GUERRA X

A mediados de los noventa, merced a nuestras nuevas armas escénicas, desplegamos en Catalunya la ofensiva más belicosa hasta el momento. Una doble versión del Ubú: Ubú President, más Ubú o los últimos días de Pompeya, junto a la apología de dos personajes vilipendiados por el nacionalismo en La increíble historia del Doctor Floit & Mister Pla y Daaalí. El éxito fue notable no solo en Catalunya, sino en toda España, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Polonia, Portugal, México, Venezuela, Argentina, Perú y Colombia.

No era difícil intuir que pagaríamos cara esta insolente libertad, porque, además de dicha batalla pública, en el ámbito interior de la compañía veníamos desplegando otra clase de acciones militares que no por más modestas eran menos mortíferas. Cada uno de los ataques que sufríamos era replicado automáticamente por una descarga en forma de cartucho literario. Decenas y decenas de cartas constituyeron un armamento ligero disparado con mira telescópica directamente al autor de la agresión.

Ya no era el fax mofador, sino una carta protocolaria entrada siempre por registro oficial. Expongo aquí solo unos pocos ejemplos que testimonian los ingredientes con los que construíamos los numerosos proyectiles lanzados al adversario.

Empiezo por un día del año 1997 en que recibimos una sorprendente carta cuyo contenido consideré la certificación del cinismo con que obraba la Administración regional. Se trataba de una invitación del director de TV3 para participar en un evento anual llamado La Marató de TV3.

Televisió de Catalunya

Querido Sr. Boadella:

Una vez más, Televisió de Catalunya pone en marcha La Marató de TV3 con la finalidad de recaudar fondos para la investigación biomédica en Cataluña.

Los recursos obtenidos en la presente edición irán destinados a la investigación fundamental dentro del ámbito de las enfermedades genéticas hereditarias, concretamente las distrofias musculares y la fibrosis quística. Estas enfermedades tienen en común que son de origen genético y se transmiten de padres a hijos. Son enfermedades crónicas y progresivas que afectan normalmente a niños y a jóvenes, son invalidantes y no se curan.

Como ya es habitual, durante más de doce horas en directo que dura La Marató, los espectadores harán sus promesas de donación a través del teléfono. En el curso del programa se alternarán las entrevistas a enfermos y a médicos, los mensajes de adhesión a La Marató, las fiestas en pueblos de Cataluña y las actuaciones en directo de artistas que se solidarizan.

La Marató, en la que será su sexta edición, tendrá lugar el domingo de diciembre y nos complacería mucho poder contar con su apoyo.

Esperando que acepte nuestra invitación, reciba mis más cordiales saludos.

Lluís Oliva

Director

Televisió de Catalunya

Entre atónito y mosqueado, pues no sabía si se trataba de una chanza o de un error en el mailing, le lancé esta respuesta:

Estimado Sr. Oliva:

Acabo de recibir su peripuesta carta pidiendo mi colaboración en La Marató, destinada, según me informa, a obtener recursos para enfermedades genéticas y hereditarias. Me permitirá que mi apoyo para tan tristes condiciones de vida lo haga llegar directamente, sin colaborar en esta velada de exaltación de la filantropía nacional. No obstante, tampoco me resisto a comunicarle mi perplejidad ante su petición. Sin duda, debe tratarse de un error porque precisamente el Sr. Vilajoana, Director General de la Corporación, y sus antecesores, llevan años sin dignarse responder a nuestras cartas y la televisión que usted dirige ha desestimado siempre toda propuesta de grabar nuestras obras o cualquier otra colaboración.

Si no es un error, entonces es una desvergüenza, pues por lo que parece, en el momento de organizar actos de exaltación humanística a fin de mostrar al mundo lo buenos y solidarios que somos los catalanes, se cuenta con todos (hasta los disidentes tienen su corazoncito), ahora bien, en el día a día continuará funcionando la lista de los adscritos a la causa, o sea, los suyos.

Aprovechando que usted me describe con detallada precisión el contenido de las enfermedades hereditarias que motivan el acto, me permito sugerirle que la próxima Marató tenga el objetivo de compensar las numerosas enfermedades también progresivas y hereditarias, pero de origen psíquico, que TV3 viene provocando a través de una versión sectaria de este país, tele-dirigida desde la Generalitat. Le puedo asegurar, pues, que para semejante labor de saneamiento mental tendrá todo mi entusiasmo y colaboración.

Esperando que acepte esta generosa sugerencia de colaboración, reciba un cordial saludo.

Albert Boadella

Don Lluís Oliva tuvo todavía la desfachatez de pasar al contraataque con una carta donde, entre otras frases, disparaba sobre mi comportamiento ético sin ningún recato:

… probablemente el error es mío al haber pensado que usted era capaz de dejar de lado cualquier cuestión de cariz personal y profesional delante de una ocasión de interés superior.

No era cuestión de replegarse ante semejante tupé; una breve descarga por nuestra parte zanjó la escaramuza:

… Me complace manifestarle la emoción que ha supuesto para toda la compañía el que TV3, después de tantos años, se digne finalmente a establecer comunicación con nosotros. Sería una torpeza no pasar por alto el ánimo vejatorio de los contenidos de su carta si lo comparamos con la profunda trascendencia histórica del hecho. Me refiero naturalmente al acto concreto de cruzar, por fin, misivas entre las dos partes.

Como dicen en Casablanca, esto puede convertirse en el principio de una gran amistad…

Suyo afectísimo, attmt, v.a.t.p.c.

Para descifrar las abreviaciones finales no sé si necesitaron un filólogo nacionalista, pero seguro que si lo hubieran consultado al bedel de la institución, este lo habría adivinado en un santiamén.

Unos años después aparecieron diversas noticias sobre investigaciones en la distribución de los fondos recaudados por las distintas Marató de TV3. Enseguida me vino a la cabeza nuestro prudente criterio de repartir las ayudas directamente a los afectados. ¿Por qué la vejez nos aporta tan pocas sorpresas?

Dentro de esta misma fase armamentística también tuvimos que fabricar una munición parecida contra el Ayuntamiento de Calafell, que pretendía finiquitar el título de personas non gratas concedido unos años antes debido a una aparición nuestra en TVE. Apunten… ¡Fuego!

Señor Alcalde y demás miembros del Consistorio de Calafell:

A través de algunos medios de comunicación nos hemos enterado de que tienen ustedes la intención de retirarnos el título de «Personas Non Gratas» que tan solemnemente nos concedieron en 1988. Parece ser que pretenden tomar esta injustificada decisión debido a que recientemente se trató el tema en TV, concretamente en la entrevista de Manuel Fuentes a Javier Gurruchaga.

¿De verdad creen ustedes que se pueden poner y quitar títulos según los programas de televisión?

Son ustedes la vergüenza de los usuarios de la denominación «Personas Non Gratas». Se comportan como estos ayuntamientos que después de nombrar hijo predilecto a Franco, ahora, cuando mandan otros, rectifican y lo convierten en hijo de puta. Ustedes siempre con los ganadores. ¡Un poco de dignidad, señores! Y, ante todo, un respeto por las «Personas Non Gratas» nombradas con la mayoría del Consistorio convergente y la aquiescencia de la oposición socialista.

Piensen que nosotros, al no poder lucir la Creu de Sant Jordi, hemos llevado con orgullo su título non grato por todo el mundo. Como es natural, teníamos que explicar el caso y situar Calafell en el mapa; pero creemos que este detalle ha contribuido sustancialmente a la expansión turística de su localidad.

Durante estos años hemos respetado escrupulosamente los límites municipales. Cuando vamos de gira, los camiones de la compañía pasan siempre por la AP7 en lugar de la AP9, que como saben es demasiado cercana al municipio. Ningún miembro de Els Joglars, y no sin pesar, ha pisado la villa. ¿Podrán comprender algún día lo que significa para un buen catalán no poder pasear por Calafell?

Hemos cumplido con rigor. No nos hemos movido de nuestros principios, estamos en el mismo sitio, incluso un poco más convencidos. ¿Y ahora solo por un programa de TV3 ustedes cambian de camisa…? Hagan el favor de aguantar el cirio dignamente. Por lo menos, nosotros, con su permiso o sin él, seguiremos llevando de por vida la denominación «Personas Non Gratas» de Calafell.

Visca la Catalunya Non Grata!

El resultado fue positivo. Se replegaron y no se atrevieron a despojarnos de título tan honorable para nosotros que aún seguimos ostentando.

Otra de las estrategias bélicas del nacionalismo es ganar extranjeros para la causa. Esto supone una labor publicitaria de insistencia sobre la mística de «etnia perseguida», pero ante todo significa un presupuesto disponible para obtener adeptos foráneos que publiciten el invento. Escuchar por la radio o la televisión a un japonés, un alemán o un británico hablando catalán con acento extranjero es un disparo sentimental de primera magnitud hacia el auditorio. Si además el forastero se deshace en panegíricos del país y su síndrome de converso lo convierte en militante de la causa, el guiri habrá encontrado la panacea para vivir como un rey en Catalunya. Ese es el caso de un tal Matthew Tree, un joven inglés que muy pronto descubrió el filón y gracias a ello tiene hoy programas en TV3 y en las radios de la tribu, además de espacios para escribir artículos en los periódicos afectos al movimiento. Hace unos años, este ladinillo publicó un libro titulado CAT en el que hacía una descripción, siempre laudatoria, del territorio y la sociedad catalanes. En ese concentrado de pelotilla literaria se permitía afirmar que Josep Borrell, Alejo Vidal-Quadras y un servidor estábamos amargados o resentidos porque no nos gustaba cómo era Catalunya. Consideré el colmo que los mercenarios extranjeros se sumaran a la cruzada para darnos lecciones de catalanidad a los sufridos aborígenes disidentes y me vi en la obligación de responder con una ráfaga sobre su fábrica de jabón, que si bien no le causó ningún estropicio material (vista su carrera posterior), por lo menos a mí me dejó relajado y satisfecho.

Mister Matthew Tree:

Por puro azar cayó en mis manos un ejemplar de su libro CAT y al hojearlo pude constatar sus opiniones en relación a mi certificado de catalanidad que usted se permite juzgar como si del fiscal general se tratara.

Mire, joven, todos hemos cometido muchos actos de ignorancia hasta bien superada la adolescencia. No obstante, compruebo que usted hace bastantes años que ha pasado esta etapa de crecimiento y sigue con la nostalgia de preservar una insensata simpleza, que observada con detenimiento resulta más interesada de lo que parece a primera vista. Su propio currículo es ya una prueba tangible de adulación a los que manejan el cotarro hoy en Catalunya. Le recuerdo que a esos ejemplares de la coba interesada, en la maligna Castilla de sus pesadillas se les llama «mamones».

Me parece comprensible que el síndrome de converso le lleve a enjabonar el territorio de acogida, pero usted no pierde el tiempo y descubrió muy pronto la fórmula mágica para vivir del cuento. Ha pillado enseguida que enalteciendo los rasgos diferenciales, en este minúsculo territorio con complejo de persecución, puede aportar una sustanciosa rentabilidad.

Sin embargo, parece que viniendo de otro país debería practicar una prudencia natural, evitando los juicios de valor sobre el grado de vocación patriótica de algunos ciudadanos de este rincón del Mediterráneo.

La prudencia, pues, no forma parte de sus mínimos y, al igual que los antiguos imperialistas de su puritana nación, se dedica sin ningún pudor a la antropología de los indígenas, como es el caso de un servidor u otros aborígenes.

Si no tuviera un encéfalo en tinieblas podría imaginarse que a lo largo de los años he sido blanco de toda clase de exabruptos desde los sectores más diversos, pero también le puedo asegurar que un caso de insensatez como el suyo aún tiene la capacidad de sorprenderme.

Mientras Matthew corría en dodotis por London, yo había fundado una compañía de teatro en un momento en que sus padrinos catalanistas se dedicaban a llenarse los bolsillos y miraban a otra parte cuando la dictadura atropellaba los derechos esenciales de los ciudadanos, porque, en el fondo, Franco les iba muy bien como justificación. Esta compañía, que es hoy la más antigua de Europa en el ámbito privado, es también la que ha construido más obras genuinamente catalanas, aunque un mentecato de su talla me clasifique ahora en la lista de traidores a la causa.

Cuando usted aterrizó desde la pérfida galaxia Albión en esta tierra, como un marciano más de los que desembarcan en Lloret de Mar en busca de sangría y cogorza diaria, nosotros hacía bastantes años que llevábamos nuestras obras en catalán por el resto de España. Lo hacíamos con todo el arte del que éramos capaces, y también con la buena disposición de mostrar la existencia de otra lengua viva en el Estado. Esto ocurría mientras sus ídolos de la ceba realizaban catarsis catalaneras en Montserrat bajo el amparo del abad Escarré, un franquista al que le subía la libido cuando llevaba bajo palio al Generalísimo.

Me parece muy legítimo que se masturbe con el retrato del President Maciá o se desgañite berreando Els segadors en la ducha. Ahora bien, también me parece un escarnio que, encima de tener que soportar pacientemente el enjambre de rufianes y mangantes camuflados de patriotas, nos toque ahora aguantar además las piruetas de un inglés actuando de sabueso al servicio del establishment de la tribu. Solo nos faltaba un guiri reciclado al pan con tomate entre la banda de comisarios y talibanes que, con cargo al dinero público, velan por la ortodoxia nacional.

Usted escribe que yo soy infeliz como catalán. ¡Manda huevos! Despierte de una vez y abandone por un momento su condición de ficus británico. Míreme bien. ¿De veras me nota infeliz? Pues siento decirle que me divierto como un sátrapa, gano dinero, vivo en el lugar más bello de este país con una espléndida casa rodeada de un parque de cuatro hectáreas, tengo un éxito colosal y la gente se interesa incluso por una micción mía. Pero todavía le diré más: pongo a parir a mis conciudadanos cuando lo creo conveniente y aún me ríen las gracias pasando por taquilla.

Por todo ello, quiero despedirme de usted rememorando el grito de sus admirados almogávares, pero con un toque personal para el caso: Desperta, burro, desperta![5]

El mister aún tuvo la frescura de responder; solo que, cuando llegó la carta a la oficina, sin abrirla, se puso en un sobre con su dirección y volvió al remitente. No faltaba más que perder el tiempo en polémicas con el pillo británico.

Todas esas reyertas caseras pueden parecer simples anécdotas esporádicas que tampoco tendrían por qué empañar un clima político que se ha venido definiendo como el «oasis catalán». Nada más lejos de la realidad; cada uno de estos episodios revela los síntomas de una degradación generalizada que afecta directamente a la clase política.

Para mostrar la bajeza en que ha caído esta actividad en Catalunya, citaré como ejemplo de especial significación otro episodio que, al margen de su carácter provinciano, retrata crudamente el modelo de funcionamiento general.

Se trata de los premios Estel i Boira [Lucero y Niebla] que anualmente organiza el Ayuntamiento de Bellpuig (Lleida). Estos premios, como queda obvio en su enunciado, son, el primero, para un notable catalán del año que haya favorecido el nacionalismo; y el segundo, para el personaje o institución que pueda ser considerado enemigo de la génesis aborigen. Entre los que figuran en esta última consideración vejatoria encontramos a Samaranch, Rodríguez Ibarra, el director de la Real Academia de la Historia, el periódico ABC, el rey Juan Carlos, etc.

Naturalmente, el pérfido Boadella no podía faltar en semejante cuadro de honor, y así fue. Cuando me enteré por la prensa de que yo era el afortunado del año, creí que la concesión del premio Boira era cosa de las entidades deportivas y culturales de la villa de Bellpuig, como se intentaba simular. Por lo tanto, había redactado una carta de tono sarcástico tomándome el tema a pitorreo.

No tuve ni el tiempo de enviarla cuando recibí del alcalde la comunicación siguiente:

Ajuntament de Bellpuig

Señor Albert Boadella:

Desde el año 1991 el Ayuntamiento de Bellpuig otorga, coincidiendo con los actos programados para celebrar la Diada del 11 de septiembre, los premios Estel i Boira [Estrella y Niebla].

El Premi Estel se instituyó para destacar un comportamiento, tarea o acción concreta y relevante en la defensa de la identidad catalana.

El Premi Boira se otorga en referencia a las acciones o actitudes de omisión que afecten negativamente y de manera continuada a la identidad catalana.

Estos premios los votan, anualmente, las entidades y asociaciones de la villa y son ratificados y concedidos por el Ayuntamiento de Bellpuig.

Este año, las entidades sociales, culturales y deportivas lo eligieron a usted como Premi Boira 2006 por su posicionamiento político, de unos años hacia aquí, y por continuas declaraciones como las que hizo el pasado 18 de julio en que destacaba que el nacionalismo catalán es incompatible con la democracia.

Por este motivo, nos place invitarle a recibir este premio el próximo día 10 de septiembre, durante los actos que se realizarán con motivo de la celebración de la Diada Nacional de Catalunya. El galardón se entregará en un acto institucional que se realizará ante el monumento al Milenario de Catalunya situado en Bellpuig.

La recepción de autoridades se realizará ante el Ayuntamiento de Bellpuig a las 12.30 horas y la entrega de los premios Estel i Boira, así como la lectura del manifiesto del 11 de septiembre, se realizará a partir de las 13 horas.

Atentamente,

Josep Pont i Sans

Alcalde

Al recibir la carta me parecía estar soñando. ¿Cómo era posible que el territorio en el que tantas esperanzas pusimos durante nuestra juventud acabara en aquel estado de bajeza? La propia Administración promoviendo la segregación entre ciudadanos. Eso no tenía más explicación que la ignorancia y la insensatez, las dos cosas a un tiempo, que convierten a estos individuos en sectarios y, por lo tanto, en perfectamente inmunes a la autocrítica. La realidad me venía demostrando que me hallaba ante gente cuya conducta estaba más cercana a los aparatos de los regímenes totalitarios que al político humanista de una sociedad democrática. Desde hacía dos décadas venían practicando una política de alto riesgo apoyándose en el silencio cómplice de la gente. En el caso concreto de Bellpuig, el sistema de selección negativa llevaba implícito un vil intento de intimidación al ciudadano.

De la consternación pase a la ira y rápidamente preparé la contraofensiva. Mi respuesta, que hice pública, circuló durante meses por Internet; me encontraba gente por todas partes que me hablaba de la carta. Indirectamente, Bellpuig y su alcalde tuvieron por lo menos unos días de gloria gracias al incidente.

Señor Alcalde de Bellpuig:

Contesto a su carta en la que me comunica que se me otorga el premio Boira [Niebla] debido a mi posicionamiento político y a mi crítica del nacionalismo catalán. La forma y el contenido de la carta es el testimonio perfecto de la obscena impunidad política que asola este territorio y la confirmación visible de los innobles motivos por los que el Ayuntamiento de Bellpuig me lanza la infamia en forma de premio. Tal y como declaré, queda aún más patente que nacionalismo y democracia se muestran incompatibles.

Debido a la información que me había llegado del periódico Segre, deduje que los premios Estel i Boira [Estrella y Niebla] eran responsabilidad de las entidades privadas de Bellpuig. En este sentido, tenía la disposición de contestar el menosprecio con un texto humorístico. Pero su carta me revela que el auténtico inductor y creador de tales salivazos al adversario es usted como alcalde de Bellpuig, ex presidente de la Diputación de Lleida y diputado del Parlament de Catalunya. Por lo tanto, dejo de lado el humor, porque es una forma de expresión que en última instancia demuestra una consideración sobre el grado mental y moral del otro.

Usted no merece esta consideración. Ostentando cargos de gobierno y de representación parlamentaria, utiliza el cobijo de unos premios para denigrar públicamente a cualquier disidente de sus manías. En este caso, un Consistorio municipal promueve la degradación democrática, dedicándose a organizar un acto para desacreditar la libre opinión de un ciudadano. En vez de participar al fomento de la tolerancia y la pluralidad de criterios, como es su obligación por los cargos que tiene asignados, se sirve de ellos para incitar a la censura cívica de un artista del país.

Con su eclesiástico invento de l’Estel i la Boira, compruebo que utiliza el tiempo (y también mis impuestos) para dividir a los catalanes entre buenos y malos, o señalar enemigos externos. Usted se erige impúdicamente en juez moral de Catalunya, y a través de sus veredictos induce el odio a instituciones o personas no afines al régimen. Sigue una tradición muy cultivada por los totalitarismos, entre ellos el que sufrimos los españoles hace treinta años, un régimen nacionalista obsesionado también en este tipo de infecciones sociales. Hoy, afortunadamente, exceptuando su caso, no hallaríamos en España un nivel semejante de vileza institucionalizada y promovida por dirigentes públicos.

Resulta curioso que este tipo de vocacionales de la Inquisición siempre conviven con un trasfondo personal bastante menos escrupuloso que sus filantrópicas exhibiciones. Compruebo que usted tampoco es una excepción sobre la regla. No muestra la misma sensibilidad patriótica a la hora de cargar una cuantiosa deuda a sus conciudadanos españoles a través de la Seguridad Social. Deuda provocada por la empresa Aigües Rocafort, de la cual era administrador y accionista. Ni tampoco le tiembla el pulso cuando deja de pagar a los empleados —que se ven obligados a reclamar por el Juzgado de lo Social— o a la Caixa de Catalunya, la cual también tiene que proceder judicialmente para reclamarle 33.656.256 pesetas.

No se inquiete, su comportamiento tampoco trasluce anomalía alguna en el clima actual de Catalunya; incluso se puede considerar natural. Forma parte de la impostura patriótico-sentimental que en los últimos tiempos impera entre los gobernantes de este territorio.

Sin embargo, ¿quién le ha dado a usted las atribuciones para infamar en público a un ciudadano que cumple escrupulosamente con sus deberes? Desde hace cuarenta y cinco años dirijo una empresa de veinticinco trabajadores dedicados al arte. Nunca he dejado de pagar puntualmente a la Hacienda pública ni a ningún colaborador. Esta es la principal contribución que en cualquier país puede hacer un ciudadano, sea catalán o sueco. Las otras contribuciones, las del libre pensamiento o las creencias, solo son materias de escarnio, censura y persecución institucional en las dictaduras. En este sentido, la única boira incívica que constato es la que pone usted por delante, a fin de disimular su falta de decencia… eso sí, ¡catalana!

Por lo tanto, como despedida, quiero decirle sin hostilidad ni ironía, pero con serenidad y también con una íntima satisfacción: váyase concretamente a la mierda, usted, sus premios y la Catalunya que nos pretende imponer.

Albert Boadella

P.S.—Esta carta es mi respuesta a su «premio», y espero que sea leída (entera) en el acto de entrega.

Como era de esperar, no tuvo ni la gallardía de leerla en el espectáculo de ensalzamiento nacional. Todo lo contrario: después de una presentación a cargo de Jordi Pujol, y las correspondientes exaltaciones patrióticas del 11 de septiembre (masoquista celebración de la derrota ante los Borbones), el alcalde siguió descalificándome en público. Entre sus razones denigratorias utilizó el término bufón como insulto, sin tener en cuenta que precisamente este era el título de mis propias memorias.

Los políticos locales de todos los signos consideraron impecable la actuación del alcalde, y en cambio se dedicaron a ponerme verde en los medios de comunicación por el contenido de mi carta. Lo hicieron los socialistas, en la voz del concejal de Cultura del Ayuntamiento de Lleida, Xavier Sáez; lo hizo Convergencia, por medio del presidente de la Diputación de Lleida, Isidre Gavin; los verde-comunistas, a través de Francesc Pané; y, finalmente, Jordi Montanya, del Partido Popular, que calificó de muy desafortunada la carta, añadiendo que «los ayuntamientos son libres de otorgar premios de cualquier índole», o sea, patente de corso para agraviar a los ciudadanos desafectos.

Desde el ámbito cultural leridano, Llorenc Corbella, director de la Feria de Teatro de Tárrega y ex miembro de la compañía Comediants, en un alarde de raciocinio, dijo: «Esta es una reacción que no es buena ni para Boadella ni para el mundo de la cultura en general». ¡Hay que ver lo que es capaz de manifestar un cómico por un puñado de euros!

Todos a una y una vez más contribuyeron a la perfecta verificación de que en Catalunya, a causa del nacionalismo, no hay pluralidad democrática. Solamente por ello, la carta-misil valió la pena.

Las escaramuzas epistolares no siempre han sido políticas; hay otros frentes de cariz puramente artístico en los que una sola carta-disparo tiene la virtud de afianzar una posición estratégica y establecer una cabeza de puente ante el avance despiadado de la ignorancia activa.

Desde hace un tiempo, en el lenguaje corriente se han generalizado de tal forma los términos «creación» y «creador» para señalar las realizaciones artísticas y sus constructores que hoy el más discreto practicante en estos terrenos se auto-proclama creador y se queda tan tranquilo. Pero el asunto no solo se reduce a una cuestión semántica, sino que en este caso el hábito hace al monje, y cualquier indocumentado, por el hecho de plasmar algún garabato, aporrear un teclado o deconstruir un plato, se encuentra en la obligación de sentenciar sobre la vida y la muerte con la autoridad que le otorga semejante escalafón divino. Desde los cocineros a los modistos, pasando por los diseñadores de taburetes, todos participan del nuevo Olimpo. La inmodestia sería plausible si solo se tratara de una estrategia comercial, pero el asunto se agrava cuando las instituciones se adhieren al endiosamiento del gremio.

Presidente del Consejo de Dirección

Sociedad General de Autores y Editores

Querido Albert:

Los días 1, 2, y 3 de febrero, la Sociedad General de Autores de España convoca en Barcelona a los más de cien mil creadores existentes en nuestro país, así como a otras entidades de gestión, para debatir en el III Encuentro de Creadores. Durante estos tres días analizaremos el estado general de la cultura y, más específicamente, todo aquello relacionado con la defensa de la diversidad cultural.

Los Encuentros de Creadores suponen la convocatoria más numerosa, abierta, plural y representativa de todas las citas sobre la cultura que se celebran bajo la óptica de los creadores, y en ocasiones anteriores hemos contado con la presencia de destacados líderes intelectuales o políticos, como Gabriel García Márquez, José Saramago, Felipe González, Alberto Ruiz-Gallardón, Mariano Rajoy, Carmen Calvo, Manuel Chaves y José Antonio Marina, entre otros.

Es por esta razón que os queremos invitar a estar presentes para que podáis exponer directamente vuestras ideas, no solo a los creadores, sino también a las instituciones culturales, a los gestores culturales y a otros profesionales invitados a participar con el fin de que en este debate estén presentes todos los actores implicados.

En concreto, nos gustaría contar con vuestra participación en la mesa redonda bajo el lema «Diversidad cultural y artes escénicas». Confiamos en que podamos contar con vuestra presencia, valiosa siempre, pero para nosotros imprescindible. En breve, la organización del Encuentro os contactará para conocer vuestra disponibilidad.

Agradeciendo por adelantado vuestro interés, y esperando que nos podáis acompañar en esta ocasión, recibid un cordial saludo.

Eduardo Bautista

Presidente del Consejo de Dirección

Sociedad General de Autores y Editores

No me pareció oportuno dejar pasar sin más el revoltijo de afirmaciones fatuas que inducían al engreimiento generalizado de los practicantes de disciplinas artísticas. Creí necesario poner un toque de realismo a la petulante ficción, pero… ¿qué decir? Dejé que la mano compusiera espontáneamente su discurso. Preparé la munición, cargué, apunté y disparé.

Estimado Sr. Bautista:

Después de recibir su amable invitación para participar en una mesa redonda del III Encuentro de Creadores, confieso que algunos términos del contenido de la carta me han sumido en un estado de inquietud. ¿De veras hay cien mil creadores? Entonces, resulta obvio que nos hallamos frente a una hecatombe sin precedentes. Solo cabe imaginarse la que montó el primero y auténtico Creador para deducir lo que puede suceder ahora con tal cantidad de vocaciones divinas entre nosotros.

En otro párrafo de su carta aparecen los nombres de Felipe González, Ruiz-Gallardón, Carmen Calvo, Mariano Rajoy, Manuel Chaves, etc. Ante ello, me atrevo a sugerirle que sería prudente poner a disposición judicial a los cien mil creadores para su inmediato aislamiento, pues bajo semejantes advocaciones estamos frente a un peligro mucho mayor que el de los Cien Mil Hijos de San Luis.

Estimado amigo: vista la gravedad del asunto, le ruego que no cuente conmigo para la mesa «Diversidad cultural y artes escénicas» que me propone. Durante las fechas que se celebra este aquelarre creacional me hallaré escondido en lugar seguro a fin de intentar sobrevivir al nuevo Big Bang del siglo XXI.

Atentamente,

Albert Boadella

En determinadas ocasiones, cuando la institución o el político no respondía a nuestras cartas (cosa muy corriente en España), optábamos por una maniobra que aportaba, en última instancia, algunos resultados. Si en un plazo razonable no había respuesta, era yo el que replicaba a los argumentos de una supuesta carta que simulaba haber recibido. Lo hacía imaginando cuáles eran las razones que el descortés de turno hubiera podido exponer y se las rebatía con toda amabilidad. Naturalmente, esto organizaba un desconcierto total en las oficinas, pues se buscaba afanosamente a quien había respondido. Por una u otra razón, a veces se obtenía, por lo menos, una respuesta a la primera misiva.

Ciertamente, podría haberme ahorrado adversarios tan directos que muy posiblemente lo serán de por vida. Estos y muchos otros. Cuando observo que la casi totalidad de mis colegas de la farándula están en todo momento por la paz y solo denuncian públicamente a los señalados como maléficos oficiales, sigo preguntándome el porqué de esa incontrolable necesidad que me hace entrar en liza permanentemente. ¡Es tan agradable estar de acuerdo con la mayoría y, cuando algo no complace, mirar a otra parte! Lo que ocurre es que la gente de este talante me pone frenético. Veo en ellos una aquiescencia y una conformidad que legitima y proporciona fundamento a las actuaciones más ignominiosas. En el fondo, con semejantes encogidos, la bellaquería ajena tiene incluso cierta justificación. Estos ciudadanos pacíficos no son del todo inocentes. Representan un peligro público; su prudente docilidad es una incitación a que los canallas se lo pasen en grande.

Acepto que mi forma de actuar genera un mecanismo automático de acción/reacción. Una especie de círculo endemoniado sin tregua ni cuartel, porque en cualquier circunstancia aparece alguien dispuesto a intentar que me calle de una vez. Sin buscarlo especialmente, hay individuos que los pongo enfermos de la hiel. Algunos me incitan a la risa, pero en otros lo lamento profundamente, pues me hubiera complacido tener una cordial relación con ellos. En estos casos, confieso que tampoco hago nada para firmar la paz. ¿Qué vas a decir? El problema está siempre en no derivar por mi parte hacia una patología de constante recelo. Suponer una doble intención donde muchas veces no existe más que incompetencia o desidia puede resultar una interpretación demasiado cómoda de los hechos cuando se está en la furia de la lucha. El antídoto para no sucumbir a una inclinación tan corriente es el humor. Esta ligera distancia irónica que cuestiona la posible gravedad del acontecimiento permite convertir lo que podría ser una animosidad malsana en un estimulante juego de supervivencia.

Puedo asegurar que el humor pocas veces lo he perdido; no obstante, admito que en los últimos tiempos me ha sido difícil mantenerlo ante el espectáculo decadente de mi tribu. Aun así, no les voy a engañar: combatiendo, me he divertido casi con desmesura.