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BRETAÑA, FRANCIA:

—¿Cómo la encontraste?

En los silenciosos límites de la iglesia el eco reprodujo la voz de Catherine Roberts, quien no apartaba un solo instante los ojos del objeto que tenía delante.

—En realidad, por casualidad —explicó Channing.

Describió cómo había descubierto la vidriera sin darse cuenta.

Ella dio un paso adelante y tocó con el índice la pequeña sección de vidrio ya limpia.

—¿Qué es eso? —quería saber Channing, al tiempo que indicaba los rasgos de la criatura que se veía en la vidriera.

Cath sólo podía sacudir la cabeza. Observó más de cerca, mas al vidrio en sí mismo que a la forma que había quedado en exposición.

—No podré decir qué método se utilizó para realizar la ventana hasta que no la hayamos descubierto por completo —dijo, siempre observando.

—¿Qué quieres decir? —Channing se frotaba las manos, pues sentía frío.

—Una vez hayamos determinado el método, podré darte una datación más precisa. En parte parece haber sido construida con la técnica que se conoce como cloisonné —explicó, y luego golpeó el vidrio con los dedos—. En realidad, verterían el vidrio coloreado en compartimentos diseñados para formar imágenes. Pero el resto… —dejó la frase en suspenso.

—No te entiendo —dijo Channing con cierta irritación, molesto porque Cath no hubiera apartado ni por un instante los ojos de aquel vidrio desde el primer momento.

—Si parte de la vidriera se preparó utilizando el método de cloisonné y otra parte pintando sobre el vidrio, esto quiere decir que la vidriera fue montada por más de un hombre. Y probablemente durante un largo período.

—¿Y eso es tan extraño? —quiso saber él.

Ella frunció el entrecejo y asintió en silencio. Luego, con los ojos siempre fijos en el vidro, explicó:

—Una vidriera era algo tan personal para su productor como hoy lo es, digamos, una novela para su autor. No era habitual que los productores de vidrio trabajasen juntos en una vidriera.

—¿Y en cuanto a la imagen? —insistió él señalando la grotesca figura pintada en el fragmento de vidrio visible—. No la reconozco. He leído que las vidrieras se empleaban para ayudar en la enseñanza, pero esta figura no es bíblica ni mitológica.

Cuando terminó de hablar. Channing se descubrió mirando fijamente aquellos ojos rojos de vidrio. Por un instante, la pesadilla de la noche anterior le invadió la mente.

La boca abierta.

Su mano que desaparecía en aquella grieta desmesuradamente profunda y con colmillos.

Tembló.

El sueño le volvía casi cada vez que cerraba los ojos, fuera por mucho o por poco tiempo. Sabía que era un sueño, pero la ferocidad de la pesadilla no había remitido. Por el contrario, cada experiencia posterior lo reavivaba con más intensidad en su espíritu. Se volvió por un momento.

Catherine, por su parte, permanecía de cuclillas ante el vidrio.

—Tenemos que descubrir el resto —dijo ella.

—De acuerdo. Si volvemos mañana…

—No, Mark, quiero empezar ahora —replicó ella en tono cortante, siempre sin mirarlo.

—¿No quieres ir al pueblo a buscar las herramientas?

Ella volvió a interrumpirlo bruscamente.

—Me llamaste para trabajar en este maldito asunto —dijo ella, volviéndose por fin a él con irritación—. De modo que déjame trabajar en ello.

Se miraron en silencio durante un momento. La embargante soledad de la iglesia los envolvía como un manto.

—Ve tú y coge mis herramientas. Ahora —dijo Cath—. Por favor, Mark —prosiguió con tono más suave—. Es importante. Tenías razón cuando me llamaste. Tengo que verlo todo. Cuanto antes comience, antes podré descubrirlo, descifrarlo —e incluso consiguió sonreír—. Tal vez hasta pueda decirte cuál es el significado de esta pequeña monada —terminó, señalando la imagen de la criatura grabada en el vidrio.

Channing la miró, luego asintió con la cabeza y dejó el presbiterio.

Cath oyó el eco de sus pasos al marcharse. Se volvió para observar la pieza de vidrio que él había dejado a la vista.

Aquella cara monstruosa.

Los ojos rojos parecían fijarla en una mirada vacía.

Se acercó para tocar uno con el dedo.

Cuando lo hizo, sonrió.