16
¿Con Muslak?

Thotmaktef se puso en pie.

—Tendremos que llamarlo pronto, creo.

Detrás de mí, Uraeus susurró:

—Yo iré, si mi señor lo desea.

Qanju negó con la cabeza. Cuando Thotmaktef nos hubo dejado, Qanju comenzó a caminar por la borda y se llevó un dedo a la cabeza.

—Es un buen joven, Lucius; pero ya ha aprendido mucho y aprende más. Aprender con frecuencia convierte el bien en mal.

Yo dije:

—En ese caso aprender debe ser malo en sí mismo.

—No lo es. Todo depende de lo que uno aprenda, y lo mejor, lo mejor que se puede aprender, es que el aprendizaje debe servirnos a nosotros. Si lo hace, nosotros seguimos sirviendo a Ahura Mazda, asumiendo que le sirviéramos cuando comenzamos a aprender. Pero si servimos al propio aprendizaje nos damos cuenta demasiado tarde de que el dios oscuro se lo ha puesto como máscara. ¡Ah! Aquí está ya la hermosa Nehtnefret. Bien hecho, Thotmaktef. ¿Tienes un cojín para ofrecerle?

—Puedo sentarme en la cubierta como los demás —dijo la joven llamada Neht-nefret. A la vez que se sentaba con suavidad y gracia. Tiene los ojos muy bonitos, aún más por el efecto del khol, una boca dura y tiene una mano vendada—. ¿Se trata de lo que creo que se trata, noble Qanju?

Él asintió.

—¿Myt-ser'eu y tú sois amigas, Neht-nefret?

—Sabes que lo somos. Yo haría cualquier cosa por ella. Somos como hermanas.

—¿Myt-ser'eu diría lo mismo?

—Estoy segura de que lo haría.

Qanju se dirigió a mí.

—Si quieres hablar acerca de esto con Myt-ser'eu en privado, Lucius, puedes hacerlo ahora. Esperaremos a tu regreso.

Negué con la cabeza.

—Entonces podemos empezar. Estaría bien que Neht-nefret te dijera primero cómo os conocisteis los tres.

Neht-nefret dijo:

—Sé que te olvidas, Latro, pero eres demasiado listo como para creer que las mujeres siempre dicen la verdad. De todas maneras, ahora te voy a decir la verdad. Todo esto es cierto y cuando te vayas de aquí le puedes preguntar a Mytser'eu o a Muslak, te dirán exactamente lo mismo. Mytser'eu y yo somos chicas cantoras, quiere decir que somos jóvenes bien parecidas, sin familia, que se pueden alquilar para entretener fiestas. Cantamos o bailamos, servimos bebidas o lo que sea que quieran, y estamos bajo la protección de Hathor.

—Una gran diosa aquí —murmuró Qanju.

Asentí.

—Fue el ama de cría de Osiris. —Los ojos de Thotmaktef se abrieron de par en par al oírme decir aquello, a pesar de que me lo había dicho él mismo escasos minutos antes.

—Así es —dijo Neht-nefret—. Las chicas como nosotras necesitan más protección de la que se podría pensar, por lo que la gente debe ir al templo de Hathor para alquilarnos, y los sacerdotes nos cuidan todo lo que pueden, rechazan el dinero de los hombres que tiene mal carácter y así.

Yo dije:

—Creo que lo entiendo.

—Eso está bien. Eso espero. Ahora necesito protección, Latro. Creo que la necesito mucho, y el noble Qanju está de acuerdo. Los sacerdotes de Hathor no están aquí y espero poder obtener esa protección de Muslak y de ti.

Yo dije que por supuesto que la protegería si estaba en mi mano.

—Gracias. Se suponía que tenía que contarte cómo nos conocimos, y así es como fue. Muslak y tú vinisteis al templo de Hathor en Sais. De allí es de donde somos, Myt-ser'eu y yo.

Asentí.

—Él quería una esposa para la travesía y me eligió. Tú dijiste que no querías una. Entonces viste a Myt-ser'eu y la quisiste. Entonces, Muslak era el único amigo que tenías.

—Nuestro capitán —murmuró Qanju.

—Sigue siendo el mejor amigo que tienes aquí, Latro. Puede que no lo sepas, pero lo es, y le gusto igual que a ti te gusta Mytser'eu. Anoche dormimos en una posada. No en la misma en la que dormisteis Myt-ser'eu y tú, en otra.

Recordaba haberme despertado en una posada y asentí.

—Era tarde y ambos estábamos dormidos. Habíamos bebido bastante cerveza, y ya sabes lo que pasa después. Bueno, me desperté, y una mujer con un cuchillo curvado estaba inclinada sobre mí. La pude ver a la luz de la luna que se colaba por los postigos y vi el brillo de la hoja y la cogí. Mira.

Se deshizo el vendaje. Tenía un corte largo y reciente no demasiado profundo que le cruzaba la palma de la mano; estaba cubierto de ungüento amarillo.

—Grité y Muslak se despertó, y la puerta se cerró de un portazo. Él había atrancado la puerta antes de que nos metiéramos en la cama. Lo hablamos después de que me dejara de sangrar la mano. Le dije que creía que la había atrancado, pero yo estaba entonces un poco colocada, ya sabes, y no estaba segura. Él dijo que estaba casi seguro de haberlo hecho, que había tomado unos cuantos cuencos de cerveza, pero que podía beber mucho más que eso sin emborracharse tanto como para irse a dormir en un sitio como aquel sin atrancar la puerta. Bueno, la barra estaba en el suelo. La encontramos y la volvimos a colocar.

Le pregunté cómo había entrado la mujer.

Neht-nefret se encogió de hombros.

—Decídmelo vosotros.

Qanju sonrió.

—¿Thotmaktef?

—Tengo una teoría —dijo Thotmaktef—, y el noble Qanju la comparte conmigo. Esta mujer, otros también la han visto, si es que es la misma mujer, con frecuencia está acompañada por un enorme gato negro. —Titubeó un momento—. ¿Has visto un leopardo, Latro?

—No lo sé. Puede que lo haya visto. Lo que sí estoy seguro de haber visto es la piel de uno esta mañana.

—Sí, supongo que has debido verla, en el templo de Ap-uat. Los sumos sacerdotes de todos los templos de nuestra nación llevan una piel de leopardo como símbolo de su oficio. Como has visto su piel y ahora la recuerdas, debes tener una idea del tamaño de un leopardo vivo. Son mucho más grandes que un gato corriente, pero más pequeños que un león.

Asentí.

—Este gato es más o menos del mismo tamaño, pero es negro en lugar de ser a manchas. Podría haber saltado por la pared de la posada. Es de ladrillo de arcilla y he visto con frecuencia cómo los gatos suben por los ladrillos de arcilla. Dentro, podría haber levantado la barra con los dientes.

Neht-nefret parecía tan escéptica como yo me sentía.

—Podría haber sido entrenado para hacer eso —insistió Thotmaktef—. Entrenamos animales para que hagan cosas que son mucho más difíciles que eso.

—Un babuino lo haría mejor —dijo Neht-nefret—. Sería más fácil entrenarlo, y tienen manos.

Yo le di la razón y añadí:

—Por lo que ha dicho Neht-nefret, esta mujer salió corriendo cuando vio al hombre con el que estaba Neht-nefret…

—Muslak.

—Se estaba despertando. Eso no habría sido necesario si el gato hubiera sido su guardián.

Neht-nefret dijo:

—La espada de Muslak estaba junto a la cama.

—¿Viste el gato? —le pregunté.

Ella negó con la cabeza.

Thotmaktef dijo:

—Un hombre con una espada podría haber matado al gato en un abrir y cerrar de ojos. Ella no querría perderlo. Además, puede ser que ella hubiera mandado al gato al pasillo para asegurarse de que nadie la interrumpiera.

Les pregunté si Qanju y él estaban seguros de que la mujer estaba en el barco.

Qanju dijo:

Parece como si hubiera estado con nosotros desde que zarpamos, aunque solo se la ha visto por la noche.

Sugerí que registraran el barco en su busca. Thotmaktef dijo que ya lo habían hecho. Hacía tan solo un momento, le había preguntado a Uraeus si yo había estado entre los que habían hecho el registro. Me dijo que esta vez yo no había estado entre ellos.

Ahora estoy sentado a la sombra para escribir. Hemos pasado tres barcos cargados de madera; Muslak dice que llevan la madera de Triquetra a Wast. ¿No podría tener aquella mujer su propio barco? ¿Un barco o una barca en la que sigue al nuestro? Lo que Uraeus me dice no puede ser verdad.

He leído lo que he escrito. Aquí añado que Muslak y yo nos ocuparemos de quedarnos en la misma posada esta noche. Hemos acordado que yo me quedaré despierto y vigilaré.

El escarabajo me guiará, pero ahora no tiene alas. Sin duda se le han roto.