BRETAÑA, FRANCIA:
—Conque Lausard está enterado de la vidriera. ¿Y qué?
Catherine Roberts hablaba como escupiendo las palabras con rabia y mirando a Channing, que estaba sentado en el borde la cama, cabizbajo.
—Es un periodista, ¿no es cierto? —dijo Channing—. En unos días la maldita historia puede llegar a todas partes.
—No ha vuelto a la iglesia y en los periódicos no ha salido nada. Quizá no la consideró una historia lo bastante interesante —dijo tranquilamente.
Todavía tenía el encendedor en el bolso.
—No hay razón para pensar que volverá. Además, lo único que podemos hacer es continuar con nuestro trabajo. Creo que nos estamos preocupando sin ninguna necesidad.
—Pareces muy segura de eso —comentó él.
—Mira, Mark, la vidriera no es propiedad tuya —le dijo—. Ninguno de nosotros tiene ningún derecho a conservarla con carácter exclusivo. De todos modos, ¿qué harías con ella? ¿Esconderla? ¿Llevarla a tu casa para ser el único que pudiera verla? Si eso es lo quieres, ¿por qué me llamaste? Debías haberte guardado la información para ti solo.
—Te lo dije, necesitaba tu ayuda —suspiró Channing, cansado.
—Mi único interés es esa vidriera —dijo ella con rabia—. Trabajar en ella es demasiado importante como para parar ahora.
Channing se paseó un momento con la cabeza baja.
—Lo que debería preocuparnos es de qué manera quedó la vidriera libre de la piedra.
Mientras hablaba, miraba de reojo el bolso, donde estaba escondido el encendedor.
El encendedor de Lausard.
En el bolsillo lateral se hallaba su cuaderno de notas, con las observaciones de la noche anterior.
No eran para compartir con Channing.
Cath se puso de pie.
—¿Adónde vas? —quiso saber Channing.
—A la iglesia.
—Lo podemos dejar para más tarde. Me parece que ambos necesitamos descansar. Tampoco anoche he dormido bien…
Ella lo interrumpió.
—Quédate si quieres, Mark. Yo voy.
—Se ha vuelto una obsesión para ti —dijo Mark—. La vidriera, su significado.
Ella recogió el bolso y se encaminó hacia la puerta.
—Te veré más tarde —dijo, y salió.
Él oyó los pasos de Cath en la escalera. Un instante después la vio salir de la posada y dirigirse al coche. Se sentó al volante, encendió el motor y arrancó.
Channing respiró hondo y se pasó la mano por el pelo. Luego buscó en el bolsillo las llaves de su coche y salió también apresuradamente de la posada.
Debía alcanzarla antes de que llegara a la iglesia.