Capítulo 23

Lo intenté. Mientras la oscuridad se cernía sobre mí, luché tratando de recordar el nombre de mi marido.

Luché para recordar el nombre de quien había amado.

Luché para recordar…

¿Qué?

Estaba sola y no tenía manos con las que retener mis recuerdos. No tenía recuerdos, no tenía nombre, solo el conocimiento —más profundo y frío que cualquier oscuridad—, de que había perdido lo que amaba más que a mi propia vida.

Y luego olvidé que lo había perdido.

El tiempo retrocedió. Los precios dejaron de pagarse.

El mundo cambió.