LO OCURRIDO A O'DALY
DON Demetrio O'Daly era el comandante general de Castilla la Nueva. El Gobierno, al saber el avance de Bessières, le encomendó la tarea de batir a los realistas, operando en combinación con las fuerzas del Empecinado.
O'Daly participaba del odio de los militares de carrera por los guerrilleros y del desprecio de los masones por los individuos afiliados a la Comunería. Además de esto. O'Daly, como todos los criollos, se creía aristócrata. No era extraño que no quisiera ponerse en relación con el Empecinado, guerrillero, comunero y plebeyo. Las fuerzas con que contaba O'Daly no eran bastantes para batir a los realistas; pero O'Daly quería a todo trance atacar sólo con sus tropas.
La noticia de que Ulman se había separado del grueso de los realistas y marchado a Caspueñas, de que Bessières, en compañía del ex franciscano Talarn, no tenía más que unos dos mil hombres cerca de Brihuega, alentó a O'Daly a marchar solo contra los facciosos.
El día 24, por la mañana, sin avisar al Empecinado, salió con su columna en marcha hacia Brihuega.
El avance fue difícil y penoso por las lluvias y el barro del camino.
Al mediodía la columna de O'Daly se encontró a la vista de los facciosos.
Estaban los realistas en los cerros, escalonados en trincheras, en número de unos dos mil, y en la orilla del Tajuña tenían unos mil hombres con quinientos caballos.
O'Daly dispuso un movimiento de flanco con objeto de envolverlos, y mandó avanzar al regimiento de milicia activa de Bujalance y a las compañías de Guadalajara.
A unos y a otros, al entrar en fuego, se les vio sin ánimos, sin más deseo que hacer como que cumplían.
Los absolutistas, que estaban a orillas del río, se dieron cuenta en seguida de lo que pasaba; cruzaron el puente sobre el Tajuña, a las órdenes del fraile Talarn, avanzaron con rapidez a la bayoneta y los milicianos y voluntarios de O'Daly, volviendo la espalda, tiraron los fusiles y echaron acorrer. Al ver esto, la caballería facciosa salió en persecución de los fugitivos. La infantería realista, saltando de sus trincheras, corrió a envolver al enemigo, se extendió en anfiteatro e hizo un copo de las tropas constitucionales. Estas se entregaron a discreción, y los realistas cogieron prisioneros a un brigadier, a siete jefes, veintisiete oficiales, mil doscientos soldados con sus fusiles y cinco piezas de artillería con sus carros de municiones.
No quedaron todas las fuerzas de O'Daly prisioneras, porque a media tarde un escuadrón del regimiento de Alcántara, mandado por el coronel Pintado, dio una carga contra los facciosos, rompió el cerco y salió de él. En la carga cayeron heridos a lanzadas Talarn y varios oficiales de Bessières.
Se hizo de noche y las fuerzas derrotadas pudieron retirarse a Caracena.
A pesar de que O'Daly tenía medios de comunicar lo ocurrido al Empecinado, no lo hizo por despecho, y éste, después de batirse en Caspueñas se presentaba a las nueve de la noche en Brihuega, pretendiendo entrar en la villa.
Los realistas, desde las fortificaciones, se defendieron y destacaron una columna exploradora, pero no se atrevieron a salir y aceptar la batalla, quizás pensando que la fuerza que les atacaba era mayor.
La noticia de la derrota de Brihuega hizo un efecto desastroso en Madrid. Los masones dijeron que la culpa había sido del Empecinado por no haber secundado a O'Daly; los comuneros, que era de O'Daly por no haber avisado al Empecinado.
O'Daly había sido el culpable; su vanidad, su deseo de vencer solo, ocasionó aquella derrota, que contribuyó a desmoralizar a los liberales.