LA PARTIDA DE BARRIO
DESCANSARON Aviraneta y Frutos con sus tropas en Hontoria del Pinar. Aviraneta averiguó que Barrio, perseguido por Diamante, había entrado en la provincia de Soria, dirigiéndose a la sierra de Yanguas, y al saberlo envió un parte al jefe político de Soria indicándole la dirección de Barrio y la conveniencia de colocar algunas patrullas de soldados o de milicianos a su paso.
Mandó a un aldeano con el parte, y al día siguiente salieron Frutos y Aviraneta de Hontoria del Pinar. Frutos avanzó hacia San Leonardo, y Aviraneta recorrió Covaleda y Vinuesa.
Tenían como punto de reunión Hinojosa de la Sierra.
Aviraneta, al pasar por Covaleda, supo que Diamante seguía persiguiendo al cura Barrio por Salas y Quintanar; que aquí se habían metido los dos en las sierras de Hormazas y de Santa Inés, y que iban por el momento uno tras otro recorriendo la parte de Yanguas.
La única solución del cura Barrio para no verse obligado a internarse en la llanura, en cuyo caso se hubiera visto rodeado al momento, era o entrar en tierra aragonesa, solución mala, no conociendo el terreno, o volver de nuevo hacia Burgos; pero para impedirlo estaban al acecho Aviraneta en Vinuesa y Frutos en San Leonardo. Se reunieron los dos en Hinojosa y avanzaron juntos hasta Estepa de San Juan.
Aquí supieron que el cura Barrio y sus guerrilleros, cansados, aspeados y muertos de hambre, perseguidos por Diamante, que no les dejaba descansar un momento ni de día ni de noche, se habían rendido y entregado las armas al alcalde de Yanguas.
Diamante no pudo coger el fruto de su persecución, porque al día siguiente, un par de horas antes de que su patrulla entrara en Yanguas, se presentó una columna salida de Soria y se hizo cargo de los presos.
Diamante, indignado, los reclamó; el jefe de la columna no quiso entregarlos, y se dirigió con ellos hacia la capital. Al encontrarse en el camino con las patrullas de Frutos y de Aviraneta éste dio al comandante explicaciones de cómo habían salido en persecución de Barrio desde Burgos, y el comandante entregó los prisioneros.
Formaban la partida, además del canónigo don Francisco Barrio, tres curas de pueblo y los guerrilleros llamados Dionisio Carro, Isidro Astorga, José Crespo, Agustín Escudero, gente toda conocida por sus fechorías, y además de éstos, algunos indocumentados sin importancia.
Diamante quedó muy poco satisfecho de la aventura. Esperaba coger la presa, y ésta se le había escapado en el momento de echarla mano.
Al contarle Aviraneta la captura del cura Merino, Diamante exclamó entristecido:
¡Qué suerte! ¿Y qué ha hecho usted con él? ¿Lo ha fusilado usted?
—No. El gobernador lo prohibió terminantemente. Si hubiese tenido a mis órdenes gente fina y revolucionaria les hubiera encargado que al llevar al cura a Burgos con el pretexto de que se quería escapar le hubiesen pegado cuatro tiros en el camino… pero no había gente terne.
—¡Qué lástima! —exclamó Diamante.
Diamante pretendió fusilar a Barrio y a los principales de la partida capturada, pero Aviraneta se opuso. La orden era de conducirlos prisioneros; Diamante quiso entonces atarlos a la cola de los caballos, pero tampoco se aceptó la idea y se decidió llevarlos en dos grupos.
La columna, cruzando campos, tomó la calzada de Soria a Burgos y llegó a esta ciudad a entregar los presos.
El gobernador preguntó a Aviraneta qué recompensa deseaba. Este le dijo que si conseguía alguna medalla para Diamante y para Frutos, se lo agradecería.
El gobernador mandó un parte al Gobierno elogiando el servicio prestado por Aviraneta y al día siguiente los tres jefes de los tercios de Aranda volvían a esta villa.