No había viajado a Las Vegas desde que inauguraron las instalaciones de la Fuente de la Juventud el año pasado. Sabía que era el hotel más grande de la Tierra, pero no estaba preparado para lo que vimos desde el avión. Hay una serie de vistas familiares que vas identificando conforme el avión se aproxima al Aeropuerto de McCarran por la noche: la pirámide del Luxor; el perfil nocturno de la ciudad de los rascacielos en el Nueva York; el Shanghái, etc. Pero la Fuente los empequeñece a todos. Una mujer mayor que iba sentada en el lado derecho del avión, fue la primera que lo vio. Pegó un grito de alegría cuando apareció por su ventanilla.
Todo el pasaje irrumpió en una ovación espontánea y apuró el contenido de sus griales (tres cachas de Long Island portaban el modelo DX3490, y me alegré bastante de no haberme comprado uno).
Estoy convencido de que el chorro de agua que proyectaba al cielo la fuente ovalada del complejo habría alcanzado nuestro tren de aterrizaje si la hubiéramos sobrevolado. He leído que la fuente bombea más de quince mil metros cúbicos por minuto. Cuando la ves en directo, tienes la sensación de que el cálculo se ha quedado corto. Imagino que el tipo que le dio al interruptor para poner la fuente en marcha se hernió a causa del esfuerzo.
Después de abandonar el avión, rodeamos la parada de taxis (la cola de vehículos era tan larga que se habían visto obligados a desplazar todos los controles de seguridad de aeropuerto), y cogimos el autobús que nos llevaría a las Vegas Strip, la avenida más famosa de la ciudad. La última vez que estuve en Las Vegas, el viaje duró veinte minutos. En esta ocasión tardamos tanto que le pregunté al conductor del autobús si la ciudad estaba llena de convenciones o algo por el estilo. Me dijo que no.
Nos dejó en la entrada principal del hotel y, cuando entramos, nos sumergimos en el caos. El hotel cuenta con más de doce mil habitaciones, y la sensación que tuvimos al entrar fue que todos los clientes hospedados habían decidido darse una vuelta por el vestíbulo. Nos turnamos en la cola que había para registrarse en recepción. La mitad del grupo se quedó esperando y la otra mitad fue a por bebidas y luego lo hicimos al revés. Cuando me llegó el turno de ir a por una copa, salí al exterior para ver la gran fuente. Era un surtidor colosal que desafiaba la lógica. Parecía que el hotel estuviera intentando apagar un incendio en la superficie de la Luna. El poderoso chorro estaba iluminado por una coreografía de luces sincronizada a la perfección.
Alrededor de la base de la fuente se distribuían casetas donde se administraba la Cura. Eran pequeñas plataformas, cada una con un médico y una silla donde los futuros inmortales recibían las inyecciones. Al igual que en la consulta del Dr. X, las sillas tenían sujeciones y correas para inmovilizar al paciente. Al contrario que en la consulta del Dr. X, cada silla era un trono con un diseño especial y cada paciente elegía el trono que más le gustaba. Tenías el trono clásico de emperador hecho de oro (¡Hacía juego con mi grial!). También estaba la opción de elegir el trono marino del Señor de los Mares, Poseidón, que en realidad era un acuario en forma de enorme trono que incluía tiburones enanos y otra fauna marina nadando por el respaldo y el asiento. O el trono del espacio, que era un huevo gigante escoltado a ambos lados por dos macizas, que exhibían dos grandes tetas postizas e iban vestidas de verde como si fueran alienígenas. Y el trono vikingo, con una serpiente gigante que surgía entre las piernas de quienes se sentaban en él.
Esos cuatro son los que me vienen ahora a la cabeza, pero eran cientos y no había dos iguales.
Me sentí sobrecogido. Me volví hacia mi amigo Scott.
—Casi estoy por pedirles que me pinchen otra vez.
—Puedes hacerlo, si quieres —dijo—. Te montan una Fiesta de la Cura aunque ya te hayas hecho el tratamiento. Se limitan a inyectarte otra cosa y ya está.
—¿Y qué te meten?
—Ni idea… ¿Ginebra?
Han perfeccionado el proceso en la Fuente. Te extraen la sangre cuando te registras en el hotel (hay una cola todavía más larga para eso) y tienen el vector biológico listo tres días más tarde. Mientras esperas, te dedicas a perder todo tu dinero y luego te pasas los siguientes mil años intentando devolverlo. Es increíble. Después de recibir las inyecciones, todos los posmortales saltan desde la plataforma a la piscina que hay en la base de la fuente. Con la ropa puesta, claro está. Fui a ver la piscina y vi a un montón de gente retozando en el agua, todos empapados, con sus vestidos, trajes y esmóquines puestos y borrachos a más no poder. Recibían el bautismo de su recién iniciada vida eterna.
Cuando volvíamos hacia la cola para recepción, me llamó la atención una exposición titulada «Ponce de León y la Fuente de la Juventud». No parecía tener nada especial y eso fue lo que me intrigó.
—Vamos a verlo.
Scott no mostró mucho entusiasmo.
—¿Qué dices? Es para críos.
—Escucha, entramos, nos acabamos las bebidas, vamos a por otra ronda y volvemos a la cola sin que nadie se entere. Fíjate, la cola no ha avanzado nada.
—Vale, vamos.
Así que entramos en la exposición. En el interior no había apenas gente por lo avanzado de la hora, y porque era de lo más idiota. Recorrimos un pasillo de unos veinte metros y al final nos topamos con un inmenso diorama. Una marioneta de tamaño real representaba a Ponce de León sentado en lo que era una réplica fiel de la corte real del rey Fernando el Católico. Una voz en off hacía las veces de narrador, mientras la marioneta de Ponce embarcaba y cruzaba un diminuto océano Atlántico (¡con vientos y oleaje real!).
En el año 1513, el rey Fernando de España encomendó al explorador Juan Ponce de León que navegara allende los mares para hallar la fuente de la juventud. Fue un viaje peligroso. ¡Ponce de León y sus hombres tuvieron que enfrentarse al escorbuto, huracanes y piratas!
Llegados a este punto, tres marionetas piratas surgieron del agua y lucharon con la marioneta de Ponce de León, quien acabó cortándoles la cabeza. Brindé por su victoria. La marioneta de Ponce de León llegó a tierra, mientras nosotros le seguíamos.
Cuando llegó a la nueva y exótica tierra, que ahora llamamos Florida, Ponce de León recompensó a sus hombres con las riquezas que acababan de encontrar: ¡Oro, caña de azúcar, deliciosos cítricos y hermosas nativas!
Entonces, una marioneta que representaba a un miembro de la tripulación de Ponce de León comenzó a hacérselo con una marioneta que representaba a una india. Tendría que haberme ofendido pero, al contrario, estaba poniéndome cachondo.
La marioneta Ponce de León encontró una fuente gigantesca que desapareció absorbida por el suelo.
El viaje de Ponce de León en busca de la esquiva fuente fracasó y el legendario explorador falleció durante la búsqueda.
—¡¡Noooooooo!! —gritó la marioneta Ponce de León y se desplomó en el suelo.
¡Pero ahora, el sueño de Ponce de León se ha convertido en realidad!
La marioneta Ponce de León que acababa de fallecer, voló pendiendo de sus hilos, por encima de una maqueta de Estados Unidos, hasta llegar a un modelo en miniatura del hotel en el que estábamos.
¡¡Aquí, en el Casino y Hotel La Fuente de la Juventud de Daniel Benjamín!! ¡¡Haz realidad todos los sueños de Ponce de León!! ¡¡Cena al aire libre en Fukuku Oh! ¡¡Asiste a nuestro exclusivo espectáculo del Cirque du Soleil, Eternia!! ¡¡O prueba tu suerte en las mesas de póquer!! ¡¡Lo encontrarás todo aquí mismo, junto a los más de quinientos genetistas titulados preparados para ofrecerte la Cura contra la muerte!! ¡¡Todo en el Casino y Hotel La Fuente de la Juventud de Daniel Benjamín!! La vida eterna jamás ha sido tan placentera, ¿verdad, Ponce?
La marioneta Ponce de León se incorporó, nos miró y respondió:
—Sí.[3] Nos marchamos.
—Dudo mucho que la representación se ajuste a la historia real.
—Bueno, en ocasiones hay que tomarse alguna licencia dramática.
El resto del fin de semana lo pasamos sumergidos en alcohol, y las horas se sucedieron como en un sueño.
Nuestro amigo eligió el trono Sueño de Terciopelo para su ceremonia de la Cura. Tenía un respaldo de más de tres metros y estaba revestido de una tela morada que se suponía que era terciopelo, pero que en realidad debía de ser algún polímero de microfibras transpirable. Fue una elección práctica. Si te van a clavar tres aguijones enormes, lo suyo es estar lo más relajado posible.
Cuando todo acabó, visitamos el Club Spearmint Rhino IV. Todas las chicas que trabajaban allí dentro tenían una larga y lucrativa carrera por delante. No me siento muy a gusto en los sitios así, y en cierta manera, eso me reconforta.
Al lado del casino de la Fuente de la Juventud hay un centro comercial del tamaño de un estadio donde venden productos relacionados con la Cura. Tienes camisetas con distintas leyendas (Estoy estupendo… y voy a estarlo siempre, era una de las más demandadas); juegos de cocina de acero garantizados para toda la vida; cupones para clínicas de estética para los posmortales de mayor edad; cajas de caudales; cirugía láser ocular, y tatuajes con una duración de treinta años. No hay capillas para bodas y no vi que se celebrara ni una sola despedida de soltero en todo el fin de semana. Todas eran Fiestas de la Cura.
El último día de nuestra estancia, hubo una amenaza de bomba en nuestro sector del hotel. Evacuaron todas las habitaciones y nos hicieron esperar en la calle. Fue la única vez durante el viaje que me acordé de lo que sucedió el 3/7/19, y me puso de los nervios. Que el gerente nos intentara tranquilizar comentando que recibían amenazas de ese tipo cada dos por tres, no me tranquilizó en absoluto. Mientras esperábamos en la acera, vi un grupo de hombres pasar por la acera de enfrente. Se detuvieron y comenzaron a cuchichear entre ellos. A continuación, reemprendieron la marcha y uno de ellos hizo un gesto con la mano, como si le dijera adiós al hotel. Corrí en busca de un agente de policía que había en la zona, pero no pareció tomarme muy en serio. Los hombres doblaron la esquina. Uno de ellos me vio hablando con el agente y me dirigió una sonrisa burlona. Alzó las manos y formó el símbolo de la muerte con ellas: la mano derecha recta y la izquierda cerrada formando una «D», de death, muerte.
Después de eso, ya no fui capaz de relajarme hasta que nos metimos en el avión rumbo al Aeropuerto de La Guardia. El vuelo sufrió un retraso de tres horas debido al exceso de tráfico en las pistas.
Fecha de modificación
15/11/2029, 3:02 p.m.