La ley de la selva
Tan sólo a fin de dar una leve idea de la enorme variedad de la ley de la selva, he procurado traducir en verso —porque siempre recitaba esto Baloo como una suerte de cantilena— ciertos preceptos relativos a los lobos. Existen, naturalmente, todavía algunos centenares parecidos; pero éstos bastarán; serán una muestra de los más simples.
Ésta es la ley que gobierna nuestra selva,
tan antigua como el mismo cielo.
Los lobos que la cumplan, medran;
aquel que la infrinja, será, muerto.
Como envuelve al árbol la planta trepadora,
la ley a todos nos tiene envueltos;
porque a la manada el lobo da fuerza,
mas la manada, cierto, a él fortalece.
Del hocico a la cola cada día aséate,
y de la bebida no haya exceso,
mas tampoco carencia; y acuérdate:
la noche, para la caza; el día, para el sueño.
Vaya el chacal tras los restos
que el tigre deje; vaya, el hambriento;
pero tú, cazador de raza, lobato,
si puedes, mata por tu cuenta y riesgo.
Con el tigre, oso y pantera ten paz,
pues dueños han sido siempre de la selva;
al buen Hathi cuida y atempera;
con el fiero jabalí, quieto, sé sagaz.
Si en la selva dos manadas topan,
e idéntico rastro empeñosas siguen,
échate, que los jefes concilien,
y así, tal vez, un acuerdo compongan.
Si atacares a un lobo,
sea, pero que esté solo;
que si toda la manada entra en liza
su número disminuirá, con la riza.
Refugio, para el lobo, es su guarida,
su hogar es; nadie tiene derecho
a entrar, por la fuerza, en él,
ni jefe, ni consejo, ni toda la partida.
Para cada lobo, su cubil es su refugio;
si no supo, como debe ser, hacerlo,
a buscar otro veráse obligado,
si tal orden recibe del consejo.
Cuando matar logres algo
antes de medianoche, en silencio hazlo;
no sea que los ciervos despierten,
y a ayunar sean obligados tus compañeros.
Justo sea para ti o tus cachorros matar,
o para bien de tu hermano, justo sea;
pero no sea esto, nunca, por gusto,
y dar caza al hombre, ¡jamás!, ¡nunca se vea!
Si al más débil su botín robas,
no del todo te hagas dueño;
protege la manada al más humilde:
para él, cabeza y piel, la sobra.
De la manada es lo que mata la manada;
déjala en su lugar, que es su comida;
nadie a otro sitio a llevarla se atreva:
quien tal ley infringiere, muerto sea.
Coma el lobo lo que mató el lobo;
despache a su gusto; es su derecho,
sin permiso suyo, no haya cohecho:
la manada no podrá tocarlo ni comerlo.
Derecho de cachorro, derecho de lobato
de un año: cuando la manada mata,
él se harta de la misma pieza,
si es que el hambre le aprieta.
Derecho de carnada es el derecho de madre:
exíjale al compañero (nadie podrá negarlo),
de su misma edad, una parte
de lo que aquél haya muerto.
Derecho de caverna es el del padre:
dueño de cazar para los suyos
y libre de la manada se halla;
sólo el consejo juez será de sus actos.
Edad y astucia, fuerza y garra acerada:
por esto jefe es el viejo lobo;
en caso no previsto, en todo el globo
sea juez y deje toda cuenta saldada.
Dulces son y muchos de la ley nuestra
estos sabios y útiles preceptos;
mas todos en uno solo se concreta:
¡obedece! La ley no es sino esto.