Lo que falta por hacer

No quiero terminar esta reseña sin saber algo de las reacciones populares frente a obras plásticas, de las que jamás habían tenido la menor idea. Cuando le hago la pregunta, Carmen Waugh sonríe feliz.

—Muy por encima de lo que esperaba —me dice—.

Te confieso que el día en que se abrió la muestra provisional en el «foyer» del teatro Rubén Darío, yo me preguntaba si no habría que salir a la calle para convencer a la gente de que entrara a ver las obras. Pero ocurrió exactamente lo contrario, porque la televisión había anunciado la apertura de la muestra y el público no se hizo esperar. Lo más hermoso ocurrió en la semana del cuarto aniversario, cuando el Ministerio de Cultura organizó visitas colectivas, y los primeros en llegar fueron los miembros de la Central Sandinista de Trabajadores, en su mayoría cortadores de caña del interior. Luego vinieron las mujeres de la Asociación Nicaragüense de Madres «Luisa Amanda Espinosa», después se presentó un amplio sector de la Juventud Sandinista, seguido por la Asociación Nicaragüense de Maestros y por más de doscientos miembros del Ministerio del Interior. Ahora la gente conocía el camino de la exposición, y no cabía duda alguna de su interés y su entusiasmo.

—Tú estabas allí, por supuesto. ¿Cómo reaccionaba el público frente a obras a veces tan complejas, y en todo caso sin ninguna complacencia hacia los espectadores?

—Había y hay de todo, como es lógico. Los que no entienden, los que no quieren entender, y los que descubren por primera vez un mundo diferente que los maravilla. En ese sentido se hace lo posible por dar explicaciones, se guía a los grupos o a los individuos a fin de familiarizarlos con los movimientos contemporáneos del arte, y se buscan los diálogos, que a veces te aseguro son muy animados, porque los nicas nunca callan sus opiniones que naturalmente son muy variadas.

—¿Se ha pensado ya en preparar un catálogo, explicaciones sucintas, reproducciones de obras, para que el público pueda ampliar su conocimiento?

—Todo eso deberá estar preparado para el día en que Arte de las Américas inaugure su sede definitiva en Managua, coincidiendo con el quinto aniversario de la revolución. La editorial Nueva Nicaragua ha ofrecido publicar el catálogo, que será planeado no sólo como la nómina de las obras reunidas, sino como una introducción a las artes plásticas contemporáneas: tendencias, líneas de fuerza, datos biográficos de los artistas… Se ha pensado asimismo publicar extractos de los diálogos que mantienen los guías y profesores con el público, puesto que dan la pauta de las reacciones frente a cada obra expuesta. Mi propia experiencia en este campo me dice que el público en general se deslumbra frente a los trabajos abstractos pero prefiere la pintura figurativa, donde ve un espejo de la historia contemporánea. «Ahora entendemos mejor lo que pasa en otros países latinoamericanos», me dijo una campesina después de ver una serie de obras donde está presente la lucha y donde se evoca la opresión y la tortura. «Ahora sabemos que no estamos solos», es otra frase que resume la toma de conciencia popular frente a otros procesos históricos latinoamericanos que se reflejan en un arte de protesta y de combate.

—¿Podrá Nicaragua costear los trabajos de construcción de la sede?

—No lo sé.—dice Carmen Waugh—. A base de los primeros planos y proyectos, se prevé un costo de medio millón de dólares, que es mucho dinero para un país que está de hecho en pie de guerra y sometido a todo tipo de bloqueos y presiones del enemigo. Digamos que si la solidaridad fundamental ya ha sido lograda plenamente en el campo de los artistas, se entra ahora en una etapa que requiere una solidaridad económica por parte de países amigos, organizaciones nacionales o internacionales, e incluso personas privadas que quieran asociar su esfuerzo a nuestro trabajo. Pronto estarán listos los proyectos concernientes a la iluminación, al aire acondicionado, la compleja infraestructura que requiere un museo moderno. En este campo hay países amigos que podrán facilitar parte de esos elementos; por ejemplo, un país como Holanda podría ayudarnos mucho en materia de electricidad e iluminación.

—¿Pero cómo encauzar todo eso?

—Pienso que los comités de solidaridad con Nicaragua, que existen en muchos países, podrán ocuparse de interesar al estado y a los particulares en cada caso concreto. Los agregados culturales nicaragüenses podrán por su parte presentar nuestros planes a los organismos capaces de contribuir de alguna manera. En realidad se trata de multiplicar la información sobre Arte de las Américas, mostrando la enorme riqueza del material reunido y la necesidad de presentarlo dignamente. Dicho sea de paso, esta entrevista que me estás haciendo forma ya parte de esa información; habrá que sumarle otros mensajes, enriquecer los datos que das en ella, para que los aportes parciales provenientes de diversos países amigos, nos permitan llevar a término nuestros planes. Creo que lo lograremos, creo que Arte de las Américas Solidaridad con Nicaragua podrá abrir sus puertas al pueblo en el curso del año que viene.

Cuando salgo de casa de Carmen Waugh, veo a un grupo de niños jugando en la calle. Dos de ellos hacen dibujos en la tierra, trazan líneas con un palito, estudian seriamente su trabajo. Uno de ellos me explica que su dibujo es una gallina; el otro ha optado por un avión de guerra. Los niños corren y se persiguen, pero cuando llegan a la zona de los dibujos dan un salto para no estropearlos. La noche de Managua avanza con sus perfumes, con su cielo violeta y fosforescente.