[p-1] Ejercieron una influencia primordial: Études Galiléennes, de Alexandre Koyré (3 vols.; París, 1939); Identity and Reality, de Emile Meyerson, trans. Kate Loewenberg (Nueva York, 1930); Les doctrines chimiques en France du debut du XVIIe à la fin du XVIIIe siècle (París, 1923), y Newton, Stahl, Boerhaave et la doctrine chimique (París, 1930) de Hélène Metzger; y Die Vorläufer Galileis im 14. Jahrhundert, de Anneliese Maier (“Studien zur Naturphilosophie der Spätscholastik”; Roma, 1949). <<
[p-2] Debido a que desarrollaron conceptos y procesos que surgen también directamente de la historia de la ciencia, dos conjuntos de investigaciones de Piaget resultaron particularmente importantes: The Child’s Conception of Causality, traducción de Marjorie Gabain (Londres, 1930), y Les notions de mouvement et de vitesse chez l’enfant (París, 1946). <<
[p-3] Los escritos de Whorf han sido reunidos posteriormente por John B. Carroll en Language, Thought, and Reality—Selected Writings of Benjamin Lee Whorf (Nueva York., 1956). Quine ha presentado sus opiniones en “Two dogmas of Empiricism”, reimpreso en su obra From a Logical Point of View (Cambridge, Mass., 1953), pp. 2046. <<
[p-4] Estos factores se estudian en The Copernican Revolution: Planetary Astronomy in the Development of Western Thought, de T. S. Kuhn (Cambridge, Mass., 1957), pp. 122132, 270-271. Otros efectos de las condiciones intelectuales y económicas externas sobre el desarrollo científico substantivo se ilustran en mis escritos: “Conservation of Energy as an Example of Simultaneous Discovery”, Critical Problems in the History of Science, ed. Marshall Clagett (Madison, Wisconsin, 1959), pp. 321-356; “Engineering Precedent for the Work of Sadi Carnot”, Archives internationales d’histoire des sciences, XIII (1960), 247-251; y “Sadi Carnot and the Cagnard Engine”, Isis, LII (1961), 567-74. Por consiguiente, considero que el papel desempeñado por los factores externos es menor, sólo con respecto a los problemas estudiados en este ensayo. <<
[2-1] The History and Present State of Discoveries Relating to Vision, Light, and Colours (Londres, 1772), pp. 385-90, de Joseph Priestley. <<
[2-2] Histoire de la lumière, de Vasco Ronchi, traducción de Jean Taton (París, 1956), capítulos i-iv. <<
[2-3] The Development of the Concept of Electric Charge: Electricity from the Greeks to Coulomb, de Duane Roller y Duane H. D. Roller (“Harvard Case Histories in Experimental Science”, Caso 8; Cambridge, Mass., 1954); y Franklin and Newton: An Inquiry into Speculative Newtonian Experimental Science and Franklin’s Work in Electricity as an Example Thereof (Filadelfia, 1956), de I. B. Cohen, capítulos vii-xii. Algunos de los detalles analíticos del párrafo que sigue en el texto debo agradecérselos a mi alumno John L. Heilbron, puesto que los tomé de un trabajo suyo, todavía no publicado. Pendiente de publicación, un informe en cierto modo más extenso y preciso del surgimiento del paradigma de Franklin va incluido en la obra de T. S. Kuhn, “The Function of Dogma in Scientific Research”, en a. C. Crombie (red.), “Symposium on the History of Science, University of Oxford, July 9-15, 1961”, que será publicada por Heinemann Educational Books, Ltd. <<
[2-4] Compárese el bosquejo de una historia natural del calor en Novum Organum, de Bacon, vol. VIII de The Works of Francis Bacon, ed. J. Spedding. R. L. Ellis y D. D. Heath (Nueva York, 1869), pp. 179-203. <<
[2-5] Roller y Roller, op. cit., pp. 14, 22, 28, 43. Sólo después del trabajo registrado en la última de esas citas obtuvieron los efectos repulsivos el reconocimiento general como inequívocamente eléctricos. <<
[2-6] Bacon, op. cit., pp. 235, 337, dice: “El agua ligeramente tibia es más fácil de congelar que la que se encuentra completamente fría.” Para un informe parcial de la primera historia de esta extraña observación, véase Marshall Clagett, Giovanni Marliani and Late Medieval Physics (Nueva York, 1941), capítulo iv. <<
[2-7] Roller y Roller, op. cit., pp. 51-54. <<
[2-8] El caso más molesto era el de la repulsión mutua de cuerpos cargados negativamente. Véase Cohen, op. cit., pp. 491-94, 53-43. <<
[2-9] Debe hacerse notar que la aceptación de la teoría de Franklin no concluye totalmente el debate. En 1759, Robert Symmer propuso una versión de dos fluidos de la teoría y, durante muchos años, a continuación, los electricistas estuvieron divididos en sus opiniones sobre si la electricidad era un fluido simple o doble. Pero los debates sobre ese tema confirman sólo lo que se ha dicho antes sobre la manera en que una realización universalmente reconocida sirve para unificar a la profesión. Los electricistas, aun cuando a ese respecto continuaron divididos, llegaron rápidamente a la conclusión de que ninguna prueba experimental podría distinguir las dos versiones de la teoría y que por consiguiente eran equivalentes. Después de eso, ambas escuelas podían explotar y explotaron todos los beneficios proporcionados por la teoría de Franklin (ibid., pp. 543-46, 548-54). <<
[2-10] Bacon, op. cit., p. 210. <<
[2-11] La historia de la electricidad proporciona un ejemplo excelente, que podría duplicarse a partir de las carreras de Priestley, Kelvin y otros. Franklin señala que Nollet, quien, a mitades del siglo, era el más influyente de los electricistas continentales, “vivió lo bastante como para verse como el último miembro de su secta, con excepción del Señor B. —su alumno y discípulo inmediato” (Max Farrand [ed.], Benjamin Franklin’s Memoirs [Berkeley, Calif., 1949], pp. 384-86). Sin embargo, es más interesante la resistencia de escuelas enteras, cada vez más aisladas de la ciencia profesional. Tómese en consideración, por ejemplo, el caso de la astrología, que antiguamente era parte integrante de la astronomía. O piénsese en la continuación, a fines del siglo XVIII y principios del XIX, de una tradición previamente respetada de química “romántica”. Ésta es la tradición discutida por Charles C. Gillispie en “The Encyclopèdie and the Jacobin Philosophy of Science: A Study in Ideas and Consequences”, Critical Problems in the History of Science, ed. Marshall Clagett (Madison, Wis., 1959), pp. 255-89; y “The Formation of Lamarck’s Evolutionary Theory”, Archives internationales d’histoire des sciences, XXXVII (1956), 32338. <<
[2-12] Los desarrollos posteriores a Franklin incluyen un aumento inmenso de la sensibilidad de los detectores de cargas, las primeras técnicas dignas de confianza y difundidas generalmente para medir la carga, la evolución del concepto de capacidad y su relación con una noción nuevamente refinada de la tensión eléctrica, y la cuantificación de la fuerza electrostática. Con respecto a todos esos puntos, véase Roller y Roller, op. cit., pp. 66-81; W. C. Walker, “The Detection and Estimation of Electric Charges in the Eighteenth Century”, Annals of Science, I (1936), 66-100; y Edmund Hoppe, Geschichte der Elektrizität (Leipzig, 1884), Primera Parte, capítulos iii-iv. <<
[3-1] Bernard Barber, “Resistance by Scientists to Scientific Discovery”, Science, CXXXIV (1961), 596-602. <<
[3-2] El único punto duradero de comprobación que es reconocido todavía en la actualidad es el de la precesión del perihelio de Mercurio. El corrimiento hacia el rojo del espectro de la luz de las estrellas distantes puede deducirse a partir de consideraciones más elementales que la relatividad general y lo mismo puede ser posible para la curvatura de la luz en torno al Sol, un punto que en la actualidad está a discusión. En cualquier caso, las mediciones de este último fenómeno continúan siendo equivocas. Es posible que se haya establecido, hace muy poco tiempo, otro punto complementario de comprobación: el corrimiento gravitacional de la radiación de Mossbauer. Quizás haya pronto otros en este campo actualmente activo, pero que durante tanto tiempo permaneció aletargado. Para obtener un informe breve y al día sobre ese problema, véase “A Report on the NASA Conference on Experimental Tests of Theories of Relativity”, de L. I. Schiff, Physics Today, XIV (1961), 42-48. <<
[3-3] Sobre dos de los telescopios de paralaje, véase A History of Science, Technology, and Philosophy in the Eighteenth Century (2a ed., Londres, 1952), pp. 103-5, de Abraham Wolf. Sobre la máquina Atwood, véase Patterns of Discovery, de N. R. Hanson (Cambridge, 1958), pp. 100102, 207-8. Para los últimos dos aparatos especiales, véase “Méthode génèrale pour mesurer la vitesse de la lumière dans l’air et les milieux transparents. Vitesses relatives de la lumière dans l’air et dans l’eau…”, de M. L. Foucault, Comptes rendus… de l’Académie des sciences, XXX (1850), 551-60; y “Detection of the Free Neutrino: A Confirmation”, de C. L. Cowan, Science, CXXIV (1956), 103-4. <<
[3-4] J. H. Poynting revisa unas dos docenas de mediciones de la constante gravitacional entre 1741 y 1901, en “Gravitation Constant and Mean Density of the Earth”, Encyclopædia Britannica (11a ed.; Cambridge, 1910-11), XII, 38549. <<
[3-5] Para la conversión plena de conceptos hidrostáticos a la neumática, véase The Physical Treatises of Pascal, trad, de I. H. B. Spiers y A. G. H. Spiers, con una introducción y notas de F. Barry (Nueva York, 1937). La presentación original que hizo Torricelli del paralelismo (“Vivimos sumergidos en el fondo de un océano del elemento aire”) se presenta en la p. 164. Su rápido desarrollo se muestra en los dos tratados principales. <<
[3-6] Duane Roller y Duane H. D. Roller, The Development of the Concept of Electric Charge: Electricity from the Greeks to Coulomb (“Harvard Case Histories in Experimental Science”, Caso 8; Cambridge, Mass., 1954), páginas 66-80. <<
[3-7] Para obtener ejemplos, véase “The Function of Measurement in Modern Physical Science”, de T. S. Kuhn, Isis, LII (1961), 161-93. <<
[3-8] T. S. Kuhn, “The Caloric Theory of Adiabatic Compression”, Isis, XLIX (1958), 132-40. <<
[3-9] Wolf, op. cit., pp. 75-81, 96-101; y William Whewell, History of the Inductive Sciences (ed. rev.; Londres, 1847), II, 213-71. <<
[3-10] René Dugas, Histoire de la Mecanique (Neuchatel, 1950), Libros IV-V. <<
[4-1] Las frustraciones motivadas por el conflicto entre el papel del individuo y el patrón general del desarrollo científico pueden ser a veces, sin embargo, muy serias. Sobre este tema, véase “Some Unsolved Problems of the Scientific Career”, de Lawrence S. Kubie, American Scientist, XLI (1953), 596-613; y XLII (1954), 104-12. <<
[4-2] Para obtener un breve informe de la evolución de esos experimentos, véase la p. 4 de la conferencia de C. J. Davisson, en Les prix Nobel en 1937 (Estocolmo, 1938). <<
[4-3] W. Whewell, History of the Inductive Sciences (ed. rev.; Londres, 1847), II, 101-5, 220-22. <<
[4-4] Debo esta pregunta a W. O. Hagstrom, cuyo trabajo en la sociología de la ciencia coincide a veces con el mío. <<
[4-5] Sobre este aspecto del newtonianismo, véase Franklin and Newton: An Inquiry into Speculative Newtonian Experimental Science and Franklin’s Work in Electricity as an Example Thereof, de I. B. Cohen, (Filadelfia, 1956), capítulo vii, sobre todo las pp. 255-57, 275-77. <<
[4-6] Este ejemplo es examinado detalladamente hacia el final de la Sección X. <<
[4-7] H. Metzger, Les doctrines chimiques en France du début du XVIIe siècle à la fin du XVIIIe siècle (París, 1923), pp. 359-61; Marie Boas, Robert Boyle and Seventeenth Century Chemistry (Cambridge, 1958), pp. 112-15. <<
[4-8] Leo Königsberger, Hermann van Helmholtz, trad, de Francis A. Welby (Oxford, 1906), pp. 65-66. <<
[4-9] James E. Meinhard, “Chromatography: A Perspective”, Science, CX (1949), 387-92. <<
[4-10] Sobre el corpuscularismo en general, véase “The Establishment of the Mechanical Philosophy”, de Mane Boas, Osiris, X (1952), 412-541. Sobre sus efectos en la química de Boyle, véase “Robert Boyle and Structural Chemistry in the Seventeenth Century”, de T. S. Kuhn, Isis, XLIII (1952), 12-36. <<
[5-1] Michael Polanyi ha desarrollado brillantemente un tema muy similar, arguyendo que gran parte del éxito de los científicos depende del “conocimiento tácito”, o sea, del conocimiento adquirido a través de la práctica y que no puede expresarse de manera explícita. Véase su obra Personal Knowledge (Chicago, 1958), sobre todo los capítulos v y vi. <<
[5-2] Ludwig Wittgenstein, Philosophical Investigations, trad. G. E. M. Anscombe.(Nueva York, 1953), pp. 31-36. Sin embargo, Wittgenstein no dice casi nada sobre el tipo de mundo que es necesario para sostener el procedimiento de denominación que subraya. Por consiguiente, parte del punto que sigue no puede atribuírsele. <<
[5-3] Sobre la química, véase: Les doctrines chimiques en France du début du XVIIe à la fin du XVIIIe siècle, de H. Metzger (París, 1923), pp. 24-27, 146-149; y Robert Boyle and Seventeenth-Century Chemistry, de Mane Boas (Cambridge, 1958), capítulo ii. Sobre la geología, véase: “The Uniformitarian-Catastrophist Debate”, de Walter F. Cannon, Isis, LI (1960), 38-55; y Genesis and Geology, de C. C. Gillispie (Cambridge, Mass., 1951), caps. iv-v. <<
[5-4] Con respecto a las controversias sobre la mecánica cuántica, véase: La crise de la physique quantique, de Jean Ullmo (París, 1950), cap. II. <<
[5-5] Sobre la mecánica estadística, véase: La théorie physique au sens de Boltzmann et ses prolongements modernes, de René Rugas (Neuchatel, 1959), pp. 158-84, 206-19. Sobre la recepción del trabajo de Maxwell, véase: “Maxwell’s Influence in Germany”, de Max Planck, en James Clerk Maxwell: A Commemoration Volume, 1831-1931 (Cambridge, 1931), pp. 45-65, sobre todo las pp. 58-63; y The Life of William Thompson Baron Kelvin of Largs, de Silvanus P. Thompson (Londres, 1910), II, 1021-27. <<
[5-6] Como ejemplo de la lucha con los aristotélicos, véase: “A Documentary History of the Problem of Fall from Kepler to Newton”, de A. Koyré, Transactions of the American Philosophical Society, XLV (1955), 329-95. Con respecto a los debates con los cartesianos y los leibnizianos, véase: L’introduction des théories de Newton en France au XVIIIe siècle, de Pierre Brunet (París, 1931); y From the Closed World to the Infinite Universe, de A. Koyré (Baltimore, 1957), cap. xi. <<
[5-7] El investigador era James K. Senior, con quien estoy en deuda por un informe verbal. Algunos puntos relacionados son estudiados en su obra: “The Vernacular of the Laboratory”, Philosophy of Science, XXV (1958), 163-68. <<
[6-1] Sobre la discusión del descubrimiento del oxígeno, que todavía es clásica, véase: The Eighteenth-Century Revolution in Science. The First Phase, de A. N. Meldrum (Calcuta, 1930), cap. v. Una revisión reciente, indispensable, que incluye un informe de la controversia sobre la prioridad, es: Lavoisier, théoricien et expérimentateur, de Maurice Daumas (París, 1955), caps. ii-iii. Para obtener un informe más completo y bibliografía, véase también “The Historical Structure of Scientific Discovery”, de T. S. Kuhn, Science, CXXXVI (1.º de junio de 1962), 760-64. <<
[6-2] No obstante, véase: “A Lost Letter from Secheele to Lavoisier”, de Uno Bocklund, Lychnos, 1957-58, pp. 39-62 para estudiar una evaluación diferente del papel desempeñado por Scheele. <<
[6-3] B. Conant, The Overthrow of the Phlogiston Theory: The Chemical Revolution of 1775-1789 (“Harvard Case Histories in Experimental Science”, Caso 2; Cambridge, Mass., 1950), p. 23. Este folleto, muy útil, reproduce muchos de los documentos importantes. <<
[6-4] H. Metzger, La philosophie de la matière chez Lavoisier (París, 1935); y Daumas, op. cit., cap. vii. <<
[6-5] El informe más serio sobre el origen del descontento de Lavoisier es el de Henry Guerlac, Lavoisier. The Crucial Year: The Background and Origin of His First Experiments on Combustión in 1772 (Ithaca, N. Y., 1961). <<
[6-6] L. W. Taylor, Physics, the Pioneer Science (Boston, 1941), pp. 790-94; y T. W. Chalmers, Historic Researches (Londres, 1949), pp. 218-19. <<
[6-7] E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aether and Electricity, I (2a ed.; Londres, 1951), 358, nota 1. Sir George Thompson me ha informado de otra segunda aproximación. Advertido por placas fotográficas inexplicablemente veladas, Sir William Crookes estaba también en el camino del descubrimiento. <<
[6-8] Silvanus P. Thompson, The Life of Sir William Thomson Baron Kelvin of Largs (Londres, 1910), II, 1125. <<
[6-9] Conant, op. cit., pp. 18-20. <<
[6-10] K. K. Darrow, “Nuclear Fission”, Bell System Technical Journal, XIX (1940), 267-89. El criptón, uno de los dos productos principales de la fisión, no parece haber sido identificado por medios químicos sino después de que se comprendió bien la reacción. El bario, el otro producto, casi fue identificado químicamente en una etapa final de la investigación debido a que ese elemento tuvo que añadirse a la solución radiactiva para precipitar el elemento pesado que buscaban los químicos nucleares. El fracaso para separar ese bario añadido del producto radiactivo condujo, finalmente, después de investigar repetidamente la reacción durante casi cinco años, al siguiente informe: “Como químicos, esta investigación debería conducirnos… a cambiar todos los nombres del esquema [de reacción] precedente y a escribir Ba, La, Ce en lugar de Ra, Ac, Th. Pero, como ‘químicos nucleares’ con una relación estrecha con la física, no podemos decidirnos a ello, ya que contradiría todas las experiencias previas de la física nuclear. Puede ser que una serie de accidentes extraños haga que nuestros resultados no respondan a lo esperado” (Otto Hahn y Fritz Strassman, “Über den Nachweis und das Verhalten der bei der Bestrahlung des Urans mittels Neutronen entstehended Erdalkalimetalle”, Die Naturwissenschalten, XXVII (1939), 15). <<
[6-11] Para ver varias etapas de la evolución de la botella de Leyden, véase: Franklin and Newton: An Inquiry into Speculative Newtonian Experimental Science and Franklin’s Work in Electricity as an Example Thereof, de I. B. Cohen (Filadelfia, 1956, pp. 385-86, 400-406, 452-67, 506-7). La última etapa es descrita por Whittaker, op. cit., pp. 50-52. <<
[6-12] J. S. Bruner y Leo Postman, “On the Perception of Incongruity: A Paradigm”, Journal of Personality, XVIII (1949), 206-23. <<
[6-13] Idem, p. 218. Mi colega Postman me dijo que, aunque conocía de antemano todo sobre el aparato y la presentación, se sintió, no obstante, muy incómodo al mirar las cartas anómalas. <<
[7-1] A. R. Hall, The Scientific Revolution, 1500-1800 (Londres, 1954), p. 16. <<
[7-2] Marshall Clagett, The Science of Mechanics in the Middle Ages (Madison, Wis., 1959), Partes II-III. A. Koyré muestra una serie de elementos medievales en el pensamiento de Galileo, en sus Études Galiléennes (París, 1939), sobre todo el Vol-I. <<
[7-3] Sobre Newton, véase “Newton’s Optical Papers”, en Isaac Newton’s Papers and Letters in Natural Philosophy, de T. S. Kuhn, ed. I. B. Cohen (Cambridge, Mass., 1958), pp. 27-45. Para el preludio de la teoría de las ondas, véase: A History of the Theories of Aether and Electricity, I, de E. T. Whittaker (2a ed.; Londres, 1951), 94-109; y History of the Inductive Sciences, de W. Whewell (ed. rev.; Londres, 1847), II, 396-466. <<
[7-4] Sobre la termodinámica, véase: Life of William Thomson Baron Kelvin of Largs, de Silvanus P. Thompson (Londres, 1910). Sobre la teoría cuántica, véase: The Quantum Theory, de Fritz Reiche, trad. H. S. Hatfield y H. L. Brose (Londres, 1922), caps. i-ii. <<
[7-5] J. L. E. Dreyer, A History of Astronomy from Thales to Kepler (2a ed.; Nueva York, 1953), caps, xi-xii. <<
[7-6] The Copernican Revolution, T. S. Kuhn (Cambridge, Mass., 1957), pp. 13543. <<
[7-7] J. R. Partington, A Short History of Chemistry (2a ed.; Londres, 1951), pp. 48-51, 73-85, 90-120. <<
[7-8] Aunque su principal interés se concentra en un periodo ligeramente posterior, hay mucho material importante diseminado en la obra de J. R. Partington y Douglas McKie, “Historical Studies on the Phlogiston Theory”, Annals of Science, II (1937), 361-404; III (1938), 1-58, 337-71; y IV (1939), 337-71. <<
[7-9] H. Guerlac, Lavoisier; The Crucial Year (Ithaca, N. Y., 1961). Todo el libro documenta la evolución y el primer reconocimiento de una crisis. En la página 35 puede verse un enunciado claro de la situación con respecto a Lavoisier. <<
[7-10] Max Jammer, Concepts of Space: The History of Theories of Space in Physics (Cambridge, Mass., 1954), pp. 114-24. <<
[7-11] Joseph Larmor, Aether and Matter… Including a Discussion of the Influence of the Earth’s Motion on Optical Phenomena (Cambridge, 1900), pp. 6-20, 320-22. <<
[7-12] R. T. Glazebrook, James Clerk Maxwell and Modern Physics (Londres, 1896), cap. ix. Sobre la actitud final de Maxwell, véase su propio libro: A Treatise on Electricity and Magnetism (3a ed., Oxford, 1892), p. 470. <<
[7-13] Sobre el papel de la astronomía en el desarrollo de la mecánica, véase Kuhn, op. cit., cap. vii. <<
[7-14] Whittaker, op. cit.. I, 386410; y II (Londres, 1953), 27-40. <<
[7-15] Sobre el trabajo de Aristarco, véase: Aristarchus of Samos: The Ancient Copernicus, de T. L. Heath (Oxford, 1913), Parte II. Para un enunciado extremo sobre la posición tradicional con respecto al desdén por la posición de Aristarco, véase: The Sleepwalkers: A History of Man’s Changing Vision of the Universe (Londres, 1959), p. 50. <<
[7-16] Partington, op. cit., pp. 78-85. <<
[8-1] Véase sobre todo la discusión en Patterns of Discovery, de N. R. Hanson (Cambridge, 1958), pp. 99-105. <<
[8-2] T. S. Kuhn, “The Essential Tensión: Tradition and Innovation in Scientific Research”, en The Third (1959) University of Utah Research Conference on the Identification of Creative Scientific Talent, ed. Calvin W. Taylor (Salt Lake City, 1959), pp. 162-77. Sobre un fenómeno comparable entre los artistas, véase “The Psychology of Imagination”, de Frank Barron, Scientific American, CXCIX (Septiembre de 1958), 151-66, sobre todo 160. <<
[8-3] W. Whewell, History of the Inductive Sciences (ed. rev.; Londres, 1847), II, 220-21. <<
[8-4] Sobre la velocidad del sonido, véase “The Caloric Theory of Adiabatic Compression”, de T. S. Kuhn, Isis, XLIV (1958), 136-37. Sobre el desplazamiento del perihelio de Mercurio, véase: A History of the Theories of Aether and Electricity, de E. T. Whittaker, II (Londres, 1953), 151,179. <<
[8-5] Citado en The Copernican Revolution, de T. S. Kuhn (Cambridge, Mass., 1957), p. 138. <<
[8-6] Albert Einstein, “Autobiographical Note”, en Albert Einstein: Philosopher-Scientist, ed. P. A. Schilpp (Evanston, III, 1949), p. 45. <<
[8-7] Ralph Kronig, “The Turning Point”, en Theoretical Physics in the Twentieth Century: A Memorial Volume to Wolfgang Pauli, ed. M. Fierz y V. F. Weisskopf (Nueva York, 1960), pp. 22, 25-26. Gran parte de este artículo describe la crisis de la mecánica cuántica en los años inmediatamente anteriores a 1925. <<
[8-8] Herbert Butterfield, The Origins of Modern Science, 1300-1800 Londres, 1949, pp. 1-7. <<
[8-9] Hans, op. cit., cap. i. <<
[8-10] Para un informe del trabajo de Kepler sobre Marte, véase: A History of Astronomy from Thales to Kepler, de J. L. E. Dreyer (2a ed.; Nueva York, 1953), pp. 380-93. Las inexactitudes ocasionales no impiden que la obra de Dreyer nos proporcione el material que necesitamos. Sobre Priestley, véase su propia obra, sobre todo. Experiments and Observations on Different Kinds of Air (Londres, 1774-75). <<
[8-11] Con respecto al contrapunto filosófico que acompañó a la mecánica del siglo XVII, véase: La mécanique au XVIIe siècle (Neuchatel, 1954), de Rene Dugas, sobre todo el capítulo xi. Con respecto al episodio similar del siglo XIX, véase el libro anterior del mismo autor, Histoire de la mécanique (Neuchatel, 1950), pp. 419-43. <<
[8-12] T. S. Kuhn, “A Function for Thought Experiments”, en Melanges Alexandre Koyré, ed. R. Taton e I. B. Cohen, que debía publicar Hermann (Paris), en 1963. <<
[8-13] Con respecto a los nuevos descubrimientos ópticos en general, véase: Histoire de la lumière de V. Ronchi (París, 1956), cap. vii. Con respecto a la explicación inicial de uno de esos efectos, véase: The History and Present State of Discoveries Relating to Vision, Light and Colours de J. Priestley (Londres, 1772), pp. 498-520. <<
[8-14] Einstein, loc. cit. <<
[8-15] Esta generalización sobre el papel de la juventud en la investigación científica fundamental es tan común como una frase gastada. Además, una mirada a casi cualquier lista de contribuciones fundamentales a la teoría científica, proporcionará una confirmación muy clara. Sin embargo, esa generalización hace muy necesaria una investigación sistemática. Harvey C. Lehman (Age and Achievement [Princeton, 1953]) proporciona muchos datos útiles; pero sus estudios no tratan de aislar contribuciones que involucren un reenunciado fundamental. Tampoco pregunta nada sobre las circunstancias especiales, si las hay, que puedan acompañar a la productividad relativamente tardía en las ciencias. <<
[9-1] Silvanus P. Thomson, Life of William Thomson Baron Kelvin of Largs (Londres, 1910), I, 266-81. <<
[9-2] Véanse, por ejemplo, las observaciones de P. P. Wiener, en Philosophy of Science, XXV (1958), 298. <<
[9-3] James B. Conant, Overthrow of the Phlogiston Theory (Cambridge, 1950), pp. 13-16; y J. R. Partington, A Short History of Chemistry (2a ed.; Londres, 1951), pp. 85-88. El informe más completo y simpático sobre los logros de la teoría del flogisto lo hace H. Metzger, en Newton, Stahl. Boerhaave et la doctrine chimique (Paris, 1930), 2a Parte. <<
[9-4] Compárense las conclusiones obtenidas por medio de un tipo muy diferente de análisis, por R. B. Braithewaite, Scientific Explanation (Cambridge, 1953), pp. 50-87, sobre todo la p. 76. <<
[9-5] Sobre el corpuscularismo en general, véase “The Establishment of the Mechanical Philosophy”, de Marie Boas. Osiris, X (1952), 412-541. Sobre el efecto de la forma de las partículas sobre el gusto, véase idem., p. 483. <<
[9-6] Dugas, La mécanique au XVIIe siècle (Neuchatel, 1954), pp. 177-85, 284-98, 345-56. <<
[9-7] I. B. Cohen, Franklin and Newton: An Inquiry into Speculative Newtonian Experimental Science and Franklin’s Work in Electricity as an Example Thereof (Filadelfia, 1956), caps, vi-vii. <<
[9-8] Sobre la electricidad, véase idem, caps, viii-ix. Sobre la química, véase Metzger, op. cit., la Parte. <<
[9-9] E. Meyerson, Identity and Reality (Nueva York, 1930), cap. x. <<
[9-10] E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aether and Electricity, II (Londres, 1953), 28-30. <<
[9-11] Sobre una tentativa brillante y absolutamente al día de encajar el desarrollo científico en este lecho de Procusto, véase The Edge of Objectivity: An Essay in the History of Scientific Ideas, de C. C. Gillispie (Princeton, 1960). <<
[10-1] Los experimentos originales fueron llevados a cabo, por George M. Stratton, “Vision without Inversion of the Retinal Image”, Psychological Review, IV (1897), 341-60, 463-81. Una revisión más al día es proporcionada por Harvey A. Carr, en An Introduction to Space Perception (Nueva York, 1935), pp. 18-57. <<
[10-2] Para ejemplos, véase “The Influence of Suggestion on the Relationship between Stimulus Size and Perceived Distance”, de Albert H. Hastrof. Journal of Psychology, XXIX (1950). 195-217; y “Expectations and the Perception of Color”, de Jerome S. Bruner, Leo Postman y John Rodrigues, American Journal of Psychology, LXIV (1951), 216-27. <<
[10-3] N. R. Hanson. Patterns of Discovery (Cambridge, 1958), cap. I. <<
[10-4] Peter Doig, A Concise History of Astronomy (Londres, 1950), pp. 115-16. <<
[10-5] Rudolph Wolf, Geschichte der Astronomic (Munich. 1877), pp. 513-15. 683-93. Nótese, principalmente, lo difícil que hace el informe de Wolf el explicar esos descubrimientos como consecuencias de la ley de Bode. <<
[10-6] Joseph Needham, Science and Civilization in China, III (Cambridge, 1959), 423-29, 434-36. <<
[10-7] T. S. Kuhn, The Copernican Revolution (Cambridge, Mass., 1957), pp. 206-9. <<
[10-8] Duane Roller y Duane H. D. Roller, The Development of the Concept of Electric Charge (Cambridge, Mass., 1954),pp.21-29. <<
[10-9] Véase la discusión, en la Sección VII, y la literatura indicada en esa sección en la nota número 9. <<
[10-10] Galileo Galilei, Dialogues Concerning Two New Sciences, trad. H. Crew y A. de Salvio (Evanston, III, 1946), pp. 80-81, 162-66. <<
[10-11] Ibid., pp. 91-94, 244. <<
[10-12] M. Clagett, The Science of Mechanics in the Middle Ages (Madison, Wis., 1959), pp. 537-38, 570. <<
[10-13] Jacques Hadamard, Subconscient intuition, et logique dans la recherche scientifique. Conférence faite au Palais de la Découverte le 8 Décembre 1945 (Alençon, s. f.), pp. 7-8. Un informe mucho más completo, aunque restringido a las innovaciones matemáticas, es la obra del mismo autor: The Psychology of Invention in the Mathematical Field (Princeton, 1949). <<
[10-14] T. S. Kuhn, “A Function for Thought Experiments”, en Mélanges Alexandre Koyré, ed. R. Taton e I. B. Cohen, que deberá ser publicado por Hermann (París) en 1963. <<
[10-15] A. Koyré, Études Galiléennes (París, 1939), I, 46-51; y “Galileo and Plato”, Journal of the History of Ideas, IV (1943), 400-428. <<
[10-16] Kuhn, “A Function for Thought Experiments”, en Mélanges Alexandre Koyré (véase la cita completa en la nota 14). <<
[10-17] Koyré, Études…, II, 7-11. <<
[10-18] Clagett, op. cit., capítulos iv, vi y ix. <<
[10-19] N. Goodman, The Structure of Appearance (Cambridge, Mass., 1951). Merece la pena citar el pasaje de manera más extensa: “Si todos los residentes en Wilmington y sólo ellos, en 1947, que pesaran entre 175 y 180 libras, tuvieron el pelo rojo, entonces ‘los residentes de Wilmington en 1947 que tuvieran el cabello rojo’ y ‘los residentes de Wilmington en 1947 que pesaran entre 175 y 180 libras’ podrían reunirse en una definición construecional… La pregunta de si ‘hubiera podido haber’ alguien a quien se aplicara uno pero no el otro de esos predicados no tendría razón de ser… una vez que hemos determinado que no había ninguna persona de ese tipo… Es afortunado que no haya ninguna otra cosa que se ponga en duda; ya que la noción de los casos ‘posibles’, que no existen pero pudieron haber existido, está lejos de ser clara”. <<
[10-20] H. Metzger, Newton, Stahl, Boerhaave et la doctrine chimique (París, 1930), pp. 34-68. <<
[10-21] Ibid., pp. 124-29, 139-48. Sobre Dalton, véase Leonard K. Nash, The Atomic Molecular Theory (“Harvard Case Histories in Experimental Science”, Caso 4; Cambridge, Mass., 1950), pp. 14-21. <<
[10-22] J. R. Partington, A Short History of Chemistry (2a ed.; Londres, 1951), pp. 161-63. <<
[10-23] A. N. Meldrum, “The Development of the Atomic Theory: (1) Berthollet’s Doctrine of Variable Proportions”, Manchester Memoirs, LIV (1910), 1-16. <<
[10-24] L. K. Nash, “The Origin of Dalton’s Chemical Atomic Theory”, Isis, XLVII (1956), 101-16. <<
[10-25] A. N. Meldrum, “The Development of the Atomic Theory: (6) The Reception Accorded to the Theory Advocated by Dalton”. Manchester Memoirs, LV (1911), 1-10 <<
[10-26] Sobre Proust, véase “Berthollet’s Doctrine of Variable Proportions”, de Meldrum, Manchester Memoirs, LIV (1910), 8. La historia detallada de los cambios graduales en las mediciones de la composición química y de los pesos atómicos no ha sido escrita todavía; pero Partington, op. cit., proporciona muchas indicaciones útiles. <<
[11-1] L. K. Nash, “The Origins of Dalton’s Chemical Atomic Theory”, Isis, XLVII (1956), 101-16. <<
[11-2] Sobre la observación de Newton, véase Sir Isaac Newton’s Mathematical Principles of Natural Philosophy and His System of the World, de Florian Cajori (ed.) (Berkeley, California, 1946), p. 21. El pasaje debe compararse con la propia discusión hecha por Galileo en su obra Dialogues concerning Two New Sciences, trad. H. Crew y A. de Salvio (Evanston, III., 1946), pp. 154-76. <<
[11-3] T. S. Kuhn, “Robert Boyle and Structural Chemistry in the Seventeenth Century”, Isis, XLIII (1952), 26-29. <<
[11-4] Marie Boas, en su obra Robert Boyle and Seventeenth-Century Chemistry (Cambridge, 1958) trata, en muchos puntos, de las contribuciones hechas por Boyle a la evolución del concepto de elemento químico. <<
[12-1] Para obtener un bosquejo breve de los principales caminos que conducen a las teorías de la verificación probabilistas, véase Principles of the Theory of Probability, Vol. I, núm. 6, de Ernest Nagel, International Encyclopedia of Unified Science, pp. 60-75. <<
[12-2] K. R. Popper, The Logic of Scientific Discovery (Nueva York, 1959), sobre todo los caps. i-iv. Versión al español: La lógica del descubrimiento científico. Ed. Tecnos. <<
[12-3] Sobre las reacciones de los profanos ante el concepto del espacio curvo, véase Einstein, His Life and Times, de Philipp Frank, trad. y ed. por G. Rosen y S. Kusaka (Nueva York, 1947), pp. 142-46. Sobre algunos de los intentos hechos para preservar los triunfos de la relatividad general dentro de un espacio euclideano, véase Einstein and the universe, de C. Nordmann, trad. J. McCabe (Nueva York, 1922), cap. ix. <<
[12-4] T. S. Kuhn, The Copernican Revolution (Cambridge, Mass., 1957), caps, iii, iv y vii. Uno de los temas principales de todo el libro es el punto sobre hasta dónde el heliocentrismo fue algo más que una cuestión estrictamente astronómica. <<
[12-5] Max Jammer, Concepts of Space (Cambridge, Mass., 1954), pp. 118-24. <<
[12-6] I. B. Cohen, Franklin and Newton: An Inquiry into Speculative Newtonian Experimental Science and Franklin’s Work in Electricity as an Example Thereof (Filadelfia, 1956), pp. 93-94. <<
[12-7] Charles Darwin, On the Origin of Species… (edición autorizada de la 6a ed. inglesa; Nueva York, 1889), II,295-96. <<
[12-8] Max Planck, Scientific Autobiography and Other Papers, trad. F. Gaynor (Nueva York, 1949), pp. 33-34. <<
[12-9] Con respecto al papel del culto al Sol en el pensamiento de Kepler, véase The Metaphysical Foundations of Modern Physical Science, de E. A. Burtt (ed. rev.; Nueva York, 1932), pp. 44-49. <<
[12-10] Sobre el papel de la reputación, tómese en consideración lo siguiente: Lord Rayleigh, en una época en que su reputación estaba ya bien establecida, sometió a la Asociación Británica un documento sobre varias paradojas de la electrodinámica. Por inadvertencia, su nombre fue omitido cuando se envió el documento por primera vez y dicho escrito fue primeramente rechazado como obra de algún “hacedor de paradojas”. Poco después, con el nombre del autor en su lugar, el documento fue aceptado con toda clase de excusas (R. J. Strutt, 4.º Barón Rayleigh, John William Strutt, Third Baron Rayleigh [Nueva York, 1924], p. 228). <<
[12-11] Con respecto a los problemas creados por la teoría cuántica, véase The Quantum Theory, de F. Reiche (Londres, 1922), caps, ii, vi-ix. Con respecto a los demás ejemplos de este párrafo, véanse las referencias anteriores de esta sección. <<
[12-12] Kuhn, op. cit., pp. 219-25. <<
[12-13] E. T. Whittaker, A History of the Theories of Aether and Electricity, I (2a ed.; Londres, 1951), 108. <<
[12-14] Véase ibid., II (1953), 151-80, sobre el desarrollo de la relatividad general. Con respecto a la reacción de Einstein sobre el acuerdo preciso de la teoría con el movimiento observado del perihelio de Mercurio, véase In carta citada en Albert Einstein, Philosopher-Scientist, de P. A. Schilpp (ed.), Evanston, III., 1949), p. 101. <<
[12-15] Con respecto al sistema de Brahe que, desde el punto de vista geométrico, era absolutamente equivalente al de Copérnico, véase A History of Astronomy from Thales to Kepler, de J. L. E. Dreyer (2a ed.; Nueva York, 1953), pp. 359-71. Con respecto a las últimas versiones de la teoría del flogisto y sus éxitos, véase “Historical Studies on the Phlogiston Theory”, de J. R. Partington y D. McKie, Annals of Science, IV (1939), 113-49. <<
[12-16] Sobre el problema presentado por el hidrógeno, véase A Short History of Chemistry, de J. R. Partington (2a ed.; Londres, 1951), p. 134. Sobre el monóxido de carbono, véase Geschichte der Chemie, III (Braunschweig, 1845), 294-96. <<
[13-1] E. H. Gombrich, Art and Illusion: A Study in the Psychology of Pictorial Representation (Nueva York, 1960), pp. 11-12. <<
[13-2] Idem., p. 97; y Giorgio de Santillana, “The Role of Art in the Scientific Renaissance”, en Critical Problems in the History of Science, ed. M. Clagett (Madison, Wis., 1959), pp. 33-65. <<
[13-3] Los historiadores de la ciencia encuentran frecuentemente esa ceguera en una forma particularmente llamativa. El grupo de estudiantes que llega a ellos procedente de las ciencias es, muy a menudo, el mejor grupo al que enseñan. Pero es también el que más frustraciones proporciona al comienzo. Debido a que los estudiantes de ciencias “conocen las respuestas correctas”, es particularmente difícil hacerles analizar una ciencia más antigua en sus propios términos. <<
[13-4] Loren Eiseley, Darwin’s Century: Evolution and the Men Who Discovered It (Nueva York, 1958), caps. ii, iv-v. <<
[13-5] Con respecto a un informe particularmente agudo de la lucha de un darwinista prominente con este problema, véase Asa Gray, 1810-1888, de A. Hunter Dupree (Cambridge, Mass., 1959), pp. 295-306, 355-83. <<
[pd-1] Esta posdata fue preparada originalmente a sugerencia del que fue mi alumno y por mucho tiempo mi amigo, Dr. Shigeru Nakayama, de la Universidad de Tokio, para incluirla en la versión japonesa de este libro. Le estoy agradecido por su idea, por su paciencia al esperar sus resultados y por su permiso para incluir su resultado en la edición en idioma inglés. <<
[pd-2] Para esta edición he procurado limitar las alteraciones a unos cuantos errores tipográficos, dos pasajes que contienen errores aislados, y no dar una nueva versión. Uno de estos errores es la descripción del papel de los Principia de Newton en el desarrollo de la mecánica del siglo XVIII, de las pp. 62-65. Los otros se refieren a las respuestas a la crisis, en la pp. 138. <<
[pd-3] Otras indicaciones podrán encontrarse en dos de mis recientes ensayos: “Reflections on My Critics”, editado por Irme Lakatos y Alan Musgrave, Criticism and the Growth of Knowledge (Cambridge, 1970); y “Second Thoughts on Paradigms”, editado por Frederick Suppe, The Structure of Scientific Theories (Urbana, III, 1970 o 1971). Más adelante citaré el primero de estos ensayos como “Reflections” y al volumen en que aparece como Growth of Knowledge; el segundo ensayo será mencionado como “Second Thoughts”. <<
[pd-4] Para una crítica particularmente convincente de mi presentación inicial de los paradigmas véase: “The Nature of a Paradigm” en Growth of Knowledge, de Margaret Masterman; y “The Structure of Scientific Revolutions”, de Dudley Shapere, en Philosophical Review, LXXIII (1964), 383-94. <<
[pd-5] The Scientific Community, de W. O. Hagstrom (Nueva York 1965), caps. iv y v; “Collaboration in an Invisible College”, de D. J. Price y D. de B. Beaver, American Psychologist, XXI (1966), 1011-18; “Social Structure in a Group of Scientists: A Test of the ‘Invisible’ College Hypothesis” de Diana Crane. American Sociological Review, XXXIV (1969), 335-52; Social Networks among Biological Scientists de N. C. Mullins (Ph. D. Diss Harvard University, 1966) y “The Micro-Structure of an Invisible College: The Phage Group” (artículo presentado en la reunión anual de la American Sociological Association, Boston, 1968). <<
[pd-6] The Use of Citation Data in Writing the History of Science, de Eugene Garfield (Filadelfia: Institute of Scientific Information, 1964); “Comparison of the Results of Bibliographic Coupling and Analytic Subject Indexing”, de M. M. Kessler, American Documentation, XVI (1965) 223-33; “Networks of Scientific Papers”, de D. J. Price, Science, CIL (1965), 510-15. <<
[pd-7] Masterman, op. cit. <<
[pd-8] Para conocer partes significativas de este episodio véase “The Electric Current in Early Nineteenth-Century French Physics”, de T. M. Brown, Historical Studies in the Physical Sciences, I (1969), 61-103 y “Resistence to Ohm’s Law”, de Morton Schagrin, American Journal of Physics, XXI (1963), 536-47. <<
[pd-9] Véase particularmente: “Meaning and Scientific Change”, de Dudley Shapere, en Mind and Cosmos: Essays in Contemporary Science and Philosophy, The University of Pittsburgh Series in the Philosophy of Science, III (Pittsburgh, 1966), 41-85; Science and Subjectivity, de Israel Scheffler Nueva York, 1967); y el ensayo de Sir Karl Popper de Imre Lakatos en Growth of Knowledge. <<
[pd-10] Véase la discusión al principio de la sección XIII. <<
[pd-11] Véase un ejemplo en: A History of Mechanics, de René Dugas, traducción al inglés de J. R. Maddox (Neuchatel, 1955) pp. 135-36, 186-93, e Hydrodynamica, sive de viribus et motibus fluidorum, commentarii opus academicum, de Daniel Bernoulli (Estrasburgo, 1738), Sec. 3. Para ver el grado de desarrollo alcanzado por la mecánica durante la primera mitad del siglo XVIII, modelando una solución sobre otra, véase: “Reactions of Late Baroque Mechanics to Success, Conjecture, Error, and Failure in Newton’s Principia”, de Clifford Truesdell, Texas Quarterly, X (1967), pp. 238-58. <<
[pd-12] Alguna información sobre este tema puede encontrarse en “Second Thoughts”. <<
[pd-13] Nunca hubiera sido necesario establecer este punto si todas las leyes fueran como las de Newton y todas las reglas como los Diez Mandamientos. En tal caso, la frase “quebrantar una ley”, no tendría sentido y un rechazo de las reglas no parecería implicar un proceso no gobernado por leyes. Por desgracia las leyes de tránsito y productos similares de la legislación sí pueden quebrantarse, facilitando la confusión. <<
[pd-14] Para los lectores de “Second Thoughts”, las siguientes observaciones crípticas pueden servir de guía. La posibilidad de un reconocimiento inmediato de los miembros de las familias naturales depende de la existencia, después del procesamiento neural, del espacio perceptual vacío entre las familias que deben ser discriminadas. Si por ejemplo, hubiera un continuo percibido de las clases de aves acuáticas, desde los gansos hasta los cisnes, estaríamos obligados a introducir un criterio específico para distinguirlos. Algo similar puede decirse para entidades no observables. Si una teoría física sólo admite la existencia de una corriente eléctrica, entonces un pequeño número de normas, que pueden variar considerablemente de un caso a otro, sería suficiente para identificar la corriente, aun cuando no haya un conjunto de reglas que especifiquen las condiciones necesarias y suficientes para la identificación. El punto sugiere un corolario plausible, que puede ser más importante. Dado un conjunto de condiciones necesarias y suficientes para identificar una entidad teórica, esa entidad puede ser eliminada a partir de la ontología de una teoría por sustitución. Sin embargo, en ausencia de tales reglas, esas entidades no son eliminables; la teoría, entonces, exige su existencia. <<
[pd-15] Los puntos que siguen son tratados con mayor detalle en las secciones 5 y 6 de “Reflections”. <<
[pd-16] Ver los trabajos citados en la nota 9 y, también el ensayo de Stephen Toulmin en Growth of Knowledge. <<
[pd-17] La ya clásica fuente para la mayor parte de los aspectos pertinentes de la traducción es Word and Object, de W. V. O. Quine (Cambridge, Mass., y Nueva York, 1969). Caps., i y ii. Pero Quine parece considerar que dos hombres que reciben el mismo estímulo deben tener la misma sensación, y por lo tanto tiene poco que decir sobre el grado que debe alcanzar un traductor para describir el mundo al que se aplica el lenguaje interpretado. Para ese último punto véase “Linguistics and Ethnology in Translation Problems”, de E. A. Nida en ed. Del Hymes, Language and Culture in Society (Nueva York, 1964), pp. 90-97. <<
[pd-18] “Structure of Scientific Revolutions”, de Shapere y Popper en Growth of Knowledge. <<
[pd-19] Para uno de los muchos ejemplos véase el ensayo de P. K. Feyerabend en Growth of Knowledge. <<
[pd-20] Must We Mean What We Say? de Stanley Cavell (Nueva York, 1969), cap. i. <<
[pd-21] Para este punto así como para un análisis más amplio de lo que es especial en las ciencias, ver: “Comment [on the Relations of Science and Art]”, de T. S. Kuhn, en Comparative Studies in Philosophy and History. XI (1969), pp. 403-12. <<