Unos ojos verdes me abrasaron. Desconté algunos kilómetros del odómetro de Jane DePugh.
Reunión del Colectivo Popular de Estudios de Westwood.
El jefe rojeras hablaba en tono monótono: la estética de la huelga obrera, bla, bla, bla. Algunos miembros del colectivo: yo, unos cuantos beatniks, un «productor» de Hollywood llamado Sol Slotnick, un lobo con colmillos para la dulce Janie.
Mi mente divagó. Sol y Jane me reconocieron cuando entré: Jane desplegó al instante las antenas. Ahora, la charla era comunismo del montón.
El bla, bla: el DPLA como esbirro de la oligarquía. Un piso barato de una sola habitación. Cagaderos para gato llenos de gravilla y mierda colocados estratégicamente. Muebles miserables. La silla se me clavaba en el culo.
—Es bien sabido que el jefe William H. Parker ha formado unas brigadas de matones anti clase obrera porque se lo han pedido los ricos que contribuyen a las recogidas de fondos del departamento.
Llamé a Chrissy y la informé del chantaje de Dave DePugh. Accedió a no contárselo a Leigh. Le dije que el plan del secuestro seguía en pie y que DePugh nos proporcionaría matones profesionales. Chris estaba asustada: un coche deportivo de color claro la había seguido brevemente la noche anterior. Mencioné los contactos de Yeakel en Vehículos a Motor. Tal vez podrían rastrear la matrícula provisional.
La nueva corazonada de Chrissy: el maníaco que la seguía no era Dot la bollera.
—No sé, Dick. Creo que Dot está demasiado gorda para dedicarse a unos rollos tan siniestros.
—… así pues, no es descabellado decir que la violencia policial es una violencia cuyo objetivo consiste en dominar los estratos más bajos de la sociedad.
Sacudí de mi silla una mierda de gato. Jane cruzó las piernas en mi dirección. ¡Ohhhh, Daddy-Ohhhh!
Entró un hombre y se sentó. Treintañero, atuendo a la moda: sandalias, sudadera de Beethoven. Lo reconocí: una cara del FBI entre la multitud cuando me juzgaron por deserción.
Me reconoció: medio segundo de mirada intrigada.
No notó que yo lo reconocía y rápidamente ponía una cara inexpresiva.
Tiburones federales alrededor. Janie, ten cuidado con lo que dices.
El jefe Rojo pidió preguntas.
—Mi padre investiga para el Comité McClellan —dijo Jane—. Investigan sindicatos obreros corruptos, así que espero que no vayas a decirnos que todos los sindicatos están limpios como los chorros del oro.
—Comparto ese sentimiento —dijo Sol Slotnick alzando la mano—. En una ocasión hice una película llamada ¡Piquete! Tengo algunos contactos en los talleres… es decir, en el negocio de las prendas de vestir, e hice un trato, es decir, un acuerdo recíproco con el dueño de un taller de ile… es decir, de una fábrica, para que me dejara filmar a sus espal… es decir, a los obreros, en su puesto de trabajo. Esto… esto… quiero decir que vi cosas buenas a los dos lados del piquete y, uh… precisamente por eso la película se llama ¡Piquete!
Sol miró a Jane. Jane me miró. El federal apartó unos centímetros la silla de una caja de gato.
Los beatniks salieron destilando aburrimiento. El comisario comunista los miró con menosprecio.
—Esto… —dijo Sol sin apartar los ojos de Jane— estoy pensando en hacer una película sobre ese asesino que estrangula jóvenes en el Strip, ya sabes, el Azote de Hollywood Oeste. Quiero plasmarlo como… esto… como un sindicalista sin trabajo al que se le cruzan los cables… es decir, al que la corrupción del sistema termina por trastornar y… esto… y cuando la pasma le dispara, él denuncia esa corrupción del sistema mientras escupe sangre y se arrepiente. Será como ¡Piquete! Enseñaré el bien y el mal en los dos lados de la problemática. ¡Quizá lo lleve a las últimas consecuencias y ponga a un poli negro! Conozco a un negro de una gasolinera que ha asistido a clases de interpretación. Me parece que con esta película ganaré dinero y, para acabarlo de rematar, haré un bien a la sociedad. Creo que la llamaré El estrangulador de Sunset Strip.
Sol miró a Jane.
Jane me miró a mí.
El federal miró a Sol.
—Señor Contino —dijo el jefe rojeras—, usted está familiarizado con el lado oscuro de la experiencia policial. ¿Le gustaría hacer algún comentario?
—Sí. Estoy de acuerdo con todo lo que ha dicho Jane.
Jane me lanzó una mirada lánguida.
—Gentil de mierda —murmuró Sol. Yo apenas lo oí.
—A veces me parece estar dirigiendo un club de corazones solitarios —suspiró el comisario político—. Y en ese sentido, por hoy lo dejamos aquí. Tomaremos café en el lugar habitual y haré lo posible por subir el nivel de la conversación.
Llegamos a Truman's Drive—In y nos hicimos con un reservado. Sol se sentó junto a Jane y yo la flanqueé en plan sándwich desde el lado opuesto.
El federal y el comunista se sentaron uno al lado del otro en plan colegas. Jane se arrimó a mí y sus medias de nailon crujieron.
Llamé a una camarera y pedí café para todos.
—Me llamo Mitch Rachlis —dijo el federal.
Las presentaciones se sucedieron. El rojillo dijo ser Mort Jastrow.
—Tu cara me suena, Mitch. —Miré a Rachlis.
—Mi esposa es admiradora tuya. —Muy listo, el cabrón—. Te vimos en el Rancho Vegas hace tiempo y en un par de ocasiones en la sala Flamingo. Siempre nos sentamos cerca del escenario. Tal vez por eso te resulto familiar.
Muy listo el cabrón. Buen improvisador.
Sol atacó a Jane:
—¿Nunca te has planteado hacer carrera en la industria del cine?
—Es una opción posible. —Jane se apretujó contra mí—. De hecho, he reducido las opciones profesionales a tres: médico, abogada o artista de cine.
—Yo podría ayudarte. Si El Estrangulador de Sunset Strip se concreta, podrías hacer el papel de víctima. ¿Sabes cantar?
—Pues claro que sí. De hecho, grabar discos es mi cuarta opción profesional.
—Oh, cariño, esto es maravilloso. Mira, podría darte el papel de cantante de club nocturno que atrae a los hombres como moscas a la mi… es decir, como mariposas nocturnas a una llama. Al Azote de Hollywood Oeste se le pone du… es decir, se enamora locamente de ti y habrá unos cuantos números para que demuestres tus habilidades como cantante.
—¿En qué trabaja ahora, señor Slotnick? —intervino Mitch Rachlis.
—En una película llamada ¡Espalda mojada! Desenmascara el trato que reciben los inmigrantes que trabajan en la fruta. Se montará un buen cristo, quiero decir una buena controversia, y me consolidaré como productor de películas con conciencia social que transmiten un mensaje pero que no joden… es decir, no sacrifican un buen guión en el proceso. Apúntame el teléfono, cariño. Tal vez tenga que llamarte pronto para unas pruebas.
Jane lo hizo. Dos veces. Pasó un trozo de servilleta a Sol y el otro me lo metió en el bolsillo del pantalón. La mano de Jane/mi muslo. ¡Ohhh, Daddy-Ohhh!
Mitch el federal miró a Sol, pétreo de perplejidad. Mort el Rojo miró a todo el grupo, pétreo de hastío.
—Tendríamos que encontrarnos. —Jane se me arrimó—. Me encantaría que me contaras tu lucha política y qué se siente tocando el acordeón.
—A mí también me gustaría. —La voz me salió ronca. Nuestra acción pierna a pierna había cruzado la línea.
—Hasta la semana próxima a todos —dijo el del FBI y se largó.
Jane encendió un cigarrillo, Miss Adolescente Sofisticada 1958. Miré por la ventana y vi que Rachlis estaba fuera, junto a los teléfonos públicos.
Janie sonrió y el vapor adolescente me estropeó el tupé. Dejé un dólar en la mesa y me largué.
El aparcamiento se encontraba detrás de los teléfonos. Rachlis estaba ante uno de ellos, de espaldas a mí. Reduje el paso y me paré a escuchar.
—… y no se lo creerá pero en la reunión estaba Dick Contino… No, no me pareció nada subversivo… No, creo que Contino no me reconoció… Sí, exacto. Yo estuve en su juicio… Sí, señor… Sí, señor… La persona que nos interesa es Slotnick. Sí, esa película de los espaldas mojadas parece procomunista… Sí, señor… Haré…
Caminé por Wilshire, aliviado: don Federal no iba detrás de Jane o de mí. Entonces me asaltó la culpa: aquel trabajito de extorsión sería una calamidad para mi matrimonio. Otros teléfonos públicos junto a la parada del autobús. Llamé a Chrissy.
El contestador respondió: «La señorita Staples pasará la noche en el número OL-2-4364.»
Mi número. Probablemente, Chris había llamado a Leigh y le había preguntado si podía quedarse a dormir. Probablemente, aquel coche la había seguido de nuevo.
Mierda, no quería confidentes en el plan de secuestro/plan de extorsión.
Una guía junto al teléfono. Busqué el número de Truman's, lo marqué y me busqué problemas.
—¿Hola? —respondió Jane.
—Soy Dick. ¿Te gustaría cenar conmigo mañana?
—Oh, sí, por supuesto que sí.
Dios mío, por favor, protégeme de esta Tentadora Adolescente.