74
Abajo, en la Tierra, Tohr sintió que enloquecía. Lassiter había desaparecido. Y Otoño también.
Y un terrible sentido de la lógica le hacía preguntarse por qué no se había dado cuenta de los mecanismos bajo los cuales había estado trabajando durante el último año.
Wellsie estaba atrapada en el Limbo a causa de él.
Y Otoño… estaba atrapada en el Limbo por culpa de ella misma.
Y entonces, al amarlo a él y perdonarlo no solo a él sino a ella misma, Otoño se había liberado… Así, al igual que a Lassiter, le había sido concedido lo que ni siquiera sabía que estaba buscando: por fin se le había concedido la entrada en el Ocaso, la cual le había sido negada cuando había decidido quitarse la vida en un ataque de terror y agonía.
Pero ahora estaba libre.
—Ay, Jesús —dijo Tohr, mientras se dejaba caer en los fuertes brazos de John—. Ay… ¡Qué terrible!
Al igual que su Wellsie, ahora Otoño también lo había abandonado.
Tohr se restregó la cara con fuerza, mientras se preguntaba si tal vez así podría despertar de esta… Joder, esta era quizá la peor pesadilla que podía concebir su subconsciente… Sí, como si pudiera despertarse en cualquier momento y levantarse de la cama para asistir a la ceremonia de entrada en el Ocaso, porque lo que acababa de suceder era solo una pesadilla.
Pero esa teoría tenía un solo problema: Tohr todavía sentía en la espalda el dolor del hierro ardiente y la sal. Y sus hermanos aún revoloteaban a su alrededor, hablando entre ellos con pánico. Y, en alguna parte, alguien estaba gritando. Y las velas irradiaban suficiente luz para saber quién seguía en el vestíbulo y quién no…
—Ay, joder… —volvió a decir Tohr, que sentía el pecho tan vacío que se preguntó si no le habrían extirpado el corazón sin que se diera cuenta.
El tiempo fue pasando y la tragedia se instaló en la mansión. Tohr fue conducido a la sala de billar, donde le pusieron una copa en la mano, pero él la dejó reposando en la pierna, mientras echaba la cabeza hacia atrás y contemplaba cómo John Matthew consolaba a Xhex y Phury hablaba con Wrath y se improvisaba un plan para que el rey fuera a hablar con la Virgen Escribana.
En ese punto, V se propuso para hablar con su madre.
Pero rápidamente desecharon esa opción y entonces Payne se ofreció a ir con el rey y este aceptó.
Bla, bla, bla…
Tohr no tuvo corazón para decirles a todos que ya no había nada que hacer. Además, él ya había pasado una vez por el proceso del duelo y por eso era el más preparado para recuperarse, ¿no?
Sí.
Joder, ¿qué demonios había hecho en su vida anterior para merecer esto? ¿Qué diablos habría…?
El sonido del timbre retumbó vagamente detrás de él. Sin embargo, todo el mundo quedó congelado.
Todos los que conocían las coordenadas de la mansión se encontraban ya ahí.
Los humanos no podían encontrarlos.
Y los restrictores tampoco deberían poder hacerlo.
Y esto último también era aplicable a Xcor…
Pero el timbre de la puerta volvió a sonar.
Al instante, todos los hermanos, al igual que Payne, Xhex, Qhuinn, John y Blay, sacaron sus armas.
A Fritz le impidieron que se aproximara al vestíbulo y fueron Vishous y Butch los que se acercaron a mirar el monitor.
Y aunque a Tohr no le importaba nada, aunque al otro lado hubiera estado la Virgen Escribana en persona, se concentró en el vestíbulo.
Entonces se escuchó un grito, un grito de excitación con acento de Boston. Y acto seguido resonaron varios gritos más, muchos, demasiados para poder descifrar su origen.
Y entonces aparecieron V y Butch acompañados por alguien que llevaba un manto blanco.
¿Qué diablos…?
Tohr se puso en pie de un salto, como si alguien acabara de tocarle el trasero con la batería de un coche.
Otoño se encontraba de pie bajo el arco que formaba la entrada al salón, con los ojos maravillados y el pelo desordenado, como si acabara de salir de un túnel de viento…
Tohr se abrió paso a través de todos aquellos cuerpos enormes, apartando a todo el mundo del camino hasta llegar a donde se encontraba ella. Y cuando lo hizo, se detuvo en seco. La agarró de los hombros y la miró de pies a cabeza. Luego la sacudió para estar seguro de que era un cuerpo de verdad y no una aparición.
—¿De verdad eres tú?
En respuesta, Otoño lo envolvió entre sus brazos y se apretó contra él con tanta fuerza que Tohr apenas podía respirar…, aunque no le importó. Porque eso significaba que era real, ¿no? Tenía que ser… ¿cierto?
—Lassiter… Lassiter lo logró… Lassiter me ha salvado…
Tohr trató de comprender lo que ella estaba diciendo.
—¿Qué…? ¿Qué estás diciendo? No entiendo nada…
Otoño tuvo que contar la historia varias veces, porque Tohr no parecía entender nada. Algo acerca de que ella había hecho las paces con el Ocaso y luego el ángel había salido y le había dicho que…
—Lassiter dijo que daría todo lo que tenía para salvarnos. Todo…
Tohr dio un paso atrás y tocó la cara de Otoño, su garganta y sus hombros. Realmente estaba viva y era de verdad. Estaba tan viva como él. Y había sido ¿salvada por el ángel?
Solo que Lassiter había dicho que quedaría en libertad si su plan funcionaba.
Así que la única explicación posible era que el ángel había cambiado su futuro… por el de ellos.
—Ese ángel —murmuró Tohr—. Ese maldito ángel… —Se inclinó y besó a Otoño larga y profundamente. Y mientras lo hacía, resolvió honrar a Lassiter, y a él mismo, y a su hembra, de la mejor manera posible y por todos los años que le quedaban sobre la Tierra—. Te amo —le dijo a Otoño—. Y, al igual que Lassiter, prometo dar todo lo que tengo por el bien de los dos.
Cuando Otoño asintió y lo besó, Tohr sintió cómo ella le respondía con un «Yo también te amo» que estaba compuesto de más que simples palabras.
Mientras la abrazaba y la apretaba contra su pecho, Tohr cerró los ojos y comenzó a temblar. Porque estaba tan feliz que no podía controlarse.
La vida era corta, independientemente de la cantidad de días que tuvieras asignados sobre la Tierra. Y la gente era valiosa, todos y cada uno, independientemente de la cantidad de gente que formara parte de tu vida. Y el amor…, el amor era algo por lo que valía la pena morir.
Y por lo que también valía la pena vivir.