«No nos pueden hacer nada»

Mi jefe es único, en el sentido de que es un bocazas excepcional. Todo lo que sale de la boca de Matt es una exageración o una flagrante mentira. Sin embargo, eso forma parte de su encanto. Nunca me creo nada de lo que me dice, pero en ocasiones, decido creerle. Su entusiasmo resulta contagioso. Prefiero quedarme con su visión de la realidad antes que con la realidad pura y dura. Hay que conocerlo en persona para ver a qué me refiero. ¿Cuántos mentirosos hay en el mundo tan buenos que sus mentiras ni siquiera tengan que ser coherentes? Cierto que es un rasgo que te puede conducir a la desesperación, y Matt lo puso en práctica cuando lo llamé para contarle lo de la casa de los glampiros.

—¿Colectivistas? ¡Venga ya! —dijo—. ¿Vais a permitir que esos hippies os asusten?

—No estabas allí, Matt. No tenías al tipo delante diciéndote que iba a pasar algo malo si seguimos adelante con esto.

—No nos pueden hacer nada. Estamos subcontratados por el gobierno. Eres casi un poli. Si te agreden, ¡zas! A la cárcel. Si te secuestran, ¡zas! Pena de muerte. No vale la pena que les dediques ni un segundo de tu tiempo a esa gente. No pueden hacerte daño. Va en contra de su estúpida religión.

—Hacerle daño a los demás va en contra de todas las religiones, pero la gente lo hace. Las leyes están para romperlas, Matt. No tienen que hacerme daño. Les basta con encerrar mi sagrado cuerpo en una celda durante años. Además, nos salvaron la vida. ¿Dónde coño estabas tú? ¿Cómo has podido enviarnos de cabeza a una emboscada sin tomar precauciones? ¿Cómo es posible que seas tan descuidado?

—Lo lamento de verdad, John. En serio. ¿Quieres cogerte unas vacaciones? Cógelas. Sin límites.

—Soy autónomo, capullo. Si no trabajo, no me pagas.

—Cierto. Escucha, cógete una semana. Te la pagaré como si estuvieras trabajando. Descansa. Supera lo que te ha ocurrido y luego ven a verme. O no vengas, si no te apetece. Llévate mi barco, si quieres. ¿Quieres llevarte el barco una semana? Puedes alquilarlo.

—No quiero tu puto barco. Quiero más seguridad.

Su voz adoptó un tono grave.

—Y la tienes —dijo—. Llámame fanfarrón, llámame lo que te dé la gana, pero te garantizo que estás respaldado por medidas de seguridad preparadas por el gobierno, y te sorprendería su alcance. Aunque seas autónomo, tu licencia te convierte en un trabajador muy valioso para el gobierno de Estados Unidos. ¿Qué pensarías si te dijera que es muy probable que ampliemos tus responsabilidades en unos años? Puede que antes, incluso.

—¿A qué te refieres?

—Especialista en consumación estricta —aclaró Ernie.

—Pensé que no te ibas a meter en eso, Matt.

—Y no pensaba hacerlo hasta que leí el programa de incentivos. Además, te mentí durante la entrevista que mantuvimos. No estoy en contra. Fue una pequeña licencia que me permití.

—Me asombra que no fueras sincero.

—Tenía que darte una buena imagen, o te habrías marchado y hubiera tenido que contratar a algún capullo. Bruce y yo siempre hemos pensado que acabarías dando la talla.

—Te odio.

—Confía en mí. No me odiarás cuando te consiga un permiso que te dará vía libre para reventar a cualquier Verdoso de mierda que se cruce en tu camino. Tienes que enfrentarte a tus temores, chaval. Y vamos a ayudarte a que lo hagas. Pero ahora, cógete la semana libre.

Cortó la comunicación. Me volví hacia Ernie, que estaba recostado en el asiento del pasajero.

—¿Vas a seguir con esto? —le pregunté.

—A ver, vamos por partes. Matt está mal de la cabeza. Es algo que sabemos los dos. Pero es leal. Joder, tampoco importa mucho si sigo o no. Hoy por hoy, detrás de cada puerta que abro, puede haber alguien dispuesto a matarme. Así lo veo yo, colega. —Hizo una pausa—. Una vez que decides hacer algo con tu vida, es como si te comprometieras para siempre. Mi padre hacía armarios. Era un artesano. Me enseñó que el trabajo que haces es lo de menos, lo importante es hacerlo bien, con orgullo y dignidad. Y es justo lo que hago. Y si al hacerlo, me toca volarle la cabeza a un montón de trols o indigentes, mejor que mejor. A todos nos toca pisar mierda de vez en cuando. —Dio un trago de agua—. Sí, seguiré con esto. Pero también quiero mi semana libre con sueldo. Mejor pensado, quiero dos. Al que apuñalaron fue a mí y no a ti, mariquita.

Fecha de modificación

22/6/2059, 3:06 a.m.