3
A la sombra de la vela

Tenemos calor, pero no de manera desagradable. Myt-ser'eu me abanica con un abanico de hoja de palma. También la refresca a ella, o eso dice, y espanta a los insectos. Aquí escribo, como Muslak ha dicho que debo hacer. Dice que un curandero me dio el rollo de pergamino y la pastilla de tinta. Mi pluma es un junco seco. Lo mojo en el río y veo que me es difícil escribir tan pequeño como me gustaría.

Myt-ser'eu se ríe de las letras que hago y me ofrece enseñarme cómo escribe su gente. Neht-nefret dice que ella escribe mejor. Ella me enseñará, no Myt-ser'eu. No dejaré que ninguna de las dos coja mi pluma, aunque este pergamino sea muy largo. Escribiré por las dos caras. ¿Quién sabe donde podré encontrar otro?

Muslak ha vendido todas las pieles que había en nuestra bodega. Nos llevó casi toda la mañana. Tan pronto como se hubo cobrado el dinero nos pusimos en camino. Este río es el Pre. Myt-ser'eu dice que hay tres grandes ríos que atraviesan aquellas tierras y muchos más pequeños. Me muestra tres dedos. El río Pre es el primero. Más al sur se unen los tres para formar el Gran Río. Después de eso solo hay uno. Neht-nefret y ella no le dan nombre. Es el río. Muslak lo llama el Gran Río, y dice que los helenos lo llaman Neilos o Aegyptos.

Los campos que hay a la izquierda son maravillosamente fértiles. No puedo creer que jamás pudiera haber visto tierras tan fértiles. Si lo hubiera hecho, no me sorprendería tanto. Todo es verde, oscuro y está lleno de vida. La cosecha este año será muy abundante. Todos estos campos son tan planos como la palma de mi mano. Aquí y allí hay alguna que otra pequeña colina. Tienen una o dos casas sobre ellas, o todo un pueblo cuando son más grandes. Supongo que porque son menos fértiles que los campos. La gente que cultiva las tierras no puede ser rica, pero todos parecen bien alimentados, contentos y ocupados. Cuando los saludamos con la mano nos sonríen y nos devuelven el saludo.

El río es azul mar o azul verdoso. Parece agua buena, pero Muslak dice que los que la beben caen enfermos. Todos beben agua de pozo, vino u otra cosa en aquellas tierras. Voy a preguntarle a las mujeres acerca de esto.

Dicen que no debemos beber del río en ninguna estación del año, y que cambia de color para indicar los cambios de las estaciones, ahora azul, ahora rojo, ahora verde. Podemos lavarnos en el agua del río, pero no mezclarla con vino para beberla. Será más azul en Mennufer, dice Neht-nefret. Ella ya ha estado allí, a pesar de que Myt-ser'eu no.

Myt-ser'eu deseaba saber qué era lo que yo escribía; se lo leí. Las casas y los pueblos están construidos sobre las colinas para que no se aneguen cuando sube el río. A veces sube muy alto, y entonces las arrastra y hay que reconstruirlas. Neht-nefret dice que es mejor construir en tierra roja, pero allí no hay tierra roja alguna. Yo dije que yo construiría una balsa y viviría en ella. Ella dijo que la madera era costosa.

He visto una balsa como las que construyen las gentes de aquí. Era de juncos. No se pudrirán pronto, o eso creo yo. Estar en este barco me hace pensar en remar. Creo que lo he hecho antes, mis manos conocen el recorrido del movimiento. Le pregunté a Muslak si remaríamos cuando parara el viento.

—No lo hará. El Gran Río es el mejor para navegar en todo el mundo, Lewqys. Un viento del norte te sube por él casi todo el año. Cuando quieres bajar, de regreso, puedes plegar la vela y dejar que la corriente haga todo el trabajo.

Eso es maravilloso, de verdad, si es que es cierto. Desde que hablamos he visto un barco grande de remos. El remo blanco subía y baj aba con cadencia cantarina y parecía volar. Era alegre, pintado, propiedad de un hombre rico que holgazaneaba en popa, y avanzaba muy deprisa, como un barco de guerra. ¿Quién podía oponerse? Tales cosas llenaban los estómagos de los pobres.

Nuestro barco no es como ese, aunque también está pintado. El nuestro es más ancho y tiene un mástil muy alto con una vela grande. Hay cuerdas que sujetan el mástil y otras que sujetan los extremos de la vela, que está hecha con muchas tiras cosidas. No hay telar lo suficientemente grande como para tejer una vela tan ancha. Cuando le hablé de este barco a Myt-ser'eu, ella me explicó que el sátrapa lo quiere, y a nosotros también.

—¿Es que tu gente no construye buenos barcos?

—Los mejores del mundo —dijo Myt-ser'eu orgullosa—. Nuestros barcos son los mejores y nuestros marineros también son los mejores.

Miré a Muslak de reojo y vi que estaba sonriendo. No está de acuerdo, y tengo la sensación de que debe tener razón. No se debe necesitar mucha destreza para navegar este río, si es como él dice.

—Y entonces, ¿por qué el sátrapa no utiliza vuestros barcos y vuestros marineros? —le pregunté a Myt-ser'eu.

—No confía en nosotros. El gran rey nos trató de manera terrible en tiempos de mi madre. Ahora él no está aquí y las cosas están mejor, pero teme que nos rebelemos contra él. Nuestros soldados son muy valientes.

Le pregunté a Muslak lo que él pensaba de ellos.

—Lo son —me dijo—. Muchos lucharon para el gran rey y son luchadores duros, mejores de lo que mi propia gente es. Nosotros somos marineros y comerciantes. Cuando necesitamos soldados, contratamos mercenarios.

Al mirar aquella tierra verde en la que la cebada se levantaba allí donde caía una semilla, veo que lo que Muslak dice debe ser cierto. Solo buenos luchadores podrían mantenerla. Si la gente de Kemet no fueran buenos soldados, se la habrían arrebatado.

Nuestro barco pasa por delante de templos blancos tan enormes como montañas, montañas blancas como la nieve bajo aquel sol cegador, y agudos y afilados como cualquier espada. ¿Quién habría pensado que manos humanas pudieran hacer una cosa como aquella?

Neht-nefret dice que antiguos reyes yacen allí. La gente de Kemet construyó muchos templos, dice Muslak, y muy grandes, de los cuales los templos-montaña son los más grandes. Si los dioses deseaban templos, ¿no los construirían? Construyeron montañas y plantaron bosques en su lugar, y eso es lo que yo haría si fuera un dios.

Está cayendo la tarde. Estoy en el tejado de nuestra posada, donde escribo a la luz de una lámpara. Myt-ser'eu está dormida, pero creo que la despertaré pronto. He leído este rollo de pergamino, y veo que debo escribir. Haré esto primero, a pesar de que tengo que acercar mucho el papiro a la luz para poder ver las letras.

Nos quedaremos allí a pasar la noche, a pesar de que la mayoría de los marineros dormirán en el barco. Muslak y Neht-nefret tienen una habitación en la planta inmediatamente inferior, pero mi esposa del río y yo dormimos en aquella cama del tejado. Estamos en una tienda de redes, cosa que me parece muy rara. Los mosquitos son terribles aquí, dice ella, y su gente duerme todo lo alto que puede para escapar de ellos. El viento que nos subió por el Gran Río aleja a los mosquitos, si vuelan muy alto.

Había música y baile esta noche, y Neht-nefret y Myt-ser'eu querían unirse. Muslak accedió a pagar, y los cuatro pasamos un buen rato. Todos aquellos que no estaban bailando o tocando la flauta daban palmas o cantaban. Yo no conocía las canciones, pero daba palmas con los demás, y pronto me aprendí los estribillos. Las jóvenes bailaron y bailaron, y fue muy bonito. Myt-ser'eu era la más bonita y Neht-nefret era la que llevaba más joyas. Todos los ojos estaban fijos en ellas, y ellas disfrutaron enormemente como todos pudieron ver. Tres hombres tocaban flautas dobles y dos golpeaban tambores. Las jóvenes se balanceaban, caminaban hacía aquí y hacia allá, agitaban sonajas y cascabeles, chasqueaban los dedos y levantaban las piernas por encima de sus cabezas mientras nosotros cantábamos y animábamos.

No bebimos vino, sino «cerveza». Es un vino hecho de cebada. No puedo imaginar cómo se puede exprimir zumo de la cebada, pero eso es lo que Myt-ser'eu dice y Muslak confirma. Sobre ella flotan algunas pajas, y hay algunas manchas de levadura. Está templada, con cardamomo y es demasiado pesada y dulce para mi gusto, pero me bebí dos tazones porque todos bebían. Al sorber la cerveza con unos tubos finos de arcilla las pajas se quedan al fondo del tazón cuando este está vacío. Cuando la noche hubo terminado, jugamos a un juego en el que rompíamos nuestros tubos de arcilla. El que tenga la pieza más larga gana.

Por fin se cansaron las mujeres y bailaron los chicos jóvenes. Era un baile muy fácil, así que me uní. Yo no era el mejor bailarín y los demás se reían de mis errores, risas sin malicia alguna que hasta un niño podría soportar. La próxima vez bailaré mejor. Los que tocaban la flauta y el tambor no se unieron a nuestro baile. Todas las mujeres cantaban. La mayoría daba palmas y Myt-ser'eu tocaba su laúd. Cuando todos se hubieron cansado bebimos más cerveza y nos bañamos en el río. Ella lleva un amuleto que la protege de los cocodrilos.

En lo que leo hoy me pregunto acerca de las velas que vi sobre los tejados. Esta posada tiene esas velas, y Myt-ser'eu me lo explica. Hay agujeros en el tejado de abajo para ambas. Una está abierta hacia el lado que da al norte y coge el viento del norte, y lo dirige hacia la posada. La otra deja que el viento vuelva a salir. La primera es como la boquilla de una flauta, y la otra como los agujeros sobre los que pone sus dedos el que la toca. Nuestra posada está en la flauta. Cuando el viento sopla bien, y lo hace esta noche, las habitaciones de dentro están frescas y hay pocos mosquitos porque las puertas y ventanas están cerradas. Myt-ser'eu dice que su gente es la más sabia del mundo. Yo eso no lo sé, pero estoy seguro de que son muy listos.

Yo era un soldado en una ciudad llamada Sidón. Eso está claro por lo que leo. Deseo ir allí y hablar con aquellos que puedan recordar. Muslak dice que cuando dejemos Kemet iremos a su propia ciudad, Biblos, y que eso está cerca de Sidón. Será fácil, dice, que llegue hasta Sidón desde allí.

Ahora apagaré la lámpara y despertaré a mi mujer del río. Hay otros que también duermen en el tejado. No creo que nos puedan ver tan siquiera. Cuando se apague la lámpara, seguro que no podrán vernos a través de las redes, que son redes finas para peces pequeños. A su través, un hombre puede ver a plena luz del día, pero los otros que duermen no podrán verlo, no podrían ni aunque estuvieran despiertos. Debo acordarme de guardar silencio, y de acallar a Myt-ser'eu, que gime y tiembla.