Jamie le preguntó a la mujer detrás del mostrador dónde era la boda y la vio recorrer el mostrador en busca de un arma. Jamie bajó la mirada y vio que tenía sangre en las manos y trató de explicar que su padre había huido pero eso no hizo relajarse a la mujer. De manera que adoptó el tono que utilizaba con los clientes difíciles y dijo:
—Mi hermana, Katie Hall, se está casando en este preciso momento con Ray Phillips en este edificio y si no estoy ahí para presenciarlo tendrá usted noticias de mi abogado.
¿Su abogado? ¿Quién coño era ése?
La mujer o bien le creyó o estaba demasiado asustada para enfrentarse a él a solas, porque cuando se alejó a grandes zancadas en busca de la boda permaneció en su silla.
Se detuvo ante la puerta al fondo del pasillo y la abrió una rendija y vio a una mujer vagamente parecida a la tía Maureen y un escote que pertenecía sin duda a la mujer del tío Brian. De forma que se deslizó en el interior mientras el juez decía:
—… constituye una prenda formal y pública del amor que sentís el uno por el otro. Ahora voy a preguntaros a cada uno de vosotros…
Su padre estaba de pie junto a su madre esbozando una sonrisa benévola, y Jamie sintió una rara combinación de excitación y anticlímax tras haberse pasado el viaje imaginando que sería el centro de atención para descubrir que no lo era, de forma que en lugar de dar brincos y contarle a alguien su ridícula aventura tenía que callarse y quedarse quieto.
Probablemente fue ése el motivo de que le sonriera a Katie y la saludara con la mano sin pensar cuando miró hacia él, haciéndole poner el anillo en el dedo equivocado, aunque por suerte fue más divertido que otra cosa. Y cuando Jacob salió disparado a abrazarla, él no pudo resistirse a salir disparado a abrazarla, y el juez pareció un poco molesto pero hubo bastantes más que hicieron lo mismo, de modo que tuvo que aguantarse.
Salieron en tropel al aparcamiento y una amiga de Katie le preguntó qué había estado haciendo para acabar en ese estado y él explicó:
—El coche se me ha estropeado. He tenido que tomar un atajo —ambos rieron y Jamie consideró que probablemente podría decir que lo había atacado un leopardo y todo el mundo se lo tomaría con calma gracias al ambiente de carnaval, aunque su madre pareció preocupada por que se acicalara un poco en cuanto tuviese oportunidad.
—¿Cómo está papá? —preguntó.
—En excelente forma —respondió ella, lo cual alarmó un poco a Jamie, porque no recordaba haber oído decir a su madre nada tan positivo sobre su padre ni siquiera cuando estaba totalmente cuerdo.
De manera que se acercó a su padre y le preguntó qué tal se encontraba, y su padre dijo:
—Tienes un pelo muy raro —que era técnicamente correcto pero no la respuesta que Jamie esperaba.
Jamie le preguntó si había bebido.
—He tomado Valium —repuso su padre—. Me lo mandó el doctor Barghoutian. Perfectamente fiable.
—¿Cuánto?
—¿Cuánto qué? —dijo su padre.
—¿Cuánto Valium? —preguntó Jamie.
—Ocho, diez —repuso su padre—. El suficiente. Dejémoslo así.
—Oh, Dios mío —soltó Jamie.
—Me gustaría mucho conocer a tu novio —dijo George—. ¿Qué te parece eso?
—¿Tienes previsto dar un discurso en el banquete?
—¿Un discurso? —preguntó George.
—Estás sangrando —observó Jamie.
George levantó la mano. Le goteaba sangre de la manga.
—Qué cosa más rara.