NOTICIAS DE MINA
Errota-sarreco-borda, 23 octubre.
Estoy con veinte hombres en un caserío de este pequeño nombre: Errota-sarreco-borda. El tal nombre quiere decir, en vasco, la Borda del molino viejo. Cerca tengo Errota-berri (el molino nuevo) y Errota-echezubi (el puente de la casa del molino).
Errota-sarreco-borda es un caserío pequeño del término de Zugarramurdi, hacia Vera. Vive aquí una viuda con tres chicos y un viejo. No hablan una palabra de castellano ni de francés, el leñador de Antula me sirve de intérprete.
Estamos impacientes por saber lo que ha hecho Mina. Los partidarios acérrimos de Valdés desean que no se presente para poder acusarle. ¡Qué mezquinas pasiones!
Hace dos días recibí un emisario que venía de Vera a darnos cuenta de la entrada de Mina en este pueblo.
Por lo que nos dijo, el 18 se reunió por la noche toda la gente disponible que había en Bayona, y Mina la hizo formar fuera de la puerta de España y la pasó revista. Se contaron escasamente 350 hombres, incluidos los 51 de la Compañía Sagrada, compuesta por oficiales algunos ya muy viejos que van como soldados.
A la luz de las hachas se saludaron todos como amigos y juraron fidelidad.
A Mina le acompañaban el jefe de Estado Mayor, O’Donnell, los generales Butrón y López Baños y el coronel Iriarte.
Don Gaspar de Jáuregui, el Pastor, dio la voz de marcha a sus voluntarios que iban de vanguardia, y comenzó la columna a alejarse de Bayona.
Mina iba acompañado por Sanz de Mendiondo y por el capellán don Agustín de Apezteguía.
Después de caminar toda la noche del 18, al amanecer del día 19 hizo alto con sus tropas en el bosque de Saint Pee; allí permanecieron durante el día y al hacerse de noche rompieron la marcha amaneciendo cerca de Vera.
Estuvieron en las alturas de Vera dando descanso a la tropa y repartieron varias proclamas en los caseríos próximos.
Al amanecer del día 21, Mina con la columna en orden de combate entró en el pueblo. Al acercarse al convento de capuchinos de Eztegara envió como parlamentario al comandante don Felipe Tolosana; pero los carabineros que lo ocupaban y su jefe don Claudio Ichazo al oír la corneta de parlamento se retiraron, saltando la tapia que da al arroyo Convetucoerreca y abandonaron el pueblo.
Mina parece que acusa a Leguía de falta de diplomacia con los carabineros en nuestra expedición anterior.
Creo que le han informado mal.
Vera, 24 octubre: mañana.
De Errota-sarreco-borda he vuelto a Zugarramurdi. Hemos quedado reducidos a unos ciento cincuenta hombres. La gente se va a la desbandada, sobre todo los aventureros extranjeros que venían principalmente en espera de botín. El Cuerpo que manda Leguía es el que no ha disminuido; los de Campillo y Malpica se han quedado en cuadro, y a Mancha no le resta más que el Inglesito, el tío Juan, Alí y otros tres o cuatro.
Nuestra pequeña fuerza está formada por oficiales. El viejo coronel Malpica se desespera pensando en las deserciones; de rabia quisiera fusilar a medio mundo.
Anteayer se recibió un oficio de Mina dirigido a Valdés. En él Mina nombra a Valdés gobernador del fuerte de Vera, y le dice que se traslade a este pueblo.
Valdés ha creído ver en tal nombramiento una humillación, y me ha dictado un oficio lleno de violencia, afirmando que no reconoce en Mina mando alguno. Pasado algún rato me ha dicho:
—¿Qué le parece a usted?
—En estos momentos sería conveniente que olvidasen ustedes toda cuestión de amor propio.
—Bueno. Rompa usted ese oficio, y escriba usted otro diciendo que me trasladaré a Vera.
Salimos el mismo día de recibir el oficio, por la noche, y llegamos ayer por la mañana. El gobernador del fuerte de Vera nombrado por Mina es don Joaquín Sanz de Mendiondo. Envía parte de nuestra tropa al viejo cuartel (la Casherna), parte al pequeño fortín derruido que está debajo, y parte al campamento del Bidasoa instalado por Mina en la otra orilla del río en el término de Lesaca.
Al entrar nosotros Mina ha dejado Vera, y siguiendo el curso del río ha llegado a Irún y ha ocupado el alto de San Marcial con dos compañías de guipuzcoanos, doce lanceros y veinte hombres de la Compañía Sagrada al mando del Pastor. Los voluntarios realistas de Irún han huido a Francia.
Vera, 24 octubre: noche.
Por lo que parece, Mina ha tenido el temor de que nos ataquen en Vera con fuerzas superiores, y ha dispuesto que Butrón, López Baños y O’Donnell, que iban siguiéndole, vuelvan a ocupar el campamento del Bidasoa en término de Lesaca, con sus fuerzas. Hoy por la tarde han llegado, según nos han dicho.
El tiempo está muy malo. El invierno se nos echa encima.
Valdés quiere que me cuide, y me ha enviado de alojado al pueblo, al barrio de Alzate. Estoy en casa de una hermana de Leguía, una señora ya anciana, que vive sola, con pobreza, y tiene una tiendecita.
La hermana de don Fermín me ha recibido muy amablemente. Es alta, fuerte, muy guapa. A mí me mira con lástima por verme demacrado y débil.
—¡Gashua! —me dice a cada momento. Esto parece que quiere decir en vascuence: Pobrecillo. Desdichado.
Por la tarde ha venido don Fermín a visitar a su hermana y han hablado largamente. En el curso de la conversación se han ocupado de mí; ella le preguntaba al guerrillero:
—Para qué traéis chicos como este? No os puede servir para nada. ¡Tan pequeño! ¡Tan charrico! Leguía contestaba:
—No, no. Este muchacho tiene nervio.
Yo estoy un poco febril. Este constante llover, esta constante humedad me ponen muy triste. Desde la ventana de la cocina de la casa veo el paisaje nebuloso y la niebla amarilla y triste que forma como un telón en el aire. Todo está convertido en un charco.
De noche, la hermana de Leguía ha encendido una gran fogata en la cocina y hemos estado al calor de la lumbre charlando. El Inglesito ha venido a visitarme. La gente dice que es muy raro que en octubre haga tan mal tiempo.
Sin duda tenemos poca suerte. Seremos unos gashúas, como dice la hermana de Leguía.