Notas

[1] Cf. R.G.M Nisbet-M. Rudd, A Commentary on Hornee, Odes, Book I, Oxford, Oxford Univ. Pr., 1970: XIX; Nisbet, en Orazio. Enciclopedia Oraziana I: 217 (véase Bibliografía). En lo sucesivo citaremos esa obra colectiva con la sigla EO. <<

[2] Véase Nisbet, EO I, loc. cit. <<

[3] Suetonio, Vida de Horacio 1. No sigo en este pasaje, a diferencia de otros, la traducción que ofrece el volumen colectivo Biografías Literarias Latinas, Madrid, Gredos, 1985, vol 85 de esta Biblioteca Clásica Gredos, pág. 97. <<

[4]4 El poeta sí nos habla de su nodriza Pulía en Od. III 4, 10; cf. Nisbet, EO I; 217. <<

[5] Livio Andronico (c. 284-c. 204 a. C.), natural de Tarento, esclavo y luego liberto en Roma, fue el padre de la literatura latina inspirada en la griega. Entre sus obras estaba una traducción de la Odisea de Homero, escrita todavía en el primitivo verso saturnio. <<

[6] Véase la traducción de la semblanza suetoniana de Orbilio en el ya citado volumen colectivo Biografías literarias latinas (n° 81 de esta B.C.G.), págs. 48 s. <<

[7] «Fra Statilio e Orazio», Riv. Filol. Istr. Class. 101 (1973): 442-450. <<

[8] Cf. B. Kytzler, EO I: 316; puede verse su traducción por G. Galán en Antología Palatina II, vol 321 de esta B. C. G., n.º 668. <<

[9] Traducción de G. Galán, op. cit. en la nota precedente, n° 674. <<

[10] Según G. Maurach, Horaz. Werk und Leben, Heidelberg, C. Winter, 2001: 9, con bibliografía reciente, frente a Fraenkel 1957: 9, que sitúa la llegada a finales de agosto. <<

[11] The Roman Revolution, Oxford, Oxford. Univ. Pr., 1985 [=19562]: 171 ss. <<

[12] Véase Della Corte, EO I: 233-237. <<

[13] Sigo a M. Malavolta, EO I: 241; Fraenkel 1957: 11, data la batalla hacia mediados de noviembre. <<

[14] Pero cf Sát. II 36 ss. y Fraenkel 1957: 15, n. 5. <<

[15] Así opina, entre otros, G. D’Anna EO I: 259; pero en contra, por ejemplo, Fraenkel, 1957: 118 s. <<

[16] W. Clausen, Historia de la Literatura Clásica II (Univ. de Cambridge), Madrid, Gredos, 1982: 347, la retrasa hasta el 35 a. C., algo que nos parece excesivo. <<

[17]Cf. J. L. Vidal, Introducción general a Virgilio, Bucólicas, Geórgicas. Apéndice Virgiliano, n° 141 de esta B.C.G.: 47 s. <<

[18] «II ritorno di Virgilio a Ercolano», Stud. Jt. Fil. Class. 82 (1989): 3-6. <<

[19] Es el nombre mítico de Tarento, cuya región era proverbial por su riqueza. <<

[20] Cf. A. La Penna, EO I: 792 ss. <<

[21] Así en Vida 4, según la conjetura hinnulo de Oudendorp, seguida por F. Della Corte en BO I: 5 ; cf. Fraenkel, 1957: 16; para otras, véase B.C.O. n° 81, pág. 97. <<

[22]22 Cf. nuestra nota a ese pasaje, con bibliografía; Nisbet, EO I: 219. <<

[23] Véanse el excelente artículo de ST. Quilici Gigli, EO 1: 253 ss., y la página web www.humnet.ucla.edu/horaces-villa, que da cuenta de las excavaciones en curso a cargo de la Universidad de California. <<

[24]Cf. nuestras notas a Epod. 9, la nota previa al mismo de L. C. Watson, A Commentary on Horace’s Epodes, Oxford, Oxford Univ, Pr,, 2003: 310 ss., y Nisbet, EO I; 220. <<

[25] «Quattro epodi extravaganti», Mata N.S. 42 (1990): 101 ss. <<

[26] A Commentary on Horace, Odes, Book I. Oxford, Oxford Univ. Pr., <<

[27] A Commentary on Horace, Odes, Book II, Oxford, Oxford Univ. Pr., 1978. <<

[28] Recogido por D’Anna, EO I: 259. <<

[29] Cf. la traducción póstuma de C. Macleod, 1986, Horace, The Epistles, Roma, Ed. Ateneo: XV. <<

[30] Véase la introducción de F. Navarro Antolín a su edición de Epístolas y Arte poética, Madrid, C.S.I.C. (Alma Mater), 2002: XV ss., con bibliografía. <<

[31] A esta imagen parece responder, por ejemplo, el aserto de Sainte-Beuve que cita L. Deschamps, EO II, 85: «No creo que haya habido nunca un escritor más feliz que Horacio». <<

[32] Téngase en cuenta, sin embargo, lo dicho más arriba sobre la ausencia de Horacio en el grupo de Virgilio y sus amigos al que Filodemo había dedicado alguno de sus opúsculos epicúreos. <<

[33] En contra de la tesis de la «conversión», debida a Courbaud, están, entre otros, L. P. Wilkinson, Horace and his Lyric Poetry, Cambridge, Cambridge Univ. Pr., 1951: 27 s.; W. D. Lebek, «Horaz und die Philosophie: die ‘Oden’», en H. Temporini-W. Haase (eds.), Aufstieg und Niedergang der römischen Weh (ANRW), H.31.3 (1981), Berlin-Nueva York, W. De Gruyter: 2035; G. Casertano, EO II: 97. <<

[34] Puede verse un inventario de las comparecencias de las diversas divinidades en poesía de Horacio y de los diversos papeles que él les atribuye en T. Oksala, EO II: 286 ss. <<

[35] Véase nuestra nota introductoria a la citada Oda 1 34. <<

[36] Además del ya citado Wilkinson, véase el artículo de V. Cremona en EO II: 599 ss., con un censo de los poemas más relevantes a este respecto y bibliografía, entre la que cabe destacar A. La Penna, Orazio e l ’ideología del principato, Turin, 1963. <<

[37] Véase nuestra nota al Virgilio mencionado en Od. IV 12, 13, que no parece ser el poeta. <<

[38] Véase J.-Y. Maleuvre, La mort de Virgile d’aprés Horace et Ovide. París, Touzot, 1992; y de entre las numerosas recensiones que se ganó, la de H. Bardon, Latomus 55, 3 (1996): 673 s. <<

[39] Suet., Vida 7; sigo la traducción del vol. 81 de esta B.C.G., pág. 98. <<

[40] Creo que aquí carminum hubiera quedado mejor traducido por «odas», de acuerdo con lo que sobre esas denominaciones diremos al inicio de nuestra Introducción a las Odas. <<

[41] Véase nuestra nota introductoria al Canto Secular. <<

[42] La denominación procede del gramático del s. IV Arusiano Mesio, .según H. I. Marrou, Historia de la educación en la Antigüedad, Buenos Aires, Eudeba, 1965, pág. 341. <<

[43] Véanse L. D. Reynolds-N. G. Wilson, Copistas y filólogos (trad. M. Sánchez Mariana), Madrid, Gredos: 37,45 ss; E. Pöhlmann, Einführung in die Überliefenmgsgeschichte der antiken Literatur, Bd. I: Altertum, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1994: 67 s.; St. Borzsák, EO III: 17. <<

[44] Véase P. R. Díaz y Díaz, Varro, Bassus, Iuba celerique antiquiores, vol. VII de los Scriptores Latini de re métrica (dir. J. Luque), Granada, Univ. de Granada, 1990: XV ss. <<

[45]Cf. Nisbet-Hubbard 1970: XLVII; P. L. Schmidt, Der kleine Pauly, s. Gamberale, EO III: 26. <<

[46] Aunque Nisbet-Hubbard 1970: loc. cit. lo consideran posterior a Aulo Gelio. <<

[47]Cf. Nisbet-Hubbard 1970: loc. cit. De uno y otro comentario puede verse una edición actualizada por M. Spurio y L. Paretti en EO III: 693 ss. Véase también M. J. Cantó Llorca, «Los comentarios antiguos de Horacio», en R. Cortés Tovar-J. C. Fernández Corte (eds.), Bimilenario de Horacio, Salamanca, Univ. de Salamanca, 1994: 349-357; Borzsák, EO III: 17 ss. <<

[48] Véanse la excelente introducción de L. Riveró a su traducción de Prudencio en el voL. 240 de esta B.C.G.: 86 s., con bibliografía; y A. V. Nazzaro, EO ID: 59 ss. <<

[49] Sospecho que el autor quiere hablar del hemiepes, el «medio hexámetro» (o mejor «medio pentámetro») que comparece en los metros cpódicos de Horacio. El pasaje corresponde a la Introducción a la Crónica de Eusebio, praef. <<

[50] Recientemente publicado en esta B.C.G., vol. 359, en traducción de J. Luque y A. López Eisman. <<

[51] O, sin ir tan lejos, de nuestro colega A. Sierra de Cózar; véase su contribución al vol. Humanitas, in honorem A. Fontán, Madrid, Gredos, 1992: 43. <<

[52] Tomo la cita de E. STEMPLINGER, «Horatius», en Pauly-Wissowa, Realencyclopedie der Altertumswissenschaft VIII 2, 1913: 2395. <<

[53] Cf. T. Piscitelli, EO III: 39 s., que se basa sobre todo en el clásico estudio de J. Fontaine, Isidore de Seville et la culture classique dans l’Espagne wisigothique, Paris, Études Augustiniennes, 1959. <<

[54] L. P. Wilkinson, Horace and his Lyric Poetry, Cambridge, Cambridge Univ. Pr… 19682: 160. Parecida posición, como tantos otros en los tiempos en que escribía (1940), mantenía M. R. Lida en su, por lo demás excelente, «Horacio en la literatura universal», recogido en La tradición clásica en España, Barcelona, Ariel, 1975: 259; más moderada, aunque en la misma línea, es la posición de Fr. Brunhölzl Lexikon des Mittelalters, vol. V, Artemis, Munich-Zúrich, 1995: 124. <<

[55]55 Véanse F. Stella, EO III: 159 s.; C. O. Brink, Horace on Poetry, vol. II, Cambridge, Cambridge, Univ. Pr., 1971: 4, 30. <<

[56] Proemio a los Poetae Latini Aeui Carolini, t. III, Berlin, Monum.Germ. Hist.— Weitlmann, 1964 [=1896]: 424, n. 3. <<

[57] Einleitung in die lateinische Philologie des Mittelalters, Munich, C.H. Beck, 1910: 113. <<

[58] Así, entre otros, Fr. Brunhölzl, op cit., II, 1992: 315, frente a quienes lo datan en el siglo siguiente. <<

[59] Geschichte der lateinischen Literatur des Mittelalters II, Munich, Fink, 1992. Véase también M.-B. Quint, Untersuchungen zur mittelaterlichen Horaz-Rezeption, Frankfurt, P. Lang, 1988: 125 ss. <<

[60] Cf. M. Manitius, Geschichte der lateinischen Literatur des Mittelalters II, Munich, C.H. Beck, 1923: 689; Fr. Brunhölzl,, Geschichte der lateinischen Literatur des Mittelalters II, Munich, Fink, 1992: 246. <<

[61] Cf. el importante trabajo de K. Friis-Jensen, «The Medieval Horace and his Lyrics», en W. Ludwig (ed.), Horace. L’Oeuvre et les imitations. Un siècle d’interprétation, vol. XXXIX de los Entretiens sus l’Antiquité Classique, Vandoeuvres-Ginebra, Fondation Hardt, 1993: 257 ss.; reseña de estudios recientes en su momento acerca del Horacio medieval en 259 s. <<

[62] Véase ante todo el excelente artículo de M. R. Lida recogido en sus Estudios de Literatura Española y Comparada, Buenos Aires, Eüdeba, 1966: 1-13; además, las ediciones de R. M. Thomson, Leiden, Brill, 1973 y de M. Pérez González, León, Univ. de León, 2001, que da cuenta de las aportaciones anteriores, incluidas las nuestras, y retrasa la cronología hasta los primeros años del s. XII. También merece leerse el artículo de G. Orlandi en EO III: 240, aunque omite bibliografía importante. <<

[63] L’étude des auteurs classiques latins au XIe et XIIe siècles , vols. I-III, Paris, 1982-1989. <<

[64]Horacio en España, t. I, Madrid, Pérez Dubrull, 1885, reedición en su Bibliografía Hispano-Latina Clásica VI, Santander, C.S.I.C., 1951: 40 s., por la que cito. No estará de más recordar que se trata de la más antigua referencia sobre la huella de Horacio en España que registra el gran humanista. <<

[65] Véase T. González Rolan, «Horacio en el Medievo hispano», en D. Estefanía (ed.), Horacio, el poeta y el hombre, Madrid, Eds. Clásicas-Universidad de Santiago, 1994: 141-161, con bibliografía. Acerca de esta reminiscencia se muestra escéptico V. Cristóbal en la Introducción a su Horacio. Epodos y Odas, Madrid, Alianza Ed., 20053: 38 y n. 23; cf. su artículo «Pervivencia de autores latinos en la literatura española», Tempus 26 (2000): 35-41. <<

[66] Como antes veíamos, la Vida (13), nos habla de unas elegías y de una carta en prosa que corrían bajo su nombre, pero que sin duda considera falsas. <<

[67] Segunda edición en 1899-1925. <<

[68] Por ejemplo, Questa, EO I: 329 ss.; Brugnoli-Stok, ibid. 344 ss. <<

[69] La Ia en 1939; la 5.ª y última en 1982. <<

[70] The Litermy Epistles of Hornee. III: The’Ars Poética Cambridge, Cambridge Univ. Pr. 1971, fundamental para toda la tradición manuscrita de Horacio. <<

[71] Pero véanse las dudas de Bischoff, en comunicación personal a Questa, EO I, 331 s.: sospechaba que podría ser posterior a la mitad del s. x y de origen francés. <<

[72] En su recensión de la edición de Vollmer, en Class. Rev. 22 (1908), pág. 89 = Classical Papers II, Cambridge, 1972, pág. 722, citado por H. Tränkle 1993: 12 (véase la nota siguiente). <<

[73] H. Tränkle, «Von Keller-Holder zu Shackleton Bailey. Prinzipien und Probleme der Horaz-Edition», en W. Ludwig (ed.), Horace, L’Oeuvre et les imitations… Vandoeuvres-Ginebra, Fondation Hardt, 1993. <<

[74] En L.D. Reynolds (ed.), Texis and Tramsmission, Oxford, Clarendon Press, 1983: 185. <<

[75] Opiniones no tan optimistas pueden verse en Trankle 1993: 14 ss. <<

[76]76 Seguiremos en lo esencial el artículo de R. Rocca en EO I: 357 ss. <<

[77] No vemos en el censo de R. Rocca, EO I: 357 ss. una edición veneciana, impresa por Filippo di Pietro en 1478, que figura en los catálogos de la Biblioteca Nacional de Madrid. <<

[78] Horatius ex recensione el cum emendationihus R. Benlleii, Cambridge. La 2.ª y 3a eds. aparecieron en Amsterdam en 1713 y 1728. Posteriormente fue reeditada en Leipzig (1764, 1826 y 1828) y en Berlín (1864); hay reimpresiones posteriores. <<

[79] Véase también Trankle 1993: 5 <<

[80] Para las posteriores reediciones, con actualizaciones de E. Burck a los voLs. I y III, véase nuestra Bibliografía. <<

[81] Su nombre húngaro, Istvan, aparece lógicamente como Stephanus en la edición. <<

[82] Véanse la recensión de Nisbet en Gnomon 58 (1986): 61 ss; y el artículo de P. Venini en EO III: 139. <<

[83] Delz, art. cit.: 496; véanse además las recensiones de Nisbet, Class. Rev. 36 (1986): 227 ss.; Renehan, Classical Philology 83 (1988): 311 ss.; Trankle, 1993: 17 ss. Bailey respondió a algunas de las críticas recibidas en «Horadan Aftermath», Philologus 134 (1990): 213 ss. <<

[84] Véase el elogioso comentario de Menéndez Pelayo, 1885 I (= 1951 VI: 162), que también glosa los puntos en que los editores polemizan con las tesis de Bentley y otros filólogos posteriores. Sobre Arteaga, véase el prólogo de M. Batllori a su Obra completa castellana, Madrid, Espasa-Calpe, 1972; sobre la edición de Horacio trata en XXVI-XXIX. <<

[85] Tampoco tenemos noticia directa del contenido, genealogía y calidad de la edición publicada por el ilustrado asturiano don Carlos González de Posada, Catedrático en los Reales Estudios de San Isidro, que no hemos visto censada por Menéndez Pelayo, aunque no parece a priori que tenga mucho de original: Horatii Flacci poemata; cum commentariis Ioannis Minelli; praemisso Aldi Manutii De metri Horatianis tractatu… impresa en Madrid, en 1776, por Miguel Escribano. <<

[86] Entre esos traductores están, L. Canali, P. Buffalini, y M. Ramous. En algunos casos ofrecen afortunadas versiones rítmicas de los metros horacianos: F. Della Corte (Canto Secular), E. Mandruzzato (Epístolas) y (P. Metastasio, ¡nada menos!, Arte Poética. <<

[87] Huelga decir que hasta su fecha seguimos al ya citado M. Menéndez Pelayo, Horacio en España, I-II, Madrid, A. Pérez Dubrull, 1885, reeditado en el seno de su Bibliografía Hispano-Latina Clásica VI, Santander, C.S.I.C., 1951, así como los aditamentos reunidos por E. Sánchez Reyes en el vol. IV de esta última. <<

[88]Cf. ibid. IV, 1951: 14 ss. <<

[89] 1885 I = 1951 VI: 137 ss.; cf. 1951 IV: 124 ss. <<

[90]Cf. el artículo de G. Mazzocchi, EO III: 147, que considera excesiva la «acrimonia» con que la criticó Andrés Beilo. Menéndez Pela yo, 1885 I = 1951 VI: 265, menciona otras dos traducciones que no está claro que llegaran a aparecer. <<

[91] R. Rocca, en EO 1:369, le atribuye una a M. Gimeno Guardiola, Barcelona, [Yunque], 1940; pero en realidad se trata de una breve antología bilingüe del poeta. Es la única que cita aparte de la de Riber, que reseñamos más abajo. <<

[92] La edición está datada en algunas fuentes en 1901. El traductor no puede ser otro que Tomás Meabe, malogrado poeta bilbaíno (1879-1915). Devoto militante nacionalista vasco en sus orígenes, se dedicó por orden de sus superiores a un intenso estudio de las doctrinas contrarias al mismo, a consecuencia de lo cual acabó en no menos devoto pionero del socialismo español. Al parecer, malvivió en el exilio de colaboraciones periodísticas y de traducciones. No hemos podido contrastar ésta que se le atribuye de Horacio, pero no pondríamos la mano en el fuego por ninguna de las publicadas en aquel tiempo para España por la casa Garnier, recordando lo que en Luces de Bohemia de Valle-Inclán (ed. Zamora Vicente, Madrid, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, 1973, pág. 83) cuenta don Latino de Híspalis de que en sus tiempos parisinos traducía libros para esa editorial, y lo que no mucho antes (ibid. pág 48) su compañero Max Estrella afirmaba: «me acanallé perpetrando traducciones y haciendo versos». <<

[93] El traductor, natural de Zaragoza, fue catedrático de Retórica y Poética en el Instituto de Castellón desde 1881 y prolífico traductor de clásicos latinos. Dan noticia de él las Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa aumentadas y refundidas por don M. Gómez Uriel (Zaragoza, Impr. de C. Ariño, 3 vols., 1884-1886), disponible ahora en la página web http://155.219.60.15/latassa/S/Latassa52479html. La traducción, en prosa, nos parece bastante buena. <<

[94] Versión en prosa, digna de estima, pese a singularidades como las de llamar «Versos» a las Odas y «Charlas» a las Sátiras. Reproduce en latín, sin traducirlos, los versos obscenos. <<

[95] Es, como cabía esperar, una digna versión. <<

[96] Reeditada en otras colecciones. Puede considerarse como una buena traducción. <<

[97] Obra póstuma del gran helenista, es una versión muy meritoria por su estudiada imitación rítmica de los metros originales, aunque con las libertades —o servidumbres— propias de esa clase de traducciones. <<

[98] Reproduce el texto latino de Shackleton Bailey, pero con bastantes divergencias que se advierten previamente. La traducción, en «verso blanco» nos parece francamente buena, y muy bien documentado su amplio aparato de notas. <<

[99] Recogemos aquí solamente la que estimamos de interés para el conjunto de la obra de Horacio. En las respectivas introducciones parciales a las obras daremos cuenta de las pertinentes exclusiva o principalmente a cada una de ellas. Tampoco daremos noticia de la bibliografía citada en nuestra Introducción general que haya quedado debidamente explicitada en ella, salvo que se trate de obras fundamentales. <<

[100] Naturalmente, para datos más actuales remitimos a los Beilage trimestrales de bibliografía clásica que publica la revista Gnomon y a los anuales de L’Année Philologique. <<

[101] H. Temporini-H. Haase (eds.), Aufstieg und Niedergang der römischen Welt. Berlin-Nueva York, W. De Gruyter. <<

[102] Para las más antiguas y para más detalles sobre las citadas véanse supra. págs. 99 ss. <<

[103] Es la 3.ª ed., revisada por el segundo. La primera databa de 1837-38. Hay una 4.ª ed. Revisada por W. Hirschfelder y W. Mewes, Berlín, 1886 (reimpr. Hildesheim-Nueva York, Olms, 1973). <<

[104] Hay una 2.ª ed. de 1899-1925. <<

[105] Sobre esta edición comentada, que sigue siendo imprescindible, véase supra pág 109. <<

[106] Recordamos al lector que la pervivencia de Horacio a partir del Renacimiento la trataremos en las introducciones parciales a cada obra, por ¡o que también será en ellas donde recogeremos la bibliografía correspondiente. <<

[107] Esta «Edición Nacional» recoge obras muy anteriores, como su Horacio en España (1885), pero también notas y textos inéditos. <<

[108] Mucho se ha discutido sobre si las Odas fueron cantadas o simplemente recitadas. Horacio hace numerosas referencias al carácter musical de su poesía; pero no parece que haya que entenderlas al pie de la letra. Tal es la postura, entre otros, de R. Heinze, «Die horazische Ode» (1923), reeditado en su Vom Geist der Romertum (ed. E. Burck), Darmstadt, Wisssensch. Buchgesellschaft, 19724: 186 s., frente a la tesis musicalista de O. JAHN, «Wie wurden die Oden des Horatius vorgetragen?», Mermes 2 (1867): 418-433, que se basaba, entre otros argumentos, en la organización de los poemas en estrofas de cuatro versos, conforme a la llamada «Lex Meineke». Posteriormente defendió un tipo particular de ejecución musical («declamazione su melopea istrumentale») G. B. Pight, La Métrica Latina, t. II de su La Lingua Latina nei mezzi della sua espressione, Enciclopedia Classica, Sez. II, vol. VI, Turín, Soc. Ed. Intern., 1968: 471 s. Para otras tesis similares véanse las citadas por S. Hahrison, «The Literary Form of Horace’s Odes», en W. Ludwig (ed.), Horace. L’Oeuvre et les Imitations. Un Siècle de Recherches. Entretiens sur l’Antiquité Classique, Ginebra-Vandouvres, Fondation Hardt, 1993: 131 n. 2. En sentido contrario se manifiesta, entre muchos otros, L. P. Wilkinson, Golden Latin Artistry, Cambridge, Cambridge Univ.´Pr., 1985: 205, para quien el único poema efectivamente cantado de Horacio fue el Carmen Saeculare. La presencia de notación musical en manuscritos medievales de las Odas no es un argumento relevante en este debate, dado que en esa época también la exhiben alguna vez versos antiguos de ejecución indudablemente recitada, como los hexámetros épicos. Ofrece un buen status quaestionis G. Milanese, EO II: 921-925, cuya conclusión deja el asunto en tablas: «no existen argumentos decisivos para alinearse a favor o en contra de la ejecución cantada de la lírica horaciana». <<

[109] Sobre este punto véase W. Willi, Horaz und die Augusteische Kultur, Basilea-Stuttgart, Schwabe, 19472: 151 s. y nota. <<

[110] Recordemos que a los Epodos los llama lambi y a las Sátiras y Epístolas Bioneus sermo, «charla a la manera de Bión». <<

[111]111 Con la limitada excepción de Catulo y, tal vez, de algún otro de los poetae noui. Véase el capítulo de A. Barchiesi, «Carmina: Odes and Carmen Saeculare», aparecido en el reciente St. Harrison (ed.) 2007, The Cambridge Companion to Hornee, Cambridge, Cambridge University Press: 144 ss. Este volumen colectivo, que en adelante citaremos por la sigla CH, sólo ha llegado a nuestras manos cuando gran parte de estas páginas ya estaban escritas, por lo que sólo de manera parcial hemos podido beneficiamos de él. <<

[112] Suscribimos, como se ve, la interpretación literal del término deduxisse que sostiene, entre otros, el comentario de Nisbet-Rudd, 2004, ad loc.., frente a las que ven en él una metáfora del sentido de «hilar» —o, mejor, «hilar fino»— que ese verbo puede tener, incluso en otros contextos poéticos, según sostiene, por ejemplo, E. McDermott, «Greek And Roman Elements in Horace’s», ANRW II.310.3, 1981: 1647, apoyándose en la autoridad de Reitzenstein. <<

[113] No hemos tenido ocasión de contrastar esta noticia; pero si responde a la realidad, puede explicar el reproche de «frialdad, intelectualismo y artificiosidad» que el gran poeta alemán y Lord Byron hacían a las Odas, según Doblhofer 1992: 99. <<

[114] Más bien sería una «poesía del yo y del tú», si seguimos la caracterización de Heinze 1923 (= 1972): 176: «La lírica antigua es…, con pocas excepciones, dialógica; la moderna, de manera absolutamente predominante, monológica». Vuelve sobre ese punto Barchiesi, en CH: 150 ss. No parece que existiera una preceptiva antigua sobre la lírica, al margen de la que prescribía el empleo de los correspondientes metros y de las «convenciones literarias básicas», según Harrison 1993: 132, con bibliografía de interés. Horacio, en A.P. 83 ss. da una definición temática amplia, sin distinguir subgéneros: «A la lira le encomendó la musa cantar a los dioses y también a sus hijos; al luchador victorioso y al caballo que en la carrera quedara el primero; y las cuitas de los muchachos y la libertad de los vinos». <<

[115] E. Degani, en su capítulo «Griechische Literata bis 300 v. Ch.» de H.-G. Nesselrath (ed.), Einführung in die Griechische Philologie, Leipzig, Teubner, 1997: 184, sostiene de que los antiguos eran ajenos a esas distinciones modernas y que la mayoría de los autores cultivaron ambas formas, aunque se dedicaran preferentemente a una de ellas. Más matizada era la opinión de Collinge 1961: 63 y n.: la mayoría de los autores se adscriben claramente a uno de los dos géneros, aunque haya algunos casos límite. <<

[116] Cf F. Rodríguez Adrados, Líricos Griegos Arcaicos, vol. 31 de esta

B.C.G: 21. En las introducciones de ese volumen puede encontrarse una buena panorámica de la lírica griega arcaica, aunque con un concepto amplio de la misma que lo lleva a incluir en ella la elegía y el yambo. <<

[117] Lo que en otros sistemas ocurría como consecuencia obvia de la convención por la que en ciertas circunstancias dos sílabas breves podían ser sustituidas por una larga y viceversa. <<

[118]118 Recordemos el repertorio que el propio Horacio (A.P. 83-85) atribuye a la lírica (y sin distinguir entre monódica y coral): himnos a los dioses y a los héroes, epinicios para los vencedores en los juegos, amores juveniles y alegrías del simposio. Pero a este respecto merece citarse el importante fragmento de Safo recientemente publicado por M. Groneyvald y R. Daniel (Zeitschr. f. Papyrol. u. Epigr. 147 [2004]: 1-8), cuyo contenido fundamental es precisamente una resignada queja ante los estragos de la edad; cf. M. L. West, «The New Sappho», ibid.. 151 (2005): 1-9; R. Rawls, «Notes on the Inteipretation of the ‘New Sappho’», ibid. 157 (2006): 1-7. <<

[119] De esta cuestión nos hemos ocupado en varios trabajos: J. L. Moralejo, «Horacio y sus modelos griegos…», en E. Falque-F. Gascó (eds.), Graecia capta. De la conquista de Grecia a la helenización de Roma, Huelva, Univ. de Huelva, 1995: 45-81; J. L. Moralejo, «Horacio y sus modelos métricos», en J. Luque Moreno-P. R. Díaz y Díaz (eds.), Estudios de métrica latina, Granada, Univ. de Granada, 1999, vol. II: 683-685; J. L. Moralejo, «Problemas de la originalidad de Horacio», en G. Calboli-P. Marchi (eds.), Giovanni Battista Pighi, centesimopost diem natalem anno (1898-1998), Bolonia, Patrón, 2001: 143-165. <<

[120] Dejando de lado los aspectos rítmicos, parece ser que «[a Safo] Horacio fue lo bastante prudente como para no unitaria nunca, por la simple razón de que la comprendía tan bien y la admiraba tanto», Fraenkel 1957: 167. Para el tratamiento de los modelos arcaicos en Odas puede verse ahora el muy reciente G. Hutchinson, «Horace and archaic Greek poetry», en CH: 40 ss. <<

[121] Harrison 1993:133 ss. <<

[122]Studien zum Verständniss der römischen Literatur, Stuttgart, Metzler, 1924: 202 ss; para Horacio: 209 ss. <<

[123] Ya Quintiliano (Inst. Or. X 1, 96) decía del poeta que insurgit aliquando. Véanse también V. Cristóbal, Píndaro y Horacio: a propósito de la ístmica VII, en Homenaje al Prof. S. Lasso de la Vega, Madrid, Universidad Complutense, 1998: 273-279; y G. Calboli, «Wortstellung und literarische Nachahmungim vierten Odenbuch des Horaz», Klio 67(1985): 172. <<

[124] Véase Moralejo 1995: 67 s. <<

[125] A diferencia, al parecer, de su amigo Ticio (cf. Epi. 13, 13), que se afanaba «en ajustar los sones tebanos a las cuerdas latinas», algo que, como se ve, nadie había hecho hasta entonces ni haría luego. Sobre este punto puede verse también Waszink 1972: 289 s., que habla de la «situación paradójica» de que Horacio «compuso odas pindáricas en estrofas alcaicas y sáficas»; lo que, por otra parte, y como luego veremos, no le impidió imitarlo también en la estructura de sus Odas. <<

[126] Aufsätze zu Horaz. Abhandhmgen uncí Vortriige aits den Jahren 1908 -1925; reimpr. Darmstadt, Wissensch. Buchgesellsch., 1963. <<

[127] Florencia, F. Le Monnier, 1966 [=1920]: 141 ss. Waszink 1972: 290 se muestra escéptica al respecto de la influencia que las formas «más patéticas [que las de Alceo y Píndaro] de la poesía helenística» ejercieron en la lírica de Horacio. Véase también el reciente R. Thomas, «Horace and Hellenistic poetry», en CH: 50 ss. <<

[128] Con este autor, ante todo, en cuestiones de preceptiva poética; véase, de entre la mucha bibliografía disponible, el comentario de Syndikus, 1989 I: 9. <<

[129] El reciente hallazgo en un de un importante contingente de poemas desconocidos de este autor confirma su influencia en Horacio; cf. G. O. Hutchinson, «The New Posidippus and Latin Poetry», Zeitschr. f. Papyrol. u.. Epigr. 138 (2002): 3 s. <<

[130] Traducida en los vols. 7 (por M. Fernández Galiano) y 123 (por G. Galán Vioque) de esta B.C.G. <<

[131] Véase Harrison, art. cit.: 137 ss. <<

[132] Nisbet-Hubbard 1970: XIV, con referencia al influjo de las doctrinas epicúreas y estoicas. Véase además W. D. Lebek, «Horaz un die Philosophie: ‘die Oden’», en ANRW 11.31.3 (1981): 2031-2092, y lo dicho en nuestra Introducción general sobre las ideas filosóficas de Horacio. Véase también el reciente capítulo de J. Moles, «Philosophy and ethics», en CH: 165 ss.; para las Odas: 171 ss. <<

[133] Añádase a la bibliografía allí citada el capítulo de R. Nisbet, «Horace: life and chronology», recientemente publicado en el CH: 7 ss.; de la cronología de las Odas trata en 12 s. y 16 s. <<

[134] Recordemos que el libro I incluye 38 odas, 20 el II y 30 el III. Acerca de los intentos de «quadrare i conti» de ese desigual balance véase A. Minarini, EO I: 282. En cuanto a la extensión de los poemas, el más breve parece ser I 38, con 8 versos, y el más largo III 4, con 80. <<

[135] L. P. Wilkinson, Hornee and his Lyric Poetry, Cambridge, Cambridge Univ. Pr., 1951: 14. <<

[136] A este respecto vale la pena recordar el escolio de Porfirión a Od. 11, 35 («y si me cuentas entre los líricos vates…»): «Debe entenderse, por supuesto, entre los griegos; pues romanos aún no los había». He reparado en esta observación gracias a I. Vallejo Moreu, Génesis y configuración del canon literario grecolatino en la Antigüedad, Tesis doctoral inédita, Universidad de Zaragoza, 2006-07: 389. <<

[137] Remitimos al capítulo que Pasquali 1966: 642 ss. dedica a ese punto; pero véase también McDermott 1981: 1661 ss., que matiza sus juicios afirmando que «lo que es más romano en las ‘Odas’ de Horacio es su mezcla de lo que es griego y de lo que es romano», <<

[138] Acaba de abordar el tratamiento de este tema por Horacio G. Davis, «The wine and the symposium», en CH: 207 ss. <<

[139] Véanse al respecto McDermott 1981: 1650 ss., y Syndikus 1989 I: 9 s., que explica ese silencio del poeta con el argumento de que «para su generación muchos valores y principios alejandrinos se habían convertido en tan evidentes que ya no era preciso hablar de ellos». <<

[140] Véase también V. Cristóbal, «Sobre el amor en las Odas de Horacio», Cuad. Filol. Clás. Est. Lat. 8 (1995): 111-127. Sobre Horacio, el sexo y el amor también trata el reciente capítulo de E. Olliensis, «Erotics and gender» en CH: 221 ss. <<

[141] Aparte lo ya dicho en nuestra Introducción general sobre Horacio y la religión, véase también el reciente J. Griffin, «Horace and the Gods», en CH: 181 ss. Hay que hacer caso aparte del Canto Secular, que, por lo demás, no dejaba de tener algo de anacronismo, si se considera que la propia celebración de los Ludí Saeculares era una más de las iniciativas de Augusto destinadas a restaurar la religiosidad de los viejos tiempos. <<

[142] Sobre la mitología en las Odas véase Cristóbal 1990: 33 s., con bibliografía. Además, el magistral artículo de V. Poschl «mitología» en EO II: 288 ss., dentro del amplio apartado que ese volumen dedica precisamente a ese tema en la obra de Horacio. <<

[143] Véase el reciente P. White, «Friendship, patronage and Horacian socio-poetics», en CH: 195 ss. <<

[144] A este respecto ya hemos citado en alguna otra ocasión la aguda observación de L. E. Rossi («I generi lelterari e le loro leggi scritte e non scritte nelle letterature ciassiche», Bull. Inst. Class. Stud. Univ. London, 18 [1981]: 69-94) de que en la época arcaica las leyes de los géneros eran respetadas, pero no estaban escritas, mientras que en la época helenística estaban escritas pero no eran respetadas. <<

[145] Véanse las notas introductorias de Nisbet-Hubbard 1978 a Od. II 20 y de Nisbet-Rudd 1978 a Od. III 30. <<

[146] Pero también apela al carácter pasajero de los temporales del invierno para consolar a su amigo Valgio en II 9. A este respecto es muy de tener en cuenta la «Introduzione» de A. La Penna a la reedición (1966) de Pasquali 1920: XXVI ss. Véase también V. Cristóbal, «Horacio y el carpe diem», en R. Cortés-J. C. Fernández Corte, Bimilenario de Horacio, Salamanca, Universidad de Salamanca, 1994: 171-189. <<

[147] Podemos añadir una referencia al reciente St. Harrison, «Town and country», en CH: 235 ss. <<

[148] Sobre este punto véase el importante capítulo que le dedica Pasquali 1920: 521 ss.; además, los artículos de J. Danielewicz («natura»), V. Cremona («paesaggio») y G. Brescia («locus amoenus») en EO II: 586 ss., 595 ss., 699 ss., respectivamente. Como muestras del tópico del locus amoenus en las Odas podríamos citar I 1, 19 ss; 17, 12 ss.; I 17, 16 ss.; II 3, 9 ss.; III 13. <<

[149] Esto ha de entenderse, como añaden los citados comentaristas, también en relación con los paisajes de su infancia que Horacio veces evoca y describe varias veces. <<

[150] Wilkinson 1951: 46, se inclina hacia la sospecha contraria: considera como una posible causa parcial de su soltería el hecho de que «sus emociones estaban absorbidas por sus amigos». En todo caso creo que tiene razón cuando hace notar que Horacio, aunque promovido por sus méritos al trato con gentes de alta condición, no podía aspirar, en razón de sus orígenes, a tomar estado entre ellas. <<

[151] Véase el art. «amicizia» de L. F. Pizzolato en EO II: 527 ss. <<

[152] Aparte de las varias Odas a Mecenas, pueden verse las dirigidas, o referentes, a Virgilio (I 3), Valgio (II 9), Vario (I 6) o Varo (I 8), por recordar sólo a los amigos literarios más próximos. <<

[153] Haciendo también caso aparte de las dedicadas a Augusto, citaremos las Odas 16 (a Agripa), II 1 (a Polión), IV 2 (a Julo Antonio), IV 4 (sobre Druso), IV 14 (sobre Tiberio), II 2 (a Salustio). <<

[154] Traducción de I. J. Adiego-E. /Artigas-A. De Riquer, en el vol. 340 de esta B.C.G. <<

[155] Este sub-género, aunque con raíces ocasionales en la lírica griega arcaica, no parece haberse consolidado hasta la época helenística, y especialmente por obra de Partenio, ya contemporáneo de la generación de los poetas noui; véase el artículo de P. Fedeli en EO II: 732 ss. <<

[156] Mucho después escribiría Kipling: «Si eres capaz de encontrarte con el triunfo y el desastre, / y de dar exactamente el mismo trato a esos dos impostores…»; cito por T. S. Eliot, A Choice of Kipling’s Verse, Londres, Faber & Faber, 1961: 273. <<

[157] Por poner sólo algunos ejemplos, véanse 17, I 13, III 11, III 4, 27. Véase también lo ya dicho sobre el empleo del mito en las odas hímnicas y la bibliografía allí citada. Para la importancia de los elementos míticos en la lírica griega —y especialmente en la coral— cf. el ya citado F. Rodríguez Adrados, Lírica Griega Arcaica, vol. 31 de esta B.C.G.: 298. <<

[158] Según puede presumirse, aquí sólo daremos de ella una noticia sumaria y selectiva. Para mayor información véanse Doblhofer 1992: ss.; el artículo «struttura» de F. Serpa en EO II: 750 ss.; y el artículo «Carmi, Libri I-III» de A. Minakini en EO I: 280 ss. Una síntesis de las principales teorías puede verse en Cristóbal 2005: 32 ss. <<

[159] Como ejemplo de antítesis asindéticas podríamos citar I 1, 15 ss: el marino atrapado en la tempestad echa de menos la rústica paz de su pueblo; sin embargo, enseguida repara sus naves maltrechas: el texto original no contiene un término equivalente a «sin embargo». Lo mismo ocurre en III 1, 21 ss.: al tirano angustiado no le devolverán el sueño el canto de los pájaros ni el son de la cítara; en cambio, el sueño no rehuye las humildes casas de los pobres. De entre los incontables ejemplos que podríamos poner de antítesis gramaticalmente formalizadas, valga el de II 18, 26 ss.: el aparcero desahuciado por el rico avaro se marcha con sus penates, su mujer y sus hijos andrajosos. Sin embargo (tamen), ningún palacio que haya proyectado lo espera a él con más seguridad que el final que para todos supone la muerte. <<

[160] Por parte de Campbell, según Collinge 1961: 6; pero no hemos podido localizar la cita en Campbell 1925. <<

[161] Luego veremos con más detalle las ideas de este autor acerca de la estructura de las Odas, que presuponen la existencia en ellas de una «técnica de equilibrio y contraste» (Collinge 1961: 36). <<

[162] Tomo uno y otro ejemplo de Wilkinson 1951: 133. <<

[163] Para más amplia documentación remitimos al excelente artículo «fonostilistica» de C. Facchini Tosí en EO II: 847 ss. <<

[164] Se ha sugerido que la frecuencia del encabalgamiento en Horacio podría ser un medio de suplir la ausencia de los elementos de cohesión que habían sido en la lírica griega la música y la danza que acompañaban a la ejecución del poema; véase el artículo «enjambement» de M. Squillante en EO II: 820 ss. <<

[165] A título de orientación recuérdese que la estrofa sálica tiene 38 y la alcaica 41. <<

[166] Como se sabe, al conjunto de estrofa y antistrofa suele sumarse el epodo que completa la estructura tríada propia de la lírica coral. Luego volveremos sobre este punto, a propósito de los análisis estructurales de Collinge 1961. <<

[167] Véanse las importantes observaciones que a este respecto hace Brink 1971:450 ss. <<

[168] También llamada «mesódica», en la que parece reservarse la parte central de la oda para los contenidos más relevantes; véase Serpa, EO II. 751. <<

[169] Con esa estructura Horacio habría tratado de imitar las tríadas de la lírica coral de Píndaro (estrofa, antistrofa, epodo) anteriormente mencionadas. Fraenkel 1957: 291 s. y 370 s. se atiene a ella en su análisis de I 12 y del Canto secular siguiendo, respectivamente, a von Christ y a Menozzi, <<

[170] Se llama «composición anillo» a la de los poemas que en su parte final retoman al contenido expuesto en su inicio. Luego veremos algunos ejemplos de la misma en las Odas. <<

[171] De esta variedad compositiva puede decirse que es una forma múltiple de Ringkomposition, en la que en torno un bloque central se agrupan, de forma simétrica o especular, pares de bloques de contenido homogéneo. Se trata, pues, de estructuras de tipo abcdcba. <<

[172] Lettura di Orazio lírico. Struttura dell’ode oraziana. Nápoles, 1967: 53 ss. Damos una idea muy simplificada de sus análisis, que se basan en una minuciosa disección de los textos. <<

[173] Ambos aparecieron en el volumen colectivo del homenaje oxoniense a Horacio en el bimilenario de su muerte editado por J. S. Harrison, 1995, que se abre con un excelente rapport crítico del propio editor sobre la bibliografía reciente en su momento. <<

[174] «Some structures in Horace’s Odes», en Harrison 1995: 17 ss. <<

[175] Éste podría ser un ejemplo especialmente claro: tras su solemne perorata contra el afán de lujo reinante, en la última estrofa el poeta evoca, a título de contraste, la moderada riqueza y la paz de su propia finca en la Sabina. Pero más claro sería, a nuestro entender, el final de III 3, en el que el poeta llama al orden a su musa, que se está remontando a asuntos demasiado serios. <<

[176] Sobre el empleo de este recurso en varias de las Odas trata también Brink 1971: 453 ss. <<

[177] A saber: L 16, 17, 22, 28, 31, 32; II 7, 10 [así interpreto la evidente errata «to,», que se lee en mi ejemplar], 14; HT 9; IV 1 y 4. <<

[178] A saber: 15, 7, 9, 29, 37 (¿?); II 6, 13; III 25; IV 13 y 14. <<

[179] Nos excusamos por atrevemos a acuñar este tecnicismo, homónimo del que el Diccionario de la Academia define como referente a los trastornos nutricionales y de crecimiento (del gr. dyr- y la raíz de trépho, «alimentar»). <<

[180] Collinge 1961: 58, dice esto a propósito de la «forma estrófica», pero puede entenderse como aplicable a todo texto con responsión, dado que esa forma es la que la provoca. <<

[181] Collinge 1961: 61. <<

[182] Hablamos aquí de «estrofas» en sentido puramente métrico, y admitiendo que, como decíamos más arriba, los dísticos sean agrupables en tetrásticos. <<

[183] «Mientras fui yo el que te gustaba y ningún mozo preferido por ti te echaba los brazos en tomo al blanco cuello, estuve en lo más alto, más feliz que el rey de Persia. [5] ‘Mientras tú no ardiste más por otra, ni estaba Lidia por detrás de Cloe, yo, la renombrada Lidia, estuve en lo más alto, más famosa que Ilia la romana’». <<

[184] A saber: I 6, 8, 11, 16, 20, 23, 24, 26, 30, 34 (¿?); II 20; III 10, 12, 15, 17, 20, 22, 23, 25, 26; y IV 8 (¿?). <<

[185] A esta categoría pertenecerían, al menos, 6 odas: I 10, 29, 31; II 2; III 19 y 30 (¿?). <<

[186] Según lo ya dicho, entiéndase «coral». Tendrían esta estructura 14 odas: I 2, 12, 13, 19, 38; II 8, 16, 19; III 2, 13, 18, 21, 28; IV 4, más el Canto Secular. Collinge (1961: 72 ss.) presenta un análisis especialmente detallado de I 19, en el que, una vez más, los bloques de contenido coinciden llamativamente con bloques métricos, concretamente de dos «estancias» (para él —recuérdese— las estrofas mélicas de Horacio). Sin embargo, insiste luego en que esa coincidencia no puede considerarse como «una regla inevitable, de la estructura de sentido horaciana», dado que no se cumple en otras estructuras responsivas de las Odas. <<

[187] Véase Collinge 1961:77. A este tipo pertenecería siete odas: 1 15, 21; III 1, 16; IV 5 y 7. <<

[188] Collinge 1961:78. <<

[189] A saber: I 22, 32, 33; II 10; III 9 (¿?); 29; IV 1 y 15. <<

[190] Collinge 1961: 81 s., ejemplifica esta variante con IV 1, en la que hay un bloque de 8 versos en que el poeta se queja de que Venus le suscite nuevos amores a sus años, luego dos de 12 concernientes a Paulo, y al final otro de 8 en que vuelve sobre sus asuntos personales (el amor por Ligurino). <<

[191] Collinge 1961: 82. <<

[192] Catorce odas responderían a esta estructura: 13,25,28,35; II11,13, 15, 18; m 7, 8; IV 3, 6,11 y 14. <<

[193] De esta estructura serían 136 y 37. <<

[194] Así, se sucederían pasajes estáticos y progresivos en I 5,7, 17, 18, 27; II 1, 3,4, 5,9; Til 5, 14, 27; y IV 4. El orden contrario se daría sólo en II 6. <<

[195] Así ocurriría en 14, 9; II 7, 12; III 11, y IV 9; el orden inverso se daría en II14 y IV 2. <<

[196] A saber, II 17; III 3 y 6, según Collinge 1961: 88 s… que hace un análisis detallado de III 3. <<

[197] Fraenkel anota que «Este principio es válido incluso en el caso extremo —y único— de varias odas que forman un ciclo (III 1-6). En la misma página añade que “las odas de Horacio son completas en sí mismas y consecuentemente nunca dependen de ninguna información adicional”». <<

[198] A este respecto, no se puede negar razón a Santirocco (1986: 173) cuando reprocha a Fraenkel que él mismo se había servido del criterio de la colocación en su libro para dar a la Oda I 38 la interpretación metapoética de la que luego hablaremos y que él comparte. <<

[199] Véanse también el artículo «Carmi, Sibri I-III» de A. Minarini, en EO II: 280 ss., y el libro de M. S. Santirocco 1986: 3-13, también con especial aplicación a las Odas y con interesantes críticas a la hasta entonces communis doctrina. <<

[200] Sobre este punto véanse Collinge 1961: 38 s.; Santirocco 1986: 171. <<

[201] Véase Minarini, EO II: 281. <<

[202] La denominación se debe a W. von Christ, «Die Verskunst des Horaz im Lichte der alten Überlieferung», en Sitzungsberichten der königlichen Bayerischen Akademie der Wissenschaften, Jahrgang 1868, Munich: 10, según MINARINI, EO II: 284. <<

[203] Tomando pie en algunas particularidades que la estrofa sáfica, ya empleada en I 2, presenta en I 10, se ha tratado de ampliar este bloque hasta incluir en él I 11 (también diverso en su metro) e incluso hasta i 12, que lo cenaría con su retorno al metro sáfico de I 2; véanse Santirocco 1986: 14 ss., y Minarini, EO II: 282. <<

[204] La denominación originaria «Römer-Oden» (sobre cuyo origen véase Fhaenkel 1957: 260 y n. 1), tiene el aspecto de haber sido acuñada sobre el modelo de las aplicadas a las Epístolas Paulinas (y en particular sobre la de Römer-Brief). Si esto es así, su traducción más adecuada sería «Odas a los Romanos» y no «Odas Romanas». Fraenkel. (loc. cit.) considera criticable esa etiqueta, pero la acepta en razón de su antigüedad y utilidad. <<

[205] Sobre este punto trata también el ya citado Barchiesi, en CH: 155 ss. <<

[206] Ya Collinge 1961: 37, subrayado la importancia de la colocación de las menciones de Mecenas. <<

[207] Sobre el empleo del procedimiento en el libro I véase Willi 1965: 154. <<

[208] A su respecto pueden verse Santirocco 1986: 85 ss. Doblhofer 1992: 105 (que recoge pareceres muy adversos); Minarini EO II: 282. <<

[209] Non uidimus. En este punto seguimos a Santirocco 1986. <<

[210] El término uatis en II 6, 24 —es decir, en medio de las dos odas— vendría a ser como la clave de bóveda de esta construcción (cf. Ludwig 1957:345). <<

[211] Santirocco 1986: 85. <<

[212] De hecho cita elogiosamente el precedente de Maury (Perret 1959:107) en su análisis de las Odas Romanas. Para la «aritmología» de las Bucólicas remitimos al lector al claro resumen que J. L. Vidal en C. Codoñer (ed.), Historia de la Literatura Latina, Madrid, Ed. Cátedra, 1997: 163 s. <<

[213] Perret 1959: 106. <<

[214] En el correspondiente capítulo da un buen status quaestionis hasta su fecha, e introduce luego, como concepto alternativo al de semejanza de temas, palabras y metros, el de «atmósfera» que parece manifestarse sobre todo entre odas contiguas. Así, en las que toman pie en la precedente, como 1 17 y 23 y III 20 entre otras. También recuerda que los escoliastas antiguos llegaron a considerar III 1-3 como un solo poema. Por su parte, 12 y 3 compartirían «un aire de solemnidad» acorde con sus semejanzas temáticas; mientras que I 31 y 32 estarían llenas de «tranquila introspección» (Collinge 1961: 46,49). <<

[215] Luego confía la comprobación de su aserto al tratamiento subsiguiente que hace de las diversas odas, en el que, a decir verdad, no abundan las observaciones sobre la estructura general del libro. <<

[216] Pero téngase en cuenta la observación de Fraenkbl (1957: 423) de que el tema de la capacidad de la lírica para inmortalizar los hechos de los hombres no aparece en el conjunto de los libros I-II 7. <<

[217]Non uidimus. El propio autor, en su artículo de EO II: 294 ss., apenas da detalles sobre su trabajo precedente. Nos atenemos al informe crítico de Doblhofer 1992: 103 s. <<

[218] Doblhofer 1992: 103, duda de que se pueda encajar bajo tal epígrafe la oda IV 10. <<

[219] Doblhofer 1992:104, considera difícil acomodar la oda 13 con los dos panegíricos que la siguen. <<

[220] «Was ich den Alten verdanke», en Gdtzendcimmenmg, 1888; citamos por el texto alemán que reproduce Burck en su «Nachwort» a la 14a edición de Kiessling-Heinze I; 604. <<

[221] La mejor síntesis disponible sobre el tema es sin duda el artículo de F. Muecke «Lingua e stile» en EO II: 755-787, con una bibliografía muy completa hasta 1996; véase también la bibliografía crítica de Doblhofer 1992: 75 s. Tiene la profundidad, pero también la subjetividad características de su autor el, capítulo que G. Williams, 19682: 750 ss. dedica a la lengua y estilo de Horacio. <<

[222] Aunque se ocupe de cuestiones más literarias que lingüísticas, vale la pena citar el capítulo de R. Tarrant, «Horace and Román literary history», recién aparecido en CH: 63 ss. <<

[223] Tal es la opinión, entre otros, de Waszink 1972:289 y Syndikus 1989: 15 s. Horacio seguiría así el «estilo medio» de la dicción poética. <<

[224] «De los valientes y buenos los valientes nacen; en los novillos está y en los caballos la casta de sus padres, y las fieras águilas no engendran pacíficas palomas». <<

[225] Nos referimos, naturalmente, a su Unpoetische Wörter, que había consagrado al vocabulario de las Odas todo un capítulo (98-113). Ya al inicio de su análisis de las Odas Waszink (1972: 286 s.) había mostrado su rechazo a los métodos estadísticos de Axelson. <<

[226] Cabría recordar lo que la Vita suetoniana (13) dice al respecto de una carta en prosa atribuida en su tiempo a Horacio: que era «oscura, defecto en el que —según añade— él nunca incurría»; véase además Muecke, EO II: 781 y la bibliografía moderna allí citada. <<

[227] Recojo aquí una opinión de Wilkinson citada por Doblhofer 1992: 75. <<

[228] En el mismo contexto, los comentaristas aluden al horror archaicus que, según G. Williams, inspira el estilo de Horacio. Para más detalles sobre los arcaísmos en Horacio véanse Waszink 1972: 293 s.; Muecke, EO II: 773. <<

[229] Véase A. P. 97, es decir, una palabra «de pie y medio»; literalmente en el sentido métrico, pero también, mediante hipérbole, en el aún más literal de sus dimensiones físicas. <<

[230] Véanse al respecto Syndikus 19891:15 S.; Muecke, EO II: 756 s.; 776. <<

[231] En este punto sigue siendo muy útil la dissertation de A. Engel 1914, De Quincti Horatii Flacci sermone metro accommodato, Bratislava, W. G. Korn. <<

[232] Nos referimos a casos como carpere iter… parati, de Od. II 17, 12; cf. Muecke EO II: 768. <<

[233] Como se verá, en nuestra traducción nos hemos permitido cierta libertad. <<

[234] Puede verse un resumen de las principales opiniones formuladas en Muecke, EO II: 780. <<

[235] Adviértase que decimos «flexiva» y no «flexible». Este último es un concepto subjetivo, mientras que el primero es objetivo e incluso mensurable, pues se aplica al grado en que una lengua, por medio de la flexión del nombre, el adjetivo y el verbo, y mediante las consabidas concordancias, permite indicar o sugerir la función sintáctica de las palabras en su propia forma, relegando su orden a un segundo plano. <<

[236] «Ahora hay que buscar la grata lisa que desde el fondo del rincón traiciona a la muchacha que se esconde, y la prenda que se arranca de su brazo o del dedo que malamente se resiste». <<

[237] Seguimos aquí al propio Wilkinson 1985: 220. Puede verse un tratamiento detallado de los diversos esquemas que Horacio emplea en la disposición de los pares de adjetivo y sustantivo en Muecke, EO II: 779, con amplia bibliografía. <<

[238] «En cuanto a mí, la tabla votiva en el sagrado muro deja claro que colgué mis ropas empapadas en ofrenda al dios que el mar gobierna». <<

[239] «De Horatianae vocabulorum copiae certa quadam lege», en Commentationes Horatianae, Cracovia, 1935: 65-91 (non uidimus). <<

[240] V. Cristóbal, «Morosidad descriptiva en Horacio», en I. A. Hernández Guerrero (ed,), Retórica y Poética, Cádiz, Universidad de Cádiz, 1991: 123-136, estudia la alternancia entre lo discursivo y lo descriptivo en el estilo del poeta. <<

[241] Cicerón, por supuesto, habla de prosa; pero se comprende que eche mano de un parámetro en verso porque éste permite, precisamente por su condición métrica, dar una idea de la dimensión del texto deseable bastante más precisa que la que se daría, por ejemplo, con un cómputo por el número de palabras. Concretamente, un período de cuatro hexámetros podía tener entre 48 y 68 sílabas. <<

[242] Sobre este recurso, de vieja raigambre en las literaturas indoeuropeas,

véase J. B. Hofmann-A. Szantyr, Lateinische Syntax und Stilistik (vol. II de la Lateinische Grammatik de Leumann-Hofmann-Szantyr), Munich. C. H. Beck, 19722: 722 ss. <<

[243] «A Diana cantad, tiernas doncellas; cantad, muchachos, a Cintio, el del cabello largo, y a Latona, de Júpiter supremo tan amada». <<

[244] WlLKINSON, loc. cit., anota que este recurso obedece al mismo principio estético por el que la última frase de un período musical sobrepasa y resume a las anteriores. <<

[245] Recordemos el famoso ejemplo de aliteración O Tile tute Tatitibi tanta, tyranne, tuiisti! de los Anuales de Ennio. En Horacio no faltan ejemplos de la misma, aunque mucho más moderados, como el de u en Od. I 4, 1: Soluitur acris hiems grata uice ueris et Fauoni\ al respecto de este recurso y de otros de carácter fónico véase el artículo «Fonostilistica» de C. Facchini Tosi en EO II; 843 ss. <<

[246] Como se sabe, este recurso, estirpe retórica, se denominaba antiguamente bomoeoteleutan, y cuando la semejanza comportaba la de caso gramatical, homoeoptoton; sin embargo los preceptistas no se muestran unánimes a la hora de distinguir entre las dos figuras, según hace ver H. Lausberg, 1967, Manual de Retórica Literaria II, Madrid, Gredos: 173. <<

[247] «… los alzan hasta los dioses, señores del orbe. Este otro es dichoso si la muchedumbre de los volubles quintes pugna por encumbrarlo con los triples honores; aquél, si en su hórreo ha guardado cuanto grano se barre de las eras de Libia». <<

[248] Véanse en primer lugar las páginas que Muecke, EO II: 781 ss., dedica a los tropos y figuras en el estilo de Horacio; además, el artículo de G. Calboli «Figure retoriche e tropi», ibid.: 835-841. <<

[249] Consideramos especialmente oportuno hacerlo ahora dado que, como se verá, apenas nos referiremos a asuntos de métrica en las notas a cada oda. <<

[250] Como se sabe, en latín son largas las sílabas que contienen una vocal larga o un diptongo, o que, aun conteniendo una vocal breve, acaban en consonante (es decir, que son «cerradas»); y breves todas las demás. <<

[251] En efecto, y por limitarnos a un argumento indiscutible, la posición del acento en palabras latinas de más de dos sílabas está automáticamente regulada por la cantidad de la penúltima. <<

[252] Aunque a los efectos que ahora nos interesan no tiene mayor importancia, recordaremos que ciertos pies métricos, y especialmente los más breves, como el yambo, o el troqueo, su inverso, se computaban por pares o «metros». En cambio, los pies de mayores dimensiones, como dáctilo constituían «metros» por sí solos. <<

[253] En la práctica no solía ser así, dado que en ciertas posiciones, y especialmente en los versos de la comedia, ciertas sílabas breves podían sustituirse por largas. <<

[254] La mora es la unidad mínima de cantidad silábica, equivalente a la de una vocal breve o a la de una sílaba breve. A la sílaba larga las convenciones prosódico-métricas le atribuían la de dos moras; es decir, independientemente de la duración o volumen real de las sílabas, la oposición estaba, por así decirlo, digitalizada como binaria. <<

[255] Pues en ciertos versos algunas largas podían sustituirse por dos breves, y viceversa; así, un hexámetro podía tener entre 12 y 17 sílabas; pero siempre tenía la cantidad global de 24 moras. <<

[256] El sistema eolio, en efecto, parece derivar de la antigua métrica indoeuropea, a raíz de los estudios comparativos con la de la versificación védica de la antigua India llevados a cabo por A. Meillet, Les origines indo-européennes des melres grecs, París, Presses Universitaires de France, 1923. <<

[257] Todavía se pueden leer y oír explicaciones de los versos eolios por medio de «pies»; pero el propio hecho de que para un mismo verso recurran a «pies» distintos evidencia lo descabellado de las mismas. <<

[258] En los esquemas eolios de mayor extensión (estrofas de 4 versos) y mayor variedad (hasta 3 tipos de verso), son métricamente iguales, al menos, los dos primeros versos. En los formados por dísticos, como es obvio, el metro inicial recurre tras el verso siguiente. <<

[259] La base de la cantidad silábica es la cantidad vocálica. En lenguas como el latín significan cosas distintas, por ejemplo, pópulus (con o larga, «chopo») frente a pópulus (con o breve, «pueblo»). Los restantes mecanismos de cantidad silábica larga (como el de las sílabas cerradas) no parecen estar activados en las lenguas sin cantidad vocálica. <<

[260] Nos referimos a la llamada versificación rítmica, surgida en la alta Edad Media como un fósil de la cuantitativa, y que imitaba los rasgos de aquélla subsistentes en un latín que ya no distinguía cantidades. Tales rasgos eran el número de sílabas, estable en los metros líricos por de su isosilabismo, la cesura o límite de palabras en ciertos lugares del verso, y la distribución de los acentos ante ella y ante la pausa final que predominaban en la versificación cuantitativa por las exigencias combinadas del metro, de la tipología verbal (que evitaba el empleo de monosílabos en tales posiciones) y de las reglas de la colocación del acento en la palabra, en parte dependiente de la cantidad de la penúltima sílaba. De esa manera surgieron numerosos esquemas de versos rítmicos; así, del hendecasílabo sáfico cuantitativo, del qué luego nos ocuparemos, surgió un verso rítmico también hendecasílabo, con cesura tras la 5a sílaba y palabras paroxítonas ante la misma y ante la pausa final (véase D. Norberg, 1958, Introduction á l’Étude de la versification Latine Médiévale, Estocolmo, Almqvist & Wiksell: 94 ss). La versificación rítmica latina desbordó luego sobre las literaturas vernáculas de Europa, y en ella se han hecho algunos de los más logrados intentos de traducir a Horacio y a otros poetas antiguos en esquemas que se aproximan a sus ritmos originales. Véase F. Pejenaute, 1971, «La adaptación de los metros clásicos en castellano», Estudios Clásicos XV, 63; 213-264. <<

[261] Nos referimos al grupo disilábico que en los versos eolios solía preceder al grupo coriámbico central, en las formas ~ —, — ~ o bien — —. Horacio generalizó esta última, salvo en un caso; véase L. Nougaret, Traite de métrique classique, París, Klíncksieck: 98. Esa vacilación, como decíamos y puede verse, no afectaba al isosilabismo de los versos, aunque sí a su cantidad global. <<

[262] Esos esquemas estróficos son el asclepiadeo II, el asclepiadeo III, el sálico y el alcaico, cuyas estructuras detallamos más abajo. <<

[263] Formulada en 1835 por el filólogo alemán A. Meineke. Él mismo dio una solución aceptable para la única excepción que se oponía a ella, la de la Oda IV 8, en la que descubrió interpolaciones; véanse nuestras notas a la misma. De entre la abundante bibliografía sobre la Lex Meinekiana remitimos a Wilkinson 1985: 204 ss.; Doulhofer 1992: 13 s… 77 s.; J. Hellegourac’h, EO II: 895 ss. <<

[264] Somos conscientes de lo insólito de este término; pero creemos que es el que procede usar en este caso, y no el «(de struttura) tetrastica» que emplea, por ejemplo, Hkllegouarc’h en EO II: 895. En efecto, las palabras como monástico, dístico, tetrástico y demás de su familia son sustantivos compuestos con el lexema de stíchos, «verso», y no adjetivos, como algunos parecen haber creído; por tanto, el adjetivo derivado correspondiente ha de formarse con la terminación -stíquico. <<

[265] J. P. Postgate, 1918, «The Four-Line Stanza in the Odes of Horace», The Classical Review 32: 23-28. <<

[266] «Zur Form und Entwicklung der Horazischen Ode und zur Lex Meinekiana», en Studien zur Römischen Literatur III, Wiesbaden, O. Harrassowitz, 1962 (= 1939): 52-101. <<

[267] Del grado en que las odas distíquicas y monométricas se dejan reducir a

estrofas de a cuatro puede verse una breve y clara noticia en Hellegouarc’h, EO II: 896.. <<

[268] Para esta cuestión remitimos a Moralejo 1999: 680 s. <<

[269] A fin de evitar confusiones, advertimos al lector de que seguimos la nomenclatura empleada en el conspectus melromm de la edición de Klingner; pues en cuanto a éstos y a otros metros varían algunas denominaciones. <<

[270] Así llamados por que en ellos alternan un verso más largo y uno más corto, el que propiamente se llamaba epodo en un principio. Al respecto de todos ellos remitimos a Moralejo 1999: 681 ss., donde, además, comentamos la opinión de Bentley, a nuestro entender equivocada, de que Horacio también hubiera encontrado estos esquemas en los poetas lesbios. <<

[271] Insistimos en que nos atenemos a la terminología de Klingner. 1985: 317 s. s. <<

[272] Porque no comparecen en otras combinaciones métricas. <<

[273] Como hemos dicho más arriba, también susceptibles de interpretarse como agrupados dos a dos en estrofas de cuatro versos, en aplicación de la Lex Meinekiana. Así puede verse en la manera en que Klingner, Borzsák y Shackleton Baíley, entre otros, los presentan en sus conspectus metrorum e imprimen las odas correspondientes. <<

[274] Verso de 15 sílabas, resultante de añadir al hendecasílabo sáfico un coriambo más. <<

[275] Recuérdese que, en todo caso, en un número global divisible por cuatro, según la Ley de Meineke. Como antes decíamos, algunos (véase la edición de Borzsák) se inclinan por considerarlos como estructurados en dísticos; pero no faltan quienes los agrupan en estrofas de a cuatro <<

[276] De 16 sílabas, resultantes de añadir un coriambo al dodecasílabo. <<

[277] Es decir, formados por pies o metros recurrentes en el verso. Como ya hemos dicho, cabe considerarlos como de estirpe jonia. <<

[278] Se llaman catalécticos («interruptos») los versos cuyo último pie sólo presenta su primera parte, con pérdida de una o dos sílabas. No se trata de un accidente de realización del esquema teórico, sino de una variante tipificada del mismo. <<

[279] Llamados así por que comienzan con el par de breves, al contrario que los jónicos a maiore. <<

[280] Naturalmente, una vez más a reserva de lo que se opine sobre la Ley de Meineke. <<

[281] Utilizado ya en el Epodo 12, según hemos dicho. <<

[282] Se llama así a la mitad, aproximada, de un hexámetro (el verso épico), cortado tras la larga de su tercer metro. <<

[283] Que es un claro ejemplo de los versos asinartetos antes aludidos: en su primera parte emplea metros dactílicos y en la segunda yámbicos. En varios de sus dáctilos se observa la licencia, normal en ese género métrico, de condensar dos sílabas breves en una larga. <<

[284] Como se ve, con la primera sílaba siempre larga. <<

[285] Sólo cuando la mayor parte de esta introducción ya estaba redactada se ha publicado en Cambridge el ya citado CH, que dedica a la recepción moderna de Horacio los capítulos de M. McGann, «Horace in the Renaissance» (305-317); D. Money, «The seventheent and eighteenth centuries» (318-333); y St. Harrison, «The Reception of Horace in thenineteenth and twentieth centuries» (334-346). Todos ellos tienen una orientación marcadamente anglocéntrica, pero no por ello, como se verá, dejarán de sernos útiles en algunos puntos. <<

[286] En efecto, en este punto lo relevante no es la distinción entre géneros literarios, propia de la recepción filológica, sino el hecho de que Odas y Epodos, como luego veremos, fueron considerados por lectores y admiradores como un conjunto poético unitario. <<

[287] Sobre la recepción de Horacio en la Italia del Renacimiento véase W. Ludwtg, «Horazreception in der Renaissance oder die Renaissance des Horaz», en W. Ludwig (ed.), 1993; 305-379. <<

[288] Para ser exactos, recordaremos lo ya dicho en nuestra Introducción general sobre la que parece ser la editio princeps, la veneciana de c. 1471, al parecer impresa por de Basilius, y la parcial que, bajo el patrocinio de Giovanni Luigi (o Alvise) Toscani, dispusieron F. E. Marchese, discípulo de Pomponio Leto, y A. Sabino, aparecida en Roma c. 1475. <<

[289] Véanse G. Albanesé, EO III: 224, y J. M. Maestre, 1993, «La oda latina en el Renacimiento hispano», en B. López Bueno (ed.), La Oda (II Segundo Encuentro Internacional sobre Poesía del Siglo de Oro), Universidad de Sevilla-Universidad de Córdoba: 76 s., así como la bibliografía por él citada, especialmente la antología de F. Arnaldi-L. Gualdo Rosa-L. Monti Sabia, 1964, Poeti Latini del Quattrocento, Milán-Nápoles, R. Ricciardini Ed. <<

[290] Véase Maestre 1993: 76 s, <<

[291] Sobre la lírica latina de Pontano véanse F. Tateo, EO III: 443 s., y Maestre 1993:76. <<

[292] Sigo a. C. Vecce, EO III: 465 ss. y Mestre 1993: 77. <<

[293] Para este apartado nos basamos en los artículos de F. Tateo y N. SCIvoletto en EO III: 570-578. Véanse además los artículos de diversos autores dedicados a las personalidades aquí citadas en la sección «Fortuna dal Medievo ali’eta contemporanea» del mismo volumen, 81 ss. <<

[294] Sigo aquí a Ioannes Gil Fernández, 1964, De codicibus Albornotianis ad Graecas Latinasque literas pertinentes, Bolonia, Università degli Studi-Zanichelli Ed.: 119 s… datos concernientes al curso académico 1495-96. Por entonces Nebrija ya había abandonado el Colegio. <<

[295] Véase P. De Capua, EO III: 126. <<

[296] También aquí sigo a GIL 1964: 120 s… cuyas noticias condenen a los años 1518-23. <<

[297] Véase A. Iurilli, EO III: 428. <<

[298] Tomo la cita de G. Savarese del artículo de R. Alhaique Petinelli en EO III: 97. <<

[299] Sobre Tansillo y Horacio véase Tateo, EO III: 573. Los sonetos aludidos están recogidos por Fernando De Herrera, en su edición anotada de las Obras de Garcilaso de la Vega…, Sevilla, A. de la Barrera, 1580: 20 s (reed. en facsímil de las Universidades de Córdoba, Sevilla y Huelva, 1998). Repárese que en el primer verso del segundo de ellos debe leerse Aufido, en contra de la pronunciación clásica Áufido, para rimar con el Dido del v. 4. <<

[300] Puede verse una buena panorámica de la influencia de Horacio en España a partir del Renacimiento en el articulo de G. Caravaggi «Spagna» de la EO III: 599-604. Recuérdese, sin embargo, que hasta su fecha originaria las fuentes de referencia son las obras contenidas en los vols. IV, V y VI de M. Menéndez Pelayo, Bibliografía Hispano-Latina Clásica (Horacio), Santander, C.S.I.C.- Aldus S.A., 1951, Edición Nacional por la que citamos, no sin advertir que las más importantes de las obras en ella reeditadas, Horacio en España (VI), y Odas de Q. Horacio Flaco traducidas e imitadas por ingenios españoles (V), datan respectivamente de 1885 y 1908. <<

[301] Aunque está demostrado que se puede escribir mucho sobre su asunto sin citarlo, creemos que a propósito de la poesía latina del Renacimiento español sigue siendo útil nuestro ya viejo trabajo «Literatura Hispano-Latina Medieval y Renacentista (siglos V-XVI)», publicada en J. M. Diez Borque (ed.), 1980, Literaturas Hispánicas No Castellanas, Madrid, Taurus: 114-137. <<

[302] Sigo a Maestre 1993: 77s. <<

[303] Véase Maestre 1993: loc. cit, y su capítulo monográfico sobre Sobrarías en J. M. Maestre, 1990, El Humanismo alcañizano del siglo XVI. Textos y estudios sobre el latín renacentista, Cádiz, Universidad de Cádiz-lnstituto de Estudios Turolenses-Ayuntamiento de Alcañiz: 3-65, con edición de parte de sus poemas. <<

[304] Maestre 1993: 78, con bibliografía. <<

[305] Editadas, aunque no debidamente anotadas, por E. L. Rivers, 1968, Garcilaso de la Vega, Obras Completas, Madrid, Castalia, 1968: 183 ss., de un manuscrito napolitano. Una, sin título, nos presenta un debate entre Venus y Amor, su travieso hijo, que a nadie respeta; la segunda, dedicada a su amigo Telesio, parece escrita desde su famoso destierro en una isla del Danubio en 1531; la tercera tiene como destinatario a Juan Ginés de Sepúlveda, y se refiere a las tareas de éste como cronista del Emperador. <<

[306] Rivers 1989: 19. V. Cristóbal 1993, «Precedentes clásicos del género de la oda», en B. López Bueno (ed.), La oda (II Encuentro Internacional sobre poesía del Siglo de Oro), Universidad de Sevilla-Universidad de Córdoba: 19 ss., y 2005: 39, subraya la diferencia entre la oda como poema lírico de inspiración horaciana, y la canción como género típicamente petrarquista. Sin embargo, reconoce que no siempre estuvo clara la distinción entre ambas denominaciones, y en parte tal vez porque el propio título de los Carmina de Horacio, según veíamos en su lugar, significaba precisamente «canciones». <<

[307] Véase Menéndez Pelayo 1951 VI: 41, 293 s. No consta que Garcilaso tradujese ninguna oda de Horacio. <<

[308] Al menos en una oda a la Virgen María, en estrofa asclepiadea II, que vemos en la edición de O. Macrí, 1970, La poesía de Fray Luis de León, Salamanca, Anaya: 293 s. <<

[309] Sigo a Menéndez Pelayo 1951 VI: 44 ss.; 302 s.; véanse también los textos recopilados y editados por Miguel Artigas, 1920, Poesías de Fray Luis de León (traducidas y originales) acotadas por D. Marcelino Menéndez Pelayo en la edición del P. Merino, reeditados en Menéndez Pelayo 1951 V. 263 ss. Para un tratamiento más actual véase el artículo de V. Cristóbal, 1994, «Horacio y Fray Luis», en D. Estefanía (ed.), Horacio, el poeta y el hombre, Madrid, Ed. Clásicas-Universidad de Santiago: 163-189. <<

[310] Véase Menéndez Pelayo VI: 48 ss.; los textos están recogidos en V 15 ss., aunque no ordenados por traductores, sino por el orden de las composiciones en la obra de Horacio. Sobre la cuestión de las atribuciones trata también Caravaggi, EO III: 601. <<

[311] Macrí, 1970: 221, la titula Canción de la vida solitaria. <<

[312] Puede verse su texto en Menéndez Pelayo 1951 V: 150 ss. <<

[313] Sobre Fray Luis y Horacio véase también el artículo de A. M. Mignone en EO III: 3İ8 s. y su bibliografía. <<

[314] Además, naturalmente, de notable gramático y filólogo, y uno de los pocos humanistas españoles que hizo contribuciones al estudio de Horacio en sus In Artem Poeticam Horatii annotationes (Salamanca, 1591); cf. Menéndez Pelayo 1951 VI: 53; Caravaggi EO III: 601. <<

[315] Véase también A. Blecua, 1981, «El entorno poético de Fray Luis», en Academia Literaria Renacentista. I Fray Luis. Salamanca, Universidad: 77-99. <<

[316] Menéndez Pelayo (loc. cit) aduce una carta de Agustín en la que da cuenta de su hallazgo a un amigo e incluye un ejemplo de propia cosecha. Está fechada en Bolonia en 1540, año en que consta la condición de colegial del gran humanista. No deja de ser una coincidencia significativa el hecho ya comentado de que el primer español del que se sepa que escribió odas sáficas en latín fuera. Sobrarías, otro colegial de San Clemente. <<

[317] Según M. De Riquer-J. M. Valverde, 1984, Historia de la Literatura Universal IV, Barcelona, Planeta: 370. Véase también S. Pérez-AbadÍn, 1994, Horacio en Francisco de la Torre, en D. Estefanía (ed.), 1994: 235-242. <<

[318] Caravaggi, EO II 602 y Cristóbal 2005: 43 s., se muestra menos tajantes en este punto, aunque coinciden en la alta estima del poeta. Las Rimas de Medrano se publicaron póstumamente en 1617, y pasaron desapercibidas hasta su reimpresión a mediados del s. XIX. <<

[319] Véase Maestre 1993: 79. <<

[320] Véase Maestre 1993: 79. <<

[321] Sobre el supuesto pindarismo de Herrera véanse Menéndez Pelayo 1951 VI: 323, del que tomamos el texto citado, y Highet 1985: 245. <<

[322] Véanse Caravagoi, EO II: 602, que también da noticia sobre otros horacianistas sevillanos; Menéndez Pelayo 1951 VI: 329 ss., que incluye datos sobre poetas granadinos y cordobeses, y R. Herrera Montero, 1998, La lírica de Horacio en Femando de Herrera, Sevilla, Universidad de Sevilla <<

[323] Del que tenemos ahora la excelente edición de D. López-Cañete Quiles, 1996, Jaime Juan Falcó, Obras Completas, vol. I: Obra poética, León, Universidad de León. <<

[324] Remito a la monografía de J. M. Maestre Maestre, 1987, Poesías varias del alcañizano Domingo Andrés, Teruel, Instituto de Estudios Turolenses. <<

[325] Nos hemos ocupado de él en Moralejo 1980: 129 s.; véase también Maestre 1993: 81. <<

[326] Véase Cakavaggi, EO III: 601. Menéndez Pelayo 1951 VI: 352 anota que «Las hermosas barquillas de Lope no son poesía horaciana», pero reconoce que «el pensamiento alegórico está tomado de la nave de Horacio». <<

[327] Véase Menéndez Pelayo 1951 VI: 351 s. <<

[328] Cf. Caravaggi, EO: 603. Menéndez Pelayo 1951 VI: 352 s… pasa como sobre ascuas sobre Góngora, coherente con la poca estima que sentía por su obra; cf. al respecto M. R. LIDA 1975: 275. <<

[329] Caravaggi, EO III, 604, hace notar que Quevedo incluso utilizó el nombre de Horacio como arma arrojadiza en sus polémicas con los culteranos: ≪… que hasta el lacayo latiniza y hallaran a Horacio en castellano en la caballeriza

≫ (Sueño del infierno). Otros líricos españoles en los que se encuentran huellas de Horacio son Hurtado de Mendoza, Juan de Arguijo, Baltasar de Alcázar, Juan de Jáuregui, Francisco de Rioja, Vicente Espinel, Barahona de Soto, y Carrillo y Sotomayor; véase Cristóbal 2005: 44, con bibliografía. <<

[330] Sigo a J. Quiñones, EO III: 527 ss. El personaje en cuestión probablemente tenía algo que ver con el humanista italiano Antonio Geraldini, ya citado, del que consta que vivió y murió en España. Naturalmente, sacaremos partido de las muchas páginas que Menéndez Pelayo dedicó a la recepción hispanoamericana de Horacio al tratar de la época en que se producen manifestaciones importantes, el s. XIX. <<

[331] Menéndez Pelayo 1951 VI: 196 ss., da amplia información sobre los traductores portugueses de Horacio de los siglos XVI a XIX, y en 475 ss. sobre la poesía Horaciana en Portugal. <<

[332] Sobre él véase Menéndez Pelayo 1951 VI: 196 ss. <<

[333] Muestra su estima por él Menéndez Pelayo 1951 VI: 478, que lo denomina «el quinhentista por excelencia, el horaciano y latino, el hombre del Renacimiento en Portugal». <<

[334] Véase el artículo de J.V. De Pina Martins en EO m: 586 s.; el juicio que sigue es de Menéndez Pelayo 1951 VI: 495. <<

[335] Además de los trabajos luego citados, véase el volumen colectivo de R. Chevalier (ed.), 1988, Présence d’Horace, Tours, Centre de Recherches A. Piganiol. <<

[336] Véase M. G. Lenoir, 1988, «La Fontaine et Horace», en Chevallier 1988:137-146. <<

[337] Sobre el horacianismo en Francia puede verse un claro resumen en G. Grasso, EO III: 543 ss. <<

[338] Para esta época sigue siendo fundamental el libro de J. Marmier, 1962, Horace en France, au dix-septième siècle, Paris, P. U. F. <<

[339] N. Rudd, EO III: 560 señala ciertos paralelismos de la misma con la del propio Horacio. <<

[340] Véanse aparte del artículo de Rudd anteriormente citado, el que H. D. Jocelyn dedicó a Jonson en la propia EO III: 297 ss., y Highet 1985: 248. <<

[341] Sobre Plantinos y su relación editorial con Horacio véase A. Iurilli, EO III: 428 ss. <<

[342] Véase A. Iurilli, EO III: 207 s. <<

[343] Véase A. Ottaviani, EO III: 199 s. <<

[344] Me advierte V. Cristóbal que existe una edición facsímil de la edición de 1612, Villaviciosa de Odón, Universidad Europea-CEES Ediciones, 1996. <<

[345] Véase D. Money, CH: 325. <<

[346] Quattrocchi, loc. cit: 553, lo da como alsaciano; pero antes como silesio, en 374. <<

[347] Este personaje suena más entre nosotros por la adaptación de su nombre latinizado: Juan Dantisco. Fue embajador del rey Segismundo ante Carlos V, y a partir de una relación irregular dejó en España amplia descendencia en la ilustrada familia de los Gracián de Alderete; véase A. Fontán-J. Axer (eds.), 1994, Españoles y polacos en la Corte de Carlos V, Madrid, Alianza Ed. <<

[348] Véase más abajo el pasaje que citamos de Lida 1975:263, en el que habla de las «razones políticas» del tardío renacer de Horacio en poetas como Carducci. <<

[349] Tomo la cita, como el resto de la información sobre Carducci, de G. Capovilla, EO III; 152. <<

[350] Así Menéndez Pelayo 1951 VI: 399. <<

[351] Menéndez Pelayo 1951 VI da, como ya puede suponerse, una relación mucho más larga de traductores e imitadores horacianos del XIX, en la que aquí no podemos detenernos. <<

[352] Véase V. Cristóbal, «El clasicismo de Espronceda», en P. Conde Parsado-I. Velázquez (eds.), La filología latina. MU años más (Actas del IV Congreso de la SELAT), Madrid. Ed. Clásicas, 2006: 1798-1808. El poeta tradujo e imitó a Horacio en varias composiciones. <<

[353] Menéndez Pelayo 1951 VI: 430, al que sigo, con su proverbial optimismo, estima que ese marasmo fue cosa de «algunos años», pero para los efectos que aquí nos interesan, la quiebra de la tradición clásica fue un fenómeno decisivo e irreversible. <<

[354] Como se verá, no ha habido en estas páginas espacio para ocuparse del horacianismo en las literaturas no castellanas de España. Pero su autor se siente obligado a pagar una personal deuda de gratitud y estima a la memoria del latinista y poeta Aquilino Iglesia Alvariño (1909-1961), autor de una admirable versión de las Odas al gallego (Q. Horatii Flacci Carmina, Santiago de Compostela, Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos, 1951). <<

[355] Todos ellos, desde luego, excelentes poetas, aunque algunos ligados de oficio al mundo clásico. Lo advertimos para que nadie se haga excesivas ilusiones al respecto de un retorno de los clásicos al primer plano de nuestra poesía. Con todo, hay que reconocer en ese ámbito que las generaciones recientes han hecho mucho por superar las limitaciones de cierto casticismo que, en diversas variantes, habían heredado, y que perpetuaba el desvío de la tradición clásica iniciado en el Romanticismo. Véanse Cristóbal 2005: 45; J. A. González Iglesias, «‘No me hubiera importado ser Horacio’. Autorretratos poéticos de Francisco Fortuny», en M. A. Márquez-A. Ramírez De Verger-P. Zambrano (eds.), El retorno literario. Tempestades y naufragios. Escritura y reelaboración (Actas del XII Simposio de la Sociedad Española de Literatura general y Comparada), Huelva, Sociedad Española de literatura General y Comparada-Universidad de Huelva, 2000: 193-200. <<

[356] De esos tres últimos autores recoge algunos hermosos poemas de inspiración horaciana el volumen de P. Conde Parrado-L García Rodríguez (eds.), ORFEO XXL Poesía Española Contemporánea y Tradición Clásica, Gijón, Cátedra Miguel Delibes-Ediciones del Pexe, 2005. También debo esta noticia a V. Cristóbal. <<

[357] Menéndez Pelayo 1951 VI: 166 ss. (traductores) y 444 ss. (imitadores); recuérdese que la obra original, en su 2* ed., data de 1885. <<

[358] Menéndez Pelayo 1951 V; el orden de publicación sigue el habitual de la obra de Horacio, distinguiendo entre traducciones (17 ss.) e imitaciones (175 ss.), al margen del origen de los autores. La obra fue publicada en 1908. <<

[359] Suponemos que se refiere a la misma academia que Menéndez Pelayo 1951 VI: llama «Arcadia Lisbonense», fundada en 1756. También don Marcelino afirma que por entonces vinieron «mejores días». <<

[360] Menéndez Pelayo 1951 VI: 502. <<

[361] Menéndez Pelayo 1951 VI: 504. <<

[362] Parece tratarse sobre todo de la compuesta en Londres por poeta italiano Baretti y el músico francés Philidor algunos años antes de la Revolución, de la que luego trataremos a propósito del horacianismo inglés del XVIII. <<

[363] Véase P. Citti, 1988, «Riche et pauvre Horace. La présence d’Horace au XIXe siècle en France», en Chevallier 1988: 75-86. <<

[364] Añadimos ahora la referencia a R. Pjonault, 1988, «Leconte de Lisle traducteur d’Horace», en Chevallier 1988: 233-245. <<

[365] Véase, sin embargo, Highet 1985: 249, acerca de su Oda a la soledad. <<

[366] Tomo y traduzco la cita de H. D. Jocelyn, EO III: 296. A propósito de la Oda I 34, la de la supuesta conversión religiosa de Horacio, recogemos su muy citado juicio de que «Horacio no iba en serio». <<

[367] Sobre este notable filólogo, traductor y poeta latino véase J. Iisewijn, EO III: 465. <<

[368] Además de los autores que citamos a continuación, véase Harrison, CH: 334, que recuerda unos versos del Chüde Harold: «Then farewell Horace, whom I hated so, / not for thy faults by mine». <<

[369] A no confundir con su hermano William Henry, embajador en la España de Narváez, al que éste entregó los pasaportes por sus intromisiones en la política española. <<

[370] Véase Wilkinson 1951:40 ss., que la reproduce y comenta. <<

[371] Esto, en cuanto a su actividad filológica, debe entenderse en términos relativos, mirando a lo mucho que Housman hizo con otros clásicos latinos; pues también propuso más de cuarenta enmiendas al texto de Horacio; véase Rudd, EO Ill: 563. V. Cristóbal, con toda razón, me recuerda la anécdota, recogida por su discípulo Gow y luego por Highet (1985: 497), de una clase en la que Housman leyó la Oda IV 7 en latín, luego en una traducción suya que se haría famosa (véase en Wilkinson 1951: 40 s.), y tras decir que era «el más bello poema de la literatura antigua», abandonó el aula. <<

[372] Harrison, CH: 339, recuerda a este respecto su relato Regulas (1917), en el que un profesor de escuela secundaria explica a sus alumnos la Oda III 5, la que relata la historia —o, más probablemente— leyenda del romano que sacrificó su vida por defender a su patria sin faltar a la palabra dada al enemigo. <<

[373] Traducimos según el texto que reproduce Harrison CH: 340. Creemos recordar que el compositor B. Britten, en su War Réquiem, compuesto para celebrar la reinauguración de la catedral de Coventry, destruida en la Segunda guerra mundial, incluyó, junto a los textos litúrgicos, otros de algunos poetas y entre ellos de Owen; y no nos extrañaría que precisamente éste. También cita el pasaje de Owen Barchiesi, en CH: 144. <<

[374] Joceíyn, EO III: 111, que da amplia noticia sobre su vida y obra, advierte que, con todo, no está claro el grado de formación clásica y, en particular, horaciana que Anden había recibido en su educación escolar, a diferencia de la muy sólida que consta que tenía su amigo MacNeice, del que luego trataremos, como él profesor de lenguas clásicas en sus anos jóvenes. <<

[375] Traduzco según el texto que da Jocelyn en EO III: 111. Es obvia la referencia al pasaje de la Vita Horati suetoniana ya comentado al principio de nuestra Introducción general. <<

[376] En este punto seguiré, sobre todo, el artículo de A. Mariani en EO III: 604 ss. <<

[377] El genial poeta hizo algunas observaciones de interés para la comprensión de la cantidad longa positione de la versificación antigua que no ha lugar a comentar aquí. <<

[378] Remito al artículo de EO III: 583, debido a la propia redacción de la obra. <<

[379] Véase P. Gerbrandy 1988, «Horadan Odes in the Netherlands: Mr. Wilelm Bilderdijk (1756-1831)», en Chevallier 1988: 97-108. <<

[380] Barchiesi, en CH: 144, lo denomina «Prussian Horace». <<

[381] Recordemos a los melómanos que suyos son los versos, no muy horacianos en su espíritu, a los que G. Mahler puso música en su 2.ª Sinfonía, «Resurrección»: «Auferstehen, ja auferstehen, wirdst du, mein Staub…». <<

[382] Para Hölderlin véase también G. Maillat 1988, «Hölderlin et Horace», en Chevallier 1988: 147-159. <<

[383] Remito a W. Shirer, 1964 (= 1960), The Rise and the Fall of the Third Reich, Londres-Sidney: 1221, que alude a la importancia de la poesía de George en la formación del héroe principal de aquella gesta heroica, el conde Klaus von Stanffenberg. <<

[384] Pueden verse los artículos que la EO 111 dedica a la pervivencia de Horacio en esos países y otros países más alejados de la tradición clásica: «Bulgaria» (R. Gandeva, 534 s.); «Croacia» (F. S. Perillo, 536 ss.); «Dinamarca y Noruega» (F. J. B. Jansen, 538 ss.); «Hungría» (G. Herczeg, 608 ss.); «Polonia» (J. Danielewicz, 584 s.); «R. Checa y Eslovaquia» (A. Vidmanová, 587 ss.); «Suecia» (G. Vidén, 607 s.). <<

[385] El poema evoca la terrible matanza de judíos perpetrada por los nazis en la población ucraniana de ese nombre, en 1941, y lamentando precisamente que no se hubiera erigido a la memoria de las víctimas un monumentum aere perennius (cf. v. Albrecht, EO III: 214). <<

[386] Gracias, una vez más, a V. Cristóbal he tenido noticia de este poema, que puede verse en la traducción de P. Bádenas, C. P. Cavafis, Poesía completa, Madrid, Alianza Editorial, 1982: 283. <<

[387] Recordemos al lector que seguimos la de Klingner 19826, salvo un los puntos que se indican en la correspondiente nota. <<

[388] Véanse también, naturalmente, los generales a Horacio reseñados en nuestra Introducción general, pág. 116. <<

[389] Para las incluidas en traducciones completas, que aquí no citaremos, véase supra Introducción general, pág. 105 ss.; y, naturalmente, las que hemos reseñado en el apartado Pervivencia de esta Introducción a las Odas. Recuérdese que las aparecidas hasta su fecha están reseñadas en Menéndez Pela yo, Horado en España, Tomo I, Madrid, Pérez Dubrull, 1885 (= Menéndez Pe layo 1951 VI: 6ss. <<

[390] Naturalmente, véase también la bibliografía ya citada en nuestra Introducción general, págs. ¿?? <<

[391] Gayo Cilnío Mecenas (c. 70-8 a. C.), el mecenas por excelencia, caballero romano de ascendencia etrusca y, según recuerda Horacio, regia. Amigo y colaborador de Augusto, y escritor dilettante, protegió con su influencia y su riqueza a los poetas del tiempo, sobre todo a Virgilio y a Horacio. Éste le debía las liberalidades que le permitieron dedicarse por entero a las letras, y seguramente su finca de la Sabina. Murió apenas dos meses antes que el poeta, tras encomendarlo a Augusto en su testamento; véase «Introducción general», pág. 56. <<

[392] Es decir, el polvo del hipódromo en el que teman lugar las carreras de carros, dentro de los festivales deportivos y religiosos que cada cuatro años se celebraban en aquel famoso santuario de la Elide. <<

[393] La meta era, antes que el término de la carrera, el mojón en tomo al que los carros debían dar la vuelta. La habilidad de los aurigas estribaba en hacer un giro lo más ceñido posible, pero, naturalmente, evitando chocar o rozar con ella. Algunos intérpretes prefieren adscribir meta a la frase precedente, con lo que palma seria el único sujeto de ésta. <<

[394] La palma es un clásico atributo de los triunfadores, como nos recuerdan las palmas del Domingo de Ramos (Dominica in palmis), o la castiza expresión «llevarse la palma». Sobre su probable origen oriental y su comparecencia en el mundo greco-romano da amplia noticia el comentario de Nisbet-Hubbard. <<

[395] Intentamos reflejar la ambigüedad del texto, en el que no queda claro si «señores del orbe» es una banal aposición a «dioses», o bien se refiere a los campeones olímpicos, que, así encumbrados, quedarían convertidos en «señores del orbe». Para hacerse una idea de la gloria vitalicia que reportaba un triunfo en los famosos juegos, bastará con una ojeada, por ejemplo, a las odas Olímpicas de Píndaro. <<

[396] Mantenemos este término, de origen oscuro, que servía para designar, por lo general sólo de manera colectiva, a los ciudadanos romanos. Los «triples honores» de los que luego se habla podrían ser las tres magistraturas superiores (edilidad, pintura y consulado); pero Nisbet-Hubbard, a la vista de otros pasajes, se inclinan por la interpretación de Porfirión, según la cual se trataría del triple aplauso que en los teatros y otros lugares públicos solía tributarse a los personajes muy populares. <<

[397] Como todos los territorios del N. de África, el de Libia era en aquellos tiempos de una proverbial fertilidad, y especialmente en la producción de cereales. <<

[398] Se refiere a Átalo III, último rey de la monarquía helenística de Pérgamo, que a su muerte en el año 133 a. C. instituyó heredero de su reino y de sus inmensas riquezas al pueblo romano. <<

[399] Situado entre el Peloponeso y las islas Cicladas, y famoso por sus tempestades. <<

[400] Con esta metonimia Horacio quiere significar una nave construida en Chipre, isla famosa por la abundancia y calidad de sus maderas y por la tradición de sus astilleros. <<

[401] Se refiere a la zona del Egeo cercana a la isla de Ícaros (actual Ikaria), frente a la costa S.O. del Asia Menor. La tradición atribuía su nombre a ícaro, precipitado en aquellas aguas, una vez que el sol derritió la cera de las alas que su padre, el ingenioso Dédalo, había fabricado para él. <<

[402] Era muy apreciado el vino procedente del monte Músico y de otros de origen volcánico situados en el confín del Lacio y la Campania; véase Plinio, Historia Natural III 60. <<

[403] Horacio dice literalmente «bajo el frío Júpiter», con una metonimia que designa al cielo por el nombre de quien en él reina. Pero recuérdese que el nombre del dios (como el griego de Zeus) contiene la raíz indoeuropea que significaba el «día luminoso» y, consecuentemente, el cielo. <<

[404] La tierra de los marsos, en la cordillera de los Abruzos, era famosa por la abundancia de su caza, no menos que por la reciedumbre de sus hombres. <<

[405] «A hard word to transíate» (Nísbet-Hubbard). La expresión parece aludir a la especial «competencia» que, inspiración aparte, requiere la actividad del poeta. La corona de hiedra fue en principio un atributo báquico, pero acabó siéndolo también de la poesía. Nísbet-Hubbard citan al respecto a Servio, Comentario a Virgilio, Égloga VIII 12: «a los poetas se los corona con hiedra porque es notorio que a menudo abusan del vino… y esta planta es muy fría y templa el calor del vino». <<

[406] Las ninfas eran en la mitología griega divinidades menores, con figura de bellas muchachas, vinculadas a los bosques y las fuentes. Los sátiros, como las ninfas, formaban en el cortejo de Dioniso (Baco), con su grotesca apariencia, en la que a la figura humana se añadían patas de cabra y una cola equina, y exhibiendo su proverbial lascivia. Los romanos los identificaron con sus ancestrales faunos. <<

[407] Euterpe y Polimnia son dos de las nueve musas, hijas de Zeus y Mnemósine. La asignación a cada una de ellas de una parcela de las artes poético-musicales data de época más tardía; pero en ella Euterpe acabaría siendo, como aquí, inspiradora de la poesía acompañada por la flauta, y Polimnia de los himnos a los dioses, como son algunas de las Odas de Horacio, así como de la pantomima. <<

[408] Alusión a sus modelos, los líricos eolios Safo y, sobre todo, Alceo, ambos naturales de la isla de Lesbos, frente a la mitad septentrional de la costa occidental del Asia Menor. <<

[409] En la Roma de entonces, la denominación de «poeta lírico» no era nada obvia: sólo se aplicaba a los nueve griegos, todos ellos de notable antigüedad, que figuraban en el correspondiente canon alejandrino: Píndaro, Baquílides, Safo, Anacreonte, Estesícoro, Simónides, Íbico, Alemán y Alceo. No muchos años antes, un hombre tan ilustrado y tan fileleno como Cicerón todavía afirmaba que, aunque le fuera dado vivir dos vidas, no hallaría tiempo para leer a los líricos, según SÉNECA, Epístolas Morales a Lucilio, 49, 5. <<

[410] Júpiter, padre de los dioses. <<

[411] A causa del rayo que lanza con ella. <<

[412] La cima de la colina del Capitolio, en la que estaban el templo de Júpiter Capitolino, donde la caída de un rayo resultaba especialmente ominosa, y el erra o ciudadela propiamente dicha. <<

[413] Pirra y su marido Deucalión fueron los únicos supervivientes del diluvio universal con que Júpiter castigó los pecados de los hombres (cf. Ovidio, Met. 1262 ss.). A aquella catástrofe se refieren los prodigios de los que Horacio habla a continuación. <<

[414] Dios malino, que apacentaba rebaños de focas. Con ocasión del gran diluvio habría podido llevarlas hasta lo alto de los montes. <<

[415] Este epíteto, «eufemismo convencional», según Nisbet-Hubbard), parece dejar claro que ya por entonces el famoso río de Roma corría un tanto turbio, como la mayoría de los de la cuenca del Mediterráneo. <<

[416] La Roma primitiva se encontraba toda ella en la ribera oriental (la izquierda, como se nos recuerda en el v. 17) del río Tíber, en el tramo en que éste, aunque con varios meandros, corre de Norte a Sur, antes de torcer hacia el Oeste y hacia el mar. Al otro lado ya comenzaba la Etruria, por lo que todavía Horacio llama a esa ribera «etrusca». <<

[417] El Foro Romano está en una vaguada próxima al Tíber y, por ello a merced de sus súbitas crecidas; en ella se encontraban la Regio o palacio del rey Numa Pompilio y el templo de Vesta, a los que aquí se alude. <<

[418] Sobrenombre de Rea Silvia, madre de Rómulo y Remo. Arrojada al Tíber por su tío el usurpador Amulio, el río-dios la había tomado como esposa. Esta inundación, pues, se debería al resentimiento de Ilia contra los descendientes de quienes le habían dado tan mal trato, aunque entre ellos se contaran también los suyos. El Tíber sería, pues, como Horacio dice luego, un marido uxorius {vulgarmente hablando, «un calzonazos»). <<

[419] A menudo, y llamándolos ya «persas», ya «medos», ya con su denominación más propia, alude Horacio a los partos como los enemigos exteriores por excelencia; pues su imperio, regido por la dinastía de los Arsácidas, era la única potencia capaz de medirse con el Imperio romano. Aún duraba el recuerdo del desastre que ante él había sufrido el ejército de Craso, en Carras, en el año 53 a. C. <<

[420] A causa de la mortandad producida por las guerras civiles, y también por el descenso de la natalidad debido la crisis de la familia. Augusto trató de remediar el problema, especialmente sensible en las ciudades de Italia. <<

[421] Las vestales, entre cuyas obligaciones figuraba la de orar por el bien del Estado, eran siete vírgenes que hacían voto de servir por treinta años al culto de aquella diosa ancestral. Debían mantener siempre encendido el fuego sagrado de su templo. <<

[422] Apolo, como se sabe, era el dios inspirador de los oráculos (recuérdese el tan famoso de Delfos). Horacio le aplica aquí un título tradicionalmente romano. Augusto, y ya de antes la familia Julia, profesaba una especial devoción al dios, de la que fue muestra esplendorosa el templo que le dedicó en el Palatino. <<

[423] Una de las advocaciones tradicionales de Venus, derivada de su santuario en el monte Erice, en el extremo occidental de Sicilia. Venus, como madre de Eneas, era considerada por la supuesta descendencia de éste, la familia Julia, como origen de su linaje. <<

[424] El diosecillo Amor o Cupido (aunque a veces se nos habla de más de uno) era hijo y acompañante de Venus. También aparece aquí personificado el locus, como divinidad de las alegrías propias del amor. <<

[425] El auctor del que. aquí se habla es el dios Marte, padre de Rómulo y Remo, al que, como es lógico, también profesaba especial devoción la familia Julia. Al ser Marte el dios de la guerra, se entiende que es precisamente la guerra ese «juego» ya demasiado largo al que alude Horacio. <<

[426] De los marsos, pueblo de los Abruzos, provenían muchos de los recios soldados de infantería del viejo ejército romano. <<

[427] Maya era una ninfa de la Arcadia, de cuya unión con Júpiter nació Hermes-Mercurio, el mensajero de los dioses, que llevaba alas en los talones y en su típico «petaso» o sombrero de viaje. <<

[428] Ese «joven» es Augusto. Parece ser que ya por entonces habían surgido cultos tendentes a ver en él una encamación de Mercurio; sobre ellos dan amplia noticia Nisbet-Hubbard. <<

[429] Recuérdese que el hasta entonces llamado Octavio había sido adoptado como hijo por su tío abuelo Julio César, asesinado en el 44 a. C. Y, en efecto, vengarse de los asesinos de su padre adoptivo fue la primera tarea que César Octaviano, luego Augusto, se propuso, según él mismo haría constar en el relato de sus Res Gestae. <<

[430] Quirino parece haber sido un dios de muy vieja raíz indoeuropea aportado a Roma por los sabinos. Con el tiempo acabó asimilado a Rómulo. <<

[431] Véase lo dicho en la nota 29. <<

[432] Naturalmente, Augusto. <<

[433] Venus, que en Chipre tenía el famoso santuario de Pafos. <<

[434] Castor y Pólux, los Dioscuros, hijos de Zeus y Leda, al igual que Helena y Clitemnestra. Brindaban su protección a los navegantes y la manifestaban por medio del llamado fuego de Santelmo, luminiscencia cuya aparición en los aparejos de los navíos indicaba el fin de una tempestad. A ese fenómeno parece referirse Horacio. <<

[435] Es decir, el dios Eolo, hijo de Poseidón. <<

[436] Mantenemos el nombre antiguo de este viento, derivado del de la región de Yapigia, el «tacón» de la «bota» de Italia. Era el más favorable para la travesía de Brindis a Grecia. <<

[437] Como ya hemos indicado, se trata de Publio Virgilio Marón (70-19 a. C.), el gran poeta y amigo de Horacio, que más abajo lo llama «mitad del alma mía». <<

[438] La región de Atenas. El puerto de destino sería, lógicamente, el del Pireo. <<

[439] Viento del Norte. El ábrego, anteriormente nombrado, el antiguo Áfricas, sopla del S.O. <<

[440] Constelación que traía consigo las lluvias otoñales. <<

[441] Viento del Sur, también llamado austro. <<

[442] Se trata de un famoso promontorio, en la costa del Epiro, en la actual Albania. Su nombre significaba en griego «punta del rayo». <<

[443] El dissociabili del original es de discutida interpretación. Otros prefieren entender que el dios «separó las tierras con la barrera del Océano». <<

[444] Era ya tópica la idea de que la invención de la navegación había sido un acto de hybris, provocado por el afán de lucro. Los hombres de la Edad de Oro no necesitaban de ella, pues la tierra los alimentaba espontáneamente (así ya Hesíodo, Trabajos y Días…, 234 ss.). <<

[445] Jápeto era un titán; su hijo Prometeo robó del cielo el fuego para dárselo a los hombres, por lo que fue encadenado a una peña del Cáucaso, a merced de un águila que le roía indefinidamente las entrañas. También los mortales fueron castigados por aquel fraude, según Horacio nos recuerda luego: Zeus envió a la tierra a Pandora con su famosa «caja» (en realidad una jarra) en la que estaban encerrados todos los males. Éstos se dispersaron por el mundo cuando Pandora, llevada por su curiosidad, destapó el recipiente. <<

[446] El polifacético, ingenioso y osado precursor de la aviación fabricó para sí y para su hijo Ícaro (véase nota al 1, 15) unas alas soldadas con cera, y ambos emprendieron el vuelo desde Creta. Dédalo llegó sano y salvo a Italia, pero ícaro se acercó demasiado al Sol, que derritió la cera de sus alas, haciendo que cayera al que por él se llamaría mar Icario, en el Egeo. <<

[447] El último de los «doce trabajos» del mítico héroe fue el de bajar a los infiernos —aquí simbolizados por el Aqueronte, el más famoso de sus ríos—, para capturar al perro Cerbero. <<

[448] Nisbet-Hubbard advierten que aquí no se alude a las aventuras de Dédalo e Ícaro, sino al asalto de los gigantes y titanes al Olimpo; véase sobre él III 4, 42 ss. <<

[449] Mantenemos el nombre latino del céfiro griego, el viento del Oeste precursor de la primavera. <<

[450] La navegación en invierno no era cosa habitual en la Antigüedad, salvo para navíos de cierto porte o en circunstancias excepcionales. Las embarcaciones solían vararse en tierra, y al llegar la primavera se las arrastraba de nuevo al mar. <<

[451] Advocación de la diosa derivada de la isla griega de Citera, frente al extremo S. del Peloponeso, donde tenía un famoso santuario. <<

[452] Las gracias (gr. chárítes) eran tres divinidades menores, símbolos de la belleza y de la alegría de la vida. Se las solía representar desnudas y cogidas de los brazos, participando en los cortejos de los dioses, ya con las musas, ya con las ninfas. El «alterno paso» (literalmente «alterno pie») del que luego se habla describe el compás al que va danzando el coro. <<

[453] El Vulcano del panteón romano fue identificado con el griego Hefesto, dios del fuego, herrero de los dioses y burlado marido de Afrodita-Venus. En sus fraguas, situadas bajo los volcanes e inmortalizadas por Velázquez, trabajaban los cíclopes (véase la nota siguiente), fabricando las armas de los dioses y los rayos de Júpiter. Como advierte el comentario de Nisbet-Hubbard, la comparecencia de Vulcano en el texto se debe a que Venus aprovecha las ocupaciones de su tosco esposo para retozar a su gusto. <<

[454] De estos seres descomunales, en general representados con un solo ojo, hubo varias estirpes y generaciones. En la tradición mítica aparecen como artesanos del hierro, como constructores de «obras ciclópeas» y también como pastores. <<

[455] Este arbusto estaba vinculado al culto de Venus, y con sus ramas se trenzaban coronas festivas. <<

[456] Deidad ancestral romana, ligada al mundo pastoril y por ello luego relacionada —e incluso identificada— con el griego Pan (aunque Fauno también fue considerado como un primitivo rey del Lacio). Con el tiempo llegó a haber varios faunos, más o menos identificados con los sátiros griegos. Aparte varias otras menciones, Horacio dedicó a Fauno la oda I 17, a la que remitimos. <<

[457] Es la famosa máxima sobre la muerte que a todos iguala, tantas veces citada (por ejemplo, en el Prólogo de la Primera parte del Quijote). El propio Horacio, como veremos, insiste en la idea en otros lugares. Compartimos la interpretación de Mors como una personificación, traspuesta del gr. Thánatos. <<

[458] El dedicatario de la oda, Lucio Sestio Quirinal, hijo del Sestio defendido por Cicerón, tuvo una azarosa juventud, que guarda semejanzas con la del propio Horacio: tras haber militado al lado de Bruto y los cesaricidas, logró la gracia y la estima de Augusto, que incluso lo hizo cónsul sustituto en el 23 a. C. Recientemente nos ha proporcionado noticias sobre su importante carrera político-administrativa en el N.O. de Hispania el estupendo hallazgo del Bronce de Bembibre, para el que remitimos al estudio y edición de G. Alfoldy, «Das nene Edikt des Augustus aus El Bierzo in Hispanien», Zeitsc.hr. f. Papyrol. u. Epigr. 131,2000: 177-205. Gracias al edicto sabemos que Sestio fue legado de una efímera provincia Transduriana a poco de salir del consulado. <<

[459] Los manes («los buenos», eufemismo como el de nuestras «Ánimas benditas») eran las almas de los muertos y tenían un culto propio. No está claro el alcance del fabulae del original (aparte del pequeño problema gramatical que plantea): parece que Horacio se adhiere a la opinión ilustrada que consideraba los manes como cosas de «cuento»; pero Nisbet-Hubbard anotan que no sería lógico que en el mismo pasaje en que pondera «los horrores de ultratumba» negara su existencia. <<

[460] Literalmente, «el rico», sobrenombre de Hades, el dios griego de la ultratumba. Tal vez haya una ironía de Horacio al llamar a su morada exilis, si nuestra interpretación en el sentido de «austera» o «pobretona» (así Kiessling-Heinze: «ärmlich»; Nisbet-Hubbard: «meagre») es acertada. Otros prefieren entender que el adjetivo alude a lo fantasmal y etéreo de aquellos parajes (VILLENEUVE: «sans coips»). <<

[461] En los festines se elegía a suerte un presidente o simposiarco que, entre otras atribuciones, tenía la de indicar cuánto debía beber cada comensal. <<

[462] El nombre parece ser no menos convencional que la propia comparecencia de un muchacho como objeto del deseo. <<

[463] El nombre, que significa en griego «rubia» o, mejor, «pelirroja», parece ser convencional; no sólo en el sentido literario, sino también en el vital, habida cuenta del tipo de mujer del que habla Horacio. Para precedentes véase el comentario de Nisbet-Hubbard. <<

[464] El tópico que pudiéramos llamar de la «toilette mínima» y, todavía mejor, nula (es decir, de la belleza natural), ya estaba consolidado en la poesía antigua, y luego se transmitió a la tradición literaria europea. Como ejemplo notorio de la misma época puede valer Propercio, 12. <<

[465] Horacio introduce aquí la metáfora náutica del amor, ya convencional, en la que acabará varando su poema. <<

[466] Nuestra traducción pretende recoger lo más literal y correctamente posible la expresión empleada por Horacio, que es: te fruitur crédulas aurea; estrictamente, «goza confiado de ti, que eres de oro». <<

[467] Continuando con su metáfora, Horacio se refiere a los típicos exvotos en los que, entonces como ahora, los náufragos agradecían a la divinidad su salvación, dejando, además, sus ropas colgadas en el santuario. <<

[468] Es decir, Neptuno. Sin embargo, hay estudiosos que aceptan la conjetura de Zielinski, que propone leer deae, frente al deo de los manuscritos. Y no les faltan razones: Neptuno es dios del mar, pero nada tiene que ver con el amor; en cambio, la Venus Marina —en la que incluso algunos ven un precedente de la tan popular como poco documentada Santa Marina cristiana— era a un tiempo diosa del amor y del mar, lo que cuadraría bien con los dos términos de la metáfora propuesta; véase al respecto Nisbet-Hubbard. <<

[469] Lucio Vario Rufo, amigo de Horacio y de Virgilio, fue uno de los talentos poéticos de la época que quedaron, como bien se ha dicho, «a la sombra de los mayores». Horacio, además, le debía el favor, tan decisivo en su vida, de que hubiera intercedido por él ante Mecenas, después de haberlo hecho Virgilio (cf. Sál. 1 6, 55). Fue un estimado poeta épico y trágico, autor de un Tiestes del que sólo nos transmite el título un manuscrito en el que fue borrado el texto (cf. Moralejo, 1983: 188). También se nos ha perdido el resto de su obra; pero la humanidad ilustrada lo recordará siempre con gratitud por la piedad con la que, a petición de Augusto y con la colaboración de Plocio Tueca, editó la inacabada Eneida de Virgilio. <<

[470] Meonia fue un antiguo nombre de la región de Lidia, en el Asia Menor, donde se hallaba Esmirna, una de las pretendidas patrias de Homero; por lo que el gentilicio «meonio» acabó por aplicarse por excelencia al padre de la épica. El ave de la que el texto habla (aunque la lectura e interpretación del original son discutidas), parece ser el cisne, en cuanto símbolo del poeta y cantor y, en este caso, del propio Homero; seguimos la interpretación de Kiessling-Heinze y de Ntsbet-Hubbard. <<

[471] Marco Vipsanio Agripa (c. 64-12 a. C.), amigo íntimo, mano derecha en todas las campañas y, al fin, yerno de Augusto, era por entonces la segunda personalidad del estado después del propio Príncipe, que incluso lo tuvo en cartera con vistas a la sucesión. Murió mucho antes que él, pero su nieto Calígula y su biznieto Nerón alcanzaron el Imperio. <<

[472] Aquiles, hijo de Peleo. <<

[473] Obviamente, se refiere a las aventuras relatadas en la Odisea homérica. <<

[474] La horrenda saga de la familia de los Pelópidas quedó para la posteridad como prototipo del odio entre hermanos. Aparte otras atrocidades, Atreo, tras simular que hacía las paces con Tiestes, mató a los tres niños que éste tenía, los despedazó, los guisó y se los sirvió en un banquete. <<

[475] Héroe cretense que se distinguió en Troya, auriga del carro de Idomeneo. <<

[476] Diomedes, hijo de Tideo. <<

[477] Palas Atenea, nacida de la cabeza de Zeus-Júpiter, la romana Minerva, diosa intelectual y guerrera, encarnizada enemiga de los troyanos. Con su ayuda, como a continuación se dice, Diomedes hirió en el combate a Afrodita-Venus, e incluso a Ares-Marte (cf. Homero, Ilíada V 335 ss.; 855 ss.). <<

[478] Las metáforas bélicas (la militia amoris) son tópicas en la poesía amorosa antigua. Nuestra traducción «uñas aguzadas» se atiene a una exegesis ya defendida por comentaristas antiguos: sectis… unguibus serían «uñas cortadas», pero de manera que su punta resultara más aguda; véase Nisbet-Hubbard. <<

[479] Es decir, «si estoy enamorado». Horacio, sin embargo, también deja claro que sus amores no solían ser apasionados, lo que cuadra bien con lo que sabemos de su carácter. <<

[480] Tres ciudades del Oriente griego famosas por su prosperidad, belleza y cultura, y por ello mismo destino de muchos viajeros romanos: Rodas, capital de la isla homónima, situada frente a la costa S.O. del Asia Menor; Mitilene, capital de la isla de Lesbos (véase nota 18), y Éfeso, la gran metrópoli jonia, en la costa del continente asiático. <<

[481] Corinto, situada en el istmo y sobre el golfo que llevan su nombre, disponía de dos puertos, pues también tenía acceso rápido y fácil al golfo Sarónico, en el Egeo, y por ello fue llamada desde antiguo «la de los dos mares». Las murallas de las que se habla serían, según Nísbet-Hubbard, las de la antigua Corinto, destruida en la conquista romana del 146 a. C… y que ya por entonces provocaban la admiración de los visitantes. <<

[482] Baco-Dioniso era hijo de Zeus y de Sémele, hija de Cadmo, fundador y rey de Tebas, la capital de Beocia, la región al N. del Ática. <<

[483] La ciudad de la Fócide en la que estaba el célebre santuario de Apolo. <<

[484] El estrecho valle por el que discurre el río Peneo, entre los montes Osa y Olimpo, en la región de la Tesalia, en el N.O. de la Grecia continental. Los poetas antiguos lo citan a menudo como prototipo de paisaje idílico. <<

[485]485 Es decir, Atenas. Horado la llama, literalmente, «intacta», aludiendo a su característica virginidad. <<

[486] El olivo era el árbol emblemático de Atenas y del Ática. El exacto sentido del pasaje ha sido objeto de no poca discusión. Nos parece plausible la interpretación de que Horacio se refiere a poetas dispuestos a hacer, por así decirlo, un poema lo más ático posible. <<

[487] Hera-Juno, hermana y esposa de Júpiter, era venerada desde tiempo inmemorial en el Heraion de Argos, la antiquísima capital de la Argólide, en el E. del Peloponeso; ya Homero (//. II 287) había llamado a Argos hippóboton, «criadora de caballos». <<

[488] Micenas, corte de Agamenón, ocupa el primer lugar entre las ciudades de la Grecia homérica (más o menos, el mundo micénico de los arqueólogos e historiadores). Sus ruinas se conservan a pocos kilómetros al N. de Argos. <<

[489] Los lacedemonios, o —lo que viene a ser lo mismo— los espartanos, eran hombres de proverbial resistencia <<

[490] Capital de Tesalia, en el N.E. de Grecia; era la tierra de Aquiles, conocida desde siempre por la fertilidad de sus campiñas. <<

[491] Horacio encomia ahora, por contraste, algunos parajes patrios de su predilección (y, como de inmediato se verá, de su amigo Planeo, dedicatario de la oda); todos ellos en las proximidades de Tíbur, actual Tívoli, donde tal vez el propio poeta tuvo una de sus fincas. La localidad ha atraído a los veraneantes de todas las épocas por su frondosa vegetación y su abundancia de aguas, está situada a unos 20 kms. al E. de Roma, en el valle del río Aniene, afluente del Tíber. Albúnea era, al parecer, el nombre de la sibila tíburtina, y se le rendía culto en una gruta dentro de la cual había una cascada (su «morada… resonante»). <<

[492] Uno de los míticos fundadores de Tíbur, al que, al parecer, estaba dedicado un lucus o bosque sagrado. <<

[493] Lucio Munacio Planco era, en efecto, oriundo de Tíbur. Fue subalterno de Julio César en las Galias, donde fundó la colonia de Lugdunum (Lyon). Siguió luego a Marco Antonio, y fue cónsul en el 42 a. C. En las sangrientas proscripciones de aquellos días no dudó en pedir la de su propio hermano. Con Antonio pasó a la corle alejandrina de Cleopatra, donde fue animador, e incluso protagonista, de obscenas mascaradas en honor de la faraónica pareja. Tras ventear a tiempo lo que se avecinaba, cambió de bando, como dice Veleyo Patérculo (Historia Romana II 83, 1), «no por el criterio de elegir lo mejor, ni por devoción al estado o a César…, sino por ser un traidor patológico (morbo proditor)». En el 27 a. C. fue él quien propuso en el senado que se diera a Octavio el título de Augusto; y culminó su carrera con la ironía de asumir, en el 22 a. C… el cargo de censor, que entre otras atribuciones tenía la de velar por la moralidad de las costumbres. <<

[494] Sobre Tíbur, hoy Tivoli, véasela nota 101. <<

[495] Este Teucro, al que no hay que confundir con el homónimo ancestro de los troyanos, era hijo de Telamón, rey de Salamina, la isla situada frente al Ática. A su vuelta de Troya, y por no haber evitado la muerte de su hermano Áyax, su padre lo envió al exilio. Teucro se echó a la mar con sus amigos y acabó fundando la Salamina de Chipre. Tradiciones más recientes, algunas ya de la época del Humanismo, traen hasta nuestras cercanías la peregrinación de Teucro, atribuyéndole la fundación de la actual Cartagena, e incluso la de Salamanca (según su nombre sugiere) y la de Pontevedra, donde el nombre de una plaza recuerda al ilustre ktístes; véase el libro de H. de Careos Villamarjn, Las Antigüedades de Hispania, Spoleto, Centro di Studi sull’Alto Medievo, 1996: 96 ss. <<

[496] El de Lieo (literalmente, y en griego, «el que desata», «el que desinhibe»), es uno de los sobrenombres de Dioniso-Baco, que aquí designa metonímicamente al vino. Hacen notar Nisbet-Hubbard que la corona de hojas de chopo estaba más bien vinculada a Hércules; pero que tampoco es extraño que la llevara Teucro, obligado a afrontar tan esforzadas aventuras. <<

[497] Personificación equivalente a la Týché griega. <<

[498] Por lo que se ve, Teucro había consultado a un oráculo de Apolo sobre el porvenir de sus andanzas. En lo que sigue, me atengo en lo esencial a la interpretación de Kiessling-Heinze: al fundarse una segunda Salamina —la de Chipre— el nombre se convertiría en «ambiguo». <<

[499] Hacen notar Kiessling-Heinze, en su introducción a esta oda, que Horacio emplea nombres griegos en prácticamente todas sus odas eróticas, y tanto para mujeres como para hombres. Además, los dos que aquí aparecen tienen particulares connotaciones derivadas de la tradición histórica y literaria. Así, «el nombre exótico [de Lidia] sugiere lujo y voluptuosidad» (Nisbet-Hubbard); y el de Síbaris evoca, obviamente, el de la ciudad de la Magna Grecia que había sucumbido a su propia molicie. <<

[500] El Campus Martius o Campo de Marte era un amplio parque situado en la zona N.O. de Roma, a orillas del Tíber. Era el lugar donde los jóvenes solían practicar toda clase de ejercicios deportivos y militares. <<

[501] En efecto, los caballos de la Galia eran especialmente apreciados en la Roma de la época. <<

[502] Era habitual que, concluidos sus ejercicios atléticos y marciales en el Campo, los jóvenes se dieran un baño en el cercano Tíber. <<

[503] Con el que los atletas antiguos solían untarse el cuerpo. La costumbre pudo surgir entre los luchadores, para hacerse más escurridizos a las presas del adversario. <<

[504] «Batiendo el récord», dinamos ahora. <<

[505] La nereida Tetis ocultó a su hijo Aquiles, vestido de mujer, en la isla de Esciros, para que no marchara a Troya. Al cabo de nueve años Ulises lo sacó de allí y lo llevó al encuentro de la gloria y de la muerte. <<

[506] Los licios habitaban en la costa S. del Asia Menor. Fueron aliados de los troyanos. <<

[507] Monte situado al N. de Roma, a unos 30 kms., actualmente llamado Sant’Oreste. <<

[508] Aunque de hecho está documentado en la onomástica griega, este nombre parlante cobra aquí pleno sentido, pues es sinónimo de «simposiarco» o «rey del vino» (véase nota a 14, 18). Por lo demás, no sabemos si Horacio se dirige a un personaje real. <<

[509] En la tierra de los sabinos, al E. de Roma, tenía Horacio su finca predilecta. Como se verá en I 20, 1, el poeta no consideraba que su propio «sabino» fuera un caldo de primera clase, aunque sí suficiente para él. <<

[510] Horacio habla esta vez de la Fors, equivalente a la Fortuna, sobre la cual véase nota a 17, 25. A continuación, emplea una expresión propia de la contabilidad comercial: lucro adponere, literalmente «añadir a la ganancia». <<

[511] Las canas (canities) son torpes (morosa) porque lo es la vejez. <<

[512] El Campo es, naturalmente, el de Marte (véase nota a I 8, 3). Al igual que las plazas (areae) de Roma, era lugar propicio para los encuentros amorosos al anochecer. <<

[513] La escena es fácil de imaginar: la muchacha, por así decirlo, está jugando al escondite con el mozo. <<

[514] Los comentaristas entienden que se trata de un brazalete o de un anillo que el joven arrebata a su amada. <<

[515] En cuanto que hijo de Maya, hija de Atlante o Atlas, condenado por Júpiter a sostener los cielos sobre sus espaldas. Hermes-Mercurio era un típico dios civilizador: había enseñado a los hombres la oratoria (algo muy propio de su oficio de mensajero y portavoz del Olimpo), así como los juegos atléticos (de donde la mención de la palestra). <<

[516] Recién nacido, Mercurio inventó la lira valiéndose de una concha de tortuga. <<

[517] Entre las múltiples habilidades de Mercurio estaba también la de hurtar y esconder las cosas ajenas, aunque sin mayor malicia. De ahí que en la piedad popular se lo considerara también como el dios del lost and found: el extravío de cualquier objeto podía ser una travesura suya, y por ello se lo invocaba para encontrarla (al modo en que se reza al San Antonio cristiano). Horacio evoca a continuación el primer golpe del «ladrón y embaucador Mercurio», como lo llamaría Lactancio (instituciones Divinas I 10, 7). <<

[518] El niño Mercurio se escapó de su cuna y marchó a Tesalia, donde las vacadas de Admeto pastaban al cuidado de su hermano Apolo. Mientras éste andaba distraído en sus amores, Mercurio le robó buena parte de la manada. En cuanto al desenlace del contencioso, difieren las tradiciones. La del robo añadido de la aljaba, que Horacio sigue, procedería de Alceo, según Nisbet-Hubbard. <<

[519] Se refiere al episodio homérico (II. XXIV 333 ss.) en el que Príamo, rey de Troya, conducido por Hermes, atraviesa en la noche las líneas aqueas para pedir a Aquiles el cadáver de su hijo Héctor. Los Atridas son, como se sabe, Agamenón, rey de Micenas, y su hermano Menelao, rey de Esparta. Los «fuegos tesalios» serían los del propio campamento de Aquiles y sus mirmidones, que, en efecto, de Tesalia venían. <<

[520] El polifacético Mercurio ejercía también de psychopompós o acomodador de las almas que llegaban al reino de Hades. Con su característico caduceo, las conducía, como si de un rebaño se tratara, al lugar a ellas asignado. <<

[521] Como bien dicen Nisbet-Hubbard, «Mercurio es un embajador entre el Cielo y el Hades». <<

[522] Parece tratarse de un nombre ficticio y convencional, como tantos otros de la onomástica griega de Horacio. <<

[523] Los caldeos disfrutaban de la fama de sagaces astrólogos. <<

[524] Ya entonces se llamaba así el que baña la costa occidental de Italia. <<

[525] Era costumbre, antes de beberlos, filtrar con un paño los vinos que llevaban un cierto tiempo guardados, para purificarlos de sus posos. La invitación de Horacio podría parafrasearse así: «no dejes para mañana lo que puedas beber hoy». <<

[526] He aquí el famoso carpe diem, tal vez la expresión de Horacio más citada a lo largo de los tiempos. Traducimos según la interpretación de Porfirión, que ve ahí una metáfora: se echa mano al día como a una fruta que a uno le apetece comer (véase también Nisbet-Hubbard). De entre la abundante bibliografía sobre el tema podemos citar el artículo de V. Cristóbal, «El tópico del carpe diem en las letras latinas», Educación Abierta 112 (1994), págs. 225-268. <<

[527] Comienzo en el que es evidente la huella de Píndaro, Olímpicas II 1 ss.: «¡Himnos que domináis la lira! ¿Qué dios, qué héroe, qué hombre deberemos cantar?…» (traducción de A. Ortega en el vol. 68 de esta B.C.G.). <<

[528] Una de las nueve musas, a la que en el posterior reparto de funciones le correspondería la historia (véase nota a I 1, 33). Se cree que Horacio la evoca aquí pensando en la relación de su nombre con el de la fama (gr. kléos); cf. Kiessling-Heinze. <<

[529] El monte de Beocia en que las musas moraban. <<

[530] Otro de los montes míticos de Grecia, entre Tesalia y el Epiro. <<

[531] Los Balcanes de Tracia. <<

[532] El divino cantor suele pasar por hijo de la musa Calíope. Entre los efectos prodigiosos de su música estaban el de detener los ríos y los vientos y el de llevarse tras de sí a los árboles. Por eso Horacio habla luego de auritas… quercus, literalmente: «encinas dotadas de orejas». <<

[533] Naturalmente, Júpiter. En Grecia ya era tópica la invocación a Zeus al inicio de un poema, pero como modelos concretos aquí seguidos por Horacio se han identificado los preámbulos de los encomios dedicados por Teócrito a Hierón de Siracusa (XVI) y a Ptolomeo Filadelfo (XVII). <<

[534] Advocación romana de Dioniso-Baco. <<

[535] Artemis-Diana, que habitaba en los bosques dedicada a la caza. <<

[536] Advocación de Apolo que significa «el reluciente», debida a su identificación con el Sol, El dios, como es sabido, era un hábil arquero. <<

[537] Sobrenombre de Hércules, que significa «el fuerte». <<

[538] Es decir, los Dioscuros Castor y Pólux, de los que, en efecto, el primero era aficionado a la equitación y el segundo al pugilato. Sobre la protección que brindaban a los navegantes, de la que luego se habla, véase nota a 1 3,2. <<

[539] Numa Pompilio, segundo rey de Roma, fue, a diferencia de su antecesor el belicoso Rómulo, un rey pacífico y sabio, al que la tradición atribuía una amplia labor legislativa, y especialmente en materias religiosas. Su palacio, la Regia, se seguía mostrando en el Foro (véase nota a I 2, 15). <<

[540] Mantenemos, transliterado, el nombre de los fasces, los «haces» de varas (para azotar) con el hacha (para degollar) que eran atributo de los magistrados superiores romanos. Son los mismos fasci que el fascismo, tan aficionado a la simbología romana, tomó como emblema. El Tarquinio luego nombrado, es «el Soberbio», el último rey de Roma, destronado por sus desafueros, según la tradición, en el año 509 a. C. <<

[541] De los dos Catones famosos, el que realmente tuvo una «muerte noble» fue el llamado «el Joven» o «de Útica», por el nombre de la ciudad de África en la que se suicidó, en el 46 a. C., ante el triunfo de César. A muchos intérpretes les ha parecido raro, y hasta inverosímil, y más en un poema dedicado a Augusto, un elogio a aquel mártir republicano; y así, por ejemplo, Shackleton Bailey. que considera corrompido el pasaje, sospecha que ahí debía de figurar el nombre de algún otro rey. Pero, habida cuenta de que Catón había sido un ejemplo do integridad moral, y de que Augusto, a pesar del trato favorable que Tito Livio dedicó a Pompeyo, le mantuvo su amistad y se conformó con bromear llamándolo «pompeyano» (cf. Tácito, Anales IV 34), bien podemos suponer que Horacio consideraba de recibo este homenaje a aquel símbolo de los viejos valores romanos. <<

[542] De la heroica historia de Marco Atilio Régulo trata Horacio más ampliamente en III 5, 13 ss. Apresado por los cartagineses durante la Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.), fue enviado a Roma con una propuesta de acuerdo, tras prometer que en todo caso regresaría a Cartago. Una vez en Roma, convenció al senado para que rechazara el pacto; pero, esclavo de su palabra, volvió al cautiverio para afrontar la terrible muerte que sabía que allí le esperaba. <<

[543] Entre los Emilios Escauro parece haber habido varios ejemplos de virtudes morales y cívicas; se cree que Horacio alude a Marco, cónsul en el 115 a. C. <<

[544] Lucio Emilio Paulo que, mandando como cónsul sus tropas, cayó luchando con Aníbal en la terrible derrota de Cannas, en el 216 a. C. <<

[545] Las camenas, castizamente romanas, eran una especie de ninfas, pues habitaban en las fuentes, pero acabaron asimiladas a las musas griegas. <<

[546] Gayo Fabricio Luscino, cónsul en 282 y 278 a. C., vencedor de los samnitas y de Pirro, rey del Epiro. De él se contaba que no sólo no había aceptado el ofrecimiento de un agente dispuesto a envenenar a su enemigo, sino que había prevenido a éste del peligro. <<

[547] Manio Curio Dentato, otro héroe de antaño, al parecer poco asiduo de la barbería; pero parece que aquí se habla, más que de un rasgo particular del personaje, de uno más general de los rudos romanos de aquellos tiempos. <<

[548] Marco Furio Camilo, conquistador de la etrusca Veyos, había reconstruido Roma tras el saqueo de los galos en el 390 a. C. <<

[549] El sentido de la frase parece ser que esos próceres no ambicionaban latifundios ni grandes mansiones. <<

[550] Horacio parece pensar, en primer lugar, en Marco Claudio Marcelo, cinco veces cónsul, héroe de la Segunda Guerra Púnica y conquistador de Siracusa; pero también, y quizá sobre todo, en su homónimo descendiente, sobrino de Augusto, y su yerno y presunto heredero desde el año 25 a. C. hasta su prematura muerte en el 23. <<

[551] Es decir, la de la familia de los Césares. <<

[552] Es decir, Júpiter. Saturno era una ancestral divinidad itálica que acabó identificada con el griego Crono. Como se le había pronosticado que uno de sus hijos lo privaría de su trono celestial, Crono los devoraba conforme nacían. Pero su esposa Rea logró ocultar el nacimiento de Zeus-Júpiter, que, en efecto, acabaría venciendo a su padre y reinando en el Olimpo. <<

[553] Naturalmente, Augusto. <<

[554] Los seres eran los chinos, de los que en Occidente no faltaban noticias gracias a rutas comerciales como la de la seda. En cuanto a los indos o indios, sabemos que enviaron embajadas a Augusto (véase Canto Sec. 55 s.). <<

[555] Nisbet-Hubbard creen que en este elogio de Augusto subyace una reminiscencia de una anécdota de Alejandro Magno que recogería Plutarco (Sobre la fortuna o virtud de Alejandro II 335b: véase la traducción de M. López Salva en el vol. 132 de esta B.C.G., Plutarco, Obras Morales y de costumbres V). Cierto poeta, impresionado por una estatua del rey, obra de Lisipo, escribió en su pedestal este epigrama: «En la escultura de bronce, el que mira a Zeus parece estar a punto de decirle: ‘La tierra la he puesto bajo mis pies; tú, Zeus, ocúpate del Olimpo’». <<

[556] Se creía que los bosques sagrados que habían sufrido alguna profanación eran un blanco preferido de los rayos. El verso anterior parece que el poeta atribuye el mido de los truenos al rodar del carro de Júpiter por el cielo. <<

[557] De nuevo los convencionales nombres griegos, y probablemente imaginarios, típicos de las odas eróticas; véase la nota a I 8, 2. <<

[558] No hará falta recordar que el moderno bronceado es totalmente ajeno a los ideales antiguos de belleza. <<

[559] En la Antigüedad, y en el seno de la teoría de los humores corporales, se atribuía a la bilis un papel fundamental en los estados de ánimo; de ahí expresiones como «colérico», «atrabiliario» y otras, y que el hígado compitiera con el corazón como sede de las emociones. <<

[560] En Roma, como en Grecia, lo habitual era beber el vino rebajado con agua; lo que no es de extrañar habida cuenta de las altas graduaciones que cabe suponer que algunos alcanzaban y del clima caluroso durante buena parte del año (recuérdese al respecto nuestra sangría). Por ello, cuando se emplea el término merum («vino puro»), como aquí hace Horacio, ha lugar a entender que se habla de ciertos excesos. <<

[561] Sigo la interpretación de Nisbet-Hubbard, que me parece la menos rebuscada de las propuestas; la dulzura del néctar o ambrosía, la bebida de los dioses, sería tal que bastaría una pequeña parte de ella para endulzar cualquier cosa. <<

[562] Para la historia de la metáfora de la nave del estado véase lo dicho en nuestra nota previa y, sobre todo, la del comentario de Nisbet-Hubbard. <<

[563] Algunos entienden que carina aparece aquí metonímicamente por «nave», como tantas otras veces, con lo que la expresión no tendría un especial sentido técnico. Sin embargo, parece ser que los antiguos reforzaban con cables o con maromas la obra viva (es decir, la carina en sentido estricto) de sus navíos, particularidad a la que haría referencia Horacio. <<

[564] El «ponto» (en gr. «mar») por excelencia era el Ponto Euxino, actual Mar Negro. Varios de los territorios que lo rodeaban, y en especial el de Bitinia, en su parte S.O., eran famosos por la madera de sus bosques y sus astilleros. <<

[565] Se acostumbraba a decorar profusamente las popas de las naves. <<

[566] Horacio parece resumir en una especie de gradación la historia de su estado de ánimo ante las cosas de Roma: tiempo atrás —seguramente, hasta la victoria de Accio, en el 31 a. C.—, grave inquietud; luego, sólo preocupación; véase el comentario de Nisbet-Hubbard. <<

[567] La zona del Egeo en la que se hallaban tales islas, la más cercana al Ática, era famosa por sus tempestades. En las Cicladas abundan las canteras de mármol, lo que hace que algunas de ellas brillen a distancia. <<

[568] Paris, segundo hijo de Príamo, el rey de Troya, había sido abandonado al nacer en el monte Ida, pues su madre Hécuba, estando encinta de él, había soñado que daba a luz una tea que incendiaba la ciudad. Según cierta tradición, fue recogido por unos pastores, y como pastor vivió allí por un cierto tiempo. <<

[569] Es decir, de madera del ya citado monte, cercano a Troya. <<

[570] Como es sabido, París, ayudado por Venus, sedujo a Helena, la esposa de Menelao, rey de Esparta, mientras disfrutaba de su hospitalidad, y se la llevó consigo a Troya. <<

[571] Dios marino, que al igual de otros de la misma condición, como Proteo y Glauco, suele aparecer vaticinando el futuro; véase Nisbet-Hubbard. <<

[572] Sobrenombre de Troya, derivado del de Dárdano, hijo de Zeus, que había edificado la ciudad. <<

[573] La égida, y según indica su etimología, era en un principio una piel de cabra con la que, a modo de coraza, se protegía Palas Atenea, la diosa guerrera por excelencia. <<

[574] En efecto, recuérdese que Afrodita-Venus, favorecida por Paris en el famoso juicio de las tres diosas, alentó y favoreció su aventura con Helena y protegió mientras pudo a los troyanos. <<

[575] Creta, una de cuyas ciudades principales era Cnoso, era desde siempre una tierra de diestros arqueros. <<

[576] Se refiere a Áyax el de Oileo, no al Telamonio, caudillo de los locrios ante Troya, famoso por su velocidad en la carrera. <<

[577] Paris moriría por una flecha de Piloctetes, pero no sin antes haber infligido a Aquiles, también con una flecha y en su famoso talón, la herida que acabaría con él. <<

[578] El astuto Ulises, que urdiría la estratagema del caballo de madera que permitió la toma de Troya. <<

[579] El venerable rey de Pilos, el más viejo de los griegos ante Troya. <<

[580] Era el escudero de Diomedes. Sobre Teucro el de Salamina véase nota a 17,21. <<

[581] Cretense que se distinguió en Troya al lado de Idomeneo. <<

[582] Se refiere a Diomedes, el Tidida, en cuanto que hijo del etolio Tideo. El padre se había distinguido en la expedición de Los siete contra Tebas y el hijo lo hizo ante Troya. <<

[583] Es decir, troyanas, pues Troya estaba en la región de Frigia. <<

[584] En efecto, la famosa cólera de Aquiles con que se inicia la Ilíada y su abstención del combate vuelve por un tiempo las cosas a favor de los troyanos. <<

[585] Como es sabido, el de aqueos es el étnico común de los griegos más frecuentemente empleado en la Ilíada. <<

[586] Recuérdese que la poesía yámbica era, por excelencia, la de la invectiva personal; y que el gran modelo griego del género, Arquíloco, se había ensañado especialmente con una mujer: su desleal prometida Neobula; véase nuestra «Introducción» a los Epodos. <<

[587] Se trata de Cíbele (la castiza «Cibeles» de Madrid), diosa procedente de Asia Menor que tenía su principal lugar de culto en el monte Díndimo, en Frigia. Sus cultos tenían carácter orgiástico, y los que en ellos participaban alcanzaban un místico aturdimiento por medio de la música, especialmente de instrumentos de percusión, y la danza. <<

[588] Se trata, naturalmente, de Apolo, el dios profeta que habitaba en Delfos, que está situado en la comarca antiguamente llamada Pythó. Recuérdese que la Pitia o pitonisa pronunciaba sus oráculos en un éxtasis atribuido a su posesión por el dios. Nuestra traducción, aunque un tanto libre, nos parece viable manteniendo, con Klingner, la lectura de los códices: adytis… íncola Pythius, frente a las varias correcciones propuestas. <<

[589] Eran ministros de los cultos orgiásticos, y en particular de los de Cíbele y Dioniso, que batiendo reiteradamente sus címbalos provocaban el éxtasis (o entusiasmo) de Sos devotos. El Líber antes mencionado es, naturalmente, Dioniso o Baco. Tal nombre era en origen el de una divinidad itálica que luego fue identificada con el dios griego. <<

[590] La larga comparación que aquí establece Horacio tiene una estructura sintáctica cuya traducción literal daría en español un resultado un tanto duro; pues compara elementos heterogéneos; los verbos del primer término (quatiunt, geminant) con el nombre del segundo (tristes… irae). Nuestra versión intenta ofrecer una forma aceptable, sin traicionar la esencia del original. <<

[591] Provincia que ocupaba gran parte del territorio de la actual Austria situado al S. del Danubio. La calidad de su hierro era famosa. <<

[592] Se refiere, naturalmente, al trueno. <<

[593] Prometeo (sobre el cual véase también la nota a 13, 27) era, según ciertas tradiciones, el que había dado vida a los primeros hombres, tras modelarlos con barro. Sobre esta variante del mito, al parecer de raíz racionalista, véase Nisbet-Hubbard. <<

[594] Hijo de Pélope: sobre la terrible historia de esa familia véase la nota a I

6, 8. <<

[595] El solar de una ciudad enemiga destruida solía ararse y, en ocasiones, sembrarse de sal. Entre las ciudades en las que pensaría Horacio como víctimas de los grandes odios estaría, desde luego, Troya, y tal vez también Tebas. <<

[596] Horacio llamará al yambo pes citus, «pie veloz», en Arte Poét. 252. Y, en efecto, se reconocía que los versos formados con ese pie (constituido por una sílaba breve seguida de una larga) tenían un ritmo muy vivo, acorde con la actitud de arrebato propia del género. Como puede suponerse, el poeta evoca aquí la agresividad de sus juveniles Epodos. <<

[597] Aprovecho aquí esta antigualla que la Real Academia ha conservado en su DRAE, con el sentido de «retractación pública», procedente de la latinización del gr. palinodia (literalmente, «canto que da marcha atrás»). No veo, en cambio, que autorice el correspondiente verbo, un «**recantar», equivalente del inglés to recant, que, según Nisbet-Hubbard (siguiendo a Fraenkel 1957: 209) procedería precisamente del calco léxico que aquí acuña Horacio (recantatis… opprobriis). <<

[598] Recordemos que era una tradicional divinidad itálica ligada al mundo pastoril, equivalente al griego Pan, y a veces identificada con él; véase nota a I 4, 11. <<

[599] Monte de la Arcadia, la tierra de Pan, en el Peloponeso. <<

[600] Monte de la tierra de los sabinos, donde Horacio tenía su finca predilecta. <<