No puedo permitirme ser injusto con mis influencias, así como con todas las personas que me han arropado durante la escritura de este relato. Por lo mismo, he de citar con gratitud las biografías leídas sobre el cantaor, destacando la de Carlos Lencero. De ella saqué la historia del arroz con conejo. Otra biografía de la que me serví fue la escrita por Francisco Peregil, de donde saqué la historia de la bolsa de plástico, así como la biografía firmada por Enrique Montiel, que me puso tras los pasos de la infancia del cantaor. Las referencias discográficas estudiadas por José Miguel Gamboa me educaron la oreja, valga la expresión.
Las fotografías que Alberto García-Alix sacó al cantaor me acompañaron durante todo este tiempo. Fueron una referencia a la hora de interpretar la mirada del cantaor. He de poner que sin ellas, este libro habría existido de otra forma o tal vez no habría existido.
También quiero agradecer a Ricardo Pachón el haberse dejado retratar sin permiso. De no haber existido un hombre como él, habría sido imposible contar esta historia. Entre otras muchas cosas, él es culpable de que exista un disco tan importante como La Leyenda del Tiempo. Tampoco quiero dejar pasar la oportunidad de agradecer al Lolo, al Suso y a toda la familia Picardo, la generosidad con la que me han tratado. Ellos regentan la Venta Vargas, que fue casa del cantaor y que también es la mía. Benditos sean.
MONTERO GLEZ
En la Venta Vargas (San Fernando).
Agosto del 2010.