La dirección en el papel me llevó hasta la puerta verde de un taller. Era uno de los muchos que ocupaban la calle, en realidad el callejón, que discurría por detrás de unos locales comerciales. Al principio pensé que me habían dado mal las señas porque la mayoría de los locales eran talleres de chapa. Comprobé de nuevo el número que me habían dado.
JonesPlus Especialistas en Consumaciones, S.A.
C/W. Martinson, 206-B
Falls Church, Virginia.
Llamé a la puerta con los nudillos, pero no recibí respuesta. Saqué mi WEPS e introduje el número que me habían dado. Tras el primer tono, alguien contestó.
—¿Sí?
—Hola. ¿Eres Matt?
—Sí.
—Me llamo John Farrell. Tenemos una cita.
—¿Dónde estás?
—Esperando en tu puerta.
—¿Y por qué no has entrado?
—Porque no ha contestado nadie cuando he llamado.
La puerta se abrió y dio paso a alguien que supuse que sería Matt. Tenía una cabeza de buen tamaño coronada por un penacho de pelo naranja. Lucía una perilla naranja. Vestía una camisa de color naranja brillante y calzaba unos zuecos de color naranja. Parecía una puñetera naranja. Era alto, aunque bastante desastrado. Me observó por encima de sus gafas con montura de color naranja.
—Tío, no tengo tiempo para tirarme todo el día con la puerta abierta. Entra.
Pasé al interior del local. En lugar de vehículos y plataformas elevadoras, me encontré con un espacio abierto con tres grandes mesas de comedor de distinta procedencia. Había toda clase de trastos encima de las mesas: viejas máquinas de refrescos, antiguos equipos estéreos de música, enormes muelles pintados de rojo, tallas de madera y algún que otro juguete lleno de polvo.
Había cuatro personas trabajando en las mesas. Tecleaban y hablaban a través de la red. Las sillas que usaban eran todas diferentes. Dos perros muy pequeños entraron corriendo y comenzaron a lamerme las rodillas.
—¡Pepe! ¡Daisy! ¡Fuera! —ordenó Matt. Los perros obedecieron. Matt se dirigió a los de las mesas—: ¡Atención! ¡Éste es John Farrell!
Nadie dijo una palabra. Matt me indicó que lo siguiera y fuimos hacia un cuarto pequeño en la parte de atrás del taller. Por el camino, y plantado en mitad del local, nos cruzamos con un pequeño yate pintado de naranja brillante.
—¿Y esto? —pregunté.
—Mmm, eso… ¿Quieres comprarlo?
—No.
—Alguien lo querrá, digo yo. Tengo que librarme de ese trasto antes del mes que viene, que es cuando llega el nuevo barco. ¿Dónde coño está Bruce?
Un hombre de aspecto tranquilo, con barba de varios días, que estaba sentado en una de las mesas, levantó la mano.
—Estoy aquí.
—¡Pues muévete! ¡Acabemos con esto de una vez!
Seguí a Matt hasta el cuarto. Dentro había dos sofás. Los dos muy viejos. Uno de ellos tenía manchas de orina de perro. Matt se dejó caer encima de ése. Bruce optó por sentarse en una silla de respaldo recto que había en un rincón. Yo me senté en el otro sofá, me hundí de inmediato y me quedé con el culo a un par de centímetros del suelo.
—Entonces tú eres el tipo que viene recomendado por Jim —dijo Matt.
—Eso es.
La luz se fue de pronto y tardó dos minutos en volver.
—¡Condenada red eléctrica! —maldijo Matt en voz alta—. ¿Cómo conociste a Jim?
—A través de un antiguo compañero de trabajo.
—¿Te contó algo Jim de lo que esperamos de ti?
—No.
—A ver, un momento. Déjame repasar tu currículum otra vez. No has trabajado durante los últimos treinta años… Condenados curriculums, Bruce. No hay uno al que no le falten datos. Bueno, imagino que hoy en día, todo el mundo tiene derecho a dedicar parte de su vida a holgazanear. Antes eras un abogado, ¿no?
—Sí. Divorcios y matrimonios eventuales.
—¡Ja! El matrimonio eventual. Lo he probado. ¡Dos veces! Menudo desastre. No pasé de los diez años en ninguno de los dos. Tendrías que haber conocido a mi segunda mujer. Procedía de una de las familias más palurdas de Arkansas que hayas visto en tu vida… Hablo de gente que toca el violín con los puñeteros dientes… ¿Por qué lo dejaste?
—Porque no quería seguir con ese trabajo. No me gustaban los servicios que ofrecía.
—¿Te despediste?
—Sí. Cogí mi dinero y me fui… por ahí.
—¿Y por qué quieres empezar a trabajar otra vez?
—Me he cansado de beber y me he quedado sin dinero.
—Sí, me lo imaginaba. Pero a lo que me refiero es a por qué quieres meterte en un trabajo como éste. ¿Eres consciente de lo peculiar que es este trabajo? Somos especialistas en consumaciones. Eso quiere decir que la mitad del trabajo consiste en ser el ángel de la muerte y la otra mitad en organizado todo. ¿Cuál es la parte que te motiva? Y no me digas que es la parte que se refiere a la organización porque a nadie le gusta esa parte. Organizar es una mierda.
Escogí las palabras de mi respuesta con cuidado.
—Ha habido personas en mi vida que han conseguido morir con dignidad, imponiendo su voluntad. Sin embargo, ha habido otras que han tenido que aceptar lo que se les venía encima, sin poder hacer nada por evitarlo. No quiero que la gente se vaya sin contar con la oportunidad de poder elegir. Quiero ayudar para que puedan elegir si ése es su deseo.
Ladeó la cabeza y me observó. Durante unos segundos tuve miedo de que me tomara por un capullo.
—¡Dios! Es una buena respuesta. El noventa y nueve por ciento de las veces que hago esta pregunta la respuesta es… ¡Tachán! «¡Porque me gusta matar gente!» Me alegra saber que no eres un puto chiflado. Además, ése no es el puesto que habíamos pensado para ti Bruce y yo. Dime, ¿tienes experiencia militar?
—No.
—¿Policial?
—No.
—¿En vigilancia?
—No.
—¿Médica?
—No.
—¿Periodismo?
—No.
—Bien. ¿Has matado alguna vez a alguien?
—No.
—¿Tienes un arma?
—Sí.
—¿La has usado alguna vez?
—Sí, pero sólo la culata. Nunca he disparado a nadie. Sí que he tenido que sacarla de vez en cuando, por lo de las bandas.
—Por fortuna, por aquí es muy raro ver bandas. De todas formas, ése es el motivo real por el que no suelo abrir la puerta. Si alguna vez topas con un indigente chiflado irrumpiendo en el taller, usa eso. —Señaló a una escopeta antigua colgada de la pared. Me sorprendió que todavía funcionara—. No voy a arriesgar la vida por un gilipollas que quiere agua y no piensa aceptar un no por respuesta. De todas formas, lleva tu arma encima. Querrás tenerla a mano. Y si necesitas munición, pídela, aquí en el taller tenemos de sobra. Vamos a enviarte a sitios peligrosos de vez en cuando. No me malinterpretes, lo habitual es que te ocupes de viejos enfermos, perdedores depresivos y casos por el estilo. Pero habrá veces que te mandemos a auténticos tugurios o a alguna ciudad aislada y espeluznante en el quinto carajo en Egipto. Sitios repulsivos de verdad. Y hay otra cosa que debes tener muy en cuenta: los colectivistas. A veces nos hacen encargos falsos para atraernos. Hace dos años, cuando empezábamos con el negocio, secuestraron a uno de los tíos que trabajaba con nosotros, y nunca hemos vuelto a oír hablar de él. Así que ojo con ellos. No quiero que te peguen un tiro en un pie y que luego esos fanáticos se monten algún baile religioso de mierda a tu alrededor.
—De acuerdo. —Sólo llevaba algunos minutos con él, y Matt ya me empezaba a caer muy bien.
—Bien. La parte más importante del trabajo incluye tres pasos. Primero, comprobación. No tratamos a nadie cuya edad Cura no se pueda verificar. Cuando atiendas la llamada de un cliente, tienes que conseguir su nombre completo y el número de su permiso de conducir, si es que tiene uno. Si no tienen permiso de conducir, consigue el apellido de soltera de su madre. Me lo envías con tu WEPS y yo puedo comprobarlo todo de inmediato en la base de datos sobre la Cura que tiene el gobierno.
—¿El gobierno tiene una base de datos de los que han recibido la Cura? ¿Y qué hay de la confidencialidad entre médico y paciente? ¿No es ilegal que el gobierno haga algo así?
—¡Dios mío! ¡Tienes razón! ¡No sé cómo no he caído en la cuenta! ¡Eh, Bruce, da la alerta! ¡El gobierno está haciendo algo ilegal!… Claro que hay una base de datos. Sólo a los retrógrados de China se les ocurre marcar físicamente a un crío cuando se puede hacer de manera digital. Hablemos ahora del segundo paso, la disposición de los bienes. Jim dice que te dedicabas a eso cuando eras el señor Gran Abogado, ¿no?
—Sí. Antes de dedicarme a casos de divorcio.
—Bien. Perfecto. Todos los clientes tienen que hacer testamento. Si no lo han hecho, te ocuparás de que lo hagan. La mayoría no tiene nada que legar, así que no debería ser muy complicado. Puedes utilizar nuestro modelo de testamento, si quieres. El último paso: el cuestionario final. Ésta es la parte más importante del trabajo. Todos los cuestionarios los llevarás a cabo en persona y no habrá nadie ajeno al proceso presente. Sólo tú, el cliente y Ernie, que es ese de ahí.
Matt hizo un gesto hacia un tipo musculoso, calvo y con una perilla negra, que comía garbanzos de un enorme envase de plástico. Sonrió y saludó con la mano. Ése era Ernie.
—En una ocasión —continuó Matt— permitirnos que el hermano de un tipo sordo hiciera de intérprete durante el cuestionario. Resultó que el hermano lo estaba traduciendo todo mal a propósito. El condenado sordo creía que le iban a implantar un implante auditivo. El hermano se estaba cepillando a la mujer de su hermano y quería cargárselo. Así que no lo olvides, no permitas que nadie más esté presente durante el cuestionario. Los testigos pueden entrar cuando esté todo listo. Y cuando hagas las preguntas, puedes usar esta aplicación para grabar y transmitir. La conversación se transcribirá en tiempo real en nuestro servidor. Yo lo cargaré directamente en Contención y recibirás el visto bueno de inmediato. Nunca llevamos una consumación a cabo sin ese visto bueno. Nunca. Los de Contención asumen todas las responsabilidades legales una vez que han aprobado el resultado del cuestionario, que pasa de inmediato a formar parte de los archivos públicos. Después, ya puedes cobrar y Ernie ejecutará la consumación. Él es el ejecutor. No se te ocurra hacerlo tú. Ernie tiene un título en enfermería y es el único ante la ley que puede llevar a cabo la consumación. Luego ya puedes cargar el informe, recoger los permisos firmados de los testigos y avisar a nuestro chico de los recados, Mosko, para que se encargue del cuerpo. Por último, los familiares consiguen su preciada desgravación fiscal y la compensación por parte del seguro, y ya está. Trabajo finalizado.
Recibió una llamada en su WEPS. Respondió a la llamada y se marchó para hablar durante treinta minutos dejándome ahí sentado sin nada que hacer. Al volver, actuó como si no hubiera habido ninguna interrupción.
Yo tenía algunas dudas.
—¿Qué le pregunto a la gente en el cuestionario?
—Oh, lo típico. Cosas como: «¡Eh, tío, ¿por qué te quieres morir?». Bruce y yo tenemos una lista de preguntas que puedes utilizar.
—¿Cómo ejecuta Ernie la consumación?
—Eh, depende de lo que busquen. Casi todo el mundo pide que sea lo más rápido y lo más indoloro posible. En ese caso les sugerimos este método. —Me mostró una pequeña cánula de plástico con forma de torpedo, que tenía una aguja en el extremo—. Contiene fluoracetato de sodio diluido. Basta con clavar y apretar. Sin más aspavientos. Te recomiendo que intentes convencer a nuestros clientes de que opten por esta salida. No permitas que nadie te convenza para que Ernie le pegue un tiro en la cabeza.
Ernie intervino sin levantar la cabeza.
—No me gusta pegarle un tiro en la cabeza a nadie.
—¿Lo ves? No le gusta dispararle a la gente en la cabeza.
Además, las ejecuciones violentas dan mala imagen a la empresa. Queremos que nos vean como unos especialistas en consumación amistosos y cercanos. Como si fuéramos el mismísimo san Pedro. Una cosa más, por favor, jamás intentes disuadir a un cliente. Ésa no es tu responsabilidad. Tu tarea es probar sin margen de dudas que el cliente está tomando una decisión seria y racional por su cuenta y riesgo. Si durante el cuestionario de pronto dicen algo como: «¡Eh, para el carro! ¡No quiero hacerlo!». Perfecto, sin problemas. Pero nunca trates de ser el señor Buen Rollito e intentes que cambien de idea.
—¿Por qué no?
—Que se jodan, ése es el porqué. Si alguno se echa para atrás, perdemos ingresos y tiempo, y encima nos toca cargar con otro tipo ocupando espacio y acabando con la poca agua y comida que nos quedan. Ahora, antes de empezar tienes que pagarme doscientos dólares para el curso de especialista en consumaciones que imparte el Departamento de Contención. Cuando acabes, tendrás que superar el examen para conseguir el título. Y ya está, listo para empezar.
—¿Y si no consigo superar el examen?
—No te preocupes, yo haré el examen por ti. Tú dame el dinero y serás un especialista en consumaciones en cuestión de cinco minutos.
Le entregué el dinero.
—Excelente —dijo—. Vamos a ver, ¿sabes lo que es la especialidad en consumación suave?
—Sí. La especialidad en consumación suave es voluntaria. La especialidad en consumación estricta no lo es.
—Correcto. Y la estricta no es legal, todavía. Sin embargo, todos sabemos que sólo es cuestión de tiempo. Aunque Bruce y yo tomamos la decisión en su día de que sólo nos dedicaríamos a la consumación suave. ¿Estás de acuerdo en no abordar nunca la consumación estricta? ¿O eres de los que se muere por hacer el papel de caza recompensas?
—En absoluto. Me conformo con la consumación suave.
—¡Joder! Eres el único que no ha puesto pegas ¡No puedo creérmelo! Seguro que Jim te ha aleccionado antes de que vinieras.
Matt se levantó y fue a pillar un donut. Al parecer nuestra conversación había terminado.
—¿Estoy contratado? —dije.
—Bueno, antes quiero que vayas con Ernie a atender una llamada, a ver cómo te desenvuelves. Si todo va bien, te daremos más casos. Si la cagas, te largas. —Volvió con la boca llena de migas—. Una última cuestión: eras abogado y me han dicho que de los buenos.
—Sí.
—Genial, así sabrás cuándo la gente va de farol. Por eso Bruce y yo queremos que trabajes con nosotros. Si estás ahí fuera atendiendo una llamada con Ernie y algo te huele mal, lo dejas y punto. ¿Comprendido?
—Comprendido.
—De acuerdo. Tu primera misión será en el desguace para coches de Bowie. Un hippy de ésos ha remitido una petición. ¿Tienes vehículo eléctrico?
—Sí.
—¿Dónde lo has aparcado?
—A un par de kilómetros.
—Estupendo. ¿Vives en el coche?
—No. Estoy con un amigo. Es posible que sea permanente.
—De acuerdo. Ernie estará listo para salir en quince minutos. Acuérdate de llevar esto cada vez que salgas.
Me tiró una gran gorra naranja de béisbol con el lema de la empresa bordado:
Jones, especialistas excepcionales en consumación.
Facilitamos la cura para la Cura desde 2057
—Así nos promocionamos —dijo—. Vuelve a tiempo y encargaremos comida para ti también. ¿Alguna pregunta?
—Sí. Si me decido a pediros una consumación, ¿tendré descuento de empleado?
Soltó una gran carcajada.
—¿Bromeas? Si eres bueno, jamás permitiré que la diñes.
Fecha de modificación
2/3/2059, 9:08 p.m.