En el año de 1523 llegaban a Amsterdam cuatro soldados alemanes, los cuales se presentaron ante un comerciante judío de aquella ciudad para mostrarle un documento redactado en hebreo: era un pagaré por valor de treinta mil florines. El documento era a todas luces auténtico. Por otra parte aquel comerciante judío conservaba en depósito la suma que figuraba en el pagaré, pero declaró insistentemente que la suma que aparecía en el documento correspondía en derecho a un tal Axel o Absalón, nieto del judío Mendel Speyer, quien había depositado en sus manos aquella suma para su custodia.
Los soldados explicaron que habían recibido aquel documento de manos de una muchacha llamada Lucía, y que ésta lo había recibido de su legítimo propietario; que ellos lo habían mandado luego interpretar, e insistieron en que el dinero correspondía legalmente al portador del pagaré.
Como el mercader se negara a hacerles entrega del dinero, los cuatro soldados llevaron el asunto a los tribunales, los cuales les dieron a ellos la razón y el derecho de cobro, haciendo que se les pagara aquella enorme suma en las mismas treinta mil monedas de oro que un día Mendel Speyer había confiado a la custodia del mercader.
Los cuatro soldados se repartieron el dinero, y, ya convertidos en hombres ricos, emprendieron el viaje, dirigiéndose cada cual a su tierra.
Uno de ellos, apenas estuvo en posesión de su parte del tesoro, se compró un carro de bueyes para poder transportarlo; aquella misma noche, cuando iba conduciendo muy tranquilo su carro, unos forajidos lo mataron a palos en un poblado situado a dos leguas de Amsterdam.
El segundo pudo llegar hasta su tierra natal, situada en la zona del Rin, y allí enterró en un lugar secreto su dinero. Murió solo y en la mayor miseria, sin haber gastado ni un ochavo de aquel tesoro.
El tercero gastó todo su dinero en el juego, hasta que ocho años después apareció en Turín convertido en mendigo.
El cuarto también acabó mal: después de haberlo disipado todo en fiestas y orgías, murió miserablemente a los noventa y siete años de edad.
Axel descansaba en paz en el cementerio de Graabölle.