Dicen que escribir es una tarea solitaria, pero eso no es del todo cierto. Los escritores cuentan con la ayuda de gente que está dispuesta a compartir con ellos su tiempo y su sabiduría, y yo estoy encantado de tener la oportunidad de dar las gracias a algunos de ellos desde estas páginas.
John Curtis, conservador de la sección del Antiguo Oriente Próximo del Museo Británico y uno de los primeros en hacer sonar la alarma ante el pillaje del patrimonio iraquí tras la invasión de 2003, me explicó pacientemente los detalles de esa serie de trágicos sucesos. Irving Finkel, su colega en el museo, tuvo la amabilidad de ilustrarme acerca de las costumbres del período de Abraham e introducirme en el especializado campo de la escritura cuneiforme babilónica, terreno en el que seguramente es el mayor experto del mundo. La muestra de dicha escritura que aparece en este libro es creación suya, y algunas de las vivencias de Shimon Guttman como académico están inspiradas en las del doctor Finkel. Me siento profundamente en deuda con él por haber podido contar con sus conocimientos y su apoyo para este proyecto.
Los detalles sobre el extraordinario tráfico internacional de antigüedades me los proporcionaron Karen Sanig, del bufete londinense Mishcon de Reya, y el ex sargento de la policía Richard Ellis, fundador de la División de Antigüedades de Scotland Yard. Admiro enormemente su determinación en la lucha contra una delincuencia que busca privar a la civilización de sus mayores tesoros. También estoy agradecido a Rupert L. Chapman III, antiguo secretario ejecutivo de la Palestine Exploration Foundation, y a Edward Fox, cuyo libro Palestine Twilight explica tan acertadamente la carga política implícita en las exploraciones arqueológicas de Oriente Próximo. Tanto el personal de BA Cargo en Heathrow como el Servicio de Aduanas de Su Majestad fueron de lo más amable.
Fueron mis amigos del Guardian Aleks Krotoski y Víctor Keegan quienes me iniciaron en Second Life. Vic desempeñó generosamente el papel de cicerone guiándome por las profundidades de ese misterioso mundo virtual. Una vez más, Tom Cordiner y Steven Thurgood estuvieron a mi lado para compartir sus ilimitados conocimientos en todo lo relacionado con los ordenadores.
En cuestiones de Oriente Próximo estoy en deuda con los cientos de palestinos e israelíes a los que he conocido estudiando o escribiendo sobre esa región a lo largo de dos décadas. Muchas de sus historias me han servido de base para este libro. Debo dar particularmente las gracias al doctor Meron Medzini; a Aryeh Banner, de la Western Wall Heritage Foundation; a Chris Stevens, del departamento de Estado de Estados Unidos; a Doug Krikler; y a mi viejo amigo Marshall Yam, que me ofreció reflexiones clave justo cuando empezaba a dar forma a esta historia. Mis padres, Michael y Sara Freedland, y mi suegro, Michael Peters, leyeron el primer borrador y me brindaron sus mejores consejos a lo largo del camino.
Jane Johnson, de Harper Collins, es la clase de editora por la que cualquier escritor daría su brazo derecho. Es perspicaz, entusiasta, exigente y posee la irritante costumbre de tener siempre razón. Ella y Sarah Hodgson forman un equipo formidable.
Tres personas merecen un agradecimiento especial. Jonathan Cummings no solo es capaz de desenterrar la más recóndita brizna de información a la velocidad de la luz, sino que se ha convertido también en un querido colega y co-conspirador. Jonny Geller es el padrino de todo este proyecto: no solo ha creído en él desde el principio, sino que lo ha acompañado a lo largo de todo el camino con sus sabios consejos. Lo he dicho en otras ocasiones y lo repito en esta: es el mejor agente del ramo y un amigo modélico. Nada de todo esto hubiera visto la luz de no ser por él.
Por último, mi mujer, Sarah. Su entusiasmo e interés por esta historia no decayó nunca, ni siquiera cuando el trabajo me mantuvo encadenado al ordenador más horas de las oportunas. Leyó el manuscrito con perspicacia y atención y me apuntó numerosas mejoras. Es una fuente constante de ánimo, risa y amor. Al igual que este libro, mi historia tiene su heroína… y es ella.