En busca del Grial

Tengo un amigo que ha organizado una Fiesta de la Cura la semana que viene en Las Vegas. Y la ha montado a lo grande. Ha reservado una suite en la Fuente de la Juventud, así que creo que el viaje va a ser de lo más hortera y fascinante, o por el contrario, de un hortera terrible y deprimente. No hay término medio cuando vas a Las Vegas, sobre todo si te alojas en un sitio como ése. Antes del viaje mi amigo me pidió una cosa.

—Tú te has hecho el tratamiento, ¿verdad? —me preguntó.

—Sí.

—¿Tienes un grial?

—No. Eso es una idiotez.

—Tienes que conseguir uno. Todos nos vamos a comprar uno. Tienes que hacerlo. Es obligatorio para asistir.

—Venga ya. ¿Hablas en serio? ¿Tengo que comprarme una de esas tonterías?

—Nos alojamos en la Fuente de la Juventud, hay que tomárselo en serio. Pienso pagaros vuestros griales. No quiero montar una Fiesta de la Cura a medias.

—¿No me lo puedo comprar cuando lleguemos?

—No porque los vamos a usar en el avión. Coño, me hace más ilusión el viaje en avión que todo lo demás.

No me quedó más remedio que conseguir un grial. La Tienda de Griales de Derrick está situada en la calle Christopher, entre una sex shop para gays y una tienda especializada en cannabis. El local de Derrick también tenía una sección dedicada a la mana, pero le va tan bien con el tema de los griales que las pipas de agua estaban acumulando polvo en un rincón. Me preguntaba cuánto tardaría el dueño de la tienda de al lado en darse cuenta de lo que se estaba perdiendo.

Entré a echar un vistazo. Tenían miles de copas. Recuerdo una escena de las películas de Indiana Jones en la que Indy entra en el cuarto donde están los griales y se encuentra con un montón de cálices dorados y relucientes. Pero el Santo Grial auténtico era una copa basta, anodina, casi escondida en un rincón. El contenido de todos los griales relucientes de la película te dejaba alucinando. Derrick no tenía griales de aspecto humilde, los suyos no eran griales auténticos. Todos tenían el mismo aspecto que los griales falsos de los que bebieron los nazis en la peli. Estaban diseñados para tentarte y absorberte la vida en cuanto te los llevaras a los labios.

Lo cierto es que eran todos bastante bonitos. Algunos eran una imitación barata de los que venden en Diamond District, estaban hechos de oro y con enormes piedras preciosas rodeando el borde. Todo falso. Había otros que eran geniales. Vi uno hecho de cuero con el interior chapado en oro. Dos modelos estaban fabricadas por Oxo, eran de acero inoxidable y tenían asas de goma. Eran el modelo práctico de grial.

También encontré la versión gótica, con un dragón encrespado haciendo de tallo entre la base y la copa. Si tuviera una furgoneta, pintaría ese grial en un lateral. Había griales hechos de roble, para los ecologistas. Ninguno de los que vi habría sido el apropiado para Jesús pero eran bonitos.

Había uno expuesto en el interior de una caja transparente. Estaba hecho de cristal tallado con una filigrana de símbolos. Me dirigí al dependiente que había tras el mostrador y le señalé el grial en cuestión.

—¿Qué tiene de especial?

—Ése es el DX3490 —respondió—. Diseñado por Swift en persona. Es el mismo del que bebe cuando está de gira. Hasta puedes enviárselo para que te lo dedique. —Señaló a un póster que había en la pared. Allí estaba Swift, vestido con un traje blanco y bebiendo purple drank[2] del mismo grial que yo estaba mirando. Molaba.

—¿Cree que podría moverme como Swift si uso el mismo grial que él?

—¿Con sinceridad? No.

Me invitó a pasar a un cuarto en la trasera de la tienda donde te permitían diseñar tu propio grial. Había unos libros enormes donde podías escoger el tipo de grial que desearas, igual que si fueran invitaciones para una boda. Hasta te ofrecían sugerencias para la inscripción que quisieras grabar en él.

También podías optar por uno de arcilla, pintarlo y ellos te lo cocían en un horno. Vi un par de griales de arcilla en una estantería, listos para la entrega. Uno decía: Grial de Betty, y eso me provocó un ataque de risa. La verdad es que no sé qué me hizo tanta gracia, pero casi me meo.

Vi que vendían conjuntos de grial y pipa de agua a juego que me gustaron bastante, pero que Dios te ayude si confundes el uno con la otra a las cinco de la madrugada.

Al final, me decidí por uno sencillo de oro. Quería un grial que me hiciera sentir como un caballero con armadura cuando se sentaba a descansar tras un largo día de correrías. El tipo de copa que sostienes en una mano mientras te comes un muslo de pavo con la otra. El tipo de grial que te anima a hablar a voces. Ése era el tipo de grial que quería y fue el que compré. Veinte pavos. No está mal para ser la copa de Cristo.

Me fui a casa, me serví un ron con coca cola en el grial y brindé como siempre, por Katy. Tengo que admitir que Swift tiene razón. Todo sabe mejor cuando te lo bebes en un grial.

Fecha de modificación

7/11/2029, 8:51 p.m.