Una noche, creo que en Torún, cuna de Copérnico, el pintor Matta me vio llegar y me saludó, diciéndome: «¡Ah, aquí está, el idiota!. »Me quedé un tanto helado, pero la explicación vino en seguida: «Te llamo idiota como lo llamaban al príncipe Mishkin, porque a ti te ocurre como a él, meter el dedo en la llaga con la mayor inocencia, y estás siempre alarmando a la gente porque dices las cosas más inapropiadas en cualquier circunstancia, y sólo algunos sé dan cuenta de que no eran de ninguna manera inapropiadas. Tú entretanto; no entiendes nada de lo que pasa, igual que el príncipe de Dostoievski. Tal vez aquí tampoco entiendo nada, querido Matta.