Epílogo

Los años después de la gran batalla por las Islas, muchas historias crecieron sobre los acontecimientos que sucedieron y sus desenlaces. Durante un tiempo algo parecido a la verdad se contó: un cuento que puede llamarse historia. Este cuento relata cómo Sean de Sieteaguas derrotó a los bretones con la ayuda de sus aliados y el liderazgo del joven Johnny, un guerrero con poderes casi sobrenaturales. Tan grande fue esa victoria que Northwoods renunció para siempre a sus derechos sobre los territorios en disputa. Pero de alguna manera, Edwin no perdió. Nuevas alianzas se forjaron entre viejos enemigos. Al cabo de un tiempo, la hija de Northwoods se casó con el heredero de Harrowfield y así irónicamente haciendo la paz, al final, estos dos grandes estados de Northumbria consiguieron exactamente lo que el villano Richard de Northwoods había una vez deseado: una propiedad fuerte y unida en el noroeste de Bretaña. Hubo incluso una alianza más extraña entre Northwoods y Sieteaguas, no menor que una promesa de paz y buenos deseos entre los bretones y los irlandeses. Esto lo consiguió Johnny y condujo a largos años de contento y prosperidad a ambas orillas del agua. Nadie habló mucho sobre la batalla misma; todos sabían que hubo cosas extrañas como el uso de naves, sospechosamente parecidas a los de Finn-ghaill y la intervención de algunos poderosos extranjeros y cómo todo dependió al final de una lucha a espadas entre dos hombres. Alguna gente dijo que había habido una mujer allí, y algunos dijeron un ogro o un hada. Pero la mayoría rechazaron esta idea por una fantasía.

Con el paso del tiempo, las historias desarrollaron una vida propia. Los pescadores, en particular, gustaban de intercambiarlas en frías noches alrededor del fuego, sus cuentos adornados por los efectos de una o tres jarras de buena cerveza. Lo divertido era que todo el mundo hablaba de las Islas y de cómo fueron recuperadas al final con gran valor y habilidad, pero cuando preguntabas a alguien dónde estaban nadie parecía ser capaz de decirlo con exactitud. Algunos decían al sur de Man, pero esto no podía ser cierto porque habían navegado todos allí en sus naves y todo el mundo sabía que allí no estaban esas islas, sino solamente alguna roca cubierta de agua con cada marea alta. Algunos decían que quizás al norte, pero otros se lo discutían. Donde quiera que las Islas hubieran estado, no estaban allí ahora: no de modo que las pudieras encontrar.

Pero algunas veces oían una historia de algún tipo u otro que creía haber visto algo, y cuando ponías todas estas historias juntas había una especie de historia en ello, una historia tan extraña que estaba más allá de lo creíble, pero, sin embargo, la creían, o casi. Podías estar remando y de repente una niebla bajaba como por arte de magia y cuando se abría por un momento veías una alta columna de piedra, como una torre construida por gigantes, sólo que estaba en el mar con las olas rompiendo a su alrededor. Y a veces podías ver a gente allí por la noche, sentados en las rocas a la luz de la luna o trepando arriba y abajo como si fueran cangrejos, tan ágilmente se movían en las pendientes escarpadas. Gente menuda como niños con el cabello tan rojo como las hojas de las hayas en otoño; y alguna vez un hombre o una mujer. Pero todo lo que se veía era una leve vislumbre de ellos antes de que la niebla se cerrara y los escondiera una vez más. Alguien había visto luces arriba, en lo alto, y otro juró que había divisado una criatura con un manto de plumas y zapatos rojos, pero los demás le dijeron que se estaba dejando llevar por su imaginación. Otro había dicho que había muchos selkies allí, todos alrededor de las rocas en el lado sur; y una mujer sentada al lado del agua cantando. Una sirena, pensó que era. Tonterías, le dijeron los demás, pero lo seguían contando.

Estas historias me hacen reír. Observo las costumbres de los hombres en mi espejo de agua clara y a medida que pasan los años veo a nuestra historia retorcerse y transformarse en una extraña reflexión distorsionada de ella misma, convirtiéndose en algo más aceptable para la gente sin la sangre y la pérdida, sin la crueldad, los terribles errores y el desperdicio. Y sonrío y dejo que se vaya. Oigo a mi hija recitar la doctrina y alabo sus esfuerzos, Bien hecho, Niamh, pero no demasiado o no tendrá ningún incentivo. Le doy tiempo para jugar con su padre y su hermano pequeño. Ríen y cantan y cuentan historias mientras se sientan al sol bajo los serbales. Fabrican silbatos de barba de ballena e inventan nuevos nombres para peces y pájaros y criaturas que se escabullen entre las rocas. No ven nada raro en los Fomhóire.

Danny puede elegir dejarnos cuando crezca, pero creo que se quedará. Tiene dos hogares aquí: el mar y la tierra y disfruta en la libertad de uno y agradece la calidez del otro. El camino de nuestra hija es más difícil. Para ella, quizá, el Pueblo de las Hadas haga naufragar a un viajero, a un hombre con valor y visión para ser atraído a través de las nieblas a este lugar escondido y capturado por el amor.

Pasará mucho tiempo. Será después de mi tiempo y el tiempo de mi hija y el de su hija también. Veremos cosas terribles en las grutas de la verdad. Veremos la violación de la tierra, la contaminación de los océanos, la quema de los grandes bosques. Veremos la crueldad del hombre y su codicia y la pérdida de la antigua fe, excepto en los corazones de unos pocos. Pero el tiempo llegará. Tiene que llegar. ¿Acaso no lo ha dicho el Pueblo de las Hadas? La sabiduría prevalecerá al final cuando el mundo esté casi perdido y el hombre encontrará su vínculo con la tierra, su madre, otra vez. Este es un gran y solemne legado y lo cumpliremos fielmente.

* * *

Aprendí muchas cosas en mi viaje a La Aguja. Aprendí sobre lealtad y valor y perdón. Aprendí que el amor es lo más cruel y lo más bondadoso. Aprendí que los amigos se encuentran en los lugares más extraños, sí sabes cómo buscarlos. Mi vida aquí es de una riqueza inconmensurable. La diosa fue verdaderamente benévola. Me concedió el maravilloso regalo de una segunda oportunidad y no le fallaré.