Capítulo 17

A Eva le reverberaba en la cabeza el ruido y el tumulto de la plaza de Piccadilly mientras seguía adelante velozmente, con el teléfono móvil pegado al oído, hablando con Judd Ryder.

—Es Charles. Me está siguiendo. Estoy en la plaza de Piccadilly, me dirijo al Criterion. ¿Está cerca usted? Tiene una pistola.

—Ya estoy en marcha. Deje el móvil encendido.

El tráfico veloz de cinco calles desembocaba en la glorieta que rodeaba la plaza transitada. Los letreros de neón y de luces LED de colores chillones que anunciaban Coca-Cola, Sanyo y McDonald’s bañaban la plaza de luz obsesiva, roja y amarilla. Eva buscó con la vista un bobby. Ahora que Charles estaba cerca, a ella le hacía falta un Policía.

—Estoy pasando ante Lillywhites —informó a Ryder. Cuando Eva vio su propia cara reflejada en las vidrieras de la tienda de artículos deportivos, cuando vio la tensión que se apreciaba en ella, apartó la vista. Seis de los turistas con los que había cruzado la calle se desviaron hacia la fuente de Shaftesbury y la estatua. Ella siguió con ellos, asomándose para mirar atrás entre los hombros de los turistas.

—Charles sigue detrás de mí. Lleva un teléfono con auriculares y habla con alguien.

—Así que, ahora sabemos que tiene un amigo. ¿Hay alguien con él?

Ella lo comprobó.

—Yo no veo a nadie. Mi grupo está subiendo los escalones de la fuente, y yo voy con ellos. Pasaré al otro lado. La fuente me vendrá bien para ocultarme de él.

—Yo estoy en el paso de peatones de Piccadilly Street. ¿Puede retroceder dando un rodeo para venir a mi encuentro?

—Me vería él.

—De acuerdo. Vaya al centro Trocadero. Estaré allí.

La fuente de Shaftesbury, de bronce, tenía un brillo gris de níquel con las luces de la noche. Había personas sentadas aquí y allá en los escalones. En la parte superior, Eva se desplazó aprisa hasta el lado opuesto y observó desde lo alto la plaza, ceñida y bordeada por una verja de hierro que llegaba a la altura de la cintura, interrumpida por el paso de peatones por el que debía pasar ella. No había rastro de Charles, ni de ningún policía. Pero al otro lado del denso tráfico estaba el London Trocadero, un edificio enorme donde acudían multitudes para comer, beber, ir al teatro y jugar a videojuegos. Allí se reuniría con Ryder.

Se sumó a una pareja de jóvenes que descendían tranquilamente por los escalones, cogidos de la mano. Cuando llegaron a la base se dirigieron hacia la derecha, y ella avanzó hacia el frente.

De pronto, le oprimió el costado izquierdo una cosa dura y puntiaguda.

—Esto que notas es una pistola, Eva.

La voz de Charles.

—Te he atrapado, vieja querida. Por lógica, vendrías por aquí. Sic eunt fata hominum. —«Así van los destinos de los hombres».

—Charles, canalla, yo diría más bien Sic eunt fata mulierum. « Así van los destinos de las mujeres».

Mientras seguían caminando por la calle, ella bajó la vista y advirtió el bulto que producía en el bolsillo de la gabardina de él la mano que la apuntaba con el arma.

Oyó que Ryder le ordenaba:

—Esconda el móvil. Déjelo encendido.

Pero cuando ella deslizó el teléfono en el interior de su chaqueta, el cañón de la pistola volvió a golpearle el costado.

—No —dijo Charles en tono cortante—. Dámelo.

Ella se quedó inmóvil; después, volvió la cabeza para mirarlo; vio su expresión helada, sus ojos negros y duros. La rabia y la frustración que se habían estado acumulando dentro de ella brotaron como un torrente.

—Yo te quería. Creía que tú me querías a mí. Quiero alegrarme de que estés vivo, pero me lo estás poniendo muy difícil. ¿Qué demonios crees que estás haciendo?

—Sigue andando y baja la voz. Dame el teléfono. Ya.

Algunas personas los miraban.

—Si crees que no voy a disparar, acabarás muerta en la acera.

A ella le palpitaba con fuerza el corazón y la bañaba un sudor frío. Le entregó el teléfono móvil.

—No vuelvas a llamarme vieja querida. Nunca me gustó, hijo de perra.

Él apagó el teléfono de Eva y habló con tono triunfal por sus propios auriculares.

—La tengo, Preston. La retendré para que te puedas encargar de ella tú. ¿Dónde quieres recogernos?