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Jean se sentía fatal.

Lo de Jamie ya era el colmo. Todo se había estropeado. George. Eileen y Ronnie. Alan y Barbara. Era el día de la boda de Katie. Se suponía que tenía que ser especial. Se suponía que tenía que ir como la seda. Se suponía que tenía que ser romántico.

Entonces algo pasó en el coche.

Había obras en la calzada de dos direcciones y se habían detenido mientras el tráfico se canalizaba por un único carril. George dijo:

—Me temo que no he sido un gran marido.

—No seas ridículo —dijo Jean.

George miraba al frente, a través del parabrisas. Caía una lluvia fina contra el cristal.

—Soy un hombre más bien frío. Bastante rígido. Y siempre lo he sido. Ahora me doy cuenta.

Jean nunca lo había oído hablar así. ¿Estaría volviendo la demencia? No sabía qué pensar.

Conectó el limpiaparabrisas.

—Y me doy cuenta de que esa frialdad, esa rigidez han sido la causa fundamental de muchos de mis problemas recientes —George apartó una pelusilla de la puerta de la guantera.

El tráfico empezó a avanzar otra vez. Jean metió la marcha y arrancó.

George apoyó la mano sobre la de ella. Eso le puso un poco difícil cambiar de marcha.

—Te quiero —dijo George.

No se habían dicho eso desde hacía muchísimo tiempo. Jean sintió un nudo en la garganta.

Miró de soslayo y vio que George la miraba y sonreía.

—Te he puesto las cosas muy difíciles últimamente.

—No hace falta que te disculpes —repuso Jean.

—Pero voy a cambiar —aseguró George—. Estoy cansado de sentir miedo. Estoy cansado de sentirme solo.

Le apoyó una mano a Jean en el muslo, se reclinó en el asiento y cerró los ojos.

Y Jean se dio cuenta de que su aventura tocaba a su fin. De que ella y David nunca volverían a hacer el amor. Pero estaba bien que así fuera.

Su vida con George no era una vida excitante. Pero ¿no sería igual la vida con David al cabo de un tiempo?

Quizá el secreto estaba en dejar de buscar una hierba más verde. Quizá el secreto estaba en aprovechar al máximo lo que tenías. Si ella y George hablaban un poquito más… Si se iban más veces de vacaciones…

Había dejado de llover. Jean quitó el limpiaparabrisas y el registro civil apareció ante su vista a mano derecha de la carretera.

Puso el intermitente y entró en el aparcamiento.