4. Cómo Joenes recibió justicia

4. CÓMO JOENES RECIBIÓ JUSTICIA

(según la narración de Pelui de la Isla de Pascua)

El Fiscal General ante el que fue llevado Joenes era un hombre corpulento, de rostro duro, ojos pequeños, labios pálidos, y cuyos rasgos parecían haber sido cincelados a martillo sobre un bloque de hierro. Ceñudo y silenciosamente despectivo, impresionante en su toga de terciopelo negro con cuello de encaje, era la encarnación viva de su terrible oficio. Servidor de la rama punitiva del gobierno, su deber era descargar el castigo sobre la cabeza de todos aquellos que caían en sus manos, y esto a través de todos los medios que le daba su poder.

El lugar de residencia del Fiscal General era Washington, aunque él era ciudadano de Atenas, Nueva York, y en su juventud había conocido a Aristóteles y Alcibíades, cuyos escritos son la destilación del genio americano.

Atenas era una de las ciudades de la antigua Helias, de donde surgió la civilización americana. Cerca de Atenas, Esparta, gran potencia militar, reinaba sobre las ciudades lacedemonianas del Estado de Nueva York. Atenas la Iónica y Esparta la Dórica se lanzaron a una desastrosa guerra, y perdieron su independencia bajo el dominio americano. Pero conservaban una cierta influencia sobre la política de este país, especialmente desde que Washington se había convertido en la sede del poder helénico.

Al primer momento, el caso de Joenes parecía sencillo. No tenía amigos importantes, ni colegas políticos, ni nada que pareciera poder oponerse a que fuera castigado. Consecuentemente, el Fiscal General tomó sus disposiciones para que Joenes recibiera toda la asistencia legal que por derecho le correspondía, y lo llevó ante un jurado de sus pares en la famosa Cámara Estrellada. Así se respetaba la letra de la ley, pero manteniendo la confortable seguridad de poder predecir por anticipado el veredicto que daría el jurado. Ya que los leales jurados de la Cámara Estrellada, que se consagraban en cuerpo y alma a la extirpación del mal, jamás en el transcurso de su historia habían dado un veredicto distinto al de culpabilidad.

El Fiscal General se proponía, una vez dictada sentencia, sacrificar a Joenes sobre la Silla Eléctrica de Delfos, lo cual le valdría el favor de los dioses y de los hombres.

Este era su plan. Pero una más cuidadosa investigación reveló que el padre de Joenes era un dórico de Mecanicsville, en el Estado de Nueva York, y que incluso había ocupado un lugar importante en la magistratura de esa comunidad. Y que su madre era una iónica de Miami, una colonia ateniense situada en pleno territorio bárbaro. A raíz de estos descubrimientos, algunos helénicos influyentes pidieron gracia para el hijo pródigo de esos padres respetables, y también para mantener la unidad helénica, una fuerza que había que tener en cuenta en la política americana.

El Fiscal General, que era él mismo de origen ateniense, juzgó preferible acceder a aquella petición. Ordenó la disolución de la Cámara Estrellada y que Joenes compareciera ante el Gran Oráculo de Sperry. Esta medida mereció la aprobación general, puesto que se sabía que el Oráculo de Sperry, tanto o más que el de Genmotor y Genelectric, era absolutamente justo e imparcial en sus juicios sobre los hombres y las acciones de los hombres. De hecho, la justicia pronunciada por los Oráculos era tan apreciada que en numerosos lugares habían reemplazado a los tribunales.

Joenes fue transferido pues a Sperry, y recibió órdenes de comparecer ante el Oráculo. Eso fue lo que hizo, aunque sus piernas temblaban. El Oráculo era una gran máquina de calcular de una infinita complejidad, con una consola de mandos, o altar, donde oficiaban varios sacerdotes. Esos sacerdotes eran sometidos a castración a fin de que no les turbaran otros pensamientos que los de la máquina. En cuanto al gran sacerdote, le eran arrancados además ambos ojos para que viera a los penitentes tan sólo con los ojos del Oráculo.

Joenes se posternó ante el gran sacerdote, pero este le hizo levantarse de nuevo y le dijo:

—No temas nada, hijo mío. La finalidad de todo ser humano es la muerte, y el sufrimiento constante su condición a través de la efímera vida de los sentidos. Dime, ¿tienes algo de dinero?

—Tengo ocho dólares y treinta centavos —dijo Joenes—. Pero ¿por qué me pedís eso, padre?

—Porque —dijo el gran sacerdote— es costumbre entre los suplicantes depositar voluntariamente una ofrenda a los pies del Oráculo. Pero si no tienes dinero puedes reemplazarlo por otros dones igualmente aceptables, tales como hipotecas, obligaciones, acciones, actas notariales o cualquier otro papel semejante a los que tan apegados están los hombres.

—No tengo nada de todo eso —dijo tristemente Joenes.

—¿Acaso no posees tierras en Polinesia?

—No. Las que cultivaban mis padres estaban arrendadas al gobierno, y deberán volver a él. No tengo ningún tipo de posesiones, ya que en Polinesia los hombres se interesan poco por esas cosas.

—Entonces, ¿no posees absolutamente nada? —exclamó el gran sacerdote. Parecía desconcertado.

—Nada más que esos ocho dólares y treinta centavos. También una guitarra, pero a decir verdad ni siquiera me pertenece. Es propiedad de un joven llamado Lum, un habitante de la lejana California. Pero padre, ¿esas cosas son realmente necesarias?

—No, por supuesto —dijo el gran sacerdote—. Pero incluso los cibernéticos deben vivir, y siempre es apreciada la generosidad de un extranjero, sobre todo cuando llega el momento de interpretar las palabras del Oráculo. Además, a veces la pobreza es considerada como una falta de piedad: el hombre pobre nunca se ha tomado la molestia de amasar dinero para cuando la cólera divina se abata un día sobre él. Pero ese no es nuestro problema. Vamos a poner tu caso en conocimiento del Oráculo, y a esperar su juicio.

El sacerdote tradujo al lenguaje secreto que utilizaba el Oráculo para comunicarse con los hombres la acusación del Fiscal General y la defensa de Joenes. La respuesta no se hizo esperar.

Este fue el veredicto del Oráculo:

ELÉVESE A LA DÉCIMA POTENCIA LA RAÍZ CUADRADA DE MENOS UNO.

NO HAY QUE OLVIDAR EL COSENO, PUESTO QUE EL HOMBRE NECESITA DISTRAERSE.

AÑÁDASE X COMO UNA VARIABLE FLOTANTE Y DESPREOCUPADA.

EL RESULTADO TENDERÁ A CERO, Y ENTONCES YA NO TENDRÉIS MÁS NECESIDAD DE MÍ.

Una vez recibida la decisión, los sacerdotes se reunieron para interpretar las palabras del Oráculo. Estas fueron sus conclusiones:

ELÉVESE A convierte en correcto lo falso.

LA DÉCIMA POTENCIA representa el número de años durante los cuales debe penar el suplicante para convertir en correcto lo falso; es decir, diez años de trabajos forzados.

LA RAÍZ CUADRADA DE MENOS UNO, tratándose de un número imaginario, representa un estado de gracia ficticio; pero, por su valor instrumental, representa también la posibilidad de poder y fama para el suplicante. A causa de ello, la anterior sentencia de diez años es sobreseída.

LA VARIABLE X representa las furias encarnadas de la tierra, entre las cuales deberá vivir el suplicante, y que le mostrarán todos los horrores imaginables.

EL COSENO es el signo de la propia diosa, protegiendo al suplicante de algunos de los horrores de las furias, y prometiéndole algunos de los placeres de la carne.

EL RESULTADO TENDERÁ A CERO significa que la ecuación de la justicia divina y de las necesidades humanas tenderá a equilibrarse en este caso.

YA NO TENDRÉIS MÁS NECESIDAD DE MÍ significa que el suplicante ya no tendrá que comparecer de nuevo ante este Oráculo ni ante ningún otro, puesto que el veredicto está completo.

Así fue como Joenes fue condenado a diez años de trabajos forzados y la sentencia fue sobreseída. El Fiscal General tuvo que obedecer la decisión del Oráculo y dejarlo en libertad.

Una vez libre, Joenes prosiguió sus Viajes por las tierras de América, portador a la vez de una maldición y de una promesa, así como de una condena sobreseída. Abandonó Sperry a toda prisa y tomó un tren hacia la gran ciudad de Nueva York. Y lo que hizo en aquella ciudad y lo que le ocurrió forman el tema de la siguiente historia.