Jean estaba de pie en el pasillo escuchando a un joven que trabajaba para Ray. Pero sobre todo dejaba vagar la mirada entre la creciente multitud. Porque, a decir verdad, era uno de esos tipos que esperaban que te callaras y asintieras con la cabeza y profirieses un sonido apreciativo de cuando en cuando.
Y estaba bien lo de dejar vagar la mirada entre la multitud. Se sentía lo bastante responsable como para enorgullecerse del hecho de que todos parecieran estar pasándolo bien (Judy se reía; Kenneth estaba sobrio). Pero no tan responsable como para tener que imaginar todos los desastres posibles e impedirlos.
Y ahí estaba Jamie dirigiéndose a la cocina con un traje azul marino muy bonito y camisa blanca (el corte en la mejilla lo hacía parecer bastante viril).
Veía a David hablar con la madrina de boda de Katie y parecía un poco a la defensiva. Se sintió como si lo viera desde muy lejos.
—Hace cinco años —dijo el tipo que trabajaba con Ray—, su señal de televisión llegaba a través del aire y su señal de teléfono llegaba a través del suelo. Dentro de cinco años, su señal de televisión llegará a través del suelo y su señal de teléfono llegará a través del aire.
Jean se disculpó y salió al jardín.
Al hacerlo vio a un joven entrar por la puerta lateral con una bolsa de viaje verde oscuro. Chaqueta de ante, camisa floreada. Le pareció vagamente familiar.
Se estaba preguntando si sería un amigo de Katie y Ray cuando dejó caer la bolsa y alguien lo abrazó y empezaron a girar juntos y todo el mundo los miraba y Jean cayó en la cuenta de que era Jamie, lo que significaba que el hombre tenía que ser Tony, y se estaban besando delante de todo el mundo con las bocas abiertas.
Lo primero que pensó fue que tenía que impedir que la gente los viera, echándoles algo encima, como un mantel, por ejemplo, o gritándoles algo muy alto. Pero todo el mundo los había visto para entonces (Brian estaba literalmente boquiabierto) y nada que no fuera fuego de ametralladora iba a distraer la atención de la gente.
El tiempo transcurrió más despacio. Las únicas cosas que se movían en el jardín eran Jamie y Tony y la ceniza que caía del cigarrillo de Ed.
Jean tenía que hacer algo. Y tenía que hacerlo ya.
Fue hacia Jamie y Tony. Se separaron y Tony la miró. Jean sintió que el día se tambaleaba, como un coche al borde de un precipicio.
—Tú debes de ser Tony —dijo.
—Así es —repuso Tony manteniendo a propósito un brazo en torno a la cintura de Jamie—. Usted debe de ser la madre de Jamie.
—Así es.
Tony tendió la mano libre.
—Encantado de conocerla.
—Yo también estoy encantada de conocerte —Jean tendió las manos para abrazarlo, para demostrar que lo decía en serio, y para demostrarle a todo el mundo que había que darle la bienvenida. Y Tony soltó finalmente a Jamie y la rodeó con sus brazos.
Era mucho más alto de lo que parecía desde lejos, de manera que la cosa debió de ser bastante cómica. Pero Jean sintió que el ambiente en el jardín se volvía más cálido y relajado.
Tan sólo planeaba hacerlo durante unos segundos, pero tuvo que mantener la cara pegada a la camisa de Tony durante un buen rato porque estaba llorando, algo que la pilló totalmente desprevenida, y mientras que quería que todo el mundo supiera que le daba la bienvenida a Tony a la familia, no quiso en realidad que la vieran llorando indefensa en brazos de alguien a quien había conocido hacía diez segundos.
Entonces oyó a Katie chillar de alegría.
—¡Tony! Me cago en la leche. Has venido —lo que sí atrajo la atención de la gente.