COUNTY CORK, REPÚBLICA DE IRLANDA:
La línea de cocaína parecía casi fosforescente en el dormitorio mal iluminado.
Laura Callahan, con el cuerpo desnudo cubierto por una delgada y lustrosa capa de sudor, se apartó el largo pelo castaño de la cara y se arrodilló junto la mesa donde la droga esperaba. Por allí cerca, dos hojitas de afeitar.
Se apretó dos dedos de la mano derecha contra la fosa nasal derecha y, con todo cuidado, puso amorosamente la punta de la nariz en la línea y sonrió ampliamente cuando cogió los dos primeros granos de polvo. Inhaló, deslizándose sobre la mesa mientras se metía en la nariz el hermoso polvo blanco. Se retorció, cerró los ojos en señal de éxtasis y con la sensación de que el frío aumentaba dentro de la nariz a medida que aspiraba más y más la cocaína. Mientras se deslizaba sobre el suelo lustroso de madera, miró hacia abajo y vio su reflejo. La visión le produjo placer.
El cuerpo era firme, los pechos pequeños, pero de pezones duros. Se detuvo un momento para admirar su reflejo. El estómago plano, las mullidas caderas y el pequeño triángulo de pelo oscuro entre las piernas. Dejó que un dedo jugara con el vello púbico fuertemente rizado y se excitó por un segundo antes de volver a la línea de cocaína.
Aspiró el resto por la nariz y luego rodó fuera de la mesa. Jadeaba.
Mientras rodaba apretó fuertemente las piernas una contra otra y sintió que se le formaban gotas de humedad en la parte superior de los muslos. Se sentó, un dedo jugaba con los hinchados labios superiores de la vagina, trazando un dibujo sobre la carne caliente hasta alcanzar la endurecida protuberancia del clítoris.
Jadeó mientras lo acariciaba.
La cocaína le salpicó la nariz y el labio superior, de modo que sacaba la lengua para apoderarse de ella y sentía el mismo momentáneo entumecimiento en la boca y en la nariz. Rió tontamente y luego reptó hacia la cama donde yacía el hombre, aguardándola.
Él también estaba desnudo, el pene erecto vibraba contra el estómago, pues estaba acostado de espaldas. En una de sus grandes manos sostenía una bebida.
Ella le besó el pie derecho mientras subía a la cama. Luego, levantándose un poco, le besó las espinillas, las rodillas, los muslos. Sólo aquí hizo una pausa para dejar que la lengua probara la carne de la pierna. La mordió suavemente y luego lamió, dejando un reguero se saliva tras su movimiento hacia la ingle.
David Callahan observaba con una sonrisa en el rostro. Se encogió hacia abajo y, lentamente, se fue enroscando en una mano el pelo de Laura, lo cogió y tiró hacia arriba hasta que la boca de la mujer quedó a la altura de su pene.
David gruñó mientras ella le besaba la bulbosa cabeza y dejaba que la lengua reptara en el estrecho ojo del glande, chupando un hilo de líquido claro.
Cuando se sentó, Laura vio las líneas de cocaína sobre el cuerpo de David.
Una iba de cada hombro hasta la ingle.
Ella lo miró y rió, lo besó en el pecho, con cuidado para no perturbar el precioso polvo blanco. Luego, comenzando por la línea en el hombro izquierdo, siguió hacia abajo hasta percibir el olor almizcleño del vello púbico, que hacía juego con el de sus propias secreciones previas y se mezclaba con el de la cocaína.
Esta vez Laura apoyó la cabeza sobre el estómago de David, con cuidado para no desplazar la otra línea con el pelo. Entonces, lentamente, ella movió la cabeza hacia adelante, los labios envolvieron el pene, la lengua se deslizaba sobre la verga. Con una mano comenzó a masajearle los inflados testículos, mientras se ponía la mano libre entre sus propias piernas para jugar con la humedad.
Sintió otros dedos sobre su cuerpo; un momento después, Callahan metía y presionaba su índice y luego el corazón contra su goteante grieta, mientras el pulgar le frotaba el clítoris y le hacía proferir unos gemidos a la vez que continuaba chupando la erección.
Ella se sentó, todavía con los dedos dentro, ávida de alcanzar la segunda línea de cocaína.
Esta vez Laura aspiró la droga con la otra fosa nasal, mientras se deslizaba nuevamente hacia la ingle de Callahan. Esta vez se metió el pene en la boca y lo retuvo. Chupando y besando mientras él presionaba sus dedos dentro de ella y los movía cada vez más rápido y sonreía al sentir que el líquido del placer le cubría los dedos-sonda.
Ella le acarició los muslos y le frotó el escroto, consciente de que él, lo mismo que ella, se aproximaba al clímax. Laura se preparó para la eyaculación, aferrando más firmemente la boca al vibrante órgano a medida que sentía que el miembro se sacudía y oía el placentero gruñido del hombre.
Luego se le inundó la boca de fluido blanco y aceitoso, del que le caían gotas en la garganta. Tragó lo más rápidamente que pudo hasta que tuvo la boca llena del viscoso líquido.
La mujer sintió que su propio orgasmo surgía en todo el cuerpo y abrió la boca para jadear su placer mientras los dedos del hombre se hundían más profundamente y ella también vertió su éxtasis en la mano de él.
Poco a poco, Callahan retiró sus dedos de la mujer y los mantuvo ante ella.
Laura los chupó, lamió el aceitoso fluido, chupó sus dedos como un niño hambriento chupa el pezón.
Ella se degustó a sí misma. Degustó su propia emisión con su propia lengua.
Ambos ríen a carcajadas mientras se abrazan, cubiertos del sudor del placer. Luego, ambos miraron hacia los pies de la cama y gimieron.
La imagen desapareció instantáneamente cuando David Callahan presionó el «Stop» del vídeo.
Acostada junto a él en la enorme cama, Laura Callahan sorbió un Jack Daniel’s y sonrió. Se acercó a su marido, una mano tendida hacia su pene en erección.
—Estuviste grandiosa —dijo Callahan, sonriendo—. Deberían darte un Oscar.
—No quiero un Oscar —dijo, mimosa y pasándole los labios por el cuello—. Te quiero a ti —y apretó con la mano el pene erecto.
Callahan la penetró con fuerza y la mujer levantó las piernas, permitiéndole entrar más profundamente, para terminar enganchando los tobillos detrás de la espalda del hombre cuando los movimientos de éste se hicieron más violentos.
La cámara de vídeo a los pies de la cama los miraba impasible esta vez. En su único ojo de vidrio se reflejaban los movimientos amorosos del hombre y la mujer.