V

LOS CABALLEROS

EN la casa de huéspedes de doña Saturnina conocí a varias personas, gentes pintorescas, cuya vida sabía luego por la misma patrona.

Uno de los fijos en la casa era un señor alto, moreno, de pelo blanco, vestido con traje oscuro, y que se paseaba por los arcos de la plaza del Castillo ataviado con un sombrero de copa cubierto de hule y una levita larga, y que cuando hacía fresco se ponía una esclavina azul sobre los hombros.

—¿Quién es este señor? —le pregunté a la patrona.

Doña Saturnina me dio tres o cuatro nombres de estos compuestos y largos que usan los españoles.

—¿Y este caballero no trabaja? —pregunté yo.

—No. ¡Ca!

—¿Es rico?

—Poca cosa.

—¿Es de buena familia?

—Ya lo creo. ¡Es un Pérez de Cascante! Es de los caballeros de Olite.

Este caballero tenía un amigo que le acompañaba en sus paseos, el señor Sánchez de Peralta.

Doña Saturnina me explicó la genealogía de ambos.

—Ninguno de los dos ha trabajado nunca —me decía la patrona con entusiasmo—. Son caballeros.

Me hizo gracia el equiparar la holganza con la nobleza, lo que en el fondo es muy natural y lógico.

Todos los días les veía a los dos caballeros dar vueltas y vueltas por la plaza del Castillo, con sus sombreros de copa y sus botas, que les crujían al andar. Los dos parecían mucho más jóvenes de lo que eran. Siempre he creído que el no discurrir conserva la vida; por eso dijo Juan Jacobo Rousseau, y otros lo habían dicho antes, que el hombre que piensa es un animal depravado.

Muchas veces he pensado que la felicidad está en ser un Pérez de Cascante o un Sánchez de Peralta, y en dar vueltas por los arcos de la plaza del Castillo con unas botas que crujen y una esclavina azul; pero, puesto en esta actitud espiritual, se me ha ocurrido si no sería aún más perfecto ser una vaca, o quizá una ostra.

No he decidido yo, como creo que no lo ha decidido nadie, si es mejor la ciencia unida a la desdicha y al dolor o la estupidez mezclada a la felicidad; pero, sin decidirlo, cuando veo algún vago de estos firmes y constantes en su noble ocupación de no hacer nada, siempre pienso si será uno de los caballeros de Olite, el señor Pérez de Cascante o el hidalgo Sánchez de Peralta.