VIII

LOS REALISTAS

Fortín de Vera, día 26.

Hemos pasado una malísima noche en el fortín sin poder dormir. Se nos ha echado encima un temporal de agua y nieve que parece que va a durar.

Las tropas del campamento del Bidasoa, próximo a Lesaca, han tenido que trasladarse a Vera. Son unos doscientos cincuenta hombres. Vienen mandados por el general Butrón y López Baños, y marchan como oficiales el brigadier Sancho y los coroneles O’Donnell, Iriarte, don Agustín Jáuregui y don Epifanio Mancha.

Esta columna llegó ayer al mediodía a ocupar la posición que dejaron los nuestros en la orilla del Bidasoa y se encontraron a campo raso, sin techo, sin comida y sin ropa; pasaron la noche a la intemperie resistiendo a pie firme la lluvia y la nieve y por la mañana entraron en el pueblo.

Hemos fraternizado los unos y los otros, y les hemos dado lo que teníamos.

27 de octubre: al amanecer.

Esta noche he dormido un poco en el barrio de Alzate, en casa de la hermana de Leguía. Le he indicado que me despierte a las cuatro, y a esta hora me he vestido y he marchado al fortín.

Hay calma absoluta.

No se ha recibido durante toda la noche ningún aviso de los confidentes acerca de los movimientos del enemigo, lo cual hace suponer que no se ha presentado todavía.

A las cinco de la mañana han tenido una conferencia Butrón y López Baños con Valdés. Butrón ha dicho que en vista de que no hay peligro de ataque en Vera, saldrá cuando se haga de día hacia las alturas de Oyarzun, para reunirse a Mina que debe estar en los caseríos de Arichulegui.

27, seis de la mañana.

A las cinco de la mañana se hallaban listos y formados los hombres de Butrón y López Baños.

Estaba completamente a oscuras. Butrón no ha querido salir mientras no amaneciese, porque, a pesar de que no había noticias de aproximación de fuerzas enemigas, no tenía confianza.

A las cinco y media comienza a clarear y aparece el pueblo chorreando agua por entre la bruma, en un cielo de nubes de plomo. La campana de la iglesia anuncia la primera misa. Siento una profunda tristeza. Me gustaría ser el último de los campesinos y vivir esa vida oscura del campo…

27, ocho de la mañana.

Iba Butrón a dar la orden de marcha, cuando viene corriendo un centinela que estaba en el puente de San Miguel, sobre el Bidasoa, a decir que un campesino al pasar por el puente le ha dicho que por los altos del término de Lesaca: Baldrun, Pompollegui y Escolamendi, por donde pensaba marchar Butrón camino de Oyarzun, hay apostada mucha tropa.

Inmediatamente se han dado órdenes de defender el puente de San Miguel, y Campillo, Peman y Malpica han salido con tropas y se han colocado en el extremo del puente. Valdés distribuye sus hombres por la orilla del río.

López Baños y Butrón marchan al pueblo para asegurar la retirada a Francia. Leguía va a Santa Bárbara por si por la espalda aparece el enemigo. Yo me quedo en el fortín con mis quince hombres.

El día está frío, húmedo y triste. Comienzan a verse grupos de tropas realistas en los altos y en una barriada próxima al río que se llama Alcayaga.

Hemos tenido aviso de la distribución de las fuerzas enemigas.

Las columnas realistas han maniobrado de noche sin que lo hayan advertido nuestros centinelas.

Viene contra nosotros el general Llauder, con más de cuatro mil infantes, ochocientos caballos y dos piezas de artillería.

La dirección de estas tropas es la siguiente:

El ala derecha, al mando del brigadier Villanueva, con mil quinientos soldados de tropa y quinientos voluntarios navarros, avanza hacia Yanci y Echalar; el ala izquierda, dirigida por el general González Villalobos, con mil hombres entre Cazadores, Guardia Real y Provincial de Burgos, más cien caballos, viene hacia Oyarzun; el centro, con dos mil hombres, va a las órdenes del capitán general Llauder. Lleva este el regimiento de Mallorca, los Cazadores, el 13 de línea y Voluntarios realistas. Van además con él el primer batallón de Milicias bilbaínas, al mando de don Ignacio Unceta; el 4° de Vizcaya y la 1.ª columna alavesa mandada por Verástegui.

Llauder lleva de segundo al coronel Benedicto.

Entre nosotros se dice que algunas compañías del 13 de línea se pasarán a nuestro campo.

Antula me pregunta si se nos reunirá Mina.

Creo que no. Mina debe estar acampado en este momento en los altos de Pagogaña y de Erlaiz, altos que dominan la orilla española del Bidasoa y están frente al monte de Biriatu.

Antula cree que si Mina viniera sería otra cosa. Yo dudo que venga; probablemente él estará en disposición de pedir ayuda, porque será atacado por las tropas de Villalobos o por las milicias de Sáinz de Pedro.

Como para darnos esperanza, los realistas han estado en los altos y en la otra orilla del río, en observación, sin atacarnos. En esto, entre los nuestros suena un tiro. (¿Será el sino de los liberales la torpeza?). Y comienza el ataque. Ya no se puede retroceder.