» es Cerbero (mejor sería Cerbero), el perro guardián del Hades, aunque el común de los testimonios sólo le atribuye tres. <<
[946] Apelación eufemística de las erinias o furias (cf. nota a I 28, 17). Eran tres: Alecto, Tisífone y Megera, y se las representaba con una melena entreverada de culebras. <<
[947] Véanse notas a I 3, 27, y I 16, 13. <<
[948] Tántalo, otro de los grandes condenados del Hades; véase nota a I 28,7. <<
[949] Gigante cazador, condenado a eternas penas, según la versión más extendida, por haber intentado violar a Artemis-Diana. <<
[950] Personaje de dudosa identidad. Tal vez es el mismo al que Propercio dedica su elegía III 12; véase la nota introductoria de Nisbet-Hubbard. <<
[951] Es decir, la devoción a los dioses. <<
[952] Véase nota a I 4, 17. <<
[953] Gerión o Geriones era un gigante que de cintura para arriba tenía tres cuerpos y, por ello, tres vidas. Hércules lo mató tras robarle sus famosos bueyes. <<
[954] Ticio, o Titio, fue un gigante que intentó violar a Latona, de la que Júpiter había tenido a Apolo y a Diana. Por ello fue precipitado a los infiernos, donde su hígado, inagotable, era devorado por dos águilas o dos serpientes. <<
[955] Expresión de clara estirpe homérica; cf. Ilíada VI 142. <<
[956] Es decir, de los males de la guerra. <<
[957] Pese a su carácter doblemente mediterráneo, el Adriático tenía fama de mar peligroso para la navegación. <<
[958] El austro es el viento del S.; el otoño era considerado como una estación proverbialmente insana. <<
[959] Río del Hades, afluente del Aqueronte. <<
[960] Las Danaides, las cincuenta hijas de Dánao, se casaron con sus primos, los hijos de Egipto, y movidas por los odios de su padre todas, menos una, mataron a sus esposos en la noche de bodas. Por ello fueron condenadas en el Hades a llenar de agua una tinaja sin fondo; véanse III 11, 22 ss. <<
[961] Sísifo, hijo de Éolo, prototipo de la astucia. A causa de sus numerosos engaños fue condenado al suplicio de empujar cuesta arriba una piedra que siempre volvía a rodar por la pendiente. <<
[962] Ya desde antiguo los cipreses estaban relacionados con los ritos fúnebres, aunque también fueran estimados como árboles ornamentales, según aún hoy podemos ver en tantas hermosas villas italianas, y especialmente en la Toscana. <<
[963] Véase nota a I 20, 9. El heredero será «más digno» en cuanto que, aunque sin mérito alguno, le habrá tocado en suerte beberse los vinos añejos guardados en la casa. También aquí cabe adivinar una nota de humor horaciano. <<
[964] El colegio de los pontífices, como otros colegios sacerdotales, celebraba periódicamente opíparas cenas. De ahí que Varrón (De la agricultura III 2, 16) hablara de «las cenas de los colegios, ahora incontables, que ponen al rojo vivo los precios del mercado» (tomo la cita de Nisbet-Hubbard). <<
[965] Horacio habla de iugera, medida equivalente a unas 25 áreas. Intentamos traducirlo por medio de un término castellano que antaño designaba la superficie que una yunta podía arar en una jornada. A propósito de las «regias construcciones» nombradas antes, no se olvide que ese adjetivo tenía en latín connotaciones muy negativas, por el mal recuerdo del último rey de Roma (Tarquinio el Soberbio), y por la imagen de despotismo, molicie y despilfarro que daban las monarquías orientales, similar a la que actualmente nos dan las de Arabia, Golfo Pérsico o Marruecos. <<
[966] Situado en la bahía de Cumas, en la parte N. del golfo de Nápoles, el propio Lucrino era un lago artificial, pues procedía de una ensenada que había sido separada del mar por medio de un malecón. Entre los estanques a los que Horacio se refiere podrían estar los dedicados a la cría de peces —las piscinae—, entonces muy de moda. <<
[967] Hay que recordar aquí la práctica antigua de intercalar en los viñedos árboles como el chopo o el olmo, para que las vides se expandieran trepando por ellos, según aún hoy se puede ver en bastantes lugares de Italia y de Portugal. En cambio el plátano, por su denso follaje, era un árbol apreciado por su sombra, bajo la cual mal podrían madurar las uvas. El término «célibe» que Horacio te aplica cobra su pleno sentido a la luz de Epod. 2, 9 s., donde habla de cómo el labrador «casa los altos chopos con los crecidos sarmientos de las vides». <<
[968] Horacio critica el abandono de los cultivos productivos en favor de los meramente suntuarios. Lo mismo haría Tiberio en Tácito, An. III 54, 3. <<
[969] Nisbet-Hubbard anotan que el lauret era una planta aromática, como las antes nombradas; pero que tal vez Horacio plantea aquí una cierta paradoja, al presentar como simple árbol de sombro, y ligado por ello a la vida ociosa, al que desde antiguo era premio y símbolo del esfuerzo atlético y militar. <<
[970] Rómulo, el mítico fundador de la Urbe, y el austero M. Porcio Catón el Censor («hirsuto» porque no se avenía a la moda de rasurarse la barba), aparecen como personificaciones de la «ley de los mayores» luego nombrada. <<
[971] La decempeda era, en efecto, una regla de diez pies que antiguamente sólo se había usado para trazar la planta de los edificios públicos, dadas las modestas dimensiones que por entonces tenían los privados. Luego, como vemos, también los particulares se construyeron grandes pórticos para procurarse la sombra y el fresco. Ahí está el quid del modo en que se expresa Horacio: la Osa (Arcion, de donde nuestro «ártico») significa el Norte y su frescura; y como agudamente apuntan Nisbet-Hubbard, el poeta emplea el verbo (excipere) normalmente usado para designar la caza al rececho. <<
[972] Horacio se refiere a los terrones compactados por la hierba, que eran antaño, y aún siguen siendo hoy en regiones más o menos primitivas, un importante material de construcción, para cubiertas e incluso para muros. <<
[973] Como se sabe, los antiguos no conocían la brújula, por lo que al navegar en altamar, y especialmente durante la noche, se guiaban por las estrellas. <<
[974] Tracia era una región proverbialmente belicosa. <<
[975] Los partos, frecuentemente confundidos con los medos o los persas, eran hábiles arqueros. <<
[976] Se trata de Pompeyo Grosfo, rico propietario siciliano, citado también en Epíst. 112, 22 ss. <<
[977] Los lictores eran agentes subalternos de los cónsules y de las demás magistraturas superiores. Portaban los fasces, fajos de varas con el hacha, símbolo de la jurisdicción penal. <<
[978] Los llamados laquearía eran, en efecto los techos artesonados, que aquí aparecen como símbolo de la riqueza. <<
[979] Parece ser que este modesto objeto del ajuar doméstico tenía un alto valor como símbolo de la continuidad de la familia y de la casa, explicable en razón del que desde siempre ha tenido la sal en bastantes civilizaciones. Algo dicen al respecto expresiones como nuestro «negar el pan y la sal». <<
[980] Esta misma idea de que, vayamos donde vayamos, no escaparemos de nosotros mismos, puede verse en Epíst. I 2, 27. Horacio critica la creciente afición a viajar a países exóticos, ya por afán de negocios, ya por evadirse del ambiente habitual. <<
[981] Aquí nos apartamos de la edición de Klingner, que, al igual que Kiessling-Heinze, Borzsák y varios otros editores y estudiosos, considera como una interpolación incoherente con el contexto esta sexta estrofa (vv. 21-24), siguiendo la tesis propuesta por C. Prien en 1858. Sostienen su autenticidad, entre otros, Vílleneuve, Svndikus, Shackleton Bailey, Poschl 1991 (=1956): 118 ss., y Nisbet-Hubbard, a cuyo comentario remitimos. <<
[982] Seguimos a los editores que ven aquí una de tantas personificaciones de valores abstractos que aparecen en Horacio. <<
[983] Como se sabe, Aquiles no llegó a ver la caída de Troya, pues fue mortalmente herido por una flecha de Apolo. Según otras versiones, fue Paris quien la disparó, y el dios la dirigió al único punto vulnerable del héroe: su famoso talón. <<
[984] Véase nota a 128, 8. El contraste entre la muerte de Aquiles, prematura pero en plena gloria, y la decadente longevidad de Titono abre el camino a la sentencia que a continuación formula Horacio, abundando en lo ya dicho más arriba: nadie puede decir que tiene todo cuanto pudiera desear. <<
[985] Al parecer, las yeguas eran preferidas para los tiros de las carreras de carros; y el ganado caballar de Sicilia, donde Grosfo tenía sus predios, era apreciado desde antiguo. <<
[986] Uno de los lugares donde se recogía el murex, el molusco del que se extraía la púrpura, era la costa del África romana. Las telas de lana con doble tinte eran un lujo al que Horacio también alude en Epod. 12, 21. <<
[987] Es decir, el destino: sobre las parcas véase la nota a 13, 16. <<
[988] Véase nota a I 12, 39; Horacio emplea el término tradicional latino de camena, pero añade que la suya es griega, sin duda par a poner de relieve la estirpe eolia de su lírica. <<
[989] Expresión que recuerda el odi profanum uolgus de III 3, 1. Uno y otro pasaje hay que entenderlos, más que en un sentido social, en el literario de la estética alejandrina de Calimaco, que, como nuestro Juan Ramón Jiménez, no pensaba en la galería, sino en la minoría; véase el comentario de Nisbet-Hubbard. <<
[990] Recordemos que Horacio murió cuando iban a cumplirse dos meses de la muerte de su protector y amigo, el 27 de noviembre del año 8 a. C. <<
[991] Monstruo híbrido de león, cabra y serpiente. La mató Belerofontes metiéndole en la boca un trozo de plomo que se derritió por el fuego que exhalaba. <<
[992] Uno de los hecatonquires o gigantes de cien brazos, hijos de Urano y de la Tierra. Hermano suyo era Briareo (mejor Briáreo), al que Don Quijote dedicó un recuerdo en la aventura de los molinos de viento. <<
[993] La griega Díké, hermana de las parcas nombradas a continuación, y por ello vinculada al destino de los hombres. <<
[994] No están claros los pormenores del horóscopo de urgencia que en estas líneas hace Horacio de sí mismo, aunque sí su finalidad: la de poner de relieve la admirable sympátheia que de nacimiento lo ligaba a su amigo. El signo del Escorpión estaba vinculado a Marte y por ello mismo a la guerra. En cuanto a Capricornio, signo invernal, se lo relacionaba, lógicamente, con las tempestades, y en particular con las del Mediterráneo occidental, que es lo que aquí significa «hesperias»; para más detalles véase el comentario de Nisbet-Hubbard. <<
[995] Horacio pasa ahora de la astrología zodiacal a la planetaria. El signo de Júpiter era propicio (de ahí los caracteres joviales); en cambio el de Saturno, identificado con el impío Crono, castrador de su padre y devorador de sus hijos, era un astro funesto. Es claro que Horacio se refiere aquí a la célebre ocasión, ya aludida en I 20, 3 ss., en la que Mecenas, restablecido de una grave enfermedad, fue acogido en el teatro con una gran ovación. <<
[996] Naturalmente, Júpiter sólo retrasó la llegada de la muerte, al fin y al cabo inevitable. Sobre representaciones plásticas de la Muerte con alas, y especialmente en el mundo etrusco, el de los ancestros de Mecenas, puede verse documentación en Nisbet-Hubbard. <<
[997] Naturalmente, Horacio se refiere al nefasto árbol de II 13. <<
[998] En II 13 el poeta no aludía a la protección de está divinidad silvestre, a la que sí celebra, en cambio, en I 17; véase también la nota a 14, 11. <<
[999] Ya en otros lugares, y sobre todo en I 10, Horacio había expresado su devota simpatía por el dios inventor de la lira. <<
[1000] También a la hora de agradecer los favores de los dioses Horacio sabe marcar las debidas distancias con su poderoso y rico amigo. <<
[1001] El monte Himeto, en el Ática, ya citado en II 6, 14 por la calidad de su miel, también era famoso por sus canteras de mármol. Se admite que estos primeros versos imitan unos del lírico coral griego Baquílides: «No hay aquí cuerpos de bueyes, ni oro ni purpúreos tapetes, pero sí un ánimo bien dispuesto, una Musa dulce y en copas beocias vino agradable» (Baquíl., fr. 21, trad. de F. García Romero en el vol. 111 de esta B.C.G.: 226). <<
[1002] También del África romana, y especialmente de Numidia, se importaban costosos mármoles. <<
[1003] Véase la nota a I 1, 12; Horacio se refiere, con su característico humor, a la historia de aquel rey de Pérgamo que había dejado su herencia al pueblo romano. La situación que sugiere podría compararse a la planteada en tiempos modernos por los supuestos descendientes del último zar de Rusia. <<
[1004] También en la costa de la Laconia o Lacedemonia se criaba el murex, el molusco de la púrpura. Por lo demás, el pasaje es de discutida interpretación: el verbo que emplea Horacio, trahunt, aplicado a tareas textiles le cuadraría bien a la de hilar, pero no tanto a la de tejer; ahora bien, no es verosímil que se llame «púrpura» a la lana sin hilar, pues tampoco lo es que se la tiñera en tal estado. De ahí que otros (así Nisbet-Hubbard) piensen que trahunt… purpuras se refiere a los vestidos de púrpura que, arrastrando por el suelo, llevarían las nobles servidoras del poderoso personaje que imagina Horacio. En tal caso habría que traducir, más o menos: «ni nobles dientas mías arrastran las púrpuras laconias». <<
[1005] Horacio, tras aludir a Mecenas sin nombrarlo, menciona aquí la famosa finca que le había regalado su poderoso amigo. La tierra de los sabinos estaba al N. E. de Roma. <<
[1006] El poeta vuelve a la carga contra la moda de las construcciones faraónicas realizadas sobre terrenos ganados al mar, que ya denunciaba en II 15. La costa de Bayas, en la parte N. de la bahía de Nápoles, era lugar de veraneo de las clases acomodadas de Roma. <<
[1007] El abusivo expansionismo del rico propietario se nos describe en una especie de gradación: en primer lugar, y se entiende que por medios poco limpios, busca hacerse con los campos de la generalidad de sus vecinos; poro lo más odioso llega cuando echa de sus tierras a sus propios clientes, a los que más bien estaba obligado a proteger. A este respecto suelen recordar los comentaristas que ya las XII Tablas prescribían: «Si un patrono le hace un fraude a su cliente, condenado sea». <<
[1008] Las imágenes de los penates, las más sagradas señas de identidad de esa familia que se ve arrojada de su casa. <<
[1009] Pasaje discutido, del que nos permitimos una interpretación personal, entendiendo el destínata del v. 30 como nominativo (no ablativo) concertado con aula y significando no «destinad(o)», como la mayoría cree, sino «proyectado». El sentido resultante es claro: por muchas mansiones que proyecte el rico, la única que tiene segura es la de ultratumba. Para otras interpretaciones véanse los comentarios de Kiessling-Heinze, Nisbet-Hubbard y Romano. Además, seguimos a Nisbet-Hubbard no a Klingner en la puntuación al final del v. 31 (que recoge la edición de Shackleton Bailey) y en su interpretación del 32. <<
[1010] No hay otras noticias de ese intento del astuto Prometeo de librarse de su condena con un soborno. El «servidor del Orco» sería, según la opinión predominante, Caronte, el barquero infernal; pero otros, como Nisbet-Hubbard, se inclinan por Mercurio, el guía de las almas en el Hades. La variante reuinxit, frente, al reuexit que seguimos con Klingner y con la mayoría de los editores, sería menos favorable a la candidatura de Caronte, aunque le cuadraría mejor a la tradicional imagen de Prometeo encadenado. <<
[1011] Sobre. Tántalo, otro de los grandes condenados del Hades, véase nota a I 28,7. Hijo suyo era Pélope, padre de Atreo y Tiestes, sobre cuya terrible historia véase nota a I 6, 8. Es cuestión discutida la de a quién se refiere el hic («éste») sujeto de esta frase y de la siguiente. La mayoría de los intérpretes (Plessis-Lejay, Kiessling-Heinze, Villeneuve, Carena,, etc.) cree que es el propio Orco; para algunos, como Nisbet-Hubbard, sería más bien «el servidor del Orco» y, más concretamente, no Caronte, sino Mercurio (véase la nota precedente). <<
[1012] También podría entenderse: «al pobre que ya no puede más…». La frase uocatus atque non uocatus es «semi-proverbial», según Nisbet-Hubbard, que citan al respecto el oráculo dado a los espartanos en Delfos en vísperas de la Guerra del Peloponeso (Tucídides I 118, 3). Por nuestra parte, recordaremos que el psicoanalista C. G. Jung hizo grabar a la entrada de su casa el lema uocatus atque non uocatus, deus aderit, cuyo origen inmediato no hemos podido rastrear. Para contrastar esta noticia hemos contado con la inestimable ayuda del Dr. J. L. Mediavilla (Oviedo), que nos remitió a A. Ortiz-Osés, C. G. Jung. Arquetipos y sentido, Bilbao, Universidad de Deusto, 1988: 19 s. <<
[1013] Ninfas y sátiros eran habituales en los cortejos dionisíacos. Los sátiros tenían patas de cabra. El participio acutas aplicado a sus orejas se refiere a la atención con que en ese momento escuchaban a Baco. <<
[1014] Es el ancestral grito de júbilo de los ritos dionisíacos. <<
[1015] El más característico atributo de los cultos báquicos. Era, literalmente, un «tallo» (thyrsos, de donde nuestro «torso») adornado con hojas de hiedra. El dios volvía locos a quienes golpeaba con él. <<
[1016] Otro nombre de las bacantes, derivado de Tía, iniciadora de los cultos de Dioniso. <<
[1017] Maravillas típicas que solían provocar las bacantes al blandir sus tirsos. <<
[1018] Ariadna, a la que Dioniso había rescatado en Naxos, donde la había abandonado Teseo. El catasterismo de su corona nupcial daría lugar a la hermosa constelación de la Corona Boreal. <<
[1019] Tenemos aquí a los dos antihéroes por excelencia del culto báquico. Penteo, rey de Tebas, persiguió sañudamente a Dioniso, a pesar de ser su primo. El dios se vengó haciendo que Penteo fuera descabezado por su propia madre, Ágave, a la que antes había hecho presa de su místico frenesí. Licurgo fue un rey tracio que también persiguió a Dioniso y a sus cultos; hay diversas variantes sobre la venganza que contra él se tomó el dios, pero la más extendida es la de que hizo que enloqueciera y matara a su mujer y a sus hijos. <<
[1020] La Bistonia era una comarca de Tracia, en la que Dioniso contaba con muchas devotas. En sus cortejos, esas ménades o bacantes llevaban sus cabellos anudados con una serpiente. <<
[1021] Alusión a la gigantomaquia, la lucha que sostuvieron los dioses para repeler el asalto al Olimpo de los gigantes, los hijos de la Tierra, uno de los cuales era Reto. Dioniso, como Atenea y Hércules, ayudó a su padre Zeus en el combate, para lo cual se metamorfoseó en león. <<
[1022] Dioniso-Baco fue a los infiernos en busca de su madre Sémele y allí, naturalmente, se encontró con Cerbero, el monstruoso perro de tres cabezas —y por ello «trilingüe»— que guardaba la puerta (véase nota a II 13, 35). No está claro a qué «cuerno de oro» se refiere Horacio: Kiessling-Heinze y Nisbet-Hubbard piensan en las frecuentes representaciones del dios como toro o, al menos, como provisto de cuernos; otros, como Villeneuve, entienden que el dios llevaba un cuerno lleno de vino con el que apaciguar al can Cerbero. <<
[1023] En cuanto que, como ahora se verá, se va a metamorfosear de hombre en cisne. Sobre el cisne como metáfora del poeta puede verse amplia documentación en SYNDIKUS. <<
[1024] Acerca de la envidia como ingrediente, ya entonces inevitable, de la vida literaria pueden verse abundantes testimonios en Nisbet-Hubbard. <<
[1025] Sobre la Estigia véase nota a I 34, 10. <<
[1026] De esta manera tan gráfica —tal vez un poco chocante para la sensibilidad modernas— describe Horacio su transformación en cisne. Fraenkel, 1957: 301, estima que la descripción «es, en el contexto de esta oda, repelente o ridículo o ambas cosas». Peerlkamp, sin fundamento, propuso atetizar toda la estrofa. <<
[1027] Véanse notas a 11,5, y I 3,34. Con tal término de comparación, es claro que la fama de la que aquí habla Horacio concierne a su vuelo como cisne. <<
[1028] Sobre las Sirtes véase nota a I 22, 5. La Getulia era en propiedad la región que quedaba al S. de la Mauritania y la Numidia romanas, no la región costera de las Sirtes. <<
[1029] Horacio se va ahora al otro extremo del mundo: la de hiperbóreos era una vaga, aunque antigua, denominación para los pueblos más septentrionales conocidos o imaginados. <<
[1030] Sobre los coicos, véase nota a II 13, 8; sobre los dacios, nota a I 35, 9; sobre los marsos, recios soldados del ejército romano, nota a I 2, 40; sobre los gelonos, nota a II 9, 23. <<
[1031] Este mismo volumen —dicho sea con toda la modestia— puede considerarse como un testimonio de que Horacio no anduvo descaminado al augurarse un porvenir académico. Por lo demás, en aquel tiempo ya existían, tanto en Hispania (la tierra del «estudioso ibero») como en la Galia, escuelas en las que se estudiaba a los poetas griegos y latinos. <<
[1032] Las nenias, lamentos fúnebres, resultan tan innecesarias como el «vano funeral» antes nombrado y el propio rito de la sepultura, en el caso de un poeta que, en lugar de morir, haya experimentado la metamorfosis de la que habla Horacio. Se admite que estos versos están inspirados en el epitafio que, según la tradición, el poeta Ennio había escrito para su propia tumba: «Que nadie me honre con lágrimas ni me haga duelo con su llanto. ¿Por qué? Porque vivo voy volando de boca en boca de las gentes». <<
[1033] El poeta habla como si fuera a oficiar un rito mistérico, es decir, reservado a los iniciados, como eran los de Baco y los de Orfeo. <<
[1034] La expresión empleada fauete linguis pertenecía a la lengua sacral. Literalmente significaba «favorecedme con las lenguas», y, puesta ya en su contexto, «pronunciad sólo palabras de buen augurio». En la práctica acabó convirtiéndose en una petición de silencio y atención al auditorio; véase J. UrÍa Varela, Tabú y Eufemismo en Latín, Amsterdam, Hakkert, 1997: 74, con bibliografía. <<
[1035] Las nuevas generaciones, «todavía abiertas las enseñanzas morales» (Nisbet-Rudd), a las que Horacio quiere dirigir las «Odas romanas», de tono marcadamente didáctico y gnómico, y novedosas por lo trascendental de sus temas. <<
[1036] Es decir, sobre sus pueblos; y recuérdese de nuevo el sentido negativo que los términos referentes a la realeza tenían en latín. <<
[1037] Según una interpretación tradicional —véanse, por ejemplo, Kiessling-Heinze, y Pasquali: 654—, Horacio hace este homenaje inicial a Júpiter siguiendo una antigua convención de la poesía solemne (cf. Píndaro, Nem. 2, 1 ss.; Virg., Buc. 3, 60). Los comentaristas más recientes prefieren entender que la alusión al supremo poder del dios se justifica por la propia línea argumental de la oda: pondría de relieve lo insignificante del poder humano (Syndikus II, pág. 15 ss.), o bien la supremacía de las leyes del universo (Nisbet-Rudd). La mención de la gigantomaquia (véase nota a II 19, 24) parece anticipar su solemne tratamiento en III 4, 42 ss. El poder atribuido al ceño del dios es un viejo tópico homérico (cf. Ilíada I 528). <<
[1038] En el Campo de Marte (véase nota a I 8, 3) se celebraban los comicios. Se reconoce que a partir de aquí, y hasta prácticamente el final de la oda, Horacio se inspira en el preámbulo del libro II de Lucrecio (9 ss,), y en su crítica epicúrea del afán de riquezas, poder y fama que arrastra al común de los hombres; véase el comentario de Syndikus y la introducción de Nisbet-Rudd. Estos últimos señalan también la influencia del pasaje de las Geórgicas (II 461 ss.) en el que Virgilio, en contraste con los lujos y vanidades de la ciudad, alaba la feliz sencillez de la vida campesina. <<
[1039] Sobre la Necesidad, véase nota a I 35, 17; acerca de su urna, la nota a II 3, 26. <<
[1040] Es clara la alusión a Damocles, el cortesano del tirano Dionisio I de Siracusa al que éste, cuando le oyó decir que lo consideraba como el hombre más feliz del mundo, le propuso que probara personalmente su felicidad. Lo instaló en el más placentero y lujoso de los ambientes, pero hizo colgar sobre su cabeza una espada, atada con una crin de caballo. Damocles acabó diciéndole a su amo «que ya no quería ser feliz», según nos cuenta Cicerón, Disputaciones Tusculanas V 21, 61 s. Naturalmente, «los manjares de Sicilia» nombrados luego son los que Dionisio hizo servir a su chasqueado adulador. <<
[1041] El viento primaveral del O., cuyo nombre latino era «favonio» (véase nota a I 4, 1). El término tempe que Horacio emplea en el v. 24 lo imprimen con minúscula la generalidad de los editores, interpretándolo como nombre común. En realidad esa palabra griega, un plural neutro, era el nombre propio del hermoso valle del río Peneo, que aún hoy se llama Tembi, en Tesalia, entre los montes Olimpo y Osa; y por vía de la antonomasia llegó a convertirse en nombre común para todo valle ameno; véase Kiessling-Heinze. <<
[1042] En ambos casos se alude a las tempestades típicas del otoño mediterráneo: Arturo, que con frecuencia aparece designando a toda la constelación del Boyero, se pone a final de octubre y las Cabrillas surgen a final de setiembre. <<
[1043] Horacio habla de un fundus mendax que, en efecto, no ha cumplido sus promesas de cosecha. <<
[1044] En esta prosopopeya Horacio nos presenta al árbol que no ha dado fruto echando la culpa a las inclemencias del tiempo. <<
[1045] Vuelve el poeta sobre la moda contemporánea de las construcciones faraónicas y en especial sobre las obras destinadas a ganar terreno al mar, ya criticadas en II 15 y en II1 8, 20 ss. <<
[1046] En efecto, con sus obras de relleno se ha metido en el mar. <<
[1047] Una vez más seguimos a los editores que ven aquí personificaciones de sentimientos. Entendemos que Horacio emplea el verbo scandere, «subir(se)» porque, como luego se verá, esas personificaciones se le suben ya al barco, ya al caballo al hombre rico. Sin embargo, Nisbet-Rudd piensan, ante todo, en un contraste entre la altura de las construcciones aquí aludidas y las humilis domos citadas en el v. 22. <<
[1048] Ya nombrada en II 16, 21, y también aludiendo en el contexto a la nave y a la equitación; pero no se olvide que aquellos versos han sido atetizados por algunos editores. El hombre rico en el que aquí piensa el poeta lo es de verdad, pues puede permitirse tener para su uso particular una trirreme, nave de tres filas de remeros. <<
[1049] El mármol de Sinada, en Frigia (N. O. del Asia Menor), muy apreciado, por su jaspeado rojo sobre fondo blanco; véase el comentario de Kiessling-Heinze. <<
[1050] El costo era una planta aromática oriental. El término «aquemenio» está por «persa»; véase la nota a II 12, 21. <<
[1051] Donde Horacio tenía su finca predilecta, probable regalo de Mecenas; véase la nota a II 18,14. <<
[1052] Anota Villeneuve que la exhortación de Horacio no atañe al «simple legionario», que por su presumible extracción social ya estaría hecho de antemano a la austeridad de la milicia, sino a los jóvenes de clase alta que por entonces hicieran sus primeras armas. Tal vez sea excesivo traducir por «pobreza» el pauperiem del original, que literalmente significa «vivir con poco». <<
[1053] El comentario de Kiessling-Heinze subraya el «colorido homérico» de esta escena, que nos recuerda a las mujeres troyanas siguiendo desde sus muros las alternativas del combate (teichoscopía); cf. Hom., Ilíada XIX 291; XXII 462 ss. <<
[1054] El destinado a casarse con la hija del rey antes nombrada. <<
[1055] Aunque pueda parecer banal la expresión, optamos por ella para traducir literalmente el asperum tactu del original, que, naturalmente, alude a una fiera a la que no se puede tocar sin consecuencias, al igual que el homérico áaptos, «intocable» (véase el comentario de Romano). <<
[1056] Famosa sentencia horaciana, inspirada en Tirteo (fr. 10 West), el gran poeta cívico-militar espartano del s. VII a. C.; véase el comentario de Kiessling-Heinze. <<
[1057] La idea de que la muerte también persigue a los cobardes procede del lírico griego Simonides (fr. 524 Page). Tal vez sea obvio anotar que en la espalda es donde suelen ser heridos los soldados que huyen. La mención de las piernas es, según NISBET-RUDD. una alusión a la práctica de cortarles los tendones de los jarretes a los enemigos fugitivos. <<
[1058] Así, con un valor similar al del gr. andreía, nos permitimos traducir, aquí y en el v. 21, el término uirtus, que también puede significar «virtud» y «coraje». Aunque hay diferencias en este punto entre los intérpretes (Kiessling-Heinze, Villeneuve, Romano, Nisbet-Rudd), parece haber acuerdo en que el poeta se hace eco de la idea estoica de que el hombre bueno está por encima de los reveses de la fortuna. En ese sentido debe entenderse lo que sigue: en nada le afectará una denota electoral (repulsa). <<
[1059] Referencia metonímica a las magistraturas superiores, entre cuyos atributos estaban los fasces, los fajos de varas con el hacha portados por los lictores. Horacio, pues, se refiere a la decisión de pretender o abandonar tales cargos. <<
[1060] Horacio alude a la creencia estoica en la inmortalidad que en los cielos esperaba a los grandes hombres. Sobre la misma pueden verse abundantes testimonios en Nisbet-Rudd. <<
[1061] Horacio escribe, en efecto, udam… humum. Los comentaristas explican la expresión por contraposición a las moradas o ciudadelas «ígneas» (cf. III 3, 10) de los inmortales, a las que se supone por encima de las nubes que descargan sobre la tierra. <<
[1062] El verso traduce casi literalmente uno del lírico griego Simónides (fr. 582 Page) que Augusto citaba con frecuencia, según Plutarco (Obras morales y de costumbres: Máximas de reyes y generales 207 c; véase el vol. 103 de esta B.C.G.). Mucho se ha discutido sobre este enigmático pasaje, que supone un quiebro inesperado en la marcha argumental del poema. Parece que el poeta pondera la discreción que obliga a quienes conocen secretos de estado; y que ha querido solemnizarla envolviéndola en la terminología propia de los cultos mistéricos, que obligaban a sus fieles a mantener el secreto. En ese sentido se pronuncia el reciente comentario de Nisbet-Hubbard, que también recoge las demás interpretaciones. <<
[1063] Tras nombrar los famosos cultos mistéricos que se celebraban en Eleusis, en las cercanías de Atenas, en honor de Ceres (la griega Deméter), el poeta alude a los proverbiales castigos (en este caso derrumbamientos y naufragios) que esperaban a los violadores de sus secretos. <<
[1064] Sobre esa forma arcaica del nombre de Júpiter véase nota a 1 34, 5. El poeta viene a decir que a veces los sacrilegios dan lugar a que paguen justos por pecadores. <<
[1065] La Poena, personificación del castigo divino que acaba recayendo sobre el culpable. Se la figura coja precisamente por la tardanza con que a veces llega. Era un tema clásico de la filosofía moral antigua, al que Plutarco dedicaría su De la tardanza de la divinidad en castigar, dentro de sus Obras morales y de costumbres (véase el vol. 219 de esta B.C.G.). <<
[1066] KIESLING-HEINZE y Romano ven aquí una posible alusión a la valerosa conducta de Sócrates cuando, siendo prítano (parlamentario), se opuso a una condena exigida por la mayoría de los atenienses; véase Platón, Apolog. 32b, en el vol. 37 de esta B.C.G.). <<
[1067] Imagen estoica, «de una fuerza miguelangelesca» (Fraenkel, 1957:269). <<
[1068] El poeta pone ejemplos de héroes elevados a la gloria de los dioses por su vida esforzada. Pólux, uno de los Dioscuros, corrió con su hermano Castor numerosas aventuras, entre ellas la expedición de los Argonautas. <<
[1069] Hércules hubo de recorrer numerosas tierras para llevar a término sus famosos trabajos. <<
[1070] El néctar era el licor de la inmortalidad, bebida de los dioses. Parece que Horacio emplea aquí por vez primera el título de «Augusto» otorgado al emperador en el 27 a. C. (cf. Heinze, 1929: 200). Además, anticipa su apoteosis, materializada en el culto que se le rendiría en Tarragona desde el año siguiente al de su muerte y con el que, como dice Tácito (An, I 78, 1) «se dio un ejemplo a todas las provincias». El epíteto «purpúreos» representa «el color de la eterna juventud», según Romano, que cita al respecto un texto de Simónides (fr. 585, 1 Page). <<
[1071] Dioniso-Baco, entre sus numerosas hazañas, había conquistado la India y todo el Oriente, de donde había regresado triunfante en su carro tirado por tigres o por panteras. <<
[1072] Es decir, Rómulo, fundador de Roma, identificado con una primitiva divinidad del mismo nombre, relacionada con el de quintes aplicado a los ciudadanos romanos. Las leyendas sobre su fin eran varias y confusas, pero en todo caso se lo tenía por hijo del dios Marte. <<
[1073] Recuérdese que Hera-Juno había sido una encarnizada enemiga de los troyanos y, en consecuencia, de sus lejanos descendientes los romanos. En este discurso ante el consejo de los dioses, como se verá, se reconcilia con ellos bajo ciertas condiciones. <<
[1074] Helena, raptada por Paris, que es el juez «fatal e impuro» antes nombrado. Los calificativos se justifican porque su famoso juicio trajo consigo la ruina de su patria, y porque Paris prevaricó al fallar en él en favor de Afrodita-Venus, que le había prometido el amor de Helena. <<
[1075] Juno tenía aún más viejos motivos para odiar a Troya: su rey Laomedonte se había negado a pagar a los dioses el precio convenido por diversos servicios, y en especial el que adeudaba a Neptuno por haberle fortificado la ciudad. <<
[1076] Recuérdese que Atenea-Minerva, la casta diosa intelectual y, al propio tiempo, guerrera, era la otra candidata pospuesta en el juicio de Paris. <<
[1077] Paris había seducido a Helena mientras disfrutaba de la hospitalidad de su marido Menelao, rey de Esparta, en la Lacedemonia. <<
[1078] En efecto, Héctor había caído en combate con Aquiles ante los muros de la ciudad. <<
[1079] Las querellas entre los dioses adversos y favorables a los troyanos habían dilatado la guerra. <<
[1080] Se refiere a Rómulo, hijo, como su gemelo Remo, de Marte y de Rea Silvia o Ilia (llamada «troyana» por descender de Eneas), a la que su tío Amulio, rey usurpador de Alba Longa, había forzado al sacerdocio para evitar que tuviera descendencia. Juno llama «nieto» a Rómulo por ser hijo de su hijo Marte. <<
[1081] Los romanos, descendientes de los troyanos desterrados con Eneas. <<
[1082] Véase nota a I 37, 6. La condición de Juno es que Roma puede permanecer y prosperar mientras el antiguo solar de Troya siga siendo un despoblado a merced de las alimañas. <<
[1083] Recuérdese que la amenaza de los partos seguía siendo la principal preocupación de la Roma del tiempo en el orden político-militar. <<
[1084] El poeta alude a Egipto, ganado para el imperio en el 31 a. C.; inmediatamente antes, y por medio de una perífrasis, se ha referido al estrecho de Gibraltar, donde las llamadas Columnas de Hércules habían sido por un tiempo el extremo del mundo conocido. <<
[1085] Pese a la complejidad del período, que ha dado lugar a discusiones sobre su interpretación, su sentido general parece claro: las conquistas romanas no estarán inspiradas por el afán de buscar minas de oro (lo que, por cierto, en territorios como Hispania no se corresponde con la realidad); ni, por otra parte, osarán los romanos poner mano a los tesoros sagrados de las tierras conquistadas. Dicho de otra manera, el valor romano se manifestará en el desprecio de las riquezas naturales, no en la osadía que lleva a los robos sacrílegos. <<
[1086] Frente a su desinterés por los tesoros de las tierras o de los pueblos conquistados, en cambio moverá a los romanos su afán de conocer los límites del inundo: los ardores de las zonas tórridas, y las constantes borrascas de las regiones nórdicas. <<
[1087] Sobre el término «quirites» véase nota a I 1, 7. Se ha tratado de explicar el énfasis de Juno en la prohibición de reconstruir la antigua Troya como una alusión a una supuesta intención de Augusto de trasladar al Oriente la capital del Imperio, según algunas fuentes cuentan que había querido hacer Julio César (cf. Suetonio, Cesaría, 3). y a la postre haría Constantino; véase Fraenkel, 1957: 267 s., que se muestra contrario a esa interpretación. Tampoco NISbet-Rudd; 36-38, la comparten en términos literales; pero sí creen verosímil que Horacio muestre su inquietud ante las opiniones favorables al establecimiento de centros de decisión política en las provincias orientales. Así se explicaría, además, la imagen inicial del varón enterizo: se trataría precisamente de Augusto, refractario a tales pretensiones. <<
[1088] En efecto, Hera-Juno era, como Zeus-Júpiter, hija de Crono y Rea. <<
[1089] Aunque, como recordábamos en la nota al v. 22, la construcción de los muros de Troya había sido obra de Poseidón-Neptuno, hay una tradición que hace intervenir en ella a Apolo (cf. Ilíada VII 452 s.). <<
[1090] Si bien argivos sólo eran en propiedad los de Argos, los poemas homéricos aplican a veces el término a la generalidad de los griegos que marcharon contra Troya. Juno los llama «míos» porque eran los de su bando. <<
[1091] Tras el solemne oráculo de Juno, el poeta reitera irónicamente su recusado de los temas épicos, como en II 1 37 ss; «una pose típicamente horaciana» (Nisbet-Rudd). Me extraña que los comentarios no señalen que precisamente por divulgar las conversaciones de los dioses había sido condenado Tántalo. <<
[1092] La musa que sólo más adelante se convertiría en patrona de la épica; véase nota a I 1, 33. <<
[1093] Monte de la Apuña, la tierra natal de Horacio. <<
[1094] Texto inseguro en el v. 10. Con Klingner seguimos la lectura limina
Pulliae, que también la mayoría de los editores parece considerar más aceptable que el limen Apuliae de otros manuscritos. Sin embargo, a no pocos les ha parecido chocante que Horacio, y más en un poema de esta solemnidad, recuerde el nombre de su ama de cría; para un análisis reciente del problema véase el comentario de Nisbet-Rudd, que dan el texto por corrompido. La escena que describiría Horacio sería la del niño juega en los alrededores de la casa mientras dentro la nodriza se afana en sus quehaceres. <<
[1095] Es decir, «como las de los cuentos». Tal vez tomando pie en algún episodio real de su infancia, Horacio se adorna con una anécdota prodigiosa como las ya tradicionales en las biografías de los grandes poetas; así, la del niño Píndaro, en cuyos labios pusieron las abejas sus panales. Véanse al respecto los comentario de Romano y de Nisbet-Rudd; podríamos añadir las noticias parecidas referentes a Virgilio, sobre las cuales remitimos a la magistral «Introducción general» de J. L. Vidal al vol, 141 de esta B. C. G. <<
[1096] El poeta traza una panorámica de los alrededores de su patria, Venusia. Aceruncia es la actual Acerenza, situada en lo alto del Vúlture, de donde que la llame «nido». En nombre de la antigua Batuta pervive en el de Abbadia di Banzi; y el de Forento, al pie del monte, en el de Forenza. <<
[1097] Plantas de marcado simbolismo: sobre el mirto y su relación con Venus véase la nota a I 4, 9; el laurel estaba vinculado al dios de la poesía, Apolo, por más de un concepto. <<
[1098] Recuérdese que son las divinidades itálicas equiparadas a las musas. <<
[1099] La tierra de los sabinos, donde Horacio tenía su famosa finca, estaba en tierras altas, en las estribaciones de los Apeninos. Preneste es la actual Palestrina, al S. E. de Roma, también a cierta altura. Sobre Tíbur, que, en efecto, está en una ladera, véase nota a I 7, 12. En cuanto a Bayas, en la parte N. del golfo de Nápoles, recuérdese que era la playa preferida de la alta sociedad romana. <<
[1100] Las musas estaban vinculadas a famosas fuentes, como la de Castalia, en Delfos, a cuyas aguas se atribuía la capacidad de inspirar a los poetas. En cuanto a las danzas de las que se habla, bastará con recordar que de las musas viene el propio nombre de la música. <<
[1101] Horacio alude a los tres grandes peligros que había corrido en su vida. Primero, la derrota de Filipos, sobre la cual véase la nota a II 7, 9; luego, el malhadado árbol de II 13. En cuanto a la aventura náutica del cabo Palinuro, en la costa de la Lucania, frente al mar de Sicilia, no nos da más noticias, a no ser una posible alusión en II 17 20. Parece que se trata del naufragio que en el 36 a. C. sufrió en aquellas aguas la flota de Octaviano que marchaba contra Sexto Pompeyo. En ella iba Mecenas y, según algunos, también Horacio; véanse los comentarios de Nísbet-Hubbard a II 17, 20, y de Nisbet-Rudd a este pasaje. <<
[1102] Lo amplio de esta arcaica denominación nos permite pensar, más que en las costas de Siria, no precisamente desértica, en las del Golfo Pérsico. <<
[1103] Recuérdese que por entonces aún no estaban sometidos. <<
[1104] Los cóncanos eran una tribu cántabra. La noticia de la afición a la sangre de caballo está documentada por otras fuentes para los pueblos escitas, por lo que es posible que la que da Horacio se deba a una confusión; véase Kiessling-Heinze.. <<
[1105] Sobre los gelonos véase nota a II 9, 23. El río de la Escitia por excelencia era el Tanais, actual Don. <<
[1106] Horacio sigue dirigiéndose a las musas. <<
[1107] La Pieria era una comarca de Macedonia, en la vertiente N. del Olimpo. Según cierta tradición, de allí procedían las musas, que sólo más tarde se habrían trasladado al Helicón de Beocia. De ahí que con frecuencia se las llame «Piérides» y que el adjetivo «pierio» se emplee para cuanto a ellas se refiera (otra tradición nos presenta a las piérides como rivales de las musas, que las habrían transformado en aves; véase P. Grimal, Diccionario…, s.u.). Horacio parece referirse aquí a cienos ocios poéticos que César Octaviano podía permitirse tras la victoria de Accio; tal vez a la lectura de las Geórgicas que Virgilio hizo para él en el año 29. <<
[1108] Aquí inicia Horacio un himno, en el solemne estilo coral de Píndaro (véase especialmente su Pítica 1), que se anuncia como una «Titanomaquia»: relato de la lucha de Zeus-Júpiter con su padre Crono y sus tíos los titanes (hijos de Urano y de la Tierra o Gea) por la posesión del cielo. Sin embargo, veremos que el poeta, como tal vez ya sus fuentes, mezcla aquí personajes y elementos procedentes de otras «guerras de sucesión del Olimpo», como la gigantomaquia (el asalto de los gigantes), y la intervención en ella de los hecatonquires, la tifonomaquia y la intentona de los Alóadas. Para una información detallada de todas esas luchas míticas, véase la excelente exposición de A. RUIZ de Elvira, Mitología Clásica, Madrid, Gredos, 19822: 37-58. <<
[1109] Naturalmente, Zeus-Júpiter. Los «reinos tristes» antes nombrados son los de ultratumba. <<
[1110] En principio, parece que aquí hay una referencia a los hecatonquires, también hijos de Urano y de la Tierra, seres gigantescos de cien brazos (para los romanos «centÍManos») y de cincuenta cabezas; pero éstos estuvieron al lado de Zeus en la titanomaquia, por lo que algunos piensan en una confusión de Horacio. Otros creen que se refiere a los propios titanes, a los que algunas fuentes también atribuyen múltiples brazos; véase el comentario de Romano. <<
[1111] Los hermanos aquí aludidos son los Alóadas, Oto y Efialtes, hijos de Poseidón y de Ifimedea, que estaba casada con Aloeo. Eran de talla gigantesca e intentaron por su propia cuenta escalar el cielo. En cuanto al medio empleado, su mito se interfiere con el de los gigantes, pues a unos y a otros se les atribuye el recurso de haber superpuesto sobre el Olimpo, en una especie de torre, los montes Osa y Pelio. Fueron abatidos por las flechas de Apolo. Horacio lleva aquí al máximo la contaminación de las tradiciones míticas. <<
[1112] Tifeo o Tifoeo (también llamado Tifón) era un ser descomunal, hijo de la Tierra y del Tártaro. Fue un solitario asaltante del cielo, por lo que también se habla de una «tifonomaquia». Zeus lo venció y lo sepultó bajo el volcán Etna. <<
[1113] Mimante, Porfirión, Reto y Encélado fueron todos ellos gigantes. Lucharon en la gigantomaquia contra Zeus-Júpiter y los dioses del Olimpo para conquistar el cielo y vengar a los titanes, con los que a veces se los confunde. Los olímpicos vencieron ayudados por dos héroes o semidioses, Hércules y Baco, y sepultaron a los gigantes bajo la tierra. <<
[1114] Véase nota a I 15, 11. <<
[1115] Es decir, del de Júpiter y los Olímpicos. El epíteto de «ávido» aplicado a Vulcano-Hefesto parece aludir a su condición de dios del fuego. Traducimos por «señora» el matrona del original que, a su vez, parece recoger el pótnia de las fórmulas griegas. <<
[1116] La sagrada fuente de Delfos, muy bien conservada en la actualidad, ligada al culto de Apolo y a la inspiración poética. <<
[1117] Región del Asia Menor donde estaba Pátara, y allí un famoso santuario de Apolo, de cuyo nombre el apelativo que luego se le da. <<
[1118] Sobre «Patareo» véase la nota precedente. Apolo había nacido en un palmar del monte Cinto, en la isla de Delos. <<
[1119] El hecatonquir ya nombrado en II 17, 14. <<
[1120] Véase nota a II 13, 39. <<
[1121] La Tierra era la madre de los titanes y gigantes, y también de Tifeo. Por ello, como ahora se verá, llora al tener que sepultarlos. <<
[1122] Recuérdese que bajo el Etna había sido sepultado Tifeo (véase nota al v. 53); aunque según algunas tradiciones, también varios gigantes. Horacio subraya en estos versos la eternidad de los castigos impuestos por los dioses. <<
[1123] Véase nota a II1 4, 8. <<
[1124] Rey del pueblo tesalio de los lapitas, e hijo de otro ilustre condenado, Ixión. Fue castigado por haber intentado raptar en los infiernos a la mismísima Prosérpina. <<
[1125] En el año 53 a. C., el ejército al mando del triunviro Craso había sufrido una tremenda derrota a manos de los partos en Carras, en el interior de Siria. Horacio supone, y seguramente con motivo, que al cabo de treinta años aún quedaban entre los partos soldados romanos hechos prisioneros en aquella ocasión. <<
[1126] La Curia, sede del senado, aparece como símbolo de los valores políticos y cívicos de Roma; y quizá también, según comenta Romano, porque tal vez allí se estaba deliberando sobre cómo rescatar a los prisioneros antes aludidos, que poco lo merecían por haberse adaptado a la vida y costumbres de sus captores. <<
[1127] Las tribus itálicas de los marsos y los ápulos habían proporcionado desde siempre a Roma excelentes soldados de infantería; véanse notas a I 2, 39, y I 22, 13. Los anciles eran doce escudos sagrados que procedían del rey Numa Pompilio y que eran custodiados por el colegio sacerdotal de los Salios. Junto con el fuego de Vesta, aludido luego, que nunca se apagaba, eran la garantía de permanencia de Roma y de su imperio. <<
[1128] Horacio cuenta a partir de aquí la historia —o quizá leyenda— heroica de Marco Atilio Régulo, ya nombrado en I 12, 37. Recuérdese que Régulo, hecho prisionero por los cartagineses en el 255 a. C., en la Primera Guerra Púnica, fue enviado a Roma, bajo su propia palabra de honor, con una propuesta de armisticio y de rescate de prisioneros; pero una vez en su patria, persuadió al senado para que no aceptara el trato y volvió a Cartago para morir en la tortura. El comentario de Nisbet-Rudd, tras hacerse eco de las justificadas dudas que existen sobre la autenticidad de la anécdota, subrayan el lógico rechazo que los alegatos atribuidos por Horacio a Régulo —tan poco piadosos con los compatriotas cautivos, de acuerdo con «el estricto código de una sociedad militarista»— suscita en los «lectores modernos». <<
[1129] Régulo hacer ver por qué los romanos prisioneros en Cartago no merecían el rescate propuesto. <<
[1130] Es decir, Cartago no tenía nada que temer e incluso se recuperaba de sus anteriores pérdidas, sin que los prisioneros romanos supusieran para ella riesgo alguno; antes bien, sus campos eran cultivados por los mismos soldados romanos que los habían devastado. <<
[1131] Pues, aparte el deshonor, se haría un importante desembolso a cuenta del estado para rescatar a los cautivos. <<
[1132] Un adynaton: una cierva nunca lucha, y menos tras haberse librado de las redes. <<
[1133] Es decir, en una nueva guerra. <<
[1134] En otras palabras, el que sólo por miedo propone pactar. <<
[1135] Prosigue la narración de la historia de Régulo con su vuelta al cautiverio. <<
[1136] En cuanto que cautivo, Régulo estaba sometido a la capitis deminutio, que suponía la pérdida de sus derechos civiles y políticos. Por eso, ni siquiera quiere besar a su esposa y a sus hijos. <<
[1137] Los senadores, que en principio no se atrevían a secundar el rechazo de la propuesta cartaginesa que Régulo propugnaba. <<
[1138] En efecto, pues con él rechazaba su propia liberación. <<
[1139] Y, en efecto, vuelto a Cartago, Régulo murió entre horribles suplicios. <<
[1140] Horacio nos describe la conducta de Régulo como la de un auténtico gentleman de la Roma del tiempo, que tras asistir a un protegido suyo en un pleito, se va a su casa de campo. Sobre Venafro véase nota a II 6, 16; sobre Tarento, nota a II 6, 11. <<
[1141] Los comentaristas ven aquí una alusión a la campaña de reconstrucción de antiguos santuarios llevada a cabo por Augusto en el año 28 a. C., dentro de su programa de restauración moral y religiosa. <<
[1142] La idea de la divinidad como principio y fin de todas las cosas es muy antigua. Ya en Isaías 44, 6, leemos: «Yo soy el primero y el último…», pasaje del que puede considerarse lejano reflejo el «Yo soy el alfa y la omega, el principio y el fin…» de Apocalipsis (21, 6). De entre los abundantes testimonios clásicos (véanse los comentarios de Syndikus y Nisbet-Rudd), cabe destacar el de Livio XLV 39, 10: «Vuestros antepasados pusieron a los dioses en el punto de partida de todas las empresas importantes, y con ellos las concluyeron» (trad. de J. A. Villar en el vol. 192 de esta B.C.G.). Sobre el principio de subordinación a los dioses véase I 12, 57, donde queda claro que el poder de Augusto estaba por debajo del de Júpiter. <<
[1143] En este caso, Italia; pero véanse notas a I 28, 5, y I 36, 4. <<
[1144] Alusión a los reveses romanos ante los reyes partos Pácoro y Fraates en los años 40 y 36 a. C., debidos en buena parte a la imprudencia de Marco Antonio. Moneses era un notable parto que se había pasado a los romanos, pero que luego contribuyó a su derrota. <<
[1145] Es decir, con la protección de los dioses que se procuraba por medio de la ceremonia de los auspicios. <<
[1146] Los collares con que los partos solían ataviarse. Aquí, frente al tópico habitual de la riqueza y molicie oriental, parecen ser los romanos quienes superan a los partos en el lujo de sus atuendos. <<
[1147] Horacio se refiere al peligro que en la época de las últimas guerras civiles habían supuesto para Roma las alianzas de Marco Antonio con los dados (véase nota a 1 35, 9) y con los egipcios de Cleopatra, aquí llamados «etíopes». <<
[1148] A los ritmos jonios, tanto en la música como en la poesía, se les atribuía una morbosa sensualidad. La expresión matura uirgo, que traducimos con cierta libertad, les ha parecido extraña a algunos comentaristas, que más bien esperaban «que se pusiera énfasis en la inmadurez de la muchacha» (Nisbet-Rudd). <<
[1149] El poeta alude primero a la práctica de retirar las luces en los simposios para favorecer los contactos sexuales. Los dos compradores de la deshonra de la matrona de que nos habla son personajes de baja condición, aunque puedan llegar a disponer de importantes recursos: uno es un institor, gerente de un negocio ajeno: el otro, el típico capitán de barco, que en cada puerto tiene una mujer; pero, en este caso, en una ruta, la del comercio con Hispania, que dejaba muy pingües beneficios. <<
[1150] La serie de rememoraciones patrióticas se abre con la de la batalla naval de las islas Egates (242 a. C.), que le valió a Roma el triunfo en la Primera Guerra Púnica. Sigue, aunque sea anterior, Pin o, el rey del Epiro que pasó a Italia para encabezar la resistencia de las ciudades de la Magna Grecia contra Roma y fue derrotado en el 272 a. C. Se nombra luego a Antíoco III el Grande, rey helenístico de Siria, vencido en Magnesia por Lucio Cornelio Escipión en el 189 a. C. En último lugar aparece Aníbal, el caudillo cartaginés de la Segunda Guerra Púnica, vencido en Zama, en el 202 a. C. <<
[1151] Tenemos aquí el tema ya tópico de los rudos soldados campesinos como fundamento del poder militar romano que también encontramos, por ejemplo, en Virgilio, Geórgicas II 167 ss. La de «sabélicos», emparentada con la de los sabinos, era una denominación alternativa aplicada a los samnitas, pueblo montañés de la Italia meridional. <<
[1152] El poeta evoca la hora del atardecer, en el que el campesino puede descansar de sus fatigas; pero aún entonces el mozo debe acarrear la leña que la madre le pide. <<
[1153] Tenemos aquí una trasposición del mito de las edades del mundo, que a partir de la Edad de Oro va siempre hacia peor. Romano subraya con acierto el contraste que este pesimismo de Horacio supone con respecto a la general euforia del augusteísmo político, de la que él mismo participa en tantos otros pasajes de su obra. <<
[1154] De nuevo la nomenclatura griega convencional en los poemas amorosos. El nombre de Asterie deriva, evidentemente, del gr. aster, «estrella». <<
[1155] Véase nota a I 4, 1. <<
[1156] La zona costera de la Bitinia, en la costa N. O. del Asia Menor, de donde llegaban a Roma lucrativas mercancías. <<
[1157] Véase lo dicho en la nota al v. 1. <<
[1158] Puerto del Epiro, actualmente Orika, en Albania. Recuérdese que el noto era el viento del S. especialmente fuerte en el Adriático (1 3, 15). <<
[1159] La Cabra es la principal estrella de la constelación del Cochero (o Auriga), cuyo orto tiene lugar en setiembre, coincidiendo con las tempestades del otoño. <<
[1160] En cuanto al nombre, reiteramos lo dicho en la nota al v. 1. Aquí se trata del de la mujer a cuya hospitalidad se ha acogido Giges. Villeneuve anota que el emisario deforma las historias que le recuerda al huésped, todas ellas testimonios de la castidad y fidelidad de sus protagonistas. <<
[1161] Tenemos aquí dos equivalentes griegos de la intriga bíblica de la mujer de Putifar contra «el casto José». Estenebea, esposa de Preto, rey de Tirinto, enamorada de su huésped Belerofontes y desdeñada por él, lo acusó ante su marido de que había intentado seducirla. Algo parecido le ocurrió a Peleo con Astidamía (también llamada Hipólita), la mujer de Acasto, rey de Yolco, situado en la región de Magnesia, en la costa de la Tesalia. <<
[1162] Véase nota a I 1, 15. <<
[1163] Una vez más, un nombre griego convencional. <<
[1164] El Tíber, que llegaba a Roma desde la Etruria o Toscana; véase nota a I 8, 8. <<
[1165] Horacio piensa aquí en la típica serenata nocturna. <<
[1166] El 1 de marzo se celebraba la fiestas de las Matronales, en honor de Juno Lucina, protectora de la fecundidad, y en recuerdo de la reconciliación de los romanos con las familias de las mujeres sabinas que se habían agenciado en el famoso rapto. Según Nishet-Rudd, la oda empieza como una parodia de una etiología; es decir, de una de esas explicaciones del origen de algún culto o institución que tanto abundan en la poesía griega y especialmente en la helenística. <<
[1167] Horacio enumera algunos atributos rituales que, en principio, pueden tomarse como propios de la fiesta en cuestión: guirnaldas de flores y ofrendas de incienso sobre brasas colocadas en un rústico altar de cepellones. <<
[1168] Mecenas, destinatario de la oda, era, en efecto, experto conocedor de las letras griegas y latinas, y él mismo escritor no desdeñable. <<
[1169] Una vez más, el árbol de II1 3, de cuya caída, por lo que se ve, se cumplía el aniversario en esta fecha. <<
[1170] Las ánforas de vino de crianza, tapadas con corcho y selladas con pez, eran expuestas después al humo, en la creencia de que ello mejoraba los caldos (cf. Columela, La labranza 16, 20). En cuanto al cónsul nombrado, podría ser Lucio Volcado Tulo, del año 66 a. C., o, más probablemente, su hijo del mismo nombre, del 33 a. C. <<
[1171] No se olvide que Mecenas, aunque sin desempeñar cargo oficial alguno, era uno de los íntimos colaboradores políticos de Augusto. <<
[1172] Alude a las victorias romanas sobre Cotisón, rey de los getas (más que de los dacios), y sobre los escitas, en el año 29 a. C. <<
[1173] En efecto, los partos estaban por entonces empeñados en guerras dinásticas, a las que no era ajena la intervención de Roma. <<
[1174] El definitivo sometimiento de cántabros y ástures no se produjo en realidad hasta el año 18 a. C. <<
[1175] Se consideraba al rey de los persas como prototipo de la humana felicidad; véase nota a II 12, 21. <<
[1176] Los nombres propios son griegos y convencionales, como en la mayoría de las odas amorosas; véase la nota a 18, 2. <<
[1177] También llamada Rea Silvia, de cuya unión con Marte nacieron Rómulo y Remo. <<
[1178] Entiéndase «mi alma» por «mi amada». <<
[1179] De nuevo la onomástica griega convencional en las odas amatorias. Turios era una ciudad de la Magna Grecia. <<
[1180] Véase nota a I 33, II. <<
[1181] Su amado Calais, citado en el v. 14. <<
[1182] El actual Don. El sentido de la frase es que, aunque Lice perteneciera a un pueblo incivilizado, debiera darle pena dejar tirado a la puerta a su amante como se supone que lo ha dejado. <<
[1183] Nombre griego convencional, al parecer frecuente en las cortesanas. Sin embargo, no tenía las «sordid associations» (Nisbet-Rudd) de su equivalente literal latino lupa. Por lo demás, como luego se verá, Lice es una mujer casada y de buena posición. <<
[1184] Horacio habla de fores, las dos hojas de una puerta doble. Estamos ante la ya tópica escena del paraklausíthyron, la doliente serenata nocturna del enamorado obligado a quedar se en la calle en plena noche. Es tema frecuente en la comedia y en la elegía, que Horacio desarrolla aquí con su habitual ironía. A su respecto sigue siendo fundamental el trabajo de F. O. Copley, Exclusas amatar: A Study in Latin Love Poetry, Madison, American Philological Association, 1956. <<
[1185] Horacio habla metafóricamente de un aparejo para levantar pesos, aunque no está claro de cuál (V. Cristóbal me sugiere que es el mecanismo tradicional empleado para sacar agua de los pozos: una cuerda atada a un cubo y enfilada a una roldana). Cabe suponer el poeta que se imagina a sí mismo tirando de la soga y de la carga del desdén de Lice; y que le advierte que puede llegar un momento en que, cansado, la suelte, dejando caer el peso sobre ella. En todo caso, acierta Romano al ver aquí una expresión proverbial del tipo de la moderna «no tirar demasiado de la cuerda». <<
[1186] Penélope, la esposa de Ulises, que esperó año tras año el regreso de su marido, desdeñando a los pretendientes, era el prototipo de la fidelidad conyugal; pero Lice, y pese a su nombre, ni siquiera es griega, sino de padre etrusco. Nisbet-Rudd hacen notar que los etruscos tenían cierta fama de licenciosos, por lo que hay que ver aquí una punzante ironía de Horacio. <<
[1187] Un argumento malintencionado: el poeta le recuerda a Lice que su marido le es infiel. Pieria estaba en Macedonia, al N. del Olimpo. <<
[1188] La Mauritania era tierra proverbialmente abundante en serpientes. <<
[1189] Hijo de Zeus y Antíope que, junto con su hermano Zeto, construyó los muros de Tobas. Según la leyenda, Zeto acarreaba las piedras y Anfión, moviéndolas por medio de los mágicos sones de su lira, que le había regalado Hermes-Mercurio, las asentaba en su lugar. <<
[1190] Naturalmente, la lira, inventada por Mercurio a partir de una concha de tortuga (véase la nota a I 10, 6). <<
[1191] Véase nota a II I 1, 22. <<
[1192] Los comentaristas reconocen aquí la huella de Anacreonte, fr. 417 Pace, donde compara a una joven esquiva con una «potra tracia» que retoza saltando por los prados. <<
[1193] Horacio se dirige ahora a la lira, recordándole los maravillosos efectos tradicionalmente atribuidos a la de Orfeo; véase nota I 12, 7. <<
[1194] Naturalmente, el can Cerbero; véase la nota siguiente y la nota a II 19, 29. También los prodigios que ahora se describen habían sido obra de la lira de Orfeo, cuando éste había bajado al Hades en busca de Eurídice. <<
[1195] Según puede verse, Klingner se adhiere, como KIESSLING-HEINZE y algunos otros editores (no así Villeneuve, Borzsák, Shackleton Bailey, ni los comentarios de Syndikus, Williams y Nishet-Rudd) a la tesis de Butttnann, que atetizó esta estrofa (vv. 17-20) como interpolación de algún erudito antiguo. Entre las razones de la exclusión está la de que parece fuera de lugar el que, tras aludirlo —eludiéndolo— como immanis… ianitor aulae, se nombre expresamente a Cerbero y con una profusión de detalles impropia en este contexto. Sobre las furias véase la nota a I 28, 17. <<
[1196] Dos famosos condenados del infierno. Sobre Ticio véase nota a II 14, 8; Ixión, rey de los lapitas de Tesalia, trató de violar a la propia Hera-Juno. Zeus lo castigó encadenándolo a una rueda de fuego que giraba sin cesar. <<
[1197] Ahora el poeta va a recordar in extenso el mito de las Danaides, sobre las cuales véase la nota a II 14, 18. Entendemos, con Nisbet-Rudd, que la urna aquí nombrada no es la tinaja agujereada, citada luego, que las Danaides están condenadas a llenar de agua, sino el cántaro con que cada una intenta hacerlo, y que mientras ellas interrumpen su tarea extasiadas por la lira, se queda sin llenar. <<
[1198] La clave, indudablemente irónica, de la aplicación del mito de las Danaides al caso de Lide está bien recogida en el comentario que hace Potfirión y que recogen Nisbet-Rudd: «Que oiga Lide a qué pena fueron condenadas las que fueron crueles con sus amantes». Sobre el castigo retardado véase la nota a III 2, 32. <<
[1199] Hipermestra. <<
[1200] Linceo. <<