La imagen que se le quedó grabada a Jamie fue la de un tiramisú con su correspondiente cuchara dando volteretas a cámara lenta en el aire a la altura de su cabeza. Su padre y David Symmonds habían caído hacia atrás sobre la mesa. El extremo más cercano había cedido y el otro se había levantado como un balancín, disparando al aire una variedad de objetos (uno de los amigos de Katie estaba muy orgulloso de haber pillado al vuelo un tenedor).
Desde ese instante la cosa se pareció más a un accidente de carretera. Todo muy claro, distanciado y lento. Nada de más dolores abdominales. Sólo una serie de tareas que había que llevar a cabo para impedir daños mayores.
Ray se inclinó y empezó a separar al padre de Jamie de David Symmonds. La cara de David Symmonds estaba cubierta de sangre. A Jamie le impresionó un poco que un hombre de la edad de su padre fuera capaz de infligir esa clase de daño.
Jamie y Tony se miraron y tomaron una de esas tácitas e instantáneas decisiones y decidieron ir a ayudar. Se pusieron en pie y saltaron por encima de la mesa, lo que habría quedado bastante Starsky y Hutch de no ser porque a Jamie se le pegó un panecillo con mantequilla en la pernera del pantalón.
Llegaron juntos al otro extremo de la carpa. Tony se arrodilló junto a David porque había hecho un cursillo de primeros auxilios y David parecía haber salido peor parado. Jamie fue a hablar con su padre.
Justo cuando llegó, Ray estaba diciendo:
—Por el amor de Dios, ¿para qué has hecho eso? —y su padre estaba a punto de contestar cuando el cerebro de Jamie cambió a la velocidad de curvatura y se le ocurrió entonces que nadie sabía por qué lo había hecho su padre. Sólo él y Katie, su madre y su padre. Y David, como era obvio.
Y Tony, porque Jamie le había contado todos los cotilleos antes de la comida. Y la razón por la que su madre había salido corriendo de la carpa era que pensaba que todo el mundo iba a averiguarlo ahora. Aunque si Jamie actuaba con rapidez quizá fueran capaces de atribuir el incidente a una demencia inducida por los medicamentos. Porque después del discurso todo el mundo tenía bastante claro que su padre no estaba en su sano juicio.
De manera que cuando su padre dijo «Porque…», Jamie le tapó la boca con la mano para impedir que dijera nada más, y quizá se pasó un poco al hacerlo porque sonó como un bofetón y Ray y su padre alzaron la vista sorprendidos, pero al menos impidió que su padre hablara.
Jamie se inclinó hacia él y susurró:
—No digas nada.
Su padre contestó:
—Nnnnn.
Jamie se volvió hacia Ray y le dijo:
—Llévatelo a la casa. Al piso de arriba. A su habitación. Sólo… sólo para que se quede allí, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —repuso Ray, como si Jamie le hubiese pedido que moviera un saco de patatas. Puso en pie al padre de Jamie y lo ayudó a salir de la carpa.
Jamie se acercó a Tony.
David estaba diciendo:
—Ese hombre es un maníaco.
—Siento mucho todo esto —le dijo Jamie. Se volvió entonces hacia Tony y añadió en voz baja—: Llévatelo a la sala de estar y llama a una ambulancia.
—No creo que necesite una ambulancia —observó Tony.
—Pues un taxi o lo que sea. Simplemente haz que se vaya de esta casa.
—Oh, vale, ya veo qué quieres decir —repuso Tony. Puso una mano bajo el brazo de David—. Vamos, amigo.
Jamie se incorporó y se dio la vuelta y se percató de que todo había pasado en cuestión de segundos y de que el resto de los invitados estaban sentados inmóviles y sin habla, incluido el tío Douglas, lo cual era una novedad. Y quedó claro que esperaban alguna clase de explicación o anuncio, y que Jamie era la persona de quien lo esperaban, pero tenía que hablar primero con su madre, de modo que dijo:
—Vuelvo en un momento —y salió corriendo de la carpa y la encontró de pie en el otro extremo del jardín recibiendo consuelo de una mujer que no reconoció, mientras Ray y Tony hacían entrar a su padre y a David en la casa, ambos sujetando con firmeza a los hombres a su cargo para impedir que trabaran contacto entre sí.
Su madre estaba llorando. La mujer mayor a la que no reconocía la abrazaba.
—Necesito hablar con mi madre a solas —dijo Jamie.
La mujer repuso:
—Soy Ursula. Una buena amiga.
—Vuelva a la carpa —ordenó Jamie. La mujer no se movió—. Perdone. He sido grosero. Y no pretendía ser grosero. Pero de verdad que tiene que irse, y rápido.
La mujer retrocedió.
—Vale —dijo con ese tono cauteloso que uno utiliza con un psicópata para que siga tranquilo.
Jamie asió a su madre por los brazos y la miró a la cara.
—Todo va a salir bien.
—Puedo explicarlo todo —dijo su madre. Todavía lloraba.
—No hace falta que lo hagas —repuso Jamie.
—No —dijo su madre—. Ese hombre, al que le ha pegado tu padre…
—Ya lo sé —interrumpió Jamie.
Su madre hizo una breve pausa y luego exclamó:
—Oh, Dios mío.
Las piernas le fallaron un poco y Jamie tuvo que mantenerla en pie durante un par de segundos.
—¿Mamá…?
Ella recobró el equilibrio apoyándole una mano en el brazo.
—¿Cómo lo has sabido?
—Te lo explicaré después —contestó Jamie—. Por suerte, nadie más lo sabe —no recordaba la última vez que se había sentido tan viril y competente. Tenía que actuar con rapidez antes de que se rompiera el hechizo—. Vamos a volver a entrar. Voy a dar un discurso.
—¿Un discurso? —su madre pareció muerta de miedo.
El propio Jamie estaba un poco nervioso.
—¿Un discurso sobre qué? —quiso saber su madre.
—Sobre papá —respondió Jamie—. Confía en mí.
Por suerte su madre pareció incapaz de discrepar y cuando le rodeó los hombros con un brazo y la guió de vuelta por el césped se dejó llevar.
Atravesaron el umbral de la carpa, la conversación se extinguió de inmediato y avanzaron lentamente a través de un silencio muy elocuente de vuelta a sus asientos, con los zapatos repiqueteando sobre los tablones bajo sus pies.
Katie tenía a Jacob en el regazo. Cuando Jamie y su madre llegaron a la mesa, el niño dijo:
—El abuelito se ha peleado —y Jamie oyó a alguien a sus espaldas reprimir una risita asustada.
Jamie acarició con suavidad la cabeza de Jacob, sentó a su madre y se volvió de cara a todo el mundo. El número de personas pareció haberse duplicado por arte de magia en los últimos minutos. Su mente se quedó en blanco y se preguntó si iba a quedar tan en ridículo como su padre.
Entonces su cerebro volvió a establecer la conexión y comprendió que, después de lo que había hecho su padre, le bastaba con coordinar un par de palabras y todo el mundo se sentiría tremendamente aliviado.
—Perdonad por todo esto —empezó—. No formaba parte del plan.
Nadie rió. Era comprensible. Tendría que mostrarse un poco más serio.
—Mi padre no se ha encontrado muy bien últimamente. Como es probable que hayáis supuesto.
¿Iba a tener que mencionar el cáncer? Sí. No había forma de evitarlo.
—Os aliviará saber que no tiene cáncer.
La cosa era más peliaguda de lo que había esperado. La atmósfera en la carpa era perceptiblemente fúnebre. Bajó la vista hacia su madre. Tenía la cabeza gacha y trataba de convertir la servilleta en una bola lo más pequeña posible en el regazo.
—Pero ha estado muy deprimido. Y ansioso. En particular con respecto a la boda. En particular por tener que pronunciar un discurso en la boda.
Ahora empezaba a coger el ritmo.
—Tiene un médico estupendo. Su médico le recetó Valium. Y esta mañana se ha tomado un puñado de ellos. Para estar más relajado. Creo que es probable que se haya pasado de la raya.
Una vez más nadie rió, pero en esta ocasión hubo una especie de murmullo por lo bajo que pareció prometedor.
—Es de esperar que ahora esté ahí arriba durmiendo la mona.
Y fue entonces cuando Jamie cayó en la cuenta de que iba a tener que ocuparse no sólo del discurso poco meditado de su padre sino también del hecho de que su padre le había dado un cabezazo al amante de su madre delante de todo el mundo. Y eso iba a ser mucho más difícil. Hizo una pausa. Bastante larga. Y el ambiente empezó a enfriarse otra vez.
—No tengo ni la más remota idea de por qué mi padre le ha pegado a David Symmonds. Para ser franco, no estoy del todo seguro de que mi padre supiera que era a David Symmonds a quien le estaba pegando.
Se sentía como si esquiara montaña abajo a velocidad peligrosa a través de un bosque de árboles demasiado cerca unos de otros.
—Trabajaron juntos en Shepherds hace unos años. No sé si se han visto desde entonces. Supongo que la moraleja es que si no te llevas bien con alguien del trabajo, entonces probablemente no es buena idea que lo invites a la boda de tu hija y te tomes grandes cantidades de medicamentos antes del banquete.
En ese momento, gracias a Dios, el murmullo por lo bajo se convirtió en risas reales. Por parte de la mayoría del público, al menos (Eileen y Ronnie parecían petrificados).
Y Jamie se dio cuenta de que por fin estaba llegando a un terreno más firme.
Se volvió hacia Katie y vio a Jacob sentado en su regazo con los brazos de ella alrededor y la cara enterrada en su pecho. Pobrecito. Iba a necesitar un informe detallado y exhaustivo cuando todo hubiese acabado.
—Pero éste es el día especial de Katie y Ray —concluyó Jamie alzando la voz y tratando de sonar optimista.
—¡Bien dicho! —exclamó el tío Douglas levantando la copa.
Y fue obvio por la reacción general de leve sorpresa que muchos de los invitados habían olvidado que estaban en una boda.
—Por desgracia, el novio está ocupándose del padre de la novia en este momento…
Ray apareció en el umbral de la carpa.
—Desmiento lo dicho…
Todas las miradas se volvieron hacia Ray, que se detuvo en seco y pareció un poco sorprendido por ser el centro de atención.
—Así pues, por el bien de Katie y Ray, creo que deberíamos olvidar los acontecimientos de estos últimos diez minutos y ayudarles a celebrar su boda. Katie y Ray… —cogió una copa medio llena de la mesa ante él—. Os deseo a los dos un día muy feliz. Y confiemos en que el resto de vuestro matrimonio no esté tan lleno de incidentes.
Todo el mundo levantó su copa y hubo una serie de aclamaciones confusas y Jamie se sentó y todos los presentes guardaron silencio y Sarah empezó a aplaudir, y entonces toda la carpa empezó a aplaudir y Jamie no supo muy bien si era por Katie y Ray o si lo estaban felicitando por su actuación, de la que se sentía bastante orgulloso.
De hecho, se sintió tan arrastrado por la sensación general de alivio que se sorprendió al volverse hacia su madre y comprobar que aún lloraba.
Su madre miró a Katie y dijo:
—Lo siento mucho, muchísimo. Todo ha sido culpa mía —se enjugó los ojos con una servilleta, se levantó y añadió—: Tengo que ir a hablar con tu padre.
Y Katie dijo:
—¿Estás segura de…? —pero su madre ya se había ido.
Y Ray apareció a su lado y dijo con aspereza:
—Desde luego estoy deseando irme a Barcelona.
—El abuelito se ha peleado —intervino Jacob.
—Ya lo sé. Yo también estaba —dijo Ray.
—El hombre al que le ha pegado… Era… —dijo Katie.
—Ya lo sé —interrumpió Ray—. Tu padre me lo ha contado. Con algunos detalles bastante gráficos. Es una de las razones de que esté deseando irme a Barcelona. Está descansando un poco, por cierto. No creo que tenga previsto bajar aquí a toda prisa.
Y Jamie comprendió de pronto un hecho que saltaba a la vista y que de alguna forma le había pasado inadvertido hasta ese momento. Que su padre lo había sabido siempre. Lo de su madre y David Symmonds.
La cabeza le dio unas cuantas vueltas.
Se volvió hacia Katie.
—¿O sea que mamá sabía que papá sabía que ella y David Symmonds estaban…?
—No —dijo Katie con más aspereza aún que Ray—. Es obvio que papá ha elegido el día de nuestra boda para darle la feliz noticia.
—Jesús —soltó Jamie—. ¿Por qué invitaron al tipo?
—Ésa —dijo Katie— es una de varias preguntas que tengo intención de hacerles luego. Asumiendo que no se hayan matado uno al otro.
—¿Crees que deberíamos…? —Jamie se levantó de la silla.
—No, no lo creo —repuso Katie con cierta brusquedad—. Pueden resolverlo por sí solos.
Ray se acercó a comprobar que sus propios padres hubiesen sobrevivido a la dura experiencia y Tony apareció con una botella de champán abierta y un par de copas. Se sentó en la silla vacía de Jean y le dijo a Katie:
—Ésta es la primera boda a la que asisto. Y he de decir que son mucho más entretenidas de lo que esperaba.
Lo cual a Jamie le pareció bastante arriesgado dado el estado de ánimo de Katie. Pero quedó claro que Tony conocía el terreno, quizá por el hecho de tener a Becky por hermana, porque Katie le arrancó la botella de la mano a Tony, dio un sorbo tremendo y dijo:
—¿Sabes qué es lo mejor?
—¿Qué? —quiso saber Tony.
—Que estés tú aquí.
—Muy amable por tu parte —repuso Tony—. Aunque no me esperaba que mi entrada se orquestara de forma tan dramática.
—Dios santo —se lamentó Katie—. Necesito urgentemente bailar un poco.
—Una mujer con la que me identifico —dijo Tony.
—¿Y David…? —preguntó Jamie.
—Se ha ido hacia su coche —explicó Tony—. Creo que quería evitar un segundo encuentro. Lo cual ha sido probablemente sensato, dadas las circunstancias.
En ese momento, un hombre cargado con un altavoz en que se leían las palabras TOP SOUNDS apareció como un ángel con sobrepeso en el umbral de la carpa.
Pero Jamie estaba más preocupado por su padre que Katie, y no le entusiasmaba tanto que sus padres resolvieran la cuestión por sí solos, de manera que le pidió a Tony que lo disculpara y se dirigió hacia la casa, deteniéndose por el camino para asegurarles a varios amigos y familiares que su padre estaba bien, y confiando sinceramente en que lo estuviera.
Llamó a la puerta de la habitación de sus padres. Al otro lado, las débiles voces guardaron silencio. Jamie esperó, y luego volvió a llamar.
—¿Quién es? —preguntó su padre.
—Soy yo, Jamie. Sólo quería comprobar que estuvieseis bien —hubo una breve pausa. Era obvio que no estaban bien. Fue una estupidez decir eso—. Es sólo que la gente está preocupada. Como es natural.
—Me temo que he armado un absoluto desastre —dijo su padre.
Se hacía difícil saber cómo responder a eso a través de una puerta.
—¿Podrás decirles a Katie y a Ray que lamento terriblemente haberles hecho pasar tanta vergüenza?
—Lo haré —repuso Jamie.
Hubo un breve silencio.
—¿Está bien David? —quiso saber su padre.
—Sí —contestó Jamie—. Se ha marchado.
—Bien —repuso su padre.
Jamie cayó en la cuenta de que aún no había oído hablar a su madre. Y parecía improbable que le hubiese ocurrido algo espantoso, pero esta vez quería estar absolutamente seguro.
—¿Mamá?
No hubo respuesta.
—¿Mamá…?
—Estoy bien —contestó su madre. Hubo una nota de irritación en su voz, lo que resultó extrañamente tranquilizador.
Jamie estuvo a punto de decir que si necesitaban algo… Entonces se preguntó qué podría ser ese algo (¿vino?, ¿tarta de bodas?) y decidió poner fin a la conversación.
—Me vuelvo allá abajo.
No hubo respuesta.
De manera que volvió a bajar y cruzó el césped, tranquilizando a más gente con respecto a la salud de su padre mientras lo hacía. El baile había empezado y se deslizó en la carpa para sentarse junto a Tony, que estaba charlando sobre techos de listones y yeso con Ed.
Ed se escabulló y Jamie cogió un cigarrillo del paquete delante de Tony y lo encendió, y Tony le sirvió una copa de vino dulce y los dos observaron al tío Douglas bailar como un buey herido, y la música iba bien porque llenaba todos esos pequeños espacios en los que la gente tenía tentaciones de hacer preguntas sobre las repercusiones de lo que había pasado antes, aunque si uno sabía exactamente qué había pasado antes tenía que intentar no fijarse mucho en la letra de las canciones («Una clase genial de amor», «Enhorabuena», «Apoya a tu hombre»…).
Durante las dos semanas anteriores había deseado desesperadamente hablar con Tony. Ahora, tenía suficiente con estar sentado a su lado, con tocarlo y respirar el mismo aire. La última vez que habían estado juntos parecían dos divorciados. De algún modo, en el ínterin se habían convertido en… ¿qué? ¿Una pareja? Esa palabra le parecía inadecuada ahora que era él a quien le tocaba recibir.
Quizá no estaba mal lo de ser algo cuyo nombre no conocías.
Hablaron con Mona sobre los peligros de tirarse al jefe (cosa nada recomendable que ella había hecho). Hablaron con los padres de Ray, extrañamente imperturbables ante la naturaleza nada ortodoxa del banquete (el hermano de Ray estaba en la cárcel, por lo visto, algo que Katie no había mencionado, y al ex marido de Barbara lo había descubierto una vez la policía durmiendo en un contenedor). Hablaron con Craig, el gay que se ocupaba de Jenny, que técnicamente no tendría que estar hablando con la gente por su cuenta mientras estaba de servicio pero, a la mierda, Jenny estaba como una cuba y se lo estaba pasando divinamente bien con el tipo aburridísimo de la oficina de Ray.
Una media hora después su madre entró en la carpa.
Y fue un poco como si la reina entrara en la habitación, pues todos dejaron de pronto de bailar y se quedaron callados y un poco presas del pánico por no saber muy bien cómo tenían que comportarse. Sólo que el tipo de Top Sounds no sabía qué había pasado antes, de manera que Kylie Minogue siguió cantando The Locomotion a voz en grito.
Jamie estuvo a punto de saltar de su silla y correr a salvarla de toda aquella atención no deseada, pero Ursula (que había estado bailando The Locomotion de una manera sorprendentemente atlética con un grupo de amigos de Katie y Ray) se acercó y la abrazó, y Jamie no quiso pasarle por encima por segunda vez. Y al cabo de unos segundos Douglas y Maureen se habían unido a ella y su madre no tardó en estar sentada en una mesa en un rincón con gente que se ocupaba de ella.
En consecuencia, cuando su padre entró en la carpa unos minutos después causó un poco menos de revuelo. Una vez más, Jamie se preguntó si debía acudir a ocuparse de él. Pero su padre fue derecho a Katie y Ray y presumiblemente les presentó alguna clase de disculpa directa por su comportamiento de antes que debió de salirle bastante bien, porque el encuentro acabó en un abrazo, después del cual su padre fue conducido de forma similar a una mesa por Ed, con quien pareció haber establecido una firme amistad intergeneracional (Jamie se enteró más tarde de que Ed había sufrido una crisis unos años antes y no había salido de su casa en varios meses). Y fue un poco raro, lo de que sus padres estuvieran sentados en mesas distintas. Pero aún habría sido más raro verlos de pie juntos, algo que no habían hecho nunca en ningún tipo de reunión, de modo que Jamie decidió posponer sus preocupaciones con respecto a ellos hasta el día siguiente.
Y cuando Jamie y Tony salieron de la carpa un poco más tarde, empezaba a oscurecer y alguien había encendido bengalas multicolores sobre cañas de bambú en torno al jardín, volviéndolo casi mágico. Y pareció por fin que el día se había arreglado todo lo bien que podía arreglarse.
Jugaron al escondite con Jacob y se encontraron a Judy con aspecto abatido en la cocina porque Kenneth estaba comatoso en el váter de la planta baja. De manera que encontraron un destornillador y forzaron la cerradura y dejaron a Kenneth en la postura de recuperación en el sofá de la salita tapado con una manta y con un cubo cerca en la moqueta, antes de arrastrar a Judy de vuelta al exterior y a la pista de baile.
Y después llegó la hora de acostarse de Jacob, de forma que Jamie le leyó Sopa de calabaza y Jorge el Curioso va en tren y luego bajó y bailó con Tony, y pusieron Three Times a Lady de Lionel Richie y Jamie rió y Tony preguntó por qué y Jamie tan sólo lo atrajo hacia sí y lo besuqueó en medio de la pista de baile durante los tres minutos enteros y tres minutos enteros de la polla de Tony presionando contra él fue más de lo que pudo soportar y para entonces ya estaba bastante borracho, de modo que se llevó a Tony arriba y le dijo que no hiciera ruido o lo mataba y fueron a su antigua habitación y Tony folló con él a la vista de la Gran Jirafa y el juego completo del Doctor Dolittle.