Bajó a la cocina del Lutetia y pidió champán a un camarero que le apreciaba: como hablaba francés sin acento, era menos alemán que los demás. Pidió un semiseco, sin cubitera, sin nada, solo la botella. Lo pidió todo por favor. Fuera el día era gris, oscuro; a Kunszer le parecía que diciembre era el mes más feo de la creación. De hecho, había inventado una palabrota para la circunstancia: Scheissigdezember[6]. En una sola palabra. El empleado volvió con la botella y Kunszer le dio las gracias.