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Era como si el tiempo se hubiera detenido.

Una película momentáneamente detenida en un fotograma.

Maguire en la puerta, la ametralladora en la mano, sólo movía los ojos cuando captó la presencia de Doyle y de Georgie.

Los dos antiterroristas miraron al hombre del IRA: Doyle con la espalda contra la pared y Georgie echada en el suelo.

Luego, la película continuó.

Maguire abrió fuego. Las balas barrieron el salón, arrancando trozos de yeso de las paredes, cuyo decorado lucía impoluto. Dos disparos dieron en un jarrón cercano a Doyle y lo rompieron. Los rebotes hacían impacto en los ladrillos mientras el irlandés lanzaba otra breve ráfaga.

Doyle se echó hacia un lado a la vez que desenfundaba la CZ. Se tiró al suelo y dio dos vueltas hasta quedar acostado sobre el vientre. Hizo tres disparos. La pistola automática le saltaba en la mano. Erró los tres, pero uno arrancó una parte del marco de la puerta, cerca de la cabeza de Maguire.

Georgie también hizo fuego, y sus disparos se hundieron en la puerta, arrastrando consigo grandes trozos de madera y de pintura. Se arrastró hacia una puerta cercana mientras Maguire barría el salón con una nueva ráfaga.

Doyle oyó un ruido que provenía de la parte posterior del edificio.

Paul Maconnell y Michael Black se abrían paso a través de los grandes ventanales del salón de Callahan. Avanzaron a trancas y barrancas en medio de la oscuridad, hasta que Maconnell vio luz bajo la puerta que daba al salón. Hacia allí avanzaron.

Doyle se precipitó por una puerta abierta a su derecha y la cerró de un golpe después de pasar. Se mantuvo agachado, su respiración se había convertido en breves jadeos. Oyó más fuego en el vestíbulo y después gritos.

Un chillido.

¿Georgie?

Abrió la puerta y levantó la vista. Entonces vio que Maguire y Black se lanzaban escalera arriba, hacia el rellano.

Hacia Laura Callahan.

Ella corrió hacia su dormitorio, pero Maguire la cogió del pelo y la hizo retroceder. Luego la abofeteó.

Doyle cruzó el salón a toda velocidad, disparando hacia arriba mientras corría. Las balas arrancaron parte de la balaustrada. Maconnell apareció por su izquierda y disparó. Doyle se arrojó al suelo cuando un proyectil de 9 mm hacía volar un trozo de suelo cerca de él. Rodó y disparó con una sola mano una y otra vez hasta que el seguro saltó hacia atrás.

Dejó la CZ vacía y sacó del cinturón la Charter Arms 44, parapetado esta vez detrás de una silla de cuero.

¿Dónde coño estaba Georgie?

Maguire se inclinó sobre la balaustrada y lanzó un ráfaga de la Skorpion. Doyle gritó de dolor y de disgusto cuando una bala le recortó el borde superior de la oreja izquierda. Otra le atravesó un pliegue de la chaqueta sin tocarle la piel. Percibió el olor a cordita y a material quemado. A su izquierda estaba Maconnell, y por encima Maguire y Black.

Eran tres contra uno.

Oyó disparos fuera y el ruido de un vidrio que se rompía.

Georgie había conseguido salir de la casa por una ventana de la habitación en la que se había refugiado. En ese momento, fuera del edificio, de pie en el sendero de ripio, se afirmaba y disparaba tres veces la 357. La pistola saltaba en su mano cada vez que escupía su carga mortífera. La primera bala arrancó el faro delantero derecho del coche; la segunda erró, y la tercera dio en el radiador, en cuya rejilla abrió un boquete como si se lo hubiera golpeado con una almádena.

Desde el interior del Orion, Billy Dolan se asomaba por el lado del conductor y hacía fuego con una Ingram M-10. La subametralladora lanzó dos docenas de disparos, mientras el destello de su boca iluminaba la zona frontal de la casa. Los cartuchos usados salían despedidos del arma para formar una arco cobrizo que caía ruidosamente sobre la grava. Dejó el arma sobre el asiento del acompañante y arrancó marcha atrás. Las ruedas traseras giraron sobre el áspero suelo. La ferocidad de la maniobra hizo volar trozos de piedra a considerable altura. El coche salió disparado hacia atrás y Georgie corrió detrás de él, disparando los dos últimos proyectiles que le quedaban.

Se cubrió detrás de uno de los pilares de piedra ante la puerta principal, soltó el cilindro de la Sterling y tiró las cápsulas vacías. Luego, con experimentada precisión, sacó del bolsillo uno de los cargadores de urgencia, colocó las balas en las cámaras y volvió a cerrar el arma.

Dolan puso las luces delanteras de máxima intensidad, cogió la Ingram y se dirigió directamente sobre Georgie para desviarse bruscamente en el último momento y barrer la fachada de la casa con fuego de ametralladora.

Georgie se apretó contra el pilar para cubrirse y se encogía cada vez que las balas hacían impacto en el hormigón, alrededor de ella. Una arrancó un fragmento de piedra a sólo unos centímetros de su rostro, y por un momento el polvillo le llenó los ojos.

—¿Qué coño es eso? —rugió Damien Flynn desde dentro del coche.

Dolan no respondió, pero hizo girar el coche en redondo y volvió a enfilar hacia el pilar al mismo tiempo que disparaba.

—¡Vamos, cabronazo! —bramó.

Georgie aguardó a que el coche pasara y luego se asomó y disparó contra la parte trasera del Orion. El segundo disparo reventó una de las luces de atrás.

En el interior de la casa, Maguire supo que la única manera que tenía de salir era por la puerta principal, superado el escollo de aquel cabrón maníaco que estaba en el vestíbulo, fuera quien fuese.

—Llévala al coche —dijo a Black, señalando a Laura Callahan, a quien el hombre del IRA tenía firmemente sujeta. Le había puesto una mano sobre la boca y con la otra le agarraba los brazos—. Cuando te diga que te muevas, te mueves, ¿vale?

Black asintió con la cabeza, pensando cuán lejos tenía que ir, que larga era la escalera que tenía que bajar. De pronto le pareció estar a kilómetros de la meta. La puerta estaba entreabierta, invitadora, pero todavía se oía fuego de ametralladora en el exterior.

Maguire puso otro cargador en la Skorpion y miró a su compañero.

—¿Listo? —musitó.

Black dijo que sí con la cabeza.

—Vamos —rugió Maguire, y abrió fuego.

Doyle se arrojó al suelo cuando una densa andanada redujo a átomos la silla tras la cual se cubría. Se lanzó hacia la puerta más cercana y vio que Maguire, Black y su cautiva se dirigían a la puerta de entrada. Les seguía Maconnell, quien también disparaba.

Doyle se afirmó y disparó una bala de la 44.

La bala hizo impacto en la espinilla izquierda de Black, le pulverizó el hueso, le desgarró la pantorrilla y lo dejó inmediatamente lisiado. Gritó de dolor y cayó. Al hacerlo soltó a Laura, pero Maguire la cogió y se la llevó a toda prisa por la puerta principal.

Detrás de ellos, Maconnell arrastró a su compañero, cuya pierna destrozada dejaba un grueso reguero de sangre.

Dolan los vio salir y lanzó el Orion a toda velocidad junto a ellos. Flynn abrió las puertas y ambos subieron rápidamente mientras Black a duras penas conseguía subir, aullando de dolor al golpearse la pierna herida con el marco de la puerta. Georgie aprovechó la oportunidad e hizo otros dos disparos, uno de los cuales se estrelló en la ventanilla trasera izquierda y descargó una lluvia de vidrio sobre los que iban en el asiento trasero.

Dolan giró el volante y el Orion arrojó más piedras al aire.

—¡Vamos! ¡Vamos! —gritó Maguire, y el coche salió disparado por la senda que salía de la propiedad de Callahan.

Doyle salió de la casa y llegó a ver como desaparecía en la noche la única luz de detrás del coche. Ya estaba a mitad de camino del Datsun.

Esta vez no.

Esta vez os cogeré, ¡hijos de puta!

Abrió la puerta del lado del conductor y se sentó al volante. Georgie se arrojó al asiento del acompañante y se fue bruscamente hacia atrás cuando Doyle pisó el acelerador. El coche fue catapultado hacia adelante. Las ruedas patinaron por un segundo hasta que se afirmaron. La aguja del velocímetro pasaba los noventa kilómetros cuando Doyle apretó más a fondo el acelerador.

—En la guantera —susurró Doyle, y Georgie buscó lo que él quería.

La MP5K sólo tenía unos centímetros más de largo que el 357 que ella llevaba, pero podía disparar más de 600 proyectiles de 9 mm por minuto. Doyle la acunaba en su regazo mientras mantenía ambas manos fuertemente asidas al volante, en persecución del Orion fugitivo.

El vehículo de adelante saltó en una elevación del camino y voló con las cuatro ruedas en el aire para patinar violentamente al caer, hasta que Dolan recuperó el control de la dirección.

Se aproximaban a la puerta de la finca. En su prisa por escapar del Datsun que le perseguía, Dolan se acercó demasiado a la pared de piedra. Hubo un agudo chirrido al tiempo que del costado del vehículo saltaban chispas y la pintura se desconchaba como si le hubieran aplicado el soplete de soldar. Luego el coche giró bruscamente hacia la derecha, hacia el camino principal. Durante unos interminables segundos pareció que el vehículo volcaría, pero Dolan lo mantuvo bajo control y éste siguió rugiendo.

En la parte de atrás, el grito de Laura Callahan fue interrumpido por el golpe que Maguire le asestó en la cara con la culata de la Skorpion. Laura cayó sobre Maconnell con el labio partido y manando sangre de la herida.

Doyle le siguió, las líneas del rostro duramente marcadas en su esfuerzo por controlar el Datsun. Cogió demasiado cerrada la curva y uno de los espejos laterales saltó del coche al chocar con la pared, pero Doyle hizo caso omiso de ese inconveniente menor y continuó.

Junto a él, Georgie volvía a cargar la Sterling.

Ninguno de los dos se percató de que un coche salía de entre los árboles y comenzaba a seguirlos.