Jean se estaba instalando con una copa de vino a ver las noticias de la noche cuando Brian llamó para decir que George no había llegado. Llegaron a la conclusión de que probablemente estaría sentado en una vía muerta cerca de Exeter maldiciendo a la compañía de trenes Virgin. Jean colgó el teléfono y olvidó la conversación.
Sacó una hamburguesa de pavo del fondo del congelador, enchufó la vaporera y empezó a pelar zanahorias.
Cenó viendo una tontería romántica en que salía Tom Hanks. Estaban pasando los rótulos de crédito cuando Brian volvió a llamar para decir que George seguía sin llegar. Dijo que la llamaría otra vez al cabo de una hora si no había sabido nada.
La casa pareció de pronto muy vacía.
Abrió otra botella de vino y se tomó una copa demasiado rápido.
Estaba siendo una tonta. Los accidentes no le ocurrían a la gente como George. Y si lo hacían (como cuando se le metió aquel trozo de cristal en el ojo en Norwich) llamaba a casa de inmediato. Si acababa en un hospital llevaría un pedazo de papel en el bolsillo de la chaqueta con el número de Brian y las indicaciones para llegar a la cabaña y muy posiblemente un mapa trazado a mano.
¿Por qué pensaba siquiera en esas cosas? Demasiados años preocupándose de hijos adolescentes que acudían a fiestas y tomaban drogas. Demasiados años recordando cumpleaños y desenchufando tenacillas para rizar el pelo dejadas sobre la moqueta del dormitorio.
Se sirvió otra copa de vino y trató de ver de nuevo la televisión, pero no consiguió permanecer sentada. Lavó los platos. Luego vació la nevera. Quitó la porquería del pequeño desagüe del fondo, lavó los estantes con agua caliente y jabón, limpió los laterales y los secó con un trapo.
Cerró la bolsa de basura y la sacó al jardín. De pie junto al cubo oyó el traqueteo de un helicóptero de la policía. Alzó la mirada y vio la silueta negra en lo alto de un largo cono de luz en el cielo naranja sucio sobre el centro de la ciudad. Y no pudo reprimir la estúpida idea de que andaban buscando a George.
Entró en la casa y cerró la puerta con llave y se dio cuenta de que si no sabía nada más durante la hora siguiente iba a tener que llamar a la policía.