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—Éste es el debut de mi hija en el cine y por eso lo quiero envuelto con mucha publicidad. Necesitamos hombres sin antecedentes policiales que hagan el papel de secuestradores por si la policía llama a cualquier testigo presencial y le enseña fotografías, pero han de ser tíos duros que interpreten el papel de una manera convincente. Ahora, fíjate en estos tipos. ¿No son del material del que están hechas las pesadillas criminales?

Presentando a:

Fritz Shoftel, rubio, pelo al cepillo, matón de los camioneros, grueso como una boca de riego. Cristales de montura metálica, marcas de acné, seis nudillos extras por mano como mínimo. Pop/pop/pop/, estiró unos cuantos dedos para demostrarme que funcionaban. Fuerte. Un hombre del reservado contiguo dio un respingo.

Pat Marichal, un largirucho paraguayo de piel oscura con un notable parecido a la foto de la morgue del gran jefe Joe Fugitivo. Un tipo risueño: la luz de la lámpara de madera polinesia hacía brillar sus dientes excesivamente relucientes.

—Estoy impresionado —dije—. Pero los coches de la patrulla de Fronteras de Slotnick se frieron, por lo que no estoy del todo seguro de que vaya a haber película.

—Tengo fe en Sol —dijo DePugh, sorbiendo su mai-tai—. Cualquier hombre capaz de comer crema de queso en pleno ataque al corazón es una persona con recursos.

—He estudiado interpretación con Stella Adler —dijo Shoftel, al tiempo que estiraba los dedos—. El móvil de mi secuestrador es cometer una violación. Magullaré un poco a la chica Staples para que la escena tenga algo de verosimilitud, ya sabes. Unas cuantas marcas de mordiscos.

Marichal masticó la fruta de su combinado. Aquellos dientes… Joder, eran incandescentes.

—Yo era un indio con contrato en los estudios Universal hasta que me saqué el carné de camionero. Mi motivación es el odio hacia el hombre blanco. Yo os soltaré un montón de agravios de piel roja a Chris y a ti mientras me dispongo a arrancaros el cuero cabelludo. Tú coges mi tomahawk y me rebanas la cabellera; luego, escapas. Cuando lleves a la pasma a la cabaña, verán esos cueros cabelludos de los asesinatos sin resolver de 1946. Mira, Fritzie es el tipo con diversos móviles de perversión sexual y yo soy el tío descontrolado que le jode todo el plan a este genio.

—¿Con quién contactarás para el rescate? —quise saber.

—Con Sol y Charlie Morrison, el dueño del Mocambo. Mira, Dick, soy policía y sé lo que saben todos los policías: que los secuestradores son una chusma de descerebrados que no se enteran de nada. Chris y tú no sois precisamente un gran cebo para el secuestro y Morrison y Sol no moverán un dedo para salvaros. Este crimen tiene que oler a incompetencia y perversión y Fritz y Pat son dos tipos que saben interpretar el papel.

—Mis padres abusaron de mí cuando era niño y por eso ahora soy un violador.

—Los blancos robaron las tierras a mis antepasados y me engancharon al agua de fuego. Necesito cueros cabelludos para saciar mi sed de sangre y el dinero del rescate para montar una tienda de artesanía india a la entrada de Bisbee, Arizona.

—Llevaremos a cabo el secuestro a plena luz del día a la puerta de tu casa. —DePugh encendió un cigarro en la lámpara polinesia—. Pat y Fritz os meterán a Chris y a ti en un Chevrolet con la matrícula manchada de barro, luego os trasladarán a otro coche y os llevarán a Griffith Park. Fritz llamará a Sol con la primera petición de rescate y Sol irá a la comisaría de Hollywood. Has dicho que ese Getchell obtiene la primicia de la historia y has dicho que siempre se mueve por la zona de la comisaría de Hollywood a la caza de soplos. Muy bien: Getchell estará allí y oirá que Sol cuenta a la pasma lo de la petición de rescate. Esto son adornos consistentes y tenemos tiempo para planear bien las cosas porque no podemos movernos hasta que Sol obtenga financiación para la película y todo esté a punto para el rodaje.

Maníacos alrededor de la lámpara polinesia: violador/arrancador de cueros cabelludos/papá con ansias de que su hija triunfe en el cine/acordeonista canalla. Nos estrechamos la mano. Los nudillos de Shoftel chasquearon con la fuerza de unas castañuelas.

Me acerqué al Reina de los Ángeles a ver a Sol.

Un empleado me dijo que se había marchado, en contra del consejo del médico. La dirección que había dejado: Perritos Calientes Pink's, en Melrose y La Brea.

Volví hacia el oeste. Pink's estaba hasta los topes, una buena cola esperando aplacar el hambre. Sol se había adueñado una mesa en la parte de atrás y de un teléfono público. Divagaba, sin perder de vista una hilera de salchichas a medio comer.

La divagación:

—No estoy entusiasmado con ¡Patrulla fronteriza! Sólo por tu guión. ¡Y puedo conseguirte a Contino por mil pavos!

Lo dijo entre una rociada de hebras de chucrut y migajas de patatas fritas.

El color de su tez se encendió y se apagó. Su brazalete de alerta médica emitió un sonido discordante.

—De acuerdo, Elmer, tu novia puede ser coprotagonista de la película. ¡Renunciaré a aparecer en los créditos como productor a cambio de un porcentaje en los beneficios! Escucha, hay una movida publicitaria relacionada con la participación de Contino de la que no puedo revelarte los detalles, pero créeme, es algo verdaderamente fetén.

Voló carne de perrito caliente.

Un trozo de encurtido alcanzó a una moza con un jersey de espalda escotada.

—¡Ay! —exclamó al notar el impacto en todo el espinazo.

Sol me vio y tapó el micrófono pegándose el auricular al pecho:

¡Patrulla fronteriza! es ahora Daddy-O.