Cuando Julio César se dirigía al Senado, le entregaron en mano una nota. Sus espías habían trabajado bien y le comunicaban la conjuración para matarlo y la lista de los conjurados.

Por desgracia, César tenía prisa y no leyó la nota.

Una hora más tarde, fue asesinado.

De la traducción del Libro de los Espías

En el mundo oscuro del espionaje, no siempre es fácil saber si has descubierto un secreto o no.

Revista Time, 9 de enero de 2006