No soy actriz y soy muy mala para mentir. También estoy muy lejos de ser una seductora. Es difícil practicar el arte de la seducción cuando te la pasas empujando a tu hermana pequeña en su silla de ruedas. Y qué decir de los pantalones de mezclilla y camisetas amplias que uso todo el tiempo: difícilmente son el atuendo de una seductora.
Mi cerebro da vueltas, buscando cómo llamar la atención del albino. Nada pasa por mi mente.
Tomo el camino largo alrededor del salón con la esperanza de que se me ocurra algo en el trayecto.
Al otro lado del club, un séquito de mujeres y guardias se abre paso hacia los guerreros. Siguen el paso de un ángel que casi tiene la belleza de los guerreros, pero con la suficiente normalidad en su apariencia como para resultar inofensivo. Es apuesto sin ser intimidatorio. Cabello acaramelado, ojos cálidos y una nariz que es un poco más grande que el resto de su cara perfecta. Es todo sonrisas y amabilidad, un político innato.
Viste un traje gris claro, circa 1920, con zapatos lustrados y un reloj dorado de cadena que cuelga de su cintura hasta el bolsillo de su chaleco. Se detiene aquí y allá para intercambiar algunas palabras de bienvenida. Su voz es igual de cálida que sus ojos, igual de amigable que su sonrisa. Todos le devuelven la sonrisa.
Todos, con la excepción de las dos mujeres que caminan a su lado. Están paradas unos cuantos pasos atrás, cada una en un lado. Traen vestidos plateados idénticos con largas colas, parecen sirenas de platino. Son humanas, pero sus ojos están muertos. El único momento en el que cobran vida es cuando el Político se aproxima a ellas.
El miedo se enciende en sus ojos, pero pronto lo ocultan, como si mostrarlo fuera la invitación a algo realmente espantoso. Casi puedo ver el tremor en sus músculos mientras se tensan para no encogerse frente al Político.
Estas mujeres no sólo le tienen miedo; están aterrorizadas, como si gritaran despavoridas en su interior.
Observo nuevamente al ángel sonriente, pero no veo nada más que amabilidad y sinceridad. Si no hubiera notado la reacción de las mujeres, pensaría que sería el mejor amigo que alguien pudiera pedir. En un mundo donde los instintos importan más que nunca, es muy malo no ser capaz de detectar directamente a la persona que esas dos mujeres conocen en él.
Debido al flujo circular del club, el Político y yo nos encontramos en el camino, al acercarnos al reservado de los guerreros.
Levanta la mirada y se da cuenta de que lo observo.
Su rostro se ilumina con interés y me lanza una sonrisa. Hay tanta amabilidad en ella que mis labios automáticamente se curvan hacia arriba, segundos antes de que se enciendan las alarmas en mi cabeza.
El Político me ha notado.
Una imagen de mí vestida como esos trofeos plateados pasa por mi mente. Mi rostro de cera, vacío, tratando desesperadamente de ocultar el terror.
¿A qué le tienen tanto miedo estas mujeres?
Mi paso se detiene, como si mis pies se negaran a acercarse.
Un mesero vestido de smoking con guantes blancos se para frente a mí, rompiendo el contacto visual entre el Político y yo. Me ofrece unas copas largas de champaña color ámbar que trae en la charola.
Para desviar la atención, tomo una copa. Me enfoco en las burbujas que se elevan en el líquido dorado para concentrarme. El mesero se voltea y puedo ver al Político.
Se inclina hacia la mesa de los guerreros y habla en un tono bajo.
Suelto un suspiro de alivio. Nuestro momento ha pasado.
—Gracias —le murmuro al mesero.
—De nada, señorita.
Algo conocido en su voz me hace voltear para ver su rostro. Hasta este momento, había estado tan distraída con el Político que no había visto a mi salvador.
Mis ojos se abren de asombro cuando veo a un pelirrojo con pecas en la nariz. Es uno de los gemelos, Dee o Dum.
La mirada que me dedica es de un profesionalismo total. Absolutamente ninguna señal de reconocimiento o sorpresa.
Vaya que es bueno. Nunca lo hubiera imaginado, pensando en mis interacciones previas con él. Pero habían mencionado que eran los maestros espías de Obi, ¿no es así? Supuse que estaban bromeando o exagerando.
Hace una pequeña reverencia y se retira. Sigo a la espera de que voltee y me suelte una sonrisa traviesa, pero camina con la espalda erguida y ofrece bebidas a la gente.
Casualmente me pongo detrás de un grupo de personas para esconderme del Político. ¿Sabía acaso Dee o Dum que me estaba rescatando o fue una grata coincidencia?
¿Qué hace aquí? Una imagen de la caravana de Obi abriéndose paso hacia la ciudad me vuelve a la memoria. El camión lleno de explosivos. El plan de Obi de reclutar a luchadores de la resistencia con una afrenta espectacular contra los ángeles.
Genial. Simplemente genial. Si los gemelos están aquí, deben estar inspeccionando el lugar para su contraataque.
¿Cuánto tiempo tengo para sacar a Paige de aquí antes de que vuelen el lugar en mil pedazos?