VIII

EXAMEN DE MIS APTITUDES POR EL SISTEMA MÉTRICO DECIMAL

UNO de aquellos días en que me hallaba más aburrido aún que de ordinario, hice este cuadro de mis aptitudes morales e intelectuales por el sistema métrico decimal:

CONDICIONES DE J.H. THOMPSON
Amor al trabajo 5%
Benevolencia 10%
Egoísmo 15%
Valor personal 5%
Sentido erótico 10%
Moralidad 5%
Espíritu religioso y superstición 2'50%
Adquisividad (estilo Fitzhamer) 2'50%
Sociabilidad 10%
Instinto de vagabundez 10%

Después del cuadro sinóptico de mis aptitudes, comencé el de mis conocimientos por el mismo sistema métrico decimal, y me resultó este:

Dibujo 10%
Litereatura 10%
Filosofía 5%
Botánica y Farmacia 10%
Arte de disecar 15%
Geografía 5%
Lenguas 5%

Por una fantasía como esta, el frenólogo Fitzhamer cobraba bastante dinero; en cambio, yo no me cobré nada a mí mismo.

Mi interés en esta época consistía en elevar mis conocimientos lingüísticos (5%, según el cuadro) a un 10 o a un 15 por 100.

Aprendía el español y el francés sin maestro, y tenía la sospecha de que iba a entendérseme con dificultades. Sobre todo la pronunciación y la propiedad de las palabras me fallarían. Me pasaría probablemente lo que al inglés de una caricatura francesa, que entra en un café de París y para pedir: Garçon, une bouteille de bire, hace un esfuerzo de memoria y dice: Celibataire, une bouteille de cercueil!

Esta confusión de las cervezas con los ataúdes, lo más que podía producir es que se burlasen de uno.

Aunque comprendía que no me las arreglaría fácilmente, no me preocupaba esto mucho. Lo difícil para mí era dar el primer paso, cruzar el canal de la Mancha y desembarcar en el Continente.

Había pensado marchar a España. Sentía hambre de sol y de cielo azul; estaba cansado de encierro, de lluvias y de barro.

Había leído bastante sobre España; no creía ni mucho menos, que fuera un país de delicias en que a cada paso ocurrieran aventuras extraordinarias; pero pensaba ir allí.

Aunque soy optimista, no soy de los que abrigan una confianza excesiva en los hombres y en las cosas, y que se desilusionan al menor tropiezo. Mi fuerza está en la perseverancia y en la resignación estoica. He sido siempre más espectador que actor; la vida me ha dado la impresión de una comedia, a veces amable, a veces aburrida.

Tengo las decisiones tardas. He necesitado siempre el aguijón de la necesidad imperiosa para lanzarme a la acción. Si esta necesidad imperiosa no me azuza, miro los acontecimientos con calma.

Muchas veces he dicho: Veremos a ver esto adónde nos arrastra; y he seguido a la deriva, bastante indiferente, mientras no aparecía la cruel y urgente necesidad.

Mi viaje a España era cuestión de momento. A veces creía si sería mejor quedarme en Londres. Mis acreedores estaban despistados, ¿pero cómo vivir así constantemente? La quietud me iba enmoheciendo; necesitaba hacer algo, aunque fuesen tonterías: andar, correr, cambiar de escenario.