«MARE SERENITATIS»
MUCHAS extravagancias, absurdos e insensateces escribió Thompson dirigidos a la luna, a la que contemplaba por las noches desde el balcón de la torre. Entre sus notas fragmentarias la única que tiene un poco de sentido es esta, titulada Mare Serenitatis, y que dice así:
«Entre los nombres extraordinarios y poéticos que los astrónomos han puesto en la geografía de la Luna, ninguno para mí tan sugestivo como el Mar de la Serenidad (Mare Serenitatis).
Antiguamente debían creer que estos mares lunares tenían agua y oleaje; hoy se sabe que son llanuras, oquedades entre montes y cráteres volcánicos.
Como ese supuesto mar tuyo, ¡oh Luna!, nosotros quisiéramos que en el espíritu humano hubiera también otro mar de la Serenidad en una región oculta e inexplorada…
¡Qué admirable descubrimiento sería llegar a él por entre un laberinto de montañas abruptas!
Este mare serenitatis tendría un agua más sutil que la de las lagunas de las altas cumbres, y se extendería bajo un cielo claro y sin brillo.
Yo no le pediría a este mar placeres indignos de un espíritu noble, ni el olvido de las aguas del Leteo, sino la claridad, la comprensión de los enigmas de la vida, de nuestras brutalidades, de nuestros fanatismos y de nuestras violencias.
Allí me gustaría verme, sin cólera y sin humildad, limitado ante la Naturaleza y tranquilo en mi limitación; allí me gustaría ver mi espíritu limpio de posos turbios y malsanos como un cristal brillando a la luz del sol.
Desgraciadamente, ni en ti, vieja Selene, pequeño satélite, ni en nuestro espíritu humano, tan pequeño como tú, existe ese mar de la Serenidad.»