Jean subió a su cuarto y se tendió en la cama y lloró hasta que se quedó sin lágrimas.
Se sentía desesperadamente sola.
Por culpa de Jamie, sobre todo. Lo de Katie podía entenderlo. Katie estaba pasando por un momento muy difícil.
Y Katie discutía con todo el mundo, por lo que fuese. Pero ¿qué mosca le había picado a Jamie? ¿Sospechaba siquiera por lo que ella había tenido que pasar ese día?
Ya no entendía a los hombres de su familia.
Se incorporó hasta sentarse y se sonó la nariz con un pañuelo de papel de la caja sobre la mesita de noche.
Aunque, para ser franca, no estaba segura de haberlo hecho nunca.
Se acordó de Jamie a los cinco años. Se iba a su habitación para «tener intimidad». Incluso ahora hablaban con él y a veces era como estar hablando con alguien en España. Captabas lo básico. Qué hora del día era. Cómo se llegaba a la playa. Pero había un nivel entero al que no accedías porque no hablabas el idioma como era debido.
Y quizá todo habría salido bien si le hubiese podido hacer un arrumaco de cuando en cuando. Pero no era de los que se dejaban hacer arrumacos. No más que George.
Se acercó a la ventana y apartó las cortinas y miró hacia el jardín a oscuras. Había una tienda en alguna parte en las sombras bajo los árboles del fondo.
La idea de cambiarse el sitio con Ray le pareció de pronto muy atractiva: estar ahí abajo en un saco de dormir con Jacob.
Lejos de su casa. Lejos de su familia. Lejos de todo.