Querido Viejito: En estos días tuve doble noticia de tu existencia, de la que ya estaba dudando. La primera: tu llamada para mi cumple. Te sorprenderás si te confieso que me emocionó escuchar tu voz, aunque debo agregar que la hallé un poco cavernosa, como si vinieras de consumir un litro de caipirinha o de grapa con limón. Si es así, se me figura que las copas las bebiste en mi honor, pero por favor, anciano mío, no te entregues a esa disipancia tan común entre los patriarcas. No creas que he olvidado que, cuando vivías con nosotras, aquí en Madrid, habías colgado un cartelito adquirido en el Rastro: «Más vale borracho conocido que alcohólico anónimo». Es probable que los alcohólicos anónimos mueran de aburrimiento, pero en cambio los borrachos conocidos mueren de cirrosis. Así que cuídate. ¿A que no sabías que existe en Francia, para más datos región de la Loire, una población de nombre Mamers, y que a sus habitantes los llaman mamertins o sea mamertines? La segunda noticia fue un artículo tuyo que apareció en un diario de Alicante. Me lo mandó un amigo que estudia allí. Era algo sobre la democracia como engaño. Me encantó. A propósito, ¿quién es ese Saramago que te gusta tanto? También le entusiasma a mi bien erudita progenitora. O sea que entre ambos lograron que me sintiera inmersa en una ignorancia enciclopédica. No tendré más remedio que ponerme al día con ese bendito portugués. Una pregunta indiscreta: ¿no piensas (o no pensás) venir nunca más por esta orilla? ¿No te vienen ganas de caminar Madrid? Ya sé que lo conoces bien y que tal vez no te seduzca visitar por trigésima vez el Museo del Prado, pero también estamos mi madre y yo, que como bien sabés somos dos obras de arte. Al menos eso opina mi Esteban, que sabe engatusar con mucha delicadeza. Como te imaginarás, la vieja está chocha con ese yerno aficionado. Yo también. Nos llevamos bárbaro. Te va a gustar. Ahora una noticia confidencial (por favor, no te des por enterado): la Raquel rompió con su gallego. Ignoro los motivos. Pasando a otro ítem: ¿cómo está la abuela Nieves? ¿No te parece absurdo que ella y yo no nos conozcamos? Hay que hacer todo lo posible para enmendar esa errata del destino. ¿Viste qué frase? Tenemos que encontrarnos, antes de que ella se muera o me muera yo, que para la Parca no hay edad verboten. Mi madre se pasa alabándola (a la abuela Nieves; no a la Parca). A mis normales prejuicios juveniles les resulta difícil admitir que una persona tan pero tan mayor (¡creo que tiene como 77 años!) pueda ser maravillosa, pero a lo mejor sí lo es y me la estoy perdiendo. Bueno, ¿y a ti (a vos) cómo te va en la vida? ¿Nunca se te ha ocurrido llevar un diario íntimo y enviárnoslo por fax o por internet? A veces he tenido la delirante idea de llevar yo misma un diario, pero después llegué a la conclusión de que mi vida no es tan interesante como para justificar semejante fajina. En cambio tú (o vos) debes (o debés, mecachis, a esta altura ya no sé cuál es mi idioma) tener una existencia apasionante, colmada de descubrimientos, relaciones explosivas, diálogos estimulantes, rupturas inesperadas y las consiguientes reconciliaciones, ésas que dejan huella. ¿O no? No seas tan tímido: cuéntanos tu culebrón privado. Please, daddy. A la espera de ese best seller, te abraza y te besa tu hija única y por tanto predilecta, Camila. P. S.: dice mamá que te manda recuerdos. Vale.