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Jamie se sentó con una taza de té y su mejor pluma y un bloc de papel de escribir que había encontrado en el cajón de abajo del escritorio. Papel del bueno, como el que le hacían usar para cartas de agradecimiento cuando era niño.

Empezó a escribir.

Querido Tony:

Te amo y quiero que vengas a la boda.

Fui a Peterborough la semana pasada. Mi padre estaba en plena crisis nerviosa y acabó en el hospital después de rebanarse un trozo del cuerpo con unas tijeras (te lo explicaré más adelante). Cuando estaba en el hospital me topé con el hombre con el que mi madre tiene una aventura (también te explicaré eso). Katie y mamá tuvieron una pelea tremenda sobre la boda. Se anuló. Pero ahora va a volver a celebrarse (te explicaré eso…

Arrancó la hoja, la arrugó y empezó otra vez. Tony había invertido mucha energía en alejarse de su propia familia. Ése no era el momento para que Jamie alardeara de los defectos de la suya.

Querido Tony:

Te amo y quiero que vengas a la boda.

Fui a Peterborough la semana pasada y me di cuenta de que mi familia eres tú…

Demasiado empalagoso.

Querido Tony:

Te quiero.

La boda se anuló. Ahora va a volver a celebrarse.

Dios sabe qué va a pasar ese día, pero quiero que estés allí conmigo…

Por Dios. Ahora parecía que estuviese vendiéndolo como un acontecimiento con espectadores.

¿Por qué demonios le costaba tanto hacer eso?

Se llevó el té afuera, se sentó en el banco y encendió un cigarrillo. Había niños jugando en un jardín vecino. De siete u ocho años. Le recordaron su propia infancia. Piscinas hinchables y cañas de bambú a modo de obstáculos olímpicos. Carreras en bici y saltos desde los árboles. Un par de años más y estarían fumando cigarrillos o buscando una lata de gasolina. Pero por el momento hacían un ruido agradable. Como el zumbido de un cortacésped, o de gente que jugara al tenis.

Le costaba tanto porque no podía decírselo a Tony cara a cara. Cuando le decías algo a alguien cara a cara veías cómo reaccionaba y ajustabas un poco el timón. Era como vender una casa («Es una zona muy cosmopolita.» «Ya nos hemos dado cuenta.» «Lo siento. Es la forma de hablar del agente inmobiliario; me temo que la llevo integrada.»).

Y Tony había cambiado en su ausencia. Después de todo lo que Becky le había contado. Cuando imaginaba a Tony veía ahora a alguien menos perfecto, más vulnerable; alguien más parecido a él.

Jamie también había cambiado.

Por Dios, era como el ajedrez.

No. Estaba siendo ridículo.

Trataba de recuperar a Tony. Estaría bien que acudiese a la boda, pero si se la perdía, ¿qué más daba? Tarde o temprano regresaría de Grecia.

Puestos a pensarlo, si la boda era un desastre, que Tony se la perdiera podía ser un regalo del cielo.

Resuelto.

Apagó el cigarrillo y entró.

Querido Tony:

Por favor, ven a la boda. Habla con Becky. Ella lo sabe todo.

Te quiero.

Jamie

xxx

La metió en un sobre, añadió uno de los mapas fotocopiados, lo cerró, escribió la dirección a la atención de Becky, puso el sello y lo llevó a la oficina de correos antes de que cambiase de opinión.