51

Acurrucado en la oscuridad del túnel de canalización de aguas pluviales, trató de descansar y de concentrarse en dominar el dolor. Ya sabía que había infección. La herida no era grave en sí, la bala sólo había rasgado la musculatura abdominal, antes de volver a salir, pero el proyectil estaba sucio y notaba que los gérmenes empezaban a expandirse por su cuerpo, haciendo que deseara tumbarse y dormir.

Miró hacia la salida del largo y oscuro túnel. La escasa luz que sé filtraba desde arriba, aquí y allá, lo hacía parecer interminable. Apoyándose en la resbaladiza pared, se puso en pie y echó a andar de nuevo. «Un día —se decía mientras caminaba—, aguanta un día y aguantarás los demás». Se lo repetía mentalmente como una letanía.

En cierto modo, era un alivio. A pesar del dolor al que ahora se añadía el hambre, sentía alivio. Se acabó la doble vida. Había caído la fachada. Backus ya no existía. Ahora sólo quedaba el ídolo. Y el ídolo triunfaría. Ellos no eran nada hasta que llegó él, y nada podrían hacer para detenerlo.

—¡NADA!

El eco se llevó su voz túnel adentro, hacia la oscuridad, hasta que se extinguió. Tapándose la herida con una mano, se dirigió hacia allí.