Katie se preguntaba a veces si su madre elegía sus opiniones sólo para hacerla enfadar.
Estaba claro que habría preferido que la boda no siguiera adelante. Pero si lo hacía, quería que fuese una celebración espléndida y pública. Katie señaló que eran unas segundas nupcias. Mamá dijo que no querían parecer chapuceros. Katie comentó que algunos restaurantes eran carísimos. Su madre sugirió que se casaran por la Iglesia. Katie preguntó por qué. Su madre contestó que sería bonito. Katie señaló que la religión no consistía en que las cosas quedaran bonitas. Su madre dijo que debería encargarse un vestido a medida. Katie repuso que a ella no le gustaba disfrazarse. Mamá le dijo que no fuera ridícula.
Y Katie empezó a entender que deberían haberse dado el sí en Las Vegas y habérselo dicho a todo el mundo después.
Al día siguiente Katie estaba viendo Brookside mientras Ray y Jacob hacían alguna clase de refugio rudimentario con dos sillas del comedor y la manta de picnic. Les preguntó qué hacían y Jacob explicó que estaban construyendo una carpa, «para la boda». Y Katie se dijo: «A la mierda». Iba a casarse con Ray. Sus padres iban a celebrar una fiesta. Sencillamente iban a hacer esas dos cosas de forma simultánea.
Llamó a su madre y le sugirió llegar a un acuerdo. Su madre consiguió la carpa, las flores y la tarta. Katie consiguió la ceremonia civil, sin bendición eclesiástica, y que el vestido no se lo hicieran a medida.
El sábado siguiente, Ray y Jacob se fueron a instalar un tubo de escape mientras Katie se encontraba con Mona en la ciudad para comprar un vestido antes de que mamá cambiase de opinión.
Se compró un vestido largo y sin tirantes de seda azul celeste, en Whistles. No se podía correr con él puesto (Katie procuraba no comprar nunca ropa con la que no pudiese correr), pero consideró que si había un incendio en el registro civil Ray podría echársela al hombro. Compró un par de zapatos de ante de un azul un poco más oscuro y con un poquito de tacón en una tienda de Oxford Street, y fue divertido lo de hacer de niña ingenua durante unas horas con Mona, que podía hacer de niña ingenua hasta el día del Juicio.
Cuando llegó a casa se dio unas vueltas para que los chicos la vieran y Jacob comentó:
—Pareces una dama —lo que fue raro, pero dulce.
Katie se inclinó para besarlo (e inclinarse tampoco fue particularmente fácil).
—Deberíamos conseguirte un traje de marinerito para que vayas a juego conmigo.
—No seas tan dura con el chaval —dijo Ray.
Jacob la miró muy serio.
—Quiero llevar mi camiseta de Bob el Constructor.
—No sé muy bien qué va a pensar de eso la abuelita —repuso Katie.
—Pero yo quiero llevar mi camiseta de Bob el Constructor —insistió Jacob.
Cruzarían ese puente cuando llegaran a él.